Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

martes, 30 de septiembre de 2025

Ana, Santi, Nablus y Ramala (parte I)

           Era ya martes y penúltimo día en Israel, antes de regresar a Jordania y visitar el sur del país , pero seguíamos instalados en el interminable sabath de la maldita Pascua Judía.

          La mañana comenzó con una  impresionante caraja al equivocarnos de estación donde tomar el microbús a Ramala, sede de la Autoridad Palestina. Un taxista, que nos vió dubitativos y despistados, nos estuvo, primero persiguiendo al lado; después haciéndonos propuestas económicas indecentes y finalmente, increpándonos. Podría haber sido candidato favorito para ser el mayor hijo de puta del país, sino fuera, porque en Israel este galardón está tremendamente disputado. Nosotros no nos quedamos cortos y le repelimos con todos los insultos en inglés, que nos vinieron a la cabeza. Lástima, que entonces no había Google en los móviles, para haber buscado más.

          Finalmente, resolvimos el desaguisado y tomamos el micro para la ciudad Cisjordana. Allí, cogimos un taxi compartido para Nablus, que se llenó enseguida (precio fijo). El conductor era simpatiquísimo, pero absolutamente temerario por una carretera en mal estado, entre montañas, con precipicios y curvas. No nos funcionó ni siquiera, la socorrida frase de "me estoy mareando", para que transitáse más despacio. Franqueamos todos los controles de salida sin ni siquiera detenernos.

          Habíamos dudado hasta última hora si ir o no , a Nablus, porque dos meses atrás las bombas israelíes y la metralla -además de los saqueos- eran el pan de cada día. Pero diversas personas en Ramala nos habían asegurado, que la cosa estaba relativamente tranquila.

          Al arribar a Nablus, las consecuencias del combate -más bien del asedio- eran indisimulables con edificios demolidos o a medio derribar, además de restos de metralla por todas partes. Más señales a las afueras, que en el centro de la ciudad.

          Sin embargo, la gente andaba tranquila centrada en sus cosas, aunque desde luego, no pasamos desapercibidos, porque tenía pinta, de que por allí no pisaba un solo guiri desde hacía muchos meses.

          Los niños, encantadores,  como casi en todos los países árabes y los adultos haciendo todo lo posible por complacernos  y entregándonos obsequios. Un vendedor de falafel recién hecho nos regaló varias piezas y en un puesto contiguo nos agasajaron con fruta.

          El casco histórico es muy interesante y salvando las distancias, se asemeja bastante al de Jerusalén, con sus calles escalonadas en cuesta, cubiertas por arcos y bóvedas. Naturalmente, todo estaba más descuidado -no sucio- y falto de mantenimiento, evidenciando la asfixia económica a la que les sometía Israel.

          Paseamos por un animadísimo mercado, cuando por varios altavoces se empezaron a lanzar mensajes a gritos en árabe. Varios vendedores comenzaron a hacernos gestos, que no pudimos entender. Pero no hizo falta, porque nos largamos de allí, corriendo. Pocos minutos después y sin habernos enterado de nada de lo ocurrido -o no-, regresó la calma.

          Almorzamos ricos shawarmas con vegetales y encurtidos, de nuevo, mucho más generosos, que en Jerusalén. Después, nos hartamos de paseos por la ciudad y de hacernos fotos con los críos -chicas, ni una-, hasta que sobre las cuatro de la tarde decidimos volver andando -hora y cuarto- hasta la parada de vehículos compartidos. No debimos hacer semejante estupidez, porque nuestra aún corta vida pudo haber terminado aquel día.

lunes, 29 de septiembre de 2025

Ana, Santi y Belén

           Y llegó el lunes posterior al Domingo de Resurrección y también era sabath, por el tema de la celebración de la Pascua Judía. Preveíamos una nueva pesadilla generalizada. Los efectos, afortunadamente, fueron bastante limitados, dado que al dirigirnos a la Palestina Cisjordana, nos íbamos a regir por la tradición árabe y no la judía.Y en este caso, el día era completamente laborable.

          Nos fuimos hasta la Puerta de Damasco y no tardamos mucho tiempo en completar un microbús, que nos llevara hasta las alambradas, muros llenos de pintadas -del doble de altura, que el de Berlín, en su tiempo-, cheks points y cientos de militares con cara de muy mala hostia y subiditos de tono y quien sabe, si de algo más psicotrópico.

          No asustarse: para salir de Israel e ingresar en Cisjordania no hay ningún problema para nadie. Los inconvenientes surgen cuando es al revés.

