Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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domingo, 10 de marzo de 2019

Últimas novedades sobre aviones y tránsitos en aeropuertos

                                                    Todas las fotos de este post son, de Australia

          Durante los cuarenta días, que he tardado en escribir los casi 260 folios del relato de este octavo viaje largo, me ha dado tiempo, a reflexionar sobre algunas cosas. Fundamentalmente, sobre dos, que aquí expongo:

           1°.- ¿Por qué hay tanta diferencia de precio en los vuelos, de Air Asia, dependiendo del mes en que quieras tomarlos? Este detalle, que en un principio, se pueda pasar por alto a cualquier viajero, nos costó, que el año pasado, durante el séptimo viaje largo, tuviéramos, que renunciar, a visitar y conocer, Australia y Nueva Zelanda, debido a la repentina alza del precio de los vuelos, durante el mes de julio.

          Ni harto, ni perezoso, hace ya unas cuantas noches y con paciencia, me puse a investigar, con la app de la compañía de bajo coste, los precios de los vuelos en todos los meses de este 2.019, tomando tres o cuatro referencias de cada uno. El resultado no se hizo esperar: las tarifas permanecen estables, oscilando un poco, arriba o abajo, durante nueve meses del año.

          Durante los otros tres, que son, enero, julio y diciembre, los precios se disparan hasta el doble o más. Un vuelo, desde Kuala Lumpur, a Australia, por ejemplo, que parta en febrero, suele oscilar entre los 135 y 160 euros. Mientras, que si lo quieres para diciembre, te va a salir por más de 300, no siendo infrecuente, sobrepasar los 350. Cómo veis, las diferencias no son nada pequeñas y de no tener esto previsto, pueden arruinar un proyecto de viaje.

           2°.- Hasta los viajeros más expertos, damos por hecho cosas, que luego tienen excepciones. Y en estos casos, las consecuencias económicas y personales pueden ser tremendas. Me explicó:

          Yo siempre había pensado, que en la zona de tránsito de cualquier aeropuerto internacional y sin cambiar de terminal -y aún cambiando, a veces, como en El Cairo, por ejemplo-, no tenías, que presentar un visado o un formulario previo, si no sobrepasaban el límite de 24 horas, hasta el siguiente enlace aéreo.

          Normalmente, así es y nunca jamás, durante treinta años viajando, habíamos tenido una experiencia, que no fuera esta. Pero, a raíz, de lo que nos ocurrió, en Shanghái y, que afortunadamente, ya sabíamos, que nos iba a suceder, nos hemos puesto a indagar y existen más excepciones.

          Y es, que en China, si o si, si haces tránsito, te deben conceder un visado de esas características, que se obtiene a la llegada al país, siempre que vueles a un tercero. Normalmente, te lo van a dar sin poner pegas, si cumples las condiciones. Aunque, en el proceso se pueden invertir un par de horas, por lo que hay, que tenerlo en cuenta y separar lo más posible el vuelo de llegada y el de salida, hacia tu destino.

          Pero como he dicho, esto no solo es cosa de los chinos. Probablemente, el mes, que viene, nos marchemos tres semanas, a Canadá y Estados Unidos. Hemos constatado, que para hacer tránsito en cualquier aeropuerto de estos dos países, hay que presentar, la ETA y la ESTA, respectivamente. Se trata de trámites administrativos previos, que cuestan dinero -7 dólares canadienses y 14 estadounidenses-, además de precisar de un proceso de aprobación, que normalmente, suele ser rápido.

          Existen casos complejos, como el de Rusia. Normalmente, puedes hacer tránsito sin necesidad de ningún visado, si no sobrepasas las 24 horas, entre una conexión y otra. Pero, si por ejemplo, tienes, como destino final, Bielorrusia, el segundo vuelo se considera nacional, por lo que debes salir de la zona internacional, y dirigirte a la nacional y, para ello, necesitas un visado ordinario.

