Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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martes, 9 de junio de 2020

Abran paso al rebaño de gilipollas de las mascarillas

 
            Pues  aquí ando, tratando de perder los tres kilos ganados, durante el confinamiento -ya he logrado bajar uno- y esperando con ansiedad, a que pasen los calores y llegue el otoño, a ver si con un poco de suerte abren el tráfico aéreo extracomunitario y podemos iniciar el noveno viaje largo. Todavía tenemos pendiente, también, la presentación de la demanda en el juzgado de lo mercantil, para que nos devuelvan el dinero de los vuelos a Estados Unidos, que deberíamos haber llevado a cabo el mismo día de entrada en vigor del estado de alarma.
 
         Y mientras tanto, sufriendo y asistiendo al espeluznante espectáculo de zombies enmascarados, que invaden las ciudades, hasta convertirlas en la ya no futurista, Zombilandia. De todos es sabido y no de ahora, que el 99% de la población está compuesta por imbéciles -aunque, ni lo sepan, ni lo reconozcan-, aunque a veces resulta complicado demostrarlo. Sin embargo, cuando ocurren situaciones extraordinarias, como está, todo resulta mucho más fácil de entender.
 
        Y lo dice una persona latrofobica, medio deglufobica y que aún no ha encontrado la palabra adecuada, que defina el odio a las mascarillas usadas sin sentido.

          Resulta que cuando estábamos en la cima de la pandemia con casi 10.000 contagiados diarios, muchos íbamos al supermercado o por la calle sin está supuesta protección y no pasaba nada y ahora con poco más de 150 infectados cada jornada y en núcleos grandes, ves a más del noventa por ciento de la gente con la maldita mascarilla quirúrgica. ¿No os dan miedo? Nunca un gobierno -y este, que supuestamente, aunque lo dudo, es de izquierdas-, lo tuvo tan sencillo para autoamordazarnos.

         Luego la ilógica, que todo lo gestiona, ha dado por bueno, que en torno a una mesa de terraza y bien juntitos, se pueden sentar diez personas, sin enmascarar. Tras mucho darle a la cabeza para entender este fenómeno o despropósito, he llegado a una conclusión: la mayor parte de la people deben creer, que los amigos y familiares por solo serlo y aún no siendo convivientes, nunca contagian el virus. Sólo lo hacen los desconocidos, que vagan por las calles.
 
        Y así es, porque esos mismos, que suben tanto el listón en esas reuniones, te miran con cara de odio o se separan de ti sin disimulo, cuando te los cruzas, durante una décima de segundo por la calle y no llevas la pertinente mascarilla. Como veremos más adelante, solo es obligatoria en un caso.

            Además,    la ciudadanía -porque no se ha informado bien, porque no le apetece o porque se han creado su propia historia, que de todo habrá- no conoce muy bien las distancias clases de mascarillas -de tela, quirúrgica, FPP2,FPP3...- y como se lleva a cabo su uso. Desconocen, que utilizarla mal -la mayoría lo hacen- es peor, que no portarla.

        Y,  como toda moda pasa -hasta las más estúpidas, como esta- y agota, pues últimamente, se empiezan a observar situaciones escandalosas desde el punto de vista sanitario, que agitan a decenas de enfermeras, en Twitter. La gente se quita las mascarillas y las deja caer sobre la barba, se las pone de diadema, se las cuelga de las gafas de sol en el escote, de los retrovisores interiores, del salpicadero o del ambientador del coche, del manillar de la bicicleta, de muñequera o pulsera, de codera...
 
        Y dejó párrafo aparte para las cuatro situaciones más hilarantes. El otro día, vimos a una jovencita - probablemente, salió de casa con ella obligada por la madre-, que se la había quitado y la usaba de coletero para recogerse el pelo. Poco después, contemplamos atónitos a un residente de una zona residencial vacía de gente, que salió con ella puesta para tirar la basura en un contenedor, situado a tres metros. Otro ciudadano y en las afueras de nuestro pueblo, ataviado con mascarilla quirúrgica, asestó varias patadas contundentes, hasta casi destriparlo, a un gato muerto por atropello para sacarlo del centro de la carretera.
 