          Pues nada. Nosotros, como el burrito sabanero, caminito de Belén y tras pasar toda la parafernalia intimidatoria y humillante, tomamos un taxi para hacer los escasos últimos kilómetros. Menuda diferencia. Sin que nos perdonara la vida y con una sonrisa por parte del conductor, conseguimos bajar el precio a la mitad y por el breve camino, nos fue haciendo de improvisado guía con consejos muy útiles.

          Nos dejó en el centro, donde los colegiales nos recibieron con regocijo y curiosidad. Los adultos nos trataban con complacencia, hospitalidad extrema y al minimo roce o contingencia nos decían "lo siento", expresión, que nunca hemos escuchado en nuestros dos viajes a Israel (el segundo, en 2014 y casi obligados, porque habíamos prometido no volver nunca jamás). Nos comimos un shawarma, que por menor precio, era el doble de tamaño y de lleno, que los que habíamos yantado los días anteriores en Judilandia.

          Belén es un lugar muy agradable, con un pequeño y coqueto casco histórico, salpicado de unas pocas Iglesias y animados mercados. Tres son los lugares más emblemáticos del cristianismo: la plaza del Pesebre, la iglesia de la Natividad y la emblemática Gruta de la Leche. El blanco brillante de sus rocas se achaca, a que sobre ellas cayó una gota de leche de uno de los senos de la Virgen María. Era difícil manejarse, entre un sinfín de peregrinos polacos.

          Volvimos caminando hasta las alambradas, dándonos un pequeño baño de masas y contemplando todo tipo de pintadas reivindicativas y que presentaban , como resumen la frase: "I'm not a terrorist", junto a la cara de una mujer envuelta en el pañuelo palestino.

          Cruzar los controles de ingreso al distopico estado de Israel no fue un problema para nosotros, dado que ni nos miraron siquiera a la cara, ni nos abrieron el bulto. Pero, si contemplamos, que lo era, para la constante riada de palestin@s -da igual sexo y edad- que viven esta constante humillación en su día a día. Por no repetir detalles similares -o peores- ahondaremos más en este tema en el próximo post, sobre Nablus.

          De vuelta en Jerusalén, matamos la tarde paseando por el amplio Monte Sion.

domingo, 28 de septiembre de 2025

Ana, Longi, Ana, Santi e Israel (parte VI)

           Había llegado el momento de recapitular, antes de narrar nuestra experiencia en Palestina.

          - Más de tres horas para entrar en Israel, siendo vejados, humillados, observados, tratados como animales de laboratorio...

          - Imposibilidad de transporte público por ser sabath -desde el mediodía del viernes- y aceptación de condiciones abusivas en el transporte privado. Si no estás de acuerdo, no solo te jodes, sino que eres, para ellos, como mínimo, ruin.

          - El sabath, por cierto, es algo más tercermundista, que el propio tercer mundo y sirve de excusa, para que cualquier servicio, que quieras obtener, cueste diez veces más. Es, como aquella Semana Santa de los setenta, en la que el mundo se acababa y si te atrevías a salir a la calle, tú madre te decía incómoda y sonrojada: "habla bajo, que se ha muerto un señor". 

          Por otro lado, es el culmen de la dejadez y la desidia, porque en esta fecha -una vez a la semana, que en Pascua se eterniza-, contemplamos toneladas de basura, con alturas de hasta dos metros en las principales calles del casco histórico de Jerusalén.

          - Evidentemente, nos alojaron en un hotel en medio de la nada y en las peores habitaciones -estaba casi lleno, es verdad- por pura misericordia y sin posibilidad de negociar nada. Con diversas, estúpidas y previsibles tretas consiguieron, que a la hora de la factura, fueran casi diez dólares más, por cada una de las cuatro noches que pernoctamos allí. Justo es decir, que cuando el establecimiento se vació, pasada la Pascua, nos ofrecieron cambiarnos a una habitación mejor, sin coste añadido, en lo que fue la única deferencia en nuestra estancia en el país hebreo.

          - Dinamitación  de nuestra hasta entonces corta pero solida relación idílica viajera, con Ana y Longi. Y lo peor es, que la funcionaria madrileña, lo pasó en todo momento fatal.