          Seguro, que hay otros aeropuertos del mundo, que también tienen sus peculiaridades, aunque de momento, no conozco más. Después de las experiencias vividas a lo largo de varias décadas y en el futuro, evitare, en la medida de lo posible, hacer escalas, en China, Canadá, Estados Unidos y Rusia. Y priorizare, llevarlas a cabo en los países del Golfo Pérsico, Turquía y Egipto, donde normalmente, te lo ponen muy fácil.

viernes, 8 de marzo de 2019

Aeropuerto 2.018: la secuela (parte II)

                                          Todas las fotos son de aeropuertos del octavo viaje largo

          Vuelo 5°.- Sydney-Christchurch. El personal de tierra de Jetstar se muestra muy estricto y, a veces, algo agresivo. Control exhaustivo de peso de equipajes y demostración de tener un billete de vuelta, como ya nos hicieron en 2.006, en un Singapur-Filipinas. Menos mal, que en ambas ocasiones, todo está en regla, porque está gente parece muy inflexible.

          Llegamos a Nueva Zelanda y entramos sin inconvenientes. Parece, que también pasamos la aduana de la misma forma, hasta que un perro policía nos mira y se acerca a olisquearnos, a nosotros y a nuestro equipaje. El animal, que es un cachorro, se emociona demasiado y empieza a trepar por nuestros cuerpos, repetidamente. ¡Y nosotros, con una sonrisa de oreja!

          A todo esto, habíamos pasado en el equipaje de mano un champú de 350 mililitros. Será, ¿que en Australia dejan introducir líquidos en los aeropuertos? La respuesta en el vuelo número 7.

           Vuelo 6°.- Christchurch-Sydney: otra vez, a pesar el equipaje y a que, Jetstar, nos pida la ETA, que ni siquiera debes mostrar a las autoridades de inmigración australianas.

          Vuelo 7°.- Sydney-Singapur. Con el personal de Scoot, muy bien, antes de que llegara la tarde del gran cabreo. El personal  de inmigración -en nuestro caso, un negro y un chino-, nos dieron bastante la lata ( y ahora, lo entenderéis).

          Nos intervienen los dos bultos de mano. A mí pareja, el negro y a mi, el chino y todo esto con las bandejas de lo que sacas de los bolsillos, casi incontroladas, dado el estado de nervios. No llevamos líquidos, ni explosivos, ni armas... El problema son unas latas de sardina de unos sesenta gramos cada una y una más grande de unos cuatrocientos, de rica ternera con bacon y vegetales (que se vende en los Aldi australianos).

          El negro empieza riéndose, aunque acaba mosqueado, después de nuestras recriminaciones y nos deja pasar las cuatro latas de sardinas, tras un largo rato. El chino, por el contrario, es un martillo pilón, que no tuerce ni el gesto, ante nuestras quejas. Este tío, superaría sin inmutarse cualquier tortura, en cualquier cárcel del mundo (las de Afganistán incluidas). Resultado: la lata grande y dos de sardinas, confiscadas.

           Vuelo 8°.- Kuala Lumpur-Denpasar (Bali). Sorprendentemente, nada de nada. ¡Con lo que nos costó entrar en Indonesia hace diez años!

           Vuelo 9°.- Denpasar-Kuala Lumpur. Por primera vez en nuestras vidas, una moderna máquina maligna, nos detecta las tarjetas de crédito y el dinero, que llevamos en el bolsillo interior. Hasta ahora, nunca lo habían conseguido. La razón, un humillante dispositivo cilíndrico, donde tienes, que levantar los brazos y se te ve, absolutamente, todo. Y luego, llega el correspondiente toqueteo, que para nada es discreto. ¡No sé cortan un pelo y creo, que hasta disfrutan, sobando y humillando!

           Vuelo 10°.- Kuala Lumpur-Phuket. Lo dicho. Este aeropuerto malasio es el más apacible del mundo.

           Vuelo 11°.- Krabi-Dong Muang. La calma antecede a la tempestad, que nos esperaba está misma noche.

           Vuelo 12°.- Dong Muang-Taipei. Todos los ingredientes juntos, para haberse producido la primera denegación de embarque de nuestras vidas: madrugada -sin supervisores, que dar consejos a sus empleados-, chicas inexpertas en el mostrador de facturación, guardia jurado gilipollas, al lado ...¡Otra vez, las mismas explicaciones. Al final y tras una dura pugna de tiras y afloja, por primera vez en nuestros treinta años viajeros tenemos, que mostrarles las tarjetas de crédito y sacarnos el efectivo del calcetín, para que nos emitan las malditas tarjetas. Y, para que nos pregunten: ¿lleváis en el equipaje armas o explosivos?¡Para morirse de miedo, de risa o de asco!

