Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
Mostrando entradas con la etiqueta Melilla. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Melilla. Mostrar todas las entradas

jueves, 10 de mayo de 2012

Muy buenas vibraciones y más sensaciones de las esperadas

           Esta vez, no perdimos el avión y aterrizamos en Nador, sin novedad. Como los taxis son caros y no encontramos a nadie para compartirlo, empezamos a andar por la carretera, a ver que ocurre. A los 100 metros, se detiene un cochazo, ocupado por varios jóvenes. Lo conduce un chico, que ha venido a buscar a sus amigos al aeropuerto, que venían en nuestro mismo vuelo. Nos invitan a subir y cambian hasta su ruta, para acercarnos hasta nuestro destino. Conversación entretenida, sobre la crisis y el fútbol, a gran velocidad –más de la permitida-, cuando nos detiene un policía. Él sonríe y los chicos, también. Hay gestos de complicidad. Larga charla en árabe, en la que nos parece entender, la palabra, comisaría. El conductor muestra su carné de conducir, junto a 20€. El primero le es retornado, pero no así y como cabía esperar, los segundos. Más sonrisas y adiós. Según nos cuentan, por lo legal, la multa habría sido bastante mayor.   Nador

            Nador es una ciudad moderna, con cierto encanto, gracias a su paseo marítimo, su gran mezquita y sus numerosos puestos callejeros, de ropa, comida, fruta o te, muy especiado y a 1 dirham. La tarde se muestra muy ventosa. Están tan poco acostumbrados al turismo, que pasamos desapercibidos.

            Al día siguiente, nos vamos a Melilla. Larga cola y lentos trámites para pasar a la ciudad española, después de deshacernos a voces, de los que te quieren vender por 3 euros –como en Ceuta-, un formulario de ingreso, que es gratuito.
                                                                                   Melilla
            La ciudad resulta ser, mucho más de lo esperado. Tras la frontera, se halla un barrio marroquí, con sus negocios típicos y mucho embalaje, tirado por el suelo. Luego, y caminado por el paseo marítimo, se llega a la plaza de España y a sus calles colindantes, con bellos edificios modernistas (el segundo exponente nacional en este estilo, después de Barcelona). Justo pasando otra plaza, nos encontramos otro barrio marroquí, donde numerosos hombres, venden sardinas frescas, en cajas colocadas en el suelo.

            Pero, la joya de Melilla es su extraordinaria fortaleza, restaurada y espectacular. Es gratuita, como todos sus museos. La visitamos solos, con un tiempo muy variable, mientras el mar golpea fuerte, contra las rocas y los muros. Extraordinarias vistas de la escarpada costa y de las islas de Chafarinas, en una jornada sin nebulosa alguna (algo, que nos dicen, es muy frecuente).

            Después de comer, nos aprovisionamos de euros en el cajero, conservas y bebidas alcohólicas, para nuestro dilatado periplo marroquí, por el Sahara occidental y la antialcohólica Mauritania.

            Cambiamos de planes. Para no pasar el fin de semana en Rabat, a la espera de hacer la visa de Mauritania, iremos hasta Oujda y así, llenaremos un día más. Cogemos nuestro primer autobús del viaje, que para variar, en Marruecos, sufre un avería.

            Oujda es una ciudad agradable, de las más modernas de Maruecos. Su limpia, tranquila, bien asfaltada y coqueta medina, nos recibe con sosiego, aunque también, con algún desequilibrado y niños pedigüeños, bien vestidos. La calle de las joyerías, parece surgida de cualquier barrio lujoso, de Nueva York o Londres.

            La especialidad del lugar, no es el tajine o la harira, sino el “todo junto”, que se vende en decenas de establecimientos: carne o embutido, huevos, queso y verduras, en un mismo bocadillo, a libre elección de ingredientes y con papas fritas.

            Las imposiciones religiosas aquí, aparecen también, más relajadas. Son muchas, las chicas que llevan el pelo sin hijab o que visten ropa ajustada –aunque sin escote, si en algún caso, con parte de las piernas al aire-, hay tiendas de cerveza y alcohol y hasta vemos a jóvenes, con pantalones estilo “cagados”. El mayor poder adquisitivo, se muestra, entre otras muchas facetas, en la buena cantidad de gente, que lporta gafas.
              Oujda
            Si en Nador, no nos pareció estar en Marruecos, hoy en Oujda, nos da la sensación de estar en Europa, sino fuera porque cuatro colegiales, recogen la lata de cerveza, que hemos dejado vacía en el suelo y rechupetean las babas, como si estuvieran deleitándose, con Moet Chandon. ¿Será esta nueva generación, la qué formará el revolucionario islamismo del futuro?. Tiempo al tiempo.