          - Quedaban y después de nuestras andanzas por territorios ocupados y ya sin compañía, en el día de la partida, cuatro estafas por sobrellevar, dignas de la usura legendaria de este detestable pueblo. Veámoslas: 

          * Factura del hotel Strand. Queríamos pagar con tarjeta, pero la máquina estaba rota hace tiempo. No era una excusa -que ellos, nunca ponen-, sino la verdad, porque añadieron , que no tenían intención de arreglarla. Entonces, sucedió lo siguiente, como en la canción de León Benavente "Ser brigada": no teníamos dólares y nos permitieron pagar en euros, pero con una tasa abusiva de recargo que superaba el 10%. Nos dieron la vuelta en la moneda estadounidense y no en la europea, añadiendo otra comisión. Y, para finalizar la tropelía y sin disimulo, nos negaron tres dólares de vuelta, porque no los tenían sueltos.

          * Abusivas tasas de salida en el puente de Allemby. Podías abandonar el país, sin problemas, ni miramientos, pero a pasar por caja. Los  25 dólares de tasas se vieron incrementados en casi un 20%, por pagarlos en esta divisa y no en sequels israelíes.

          * El autobús para cruzar este puente del turbio y casi sin agua río Jordán: 5 euros por cabeza para menos de un kilómetro, que no te dejaban hacer andando.

          * Esto ya no ocurrió en Israel, sino en Amann, pero si con su divisa. Los jordanos no querían verla ni en sus peores pesadillas por lo que para cambiarla a dinares nos metieron una comisión del 20%.

Ana, Longi, Ana y Santi (parte V)

           Y llegó el lunes, aunque volvía a ser sabath, incomprensiblemente, aunque eso ya lo explicamos más adelante. Empezaba nuestro periplo palestino, ya sin Ana y Longi, que a estas horas y en este día, ya estarían en Madrid. Nos vino a la mente, recordando esta efímera relación, aquella canción de "Extraños pasajeros", tan fantástica, a la que aún faltaban quince años para escribirse y  entonarse cuyo estribillo dice: "dime, si ya no puedes verme; te doy la razón si crees, que ya no hay nadie aquí"

          Desayunamos solos, pero no poco, en el único aliciente, que nos ofrecía este hotel Strand. Queriamos iniciar nuestro periplo palestino -Cisjordania- por Belén y ya sabíamos que deberíamos coger un microbús cerca de la puerta de Damasco, para alcanzar este objetivo, ubicado tan solo a 9 kilómetros.

          Pero antes de tomar el último café y el penúltimo zumo, decidimos hacer balance, de lo que habían sido estos casi tres últimos días, trepidantes, intensos, inciertos, magníficos y a la vez, asquerosos.

          Nos encontrábamos -dieciocho años después seguimos pensando lo mismo-, en el país más desagradable, que hayamos visitado jamás y probablemente, así será de por vida, vayamos donde vayamos. ¿Habrá cambiado hoy en día algo?. Y nos contestamos: "si, pero seguro, a peor, como el genocidio que nos están mostrando cada día en vivo y en directo ".

          La frase, que más habíamos repetido -con Ana y con Longi o sin ellos-, durante los últimos días había sido: "si nos tratan así a turistas europeos de posibles y que nos dejamos un dinero, ¿Cómo interactuarán con los palestinos?

          Nos quedan muchos posts sobre el tema. A parte de la nuestra, iremos añadiendo opiniones de gentes diversas, que hemos encontrado por todo el mundo sobre lo que piensan de los israelitas.

          Aún no habíamos transitado por Palestina y no podíamos comparar, pero ya habíamos llegado a muchas conclusiones.

          Los israelitas no odian a los árabes especialmente, sino a todo el mundo, que no sean ellos. Da igual, te topes  con un militar -de frontera, de muro, de alambrada de gueto-, un policía, un hostelero, un taxista -campeones de la hijoputez-, un vendedor de recuerdos de la Vía Dolorosa o con un carrito ambulante modesto de panecillos con mendrugos de pan y sal.

          En Israel, las dos primeras emociones, que recibes, incluso, antes de entrar al país -sobre todo, si es por tierra- son: el desprecio y la humillación. Especialmente, está última, la tienen muy trabajada, sobre todo en las relaciones sociales y económicas. 

          El proceso es sencillo: te piden exigencias exageradas, abusivas e imposibles por cualquier cosa -con dinero de por medio o sin él - y si tú haces una contraoferta, sea razonable o no, te ocurren estás dos cosas: te llaman miserable de forma directa y te hacen ver además, que no tienes modales, finalizando la conversación con una masterclass de normas de educación, que por supuesto, ellos tienen y tú no y si nada de eso funciona -que funciona siempre-, te califican como el  más antisemita de los antisemitas del mundo. Da igual, vayas a cruzar la frontera, a preguntar algo -con perdón de la vida incluido- a negociar un hotel, a comprar un shawarma...