        Y lo de mi vecina de chalet, ya es para partirse de risa: ayer, fregaba su escalera exterior, estando ella sola en veinte metros a la redonda cy mascarilla. ¿Tendrá miedo de contagiarse a si misma, de que nosotros le hayamos echado a posta virus sobre ella o es un TOC, como un caballo? No se lo pregunté, porque no me hablo con ella.
 
        Clargo, que el gobierno, tampoco ha colaborado mucho con la causa. Empezaron diciendo, hace tres meses, que la mascarilla era solo aconsejable para quien estuviera enfermo, para al poco, recomendarla y después, ser altamente necesaria. Y finalmente, acabaron con una ley express superfast, que no entiende nadie.

          Resulta, que es obligatoria en espacios cerrados y abiertos, siempre que no se pueda guardar la distancia física adecuada. Y, ¿A  quié le toca tomar esa decisión? ¿Nos obligan a los ciudadanos, además de la mascarilla, a llevar un metro en el bolsillo para desfacer entuertos?

jueves, 26 de marzo de 2020

Pesimismo en cuanto a viajar, en 2020


          El coronavirus ha llegado para quedarse en nuestras vidas y hasta en nuestras pesadillas. Sin ir más lejos, yo,  que acabo de salir de un resfriado de ocho días -sin tos seca, fiebre o problemas respiratorios-, en la siesta de esta tarde he soñado con el.

          Todo comenzó, como empiezan siempre las cosas en este país: con un ji, ji, ji; ja, ja, ja. " Mira a esos chinitos idiotas -nos decíamos-, que los tienen ahí confinados y perseguidos por hombres malignos de escafandras blancas".

          Después, nuestras irresponsables autoridades - somos de izquierdas, que conste-, nos lo trataron de vender, como si fuera una yincana: descubrían un caso y se volvían locos rastreando todos los posibles contactos con los que había estado el paciente, durante las dos últimas semanas: ¡a la caza y captura del supuesto contagiado y sus allegados!. Hoy en día, no te hacen la prueba, a no ser, que te estés muriendo.

          Luego, vinieron los del World Congresos Móviles y todo ha sido un quiero y no puedo, hasta que nos hemos dado de bruces con la pared: las motos, la Fórmula Uno, la Liga, la Champions, los Juegos Olímpicos...Hasta nosotros mismos, que tuvimos, que abandonar nuestro periplo viajero por el este de Estados Unidos y Canadá, pocas horas antes de poner los pies en el avión, que nos debía llevar, a Toronto.

          Todo cambio y se torno de gravedad -que casualidad-, al poco de la celebración de las manifestaciones de féminas radicales y los  grandes eventos deportivos, que movilizaron a miles y miles de inconscientes y, mayormente, de inconscientas.

          Desde entonces, los políticos, sus secuaces y sus palmeros -a cual peor-, no pierden la oportunidad, cada vez, que pueden, de tratar de hacernos responsables de lo que está pasando, por el mero hecho de tratar de poner un pie en la calle para airearnos y han convertido el escenario vital en una batalla cruenta o más bien, en una guerra patriótica. ¡Otra vez, a tomarnos el pelo, como siempre! Y a lanzarnos a la cara a la policía y a los militares (experiencia piloto para tenernos controlados en el futuro). Netflix y sus series se está quedando a la altura del betún!.

          No nos cuentan, eso sí, que hay un estudio bastante reciente y creíble, que indica, que si el secuestro de la población se hubiera producido el día 1 de marzo o incluso, a finales de febrero, los infectados habrían sido poco más de 6.000 y los muertos menos de 400 (vamos por cuatro mil y un buen pico y casi 50.000 apestados).