       
           Vuelo 13°.- Taipei-Shanghai. Al funcionario de turno, que registra uno de los dos equipajes de mano, le molestan un oxidado abrebotellas -arma letal, contra los pilotos, personal de cabina o resto de pasajeros- y las propias llaves de nuestra casa. Y nos revuelve todo, como de costumbre, mientras las bandejas con nuestras cámaras, móviles, carteras...,avanzan por la cinta, perdiendolas de vista. ¡Alucinante!

           Vuelo 14°.- Shanghai-Madrid. A parte de que Iberia nos mato a hambre, nada más que reseñar y la verdad es, que lo agradecimos.

jueves, 7 de marzo de 2019

Aeropuerto 2.018: la secuela (parte I)

                Fotos de aeropuertos del octavo viaje largo (unas cuantas de ellas, de Navidad)

          En bastantes ocasiones de este octavo viaje largo, me han venido a la cabeza escenas de la película, "La Terminal" o de aquella saga de filmes de los setenta, ya casi oxidadas, que se llamaba, "Aeropuerto". He aquí, un homenaje dedicado a ellos.

          Han sido catorce vuelos -algunos, de muy larga distancia-, a lo largo de noventa días, lo que supone, más o menos, un trayecto aéreo cada seis jornadas. ¡Agotador! Vamos a contaros historias de aeropuertos, que ahora, cuando escribo, no se, si darán para uno o dos posts. En cualquier caso, todas ellas se clasifican en dos grupos: desagradables y muy desagradables. Eso sí: todas ellas con final feliz o casi.

          La situación en los aeropuertos del mundo, se está poniendo muy fea y es el único lugar civilizado, donde los honrados ciudadanos perdemos todos nuestros derechos, para caer en las garras del personal de tierra de las aerolíneas o de los despiadados funcionarios de los controles de equipajes de mano, que en muchos casos, aplican las leyes a su conveniencia. Es casualidad, ¿que muchos de esos trabajadores sean inmigrantes y generalmente, los más desagradables? Para mí, no y tengo mis claras evidencias, pero no me voy a meter en más charcos.

          Eso sí y para ser justos, debemos decir, que no hemos tenido un solo problema de retrasos o de cancelaciones, a lo largo de todo el viaje. Al tema:


        Vuelo 1°.- Madrid-Kiev. Empezamos con mucha fuerza, de tal forma, que estuvo a punto de que el viaje se fuera al carajo, desde el minuto 1, en dos ocasiones y en menos de una hora. La compañía Ukrainie, nos pretende denegar el embarque, con toda contundencia, porque no tenemos billete de vuelta, desde Bangkok: explicamos, que vamos a hacer un viaje de unos meses, que no sabemos por dónde vamos a salir de Tailandia, a que países vamos a ir, que nos hacemos responsables por escrito de cualquier problema o coste... No hay tarjetas de embarque, hasta que viene una supervisora con un poquito más de cabeza y de veterania y nos las entrega.

          Tan contentos, nos vamos al control de equipajes. No hay inconvenientes con los bultos de mano, pero al pasar yo, suena un pitido extraño. Inmediatamente, la chica me dice, que debo ir a un mostrador especial, donde me espera un funcionario. Me hace poner las manos palmas abajo y que si no obtiene lo que desea, me hará otra prueba, que no se en que consiste, porque a los cinco segundos, me dice: "nos hemos equivocado".

          Leyendo por internet, he constatado, que han instalado en Barajas, en septiembre pasado, unas maquinitas, para detectar personas potencialmente peligrosas en los vuelos, que vayan  drogadas o pasadas de alcohol. En mi caso, aunque soy amante de la bebida y no lo niego, tengo un problema visual.

           Vuelo 2°.- Kiev-Bangkok (habíamos salido a pasar el día en la ciudad): acceso rápido y con personal encantador. ¡Estos se han equivocado de profesión! Ningún problema con el equipaje de mano.

          Vuelo 3°.- Dong Muang-Kuala Lumpur. Conseguimos hacer el autocheck-in en la correspondiente máquina automática. Tal vez, el aeropuerto de Kuala Lumpur - y lo digo por la experiencia de diez años y no de este viaje-, sea el más amistoso del mundo.