          Por supuesto, nunca piden perdón por nada, te atropellen con un carrito de helados o un cochecito de bebé o te frían a codazos por la calle.

          Y tú vas pensando además: "esto no está ocurriendo, es fruto de mi imaginación o de un mal momento ", porque derriba cualquier norma social y de convivencia y no lo comprendes.

          Nos bastaron cinco minutos, al llegar, a Palestina para darnos cuenta, de que no habíamos entrado en un delirio de odio hebreo.

sábado, 27 de septiembre de 2025

Ana, Longi, Ana, Santi e Israel (parte IV)

           A pesar del increíble conflicto y con la ayuda del whisky, caímos rendidos y la noche transcurrió deprisa. Coincidimos en el salón de desayunos con Ana y con Longi y compartimos hambre extrema saciada, aunque no ubicación, porque nos sentamos de extremo a extremo.

          Y así, comenzó la mañana del Sábado Santo, con el barrio cristiano aún más alborotado y sitiado por la policía y el ejército, que el día anterior. Nos llamó la atención ver a guapísimas chicas, con apenas la mayoría de edad, con potentes ametralladoras y armadas hasta los dientes. Y está gente es, que cuando se despliegan, lo hacen de verdad y dan miedito.

          Pero, afortunadamente, ni el motivo era militar, ni perseguían a palestinos y/o musulmanes. Ese día , previo a la resurrección de Jesús se celebraba la multitudinaria y fervorosa conmemoración del Fuego Sagrado o Luz Sagrada -la Pesaá-,  que mantenía con actividad continua la espectacular Vía Dolorosa, el Santo Sepulcro y numerosos alrededores.

          Así, que durante la mañana, más bien, nos dedicamos a explorar los otros tres barrios -judio, con el Muro de las Lamentaciones y su absurdo fervor, aunque nos llamen antisemitas; armenio y musulmán --, aunque no pudimos introducirnos en la severamente vigilada Explanada de las Mezquitas, porque para los extranjeros entonces, solo estaba abierta hasta las once de la mañana.

          El caso histórico de Jerusalén, rodeado por su muralla y sus ocho puertas, de ellas siete abiertas y una sellada, que será abierta el día de la destrucción de la ciudad, es increíble, aunque no excesivamente grande, lo que posibilitó, que nos cruzaramos varias veces con Ana y con Longi. Las dos primeras nos evitamos, incluso la mirada, pero la tercera terminamos hablando durante más de media hora. Ana estaba muy afectada, aunque no por la discusión de la noche anterior, sino porque había tenido un problema con una militar imberbe y estúpida - no recuerdo de qué índole - y para ella su peregrinar israelita era un suma y sigue. No dejaba de repetir: "Desde que entré a este país estoy bloqueada".

          Quedamos para desayunar al día siguiente y despedirnos amistosamente, pero evitamos pasar juntos el resto del día, a pesar de que volvimos a cruzarnos más veces y al menos, nos sonreíamos y saludábamos.

          Por la tarde y tras atiborrarnos a kebab en una cafetería local, recorrimos con más tranquilidad el barrio cristiano y también nos acercamos hasta la zona del Monte de los Olivos y otros lugares y templos sagrados desde donde las vistas de la Cúpula de la Roca y  panorámicas de Jerusalén, resultan espectaculares.

          Y llegó el domingo y desayunamos los cuatro en paz y armonía, compartiendo las experiencias del día anterior. Ana seguía muy noqueada, como si este  estado caprichoso y hostil hacia el no judío - y no al revés, como siempre tratan de hacernos ver-, la hubiera tomado solo con ella.

          Nos despedimos con besos y abrazos, aunque evitamos pasar la mañana juntos (ellos volverían a Amman, después del almuerzo).

          No obstante, los volvimos a ver en la Explanada de las Mezquitas, a la que se accedía después de una severa vigilancia y cacheos y hasta desagradables humillaciones. Un militar les estaba riñendo con firmeza y mala educación, por el simple hecho de ir cogidos de la mano.

          Las cosas con Ana y con Longi un mes después no terminaron muy bien. Les mandamos nuestra web -entonces, no había blog- y no quedaron muy contentos con lo que en el relato ponía de ellos, que era lo único, que al parecer les interesaba.