        Nos han vuelto locos con el Paracetamol, el papel higiénico -si lo compra mi vecino, yo lo compro-, la leche, el acaparar, las mascarillas...,pero nadie pierde ni dos minutos en leerse las recomendaciones de la web de Sanidad. Por ejemplo, estás últimas, no sirven para protegerse. Más bien, para no transmitir la enfermedad si ya estás contagiado o si tienes, que cuidar a enfermos.

          No hay artículo de prensa en el que no se hable de coronavirus o de ERTES. Se preguntaba alguien el otro día, si no deberían hacer los políticos un ERTE y yo añadiria, que más bien, se deberían ir a tomar por el ORTO (entiéndase en argentino).

          Y la última estupidez de turno: van a confinar la India. ¿Alguien, que haya estado un solo día en este país, se va a creer semejante tontería?

          Para colmo, los mismos, que nos trajeron la enfermedad, hoy se parten el culo de nosotros, habiéndonos vendido los test rápidos defectuosos, comprados a una empresa ilegal.

          Todo este rollo opinativo, para concluir, que es más que probable, que en este 2020, nos quedemos sin viajar y eso no es una buena noticia. Tenemos dinerito fresco y muchas ganas, pero me temo, que esto va para largo y los únicos periplos, que vamos a llevar a cabo, van a ser de la cocina a la buhardilla y del baño a la habitación (con todos los gastos pagados). Hemos cerrado las fronteras y los las han clausurado. Nunca en la historia moderna el mundo ha estado tan aislado. ¡Y nos creíamos invencibles amparados en el gulipollesco hecho de llevar un microordenador en el bolsillo!

          Pero, al fin, en el confinamiento y en el secuestro sin ni siquiera posibilidad de rescate, a nuestro hogar ha llegado la paz. Tanta, que no tenemos ni fuerzas para salir a aplaudir a las ocho de la tarde, aunque nuestra solidaridad con el incansable personal sanitario sea más, que máxima.

          Mejor, porque lo de mediados de febrero a mitad de marzo, ha sido insufrible. Primero, por el drama general, que va a cambiar la historia y después en el plano personal. El viaje mejor preparado de nuestras vidas -no somos muy de organizar más, que lo basico-, se ha ido por el sumidero sin dejar más rastros, que algunos gastos (ETA, ESTA...)

          Cada mañana, al levantarnos, teníamos unas sensaciones distintas. Contábamos los muertos, uno a uno y día a día -leer el anterior post-, para tratar de ser conscientes de la gravedad de la realidad y para creer, que no iban a ser necesarias medidas mayores, que dieran al traste con nuestra mayor pasión: poder viajar a cualquier parte del mundo. Hasta, cuando Trump cerró las fronteras, nos agarramos a la esperanza, de que volábamos, vía Toronto y no, directamente

        Ahora ya, todo igual y se ha despendolado. ¡600 muertos al día y nos la suda!. Y los políticos diciendo, que ya estamos cerca de la curva -no se, si la de la chica de la carretera- o que surfeemos la ola, como Echegui.

          ¿Quién se acuerda ya, que hace no mucho, moría un millón de personas cada año por el SIDA? ¡Porca miseria, ragazzi!.

martes, 24 de marzo de 2020

Parece, que a la octava, tampoco irá la vencida (parte II)

          Lugares, donde habríamos estado en USA y Canada
         Esto del coronavirus parece una serie de miedo de ocho temporadas y me da la sensación, de que nos llegamos por el capítulo dos de la primera. Algo así, han sido para nosotros los preparativos viajeros, durante el último mes y la toma de decisiones hasta el último momento. Casi, como si se tratara de una agónica Semana Santa: paso a paso, con mucho fervor, con dilatada emoción..., pero también, con demasiada angustia.

          14 de febrero: compramos dos billetes, a Nueva York, con escala en Toronto, a la ida y en Munich, a la vuelta, al precio increíble de 145 euros cada uno.