         Vuelo 4°.- Kuala Lumpur-Gold Coast. No hay contratiempos, ni con el equipaje, ni con el embarque. Ni siquiera, para ingresar, a Australia, dado que no nos piden ni la ETA, ni te colocan sello de entrada en el pasaporte. Pero si, en la aduana. Un perro, ya veterano y de aspecto cansado, olisquea a conciencia todos los equipajes en busca de queso, productos de origen animal, plantas, flores... Parece mentira, que después de 20.000 kilómetros de vuelos, sea un can el que decida tu futuro en este país. Harto tiene, que estar ya, de oler calcetines, bragas y gayumbos sucios.

Las aerolíneas de bajo coste del octavo viaje largo

          De un total de 14 vuelos, que hemos llevado a cabo, diez han sido de compañías de bajo coste, que operan en Asia y Oceanía: Air Asia, Scoot, Lion Air y Jetstar. Vamos a contaros, brevemente, como nos ha ido con cada una de ellas:

           Air Asia, tiene su base de operaciones en la capital de Malasia. En términos generales y con relativa diferencia, se trata de la mejor línea aérea en todos los aspectos, quitando en el tamaño de los asientos y el hueco para las piernas. La aplicación de la compañía resulta sencilla y muy intuitiva, aunque en momentos puntuales se cuelga. Las máquinas de autocheck-in te facilitan mucho la vida, dado, que obtienes tu mismo la tarjeta de embarque y si no llevas equipaje, no tienes que pasar siquiera por el mostrador de facturación (no está disponible para todos los vuelos, especialmente, si hay visados de por medio)

          Como ya se ha indicado, podrían mejorar los asientos y la distancia para los pies. El personal es bastante atento y los tiempos de embarque y desembarque suelen ser rápidos. Ni en esta ni en ninguna de las compañías, os podemos hablar de los servicios a bordo, como comida o bebida, porque no los utilizamos.

Sin lugar a duda, los precios de esta aerolínea son los más competitivos, especialmente, para volar desde Kuala Lumpur, a Tailandia, Indonesia, Singapur y Myanmar. Por ejemplo, nosotros por un Kuala Lumpur-Bali-Kuala Lumpur, pagamos 60 euros.

           Scoot, ubica su centro de operaciones en Singapur. Ya sabíamos, que es la mejor en dimensiones en los asientos y espacio para las piernas y por eso apostamos por ella para el largo vuelo nocturno, entre Sydney y Singapur y no nos equivocamos. La aplicación no funciona mal, pero podrían mejorarla y hacerla más visual. Pero, es efectiva para hacer las reservas sin quebraderos de cabeza.

          No vimos máquinas de autocheck-in y en los mostradores, hemos tenido varias experiencias: en Japón, el año pasado, resultó eterno; mientras, que en Sydney este año, ha sido muy rápido. El personal de a bordo se muestra bastante amable. Es la segunda en buenos precios, pudiéndose encontrar chollos, como un Osaka-Bangkok, por 50 euros, que tomamos el año pasado.

          Jetstar, es una aerolínea con base, en Melbourne. La aplicación para las reservas por internet no es mala, pero te hacen pasar por muchas pantallas, vendiendote de todo y cuando llegas al final, estas bastante agotado (eso, si no te han colado algún extra). Es la única, que no te pide código de verificación por SMS.

        Los check-in fueron rápidos, aunque tocan demasiado las narices con el equipaje, el vuelo de vuelta, si teníamos la ETA de Australia (que no nos la pidieran, ni siquiera, las autoridades australianas)... Los espacios para las piernas y las dimensiones de los asientos son correctos, sin más, al igual, que el personal de cabina. Resulta casi imposible encontrar chollos, pero sus precios si son más bajos, que los de una aerolínea normal.

          Lion Air, es una compañía, que dispone de su base de operaciones, en Jakarta. Sin duda, se trata de la peor de todas -con diferencia- en todos los aspectos y nos pensaríamos mucho volverla a contratar ( ha sido la primera vez, que hemos volado con ellos)

          La aplicación no es muy mala para hacer búsquedas, pero nosotros no conseguimos reservar con ella, así, que tuvimos que contratar sus vuelos con el portal Budgetair. Los aviones están bastante bien, siendo correcta la distancia entre filas y los asientos. De precios, esta al mismo nivel que la anterior, por lo que normalmente, os tendréis, que rascar el bolsillo, más que con las dos primeras .