          Desde entonces, no compartimos nuestros relatos con ningún viajero con el que hayamos tenido contacto en la travesía, sea donde sea, salvo con Martín, con el que solo nos hemos visto una vez, pero al que conocemos hace muchos años.

viernes, 26 de septiembre de 2025

Ana, Longi, Ana, Santi e Israel (parte III)

           Era ya noche cerrada, cuando arribamos a la Puerta de Herodes de Jerusalén. ¡Impresionante!. Allí, a la docena de guiris, que compartimos el convoy nos dijo el taxista, que había llegado el final del viaje.

          Nos dividimos. Ana y Longi se fueron a buscar hotel para los cuatro y nosotros a un ciber -parece mentira, pero entonces no había teléfonos inteligentes -, con el fin de anular varias reservas de alojamientos para días posteriores, dado que antes de conocer a nuestros nuevos amigos, nuestros planes eran otros.

          Ana y Longi iban justos de tiempo y el domingo a mediodía deberían volver a Amman, para tomar el vuelo de vuelta a Madrid. Nosotros íbamos más holgados y disponíamos hasta el miércoles por la mañana -gracias al permiso de nuestro casorio- y pretendíamos visitar también, Belén, Ramala y Nablus, en el territorio palestino de Cisjordania. En esta última ciudad, las bombas y la metralla habían volado edificios y mercados un par de meses antes.

          Media hora después nos volvimos a juntar. El ambiente religioso en el Barrio Cristiano era impresionante y conmovedor. Los otros tres son el musulmán, el armenio y el judío a estas horas más tranquilos. Ana y Longi no habían encontrado hotel en el centro. Todo estaba abarrotado. Y así lo seguimos constatando los cuatro tras preguntar en más de otra decena de alojamientos.

          Decidimos entonces, que tomaríamos un taxi, que nos llevaría por las afueras a diferentes establecimientos hasta dar con plazas libres.

          El taxista -el más hijo de puta, que hayamos conocido en nuestras vidas-, y amparándose en el sabath, en la nocturnidad y sobre todo, en nuestra evidente situación de precariedad, nos pidió una cantidad desproporcionada, sin margen alguno para regatear.

          No quedaba otra, que aceptar a regañadientes. El estrés y la tensión eran máximos y aumentaron, cuando el conductor sinvergüenza y por el camino, nos empezó a solicitar casi el doble del dinero. Paramos a discutir en el medio de la nada, pero no con el driver, sino entre Ana y nosotros (Longi callaba).

          La funcionaria madrileña, incapaz de decir, que no a nada, apostaba por aceptar, mientras mi pareja y yo sosteníamos, que de ninguna de las maneras, accediamos al chantaje, aunque tuviéramos , que dormir en la calle. La controversia llegó a niveles extremos y el taxista, pasándoselo en grande con el espectáculo.

          Entre tanto, Longi había visto un alojamiento a lo lejos, por lo que pagamos el primer precio acordado, mandando al sinvergüenza a la mierda por nuestra parte, lo que aumentó el grado del conflicto, ya general.

          Al fin, caminando y sin dejar de discutir ni un segundo, llegamos al ansiado hotel, un tres estrellas, que en realidad, no llegaba, ni a dos. Afortunadamente, había espacio, aunque en las peores habitaciones, a un precio de 57€ cada una, con desayuno incluido. A la mañana siguiente y también las sucesivas comprobamos, que este fue lo mejor, que nos ocurrió en nuestra estancia en Israel y en los territorios ocupados.

          Cada pareja llevamos a cabo el check in por nuestro lado y no volvimos a dirigirnos la palabra, ni siquiera para despedirnos ni para tratar de arreglar las cosas al día siguiente. Nuestra consolidada amistad y complicidad de casi la última semana habían saltado dinamitadas por los aires, después de una inolvidable tarde-noche horrible.

          Solamente y tras hacer cuentas, fue mi pareja a su alcoba a darles en euros, la cantidad, que ellos nos habían adelantado en dólares.

jueves, 25 de septiembre de 2025

Ana, Longi, Ana, Santi e Israel (parte II)

           ¿Que tenían en común, por entonces y flirteando todos con los cuarenta, un óptico abulense, una funcionaria del ayuntamiento de Madrid, una encargada de supermercado de origen gallego y un director regional de Recursos Humanos?. Pues, creedme, que casi todo, salvo, que a ellos, les gustaba más comer -no les culpo, porque Oriente Medio es una zona fantástica para yantar-, que beber, aunque en esto último, ganamos siempre a casi todo el mundo.

          Ellos, en aquella época -hoy lo dudo mucho-, tenían un bagaje viajero más amplio, que nosotros. Si que había un par de cosas, que nos molestaban de esta supuesta pareja, pero habrían quedado en irrelevantes, de no haber arribado a Israel y de no haber vivido aquella maldita tarde de Viernes Santo. Porque, al fin y al cabo, seguro, que nosotros también podríamos tener actitudes o actuaciones, que no les gustarán a ellos.