          Durante las dos semanas siguientes comenzamos una hoja de ruta minuciosa: solicitar la ETA, de Canadá y la ESTA, de Estados Unidos; búsqueda de hoteles en ambos países; posibilidades de horarios de autobuses con las compañías Megabus, Peter Pan y Greyhound; selección de guías de viaje... Pero las noticias del día a día, nos van generando incertidumbre creciente.

        8 de marzo: comienzan las severas medidas restrictivas, en Italia. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar...

          11 de marzo: Trump anuncia, que a partir del día siguiente, quedan prohibidos, durante treinta jornadas, todos los vuelos desde Europa -salvo Reino Unido-, a Estados Unidos. Parece, el principio del fin, pero aún albergamos una esperanza o triquiñuela desesperada: nosotros volamos, a Nueva York, desde Toronto -no desde el viejo continente- y consultando nuestra reserva en internet, todo parece normal.

          13 de marzo: al mediodía, recibimos un correo de Air Canadá. Nos cambian el segundo vuelo de la ida de horario y por tanto, tenemos derecho a anular o cambiar, según nos cuentan y según el reglamento 261 de la Unión Europea. Pero, al tratar de hacerlo por la web, nos indican, que tenemos que gestionarlo con la agencia de viajes con la que hemos comprado los billetes (Budgetair).

          Diez minutos después , e-mail de este operador virtual, en el que se nos anuncian los cambios, pero muy astutos ellos, ni dicen nada de lo otro. Es imposible contactar con ellos por saturación y porque a las seis de la tarde del viernes, echan la chapa todo el fin de semana, aunque se hunda el mundo.

          Por esto, por el miedo de la gente y por el Estado de Alarma, anulamos todas las citas del fin de semana. Queremos centrarnos en esto. Correo a Budgetair, pidiendo la cancelación o cambio de fechas.

          15 de marzo: desafiando el cautiverio, secuestro o confinacion establecidos, nos acercamos a la estación de autobuses, a ver si sigue habiendo servicios, desde Valladolid, a Madrid, como pone en la web. Las ventanillas están cerradas, pero los vehículos circulan.

          Comemos, compramos los billetes del ALSA, me duermo la siesta y les comunico a mis padres, que nos vamos, cosa que no les hace ninguna gracia.

          El descanso vespertino y las últimas noticias nos hacen reflexionar, aunque mi pareja ya ha hecho todo el equipaje. Ducha reparadora. La cosa es tan complicada, que a pesar de nuestra experiencia, carisma y suerte, esto tiene pinta de salir mal, porque además, Canadá está amenazando con seguir las medidas de Estados Unidos y ya no tenemos excusas (lo haría al día siguiente). Anulamos los billetes de autobús y nos devuelven el dinero sin problemas. ¡Respiramos a pulmón abierto!

          16 de marzo (día del vuelo): dos correos contradictorios, de Budgetair, en apenas media hora. La contestación al nuestro, diciendo que nuestra tarifa no se puede anular o cambiar (mentira) y otro automático, indicando, que nuestros vuelos se han cancelado y que en quince días, nos devolverán el dinero, no sabemos, si con algún coste de gestión.

          En estas estamos, esperando y enviando a la agencia amenazantes correos con la documentación pertinente para presionar. Y si no, al juzgado de lo Mercantil -cuando lo abran, claro-, que para reclamar menos de 2.000 euros, no hace falta, ni abogado, ni procurador.

          De todas formas, el del 14 y 15 de marzo, ha sido para nosotros uno de los fines de semana más complicados de los últimos años. Aunque, ¡sarna con gusto no pica!

          Creo, que por las buenas o por las malas, recuperaremos el dinero y volveremos a salir victoriosos. De todas formas, la batalla ya está ganada, porque de haber podido viajar -lo dudo-, haber disfrutado de este viaje -lo dudo, aún más-, tengo la seguridad, de que la a vuelta habría sido imposible (al menos, en los términos planeados ).