          La experiencia más negativa, la tuvimos con el personal de tierra, muy joven y poco formado para las situaciones poco comunes. Si viajas de madrugada -como fue nuestro caso- y no hay un superior para asesorarlos en situaciones poco comunes, te pueden llegar a dejar en tierra. En términos generales, no recomiendo esta aerolínea, salvo en casos de extrema necesidad.

          La única compañía de las cuatro, que nos hizo pesar el equipaje y no de muy buenas formas, fue Jetstar.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Iberia

                                Todas las fotos de este post son de nuestro viaje, a China, en 2.009

          Creo recordar, que no volamos con ellos desde hace una década, cuando en el aeropuerto de Roma nos tuvieron, que recargar de una salvaje huelga, de Alitalia, con la que teníamos contratado un Estambul-Madrid. Dos años antes, habíamos hecho con ellos, un Madrid-El Cairo-Madrid. El avión nos pareció viejo y los asientos algo incómodos, pero la comida resultó excelente. Casi al revés, de lo que nos ha ocurrido en esta ocasión .

          Escribo este post de Iberia, fundamentalmente, porque es el vuelo más largo, que hemos realizado en nuestras vidas, superando por una media hora, un Seul-Estambul, que llevamos a cabo en noviembre, de 2015.

          El avión -un Airbus 330- resultó ser bastante nuevo. El embarque y el desembarque, bastante rápidos y eficientes. El espacio entre asientos, correcto, sin más, aunque nosotros tuvimos suerte. Aparte de tocarnos ventanilla y por tanto, viajar los dos solos, nos alojaron en la fila 45, donde la forma de la aeronave hace un entrante lateral, que te permite manejar muchas más posiciones.

         .El personal de vuelo, normal: ni muy esmerado -algunas de las azafatas eran ya algo mayores-, ni desagradable. Todo un detalle, que una de las auxiliares de cabina (que es china), hablara, además de su idioma, inglés y español, a pesar de que en el avión, viajaban muchos mas chinos, que hispanos.

          También, nos hemos disfrutado del mejor entretenimiento a bordo, de todos los que hemos conocido a lo largo de tantos vuelos. Una interfaz atractiva, rápida con un montón de películas, juegos, música...y por supuesto todos los datos del vuelo y las imágenes actualizados al momento como si fueras tú el que pilotara el avión.

          Hasta aquí, todo incluso, mejor de lo esperado. Pero al llegar al tema de la comida, toda la valoración cae en picado. Y eso, que la cosa empezó bien. A la hora de despegar, nos sirvieron una bandeja, en nuestro caso de carne -habiendolo pollo con arroz, también- con noodles y verduras, una ensalada de patatas, alubias, tomates y aceitunas y rodajitas de frutas. Puedes pedir cerveza o vino, aunque no repetir y el alcohol, se paga aparte. Todo dentro de lo normal, en lo que corresponde a las compañías de bandera europeas (otra cosa son las del Golfo Pérsico o Turkish)

          Nosotros esperábamos un tentempié a medio vuelo y otra comida final, pero la cosa no sucedió, exactamente, así. En la hora siete de vuelo, nos entregan medio sándwich -no podía ser uno- vegetal casi vacío y un vasito de zumo de naranja o agua.

          Hay, que esperar hasta la hora trece para un nuevo servicio de alimentación. Es decir: nos han tenido once horas con medio sándwich y un zumo. Lo que ahora llega es una caja alargada, muy bonita por fuera. ¡Parece la cesta de Navidad, de Iberia!, aunque nos tememos lo peor, en cuanto al contenido.

          Se trata del desayuno. Y yo me pregunto, ¿como se puede desayunar a las seis de la tarde, que son?. Si aplicamos el horario de origen, sería la una de la madrugada, por lo que lo normal habría sido, comida o cena. Pero parece ser, que hay que ahorrar, después de las tarifas que nos cascan. El contenido en cuestión: un apestoso bocadillo, casi congelado, con un pan áspero, que hace bola y con finas rodajas de mortadela y queso, unos trozos de fruta, un yogurt y una chocolatina.

          Ninguna ronda más de bebida -sino la pides y ceñida a agua-, a lo largo de todo el vuelo. Eso sí: en las comidas, todo el café y el te, que quieras, hasta que acabes de los nervios.