          Por un lado, Longi, se había convertido en un maniático de la salud y de la alimentación. Cuando estuvieron en India y por causa de la comida, unos amigos habían enfermado y fueron hospitalizados, acercándose al abismo. Por otra parte, cogieron un sinfín de pulgas en un alojamiento, que no supieron gestionar bien. Y desde entonces, le afloraban los traumas como chef auto impuesto. Longi gestionaba nuestras comidas en los lugares -puestos callejeros, fundamentalmente-, que no eran restaurantes. Nadie podía comerse una carne, que no estuviera achicharrada y dada mil veces la vuelta. Su obsesión compulsiva por lavarse los dientes con agua mineral, después de ingerir cualquier cosa, era machacona.

          Ana era -y seguirá siendo-, buena chica. Tanto, que le costaba decir, que no, a cualquiera y afrontar situaciones de determinada conflictividad. Eso, en países amigos no supone ningún problema, cuando transitas por lugares cómodos, como Siria y Jordania o Palestina, pero sí lo es, cuando te encuentras en lugares más difíciles, como Israel y en pleno sabath.

          De verdad, que disfrutamos, como críos, en la olvidada Siria e incluso y en Alepo, llegamos a conocer a otros tres madrileños, que visitaban el país no tanto por motivos culturales o monumentales, sino por treckings y playas.

          Pero, volvamos otra vez, a aquella fatídica tarde del Viernes Santo de 2007. Al fin y siendo casi de noche, entramos en el estado de Israel. Al menos y fue en lo único, las autoridades fueron condescendientes con nosotros y no nos plantaron el sello en el pasaporte, sino en una cuartilla aparte. Si no lo sabéis, deciros , que muchos países árabes no aceptan y son inflexibles, documentos internacionales de identidad con rastros de haber visitado el país judío.

          Ya en territorio sionista y aún con el alma en vilo descubrimos, que al haber comenzado el maldito sabath era imposible llegar a cualquier parte del país en transporte público. Tocaba, juntarse con más pasajeros y contratar un carísimo taxi compartido, a pagar en dólares, que nos dejó en la Puerta de Herodes de Jerusalén, después de haber estado esperándolo más de hora y media.

          ¡Vaya tarde y lo que quedaba por delante!.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

Ana, Longi, Ana, Santi e Israel (parte I)

            Conocimos a Ana y Longinos -no el de la lanza, sino un óptico de Ávila-, en abril de 2007, en nuestro viaje de novios -aunque ya llevábamos saliendo casi 20 años-, por Jordania, Siria, Israel y Cisjordania.

          El primer encuentro con ellos fue en el Crac de los Caballeros, ese castillo de ensueño y de difícil acceso del centro de Siria, cercano a la ciudad de las norias de Hama, antes de que este fantástico y poco conocido país se convirtiera en el más absoluto infierno.

          Nos caímos bien y compartimos experiencias increíbles y estilo de vida, aunque no tardamos demasiado tiempo en llevarnos fatal, aunque eso y en estos momentos, ya no venga al caso.

          Tras visitar las Ciudades Muertas y el inolvidable zoco de Alepo les convencimos -ellos no lo tenían en mente-, para embarcarnos en la aventura de Israel y Palestina, a través del puente de Allemby, que precisamente, ha sido ayer cerrado sine die por orden del genocida estrella del siglo XXI, con cuyo nombre no vamos a manchar este blog.

          Llegamos a Jerusalén en la tarde de un Viernes Santo, después de una inesperada y agotadora jornada, en la que todos lo pasamos mal, pero en la que especialmente y por nada en concreto, se cebaron con nuestros nuevos amigos.

          Los israelitas no se han convertido en los más hijos de puta del mundo de la noche a la mañana o por el secuestro de unos rehenes. Ellos y desde que tenemos experiencias viajeras, siempre han sido así de desagradables, sobre todo, cuando visitas su país o te los encuentras en grupo en cualquier parte del mundo. En las pocas veces, que hemos visto a algun@ sol@, la cosa ha sido algo menos traumática.

          Pero, volvamos, a aquella tarde de Viernes Santo de 2007, en la que pasamos más de tres horas en la frontera de Israel. Entonces -no sé ahora- era normal esperar ese tiempo y más, comenzando el sabath, fecha religiosa en la que el país se paraliza absolutamente, como si el mundo se hubiera acabado, de repente.