          Desde luego, no volveremos a hacer un vuelo de esta duración con esta compañía, a no ser, que no existan otras opciones, como ocurrió esta vez (la siguiente oferta era casi más de 150 euros superior).

sábado, 2 de marzo de 2019

Tensión en el aeropuerto, de Krabi

                                                    Fotos de divversos aeropuertos del viaje

          Desde luego, Lion Air -no solo por lo que os vamos a contar, sino por otras cuestiones, que se tratarán en un post posterior-, es con diferencia, la peor aerolínea de bajo coste del sudeste asiático, que nosotros hayamos utilizado.

          La tarde no empezó nada bien. El conductor del cacharro colectivo, que nos traslado al aeropuerto, nos quiso cobrar más del doble -algo, por cierto, inusual en Tailandia- de la tarifa normal, que teníamos contrastada anteriormente, en la precaria estación. Momentos de tensión, pero jugábamos con ventaja: la puerta de la terminal está a un metro y no fue difícil escabullirse.

          Íbamos con bastante tiempo, porque nada nos quedaba de hacer en la ciudad, aunque nos dijeron, que el check-in no se abria, hasta tres horas antes del vuelo, en este caso, la hora de Cenicienta. Y fue a esa hora, cuando nuestra carroza se convirtió en calabaza, hasta que llegó el príncipe.

           Va mi pareja a por las tarjetas de embarque y al medio minuto me grita: "Ven, anda, que hay problemas". Efectivamente, se niegan a entregarnos las mismas, bajo el pretexto de que no tenemos billete de vuelta. Lo intentamos varias veces, explicando, que no sabemos, ni dónde iremos, ni cuando, al término de nuestra estancia en Taiwán. Se niegan a escucharnos, poniendo encima de la mesa un manual de instrucciones -supuestamente- estrictas.

          Quienes así obran son, dos jovenzuelas arrogantes, a las que se suma un estúpido vigilante jurado en su defensa, cuando nos decidimos a levantar la voz, siempre de forma controlada, porque sabemos que tenemos nosotros más que perder, que ellos. A todo esto y como refuerzo de sus argumentos, el segurata me acusa de haber bebido.

          Tiras y aflojas, pidiendo a gritos, que o las tarjetas de embarque o el dinero, aunque sabemos, que esto segundo, no está en sus manos. Volvemos a la calma, en esa no programada estrategia de presión-contención y les proponemos firmar un papel, en el que nos hacemos absolutamente responsables de las consecuencias y los gastos, que se puedan producir, si se nos niega la entrada al pequeño país asiático.

          El de seguridad, ya se ha alejado algo y las chicas empiezan a mostrarse muy nerviosas y menos contundentes. Empiezan a dudar y es justo el momento, en el que se nos ocurre la gran idea. La tecnología está de nuestro lado: sacamos el móvil y recurrimos al milagroso traductor, Sayhi para explicárselo con más detalles en su propio idioma y no en inglés.

          Barrera derribada, pero la partida aún no ha acabado: próxima pantalla. Resulta, que ahora tenemos que cumplir la siguiente condición, que figura en el manual: demostrar, que tenemos fondos suficientes para sufragar nuestra estancia en Taiwán, algo -que en teoria-, te pueden solicitar en cualquier país, pero que jamás nos habían pedido en ninguna parte, durante nuestros treinta años viajeros.

          Sacamos las tarjetas de crédito, pero tras dudar y mirarse -una de ellas tiene como rasgo unos bonitos ojos azules-, quieren ver el dinero en efectivo. Y ahí yo, de muy mala leche indisimulable, quitándome el playero y el calcetín, abriendo unas fundas de plástico semi duro, que alojan más de 1.500 euros en billetes de 200, 100 y 50.

          ¡Al fin, vemos cómo la impresora escupe las ansiadas tarjetas!, mientras una de ellas nos espeta, atendiendo a otro de los puntos del maldito manual: ¿Lleváis armas, explosivos u objetos cortantes en los equipajes? Ante la duda de si gritar, llorar o partirnos de risa, decimos no con la cabeza y salimos huyendo.

          Como cabía esperar, no hubo ningún contratiempo, ni problema para nuestro ingreso, en Taiwan. Aunque, nos fueron tan mal las primeras horas en este país -por motivos, que contaremos en próximas entradas del blog-, que varias veces maldijimos, haber conseguido nuestro objetivo, la noche antes.