          Nosotros sufrimos un molesto interrogatorio en español sobre cosas absurdas, aunque no nos mostramos demasiado ofendidos, porque la cosa no llegó a rayar los límites de la mala educación o de la humillación.

          Otra cosa fue, lo de Ana y Longi, al que  seguro, le sigue gustando más la muralla de Ávila, que la de Jerusalén.

          Él, salió a fumar -yo lo había dejado dos años antes- al exterior de la zona de tránsito fronterizo y sin llegar a dar dos caladas fue requerido y vuelto a introducir en ella por varios policías, que le empezaron a interrogar en inglés, lengua, que el óptico abulense no dominaba bien. Y cuando se dieron cuenta de ello, aún se cebaron más, en intimidarle. Le cachearon, hasta el aire, que respiraba y le vejaron, porque no se supiera el himno del Real Madrid, porque según ellos, a un buen español, no le podía no gustar el fútbol.

          Ana, la pobre, aún lo paso peor. Capeaba la entrevista a su novio -o similar, porque nunca definieron su relación -, escribiendo en su diario de viaje, cuando un "simpático" poli se lo arrebató, sospechando y así se lo dijo en perfecto español, que estaba conspirando contra el estado de Israel. Ella lloró, lloró y derramó todas sus lágrimas. Nos costó mucho convencerla -tampoco había muchas más opciones -, de que los cuatro debíamos seguir adelante y poder con aquello.

martes, 23 de septiembre de 2025

Los abonos gratuitos de BUSCYL: bien, pero mucho por mejorar.

           Queríamos dividir el fin de semana pasado entre Asturias y Cantabria, con nuestros bonos de ALSA -el último, ni siquiera lo hemos usado-, pero resultó imposible, por no haber plazas para volver, ni siquiera reservando con más de diez días de antelación.

          Esto del colapso en el transporte y lo de los precios de los alojamientos, seguro, terminará algún día, pero yo no lo veo próximo, porque se lleva diciendo esto mucho tiempo y no hay manera. Si quieres dormir el próximo finde en la Comunidad de Madrid -no en la capital-, prepara mínimo 45€ por hacerlo en Cercedilla, a 70 kilómetros en un establecimiento de valoración infame.

          Reculamos y nos dijimos: "al menos, aprovecharemos uno de los dos días y visitaremos  Medina del Campo, un lugar, por el que hemos pasado mil veces camino de infinitas partes, pero en el que vagamente nos hemos detenido. Tampoco fue posible, dado que, el transporte gratuito de Mañueco por carretera ha empezado en septiembre para unos pocos sitios, pero para la mayoría, será en octubre.

          Degeneramos, como una cantidad ingente de jóvenes y terminamos tomando el bus gratis a Río Shopping -centro comercial de Ikea en Arroyo de la Encomienda-, para atiborramos de perritos, codillos y albóndigas infectas, además de refrescos y cafés. ¡Somos capaces de lo mejor y lo peor, sin rasgarnos las vestiduras!.

          Finde aciago y el que viene, tiene la misma pinta, pero terminaremos resucitando en breve, seguro, porque va en nuestros genes.

          Como tenemos algo de tiempo, os vamos a explicar, como funciona lo de los autobuses sin coste en Castilla y León. Vaya de antemano,, que la idea está bien, aunque no nos guste nada el PP de Mañueco, ni la mayoría de sus políticas.

          La gestión de estos bonos ha sido muy lenta, pero progresa. A quien lo pidió por internet -nuestro caso-, le ha llegado un QR de BUSCYL y a quien lo solicitó por papel, le han enviado -o lo harán en el futuro- una tarjeta física. Incluye supuestamente, un montón de líneas, pero no es oro todo lo que reluce.

          Teniendo en cuenta nuestras experiencias y esperando otras nuevas, que nos pueda deparar el futuro, podemos concluir, que:

          -El abono es muy bueno para desplazarse entre las capitales grandes -Valladolid y León, fundamentalmente - y su alfoz, con múltiples frecuencias y opciones, sobre todo, en días de diario.

          -No están mal las interconexiones entre provincias, aunque son más limitadas.

          -El pase, claramente y no nos parece mal, está pensado para trabajadores y estudiantes con recorridos fijos y no para hacer turismo, porque los fines de semana apenas hay servicios. Por ejemplo: cero autobuses en domingo entre Valladolid y Medina del Campo, un pueblo de 23000 habitantes.

          -No te emociones. Si quieres ir de A -tu ubicación -, a B -donde te da la gana en la región -, probablemente, no será posible más, que en tu imaginación. Recuerda, que estás en Castilla y León y no en Madrid, País Vasco o Cataluña

          -No se pueden reservar plazas. Si llegas y hay sitio, subes y si no, te quedas en tierra, que ya nos ha pasado. Esto puede suponer, que un domingo por la noche, no puedas volver desde Soria, a Valladolid, sin que la Junta tenga responsabilidad alguna y que no llegues el lunes a tu puesto de trabajo, si no es con BlaBlaCar, porque no existe tren 🚄.

          -La formación a los conductor@s en esta materia ha sido escasa o nula, por lo que se viven más momentos de confusión de los deseados.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

"No es una guerra, es un genocidio. ¡Boicot a Israel!"

           Son las tres de la tarde del catorce de septiembre y nos encontramos en la plaza de Cibeles. El tráfico ya ha sido cortado en ambas direcciones -Paseo de Recoletos y del Prado- en todos sus carriles.

          Subimos por la calle de Alcalá y nos metemos por Gran Vía, hasta Callao. Toda esta zona está perfectamente vallada, sin resquicio alguno. No hay mucha gente. Nos da la sensación, de que Madrid se muestra indiferente ante la barbarie y no se ha contagiado de las protestas de los días anteriores.

          Llegamos a Sol, donde estos días se publicita la Fórmula 1 en Madrid, esa gran barbaridad de los incompetentes y desbocados Almeida y Ayuso.

          Llegamos a Tirso de Molina y bajamos por la calle Atocha, como otras tantas veces. Han cerrado el histórico Día, pero ha abierto otro unos veinte metros más allá.

          De repente, todo empieza a cambiar y aparecen enormes ríos de gente, de todas las edades -bebés y chicos con síndrome de Down incluidos, lo que supone una locura-, que se dirigen hacia el Paseo del Prado, ataviados con banderas, pañuelos y otros distintivos, como rajas de sandía, emblema de la lucha palestina. Se ve, que la mayoría de ese material ha sido adquirido durante los últimos días, porque aún mantienen los dobleces de estar metidos en bolsas y no haber sido planchados.

          Otra vez más, nos sentimos, como los Alcántara del Cuéntame, asistiendo a un acontecimiento histórico.

          Nos colocamos junto al potente edificio de Caixa Forum y la zona se va abarrotando, hasta límites insospechados. Todo muy pacífico y sin sacar nadie los pies del tiesto, pero con griterío ensordecedor, cada vez, que un vehículo o personal del evento pasa por la calzada. Los cánticos se entremezclan y se suceden: "No es una guerra, es un genocidio", "Boicot a Israel", "Ayuso, Almeida, es la misma mierda"...

          En un momento dado y con el conocimiento, de que los manifestantes se han sublevado en Gran Vía, comienzan a caer fruto de los empujones las vallas de nuestro lado y muchos ciudadanos toman pacíficamente la calzada. Al verlo, los de la acera de enfrente hacen , exactamente, lo mismo, avanzando hacia Cibeles, donde se ubica la meta.

          Comienzan las cargas policiales, después de no conseguir reponer las vallas en su sitio. Fundamentalmente, son gases lacrimógenos y algún porrazo. En la cercana estación de Atocha hay una sentada masiva y de momento, los antidisturbios armados hasta los dientes, no actúan. 

          A nuestra altura llega un grupo de cayetanos -tres chicas y dos chicos- o como nosotros llamamos, pijos de sexta generación. Una le dice a su amiga: "Ya verás, como te vea tú madre en la tele en este tipo de sitios, la que te va a caer". Y la otra responde: "Uy, uy, uy, si está gente existe y son muchos". Todos salen corriendo inmediatamente 

          Y mientras tanto, varios indios han reaccionado rápido, han visto el nicho de mercado y se dedican a vender cervezas a los manifestantes, como en los conciertos.

          En nuestra zona, el ambiente se va relajando, pues ya se sabe, que la etapa final de la Vuelta se ha suspendido, definitivamente. Al pasar por la glorieta de Atocha, la gente ya se ha levantado, pero nadie se mueve. En un kiosko de helados y chuches, regentado por una mujer árabe se puede leer, en español y en inglés: "Este negocio está a favor de la causa de Palestina y en contra del brutal genocidio".

          Nosotros nos encaminamos hacia Méndez Álvaro, no vayamos a perder el autobús de regreso a casa.

          ¡Otro día histórico en nuestras vidas con la alegría de haber participado en esto, pero con la frustración de no poder hacer más!