Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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lunes, 28 de marzo de 2016

Lo que hemos hecho por la cerveza (parte III, de IV)

Zanzibar (Tanzania)
          Seguimos en África oriental, para continuar por occidente de este mismo continente y terminar, en Líbano, en esta tercera entrega de lo que hemos hecho por la cerveza en nuestros viajes.

          13º, Corrían los primeros días de marzo, de 2.011, cuando arribamos, a Dar es Saalam ( Tanzania). Eran las once y media de la noche y el viaje había sido duro -por carreteras horrorosas y en un vehículo insufrible-, puesto que habíamos partido a las cuatro de la madrugada, desde Kiela (frontera con Malawi). No disponemos de plano, ni guía y desconocemos, donde nos ha dejado el autobús.
                                                                                                  Estas dos siguientes son, de San Luís, en Senegal
          A pesar de que el lúgubre escenario impresiona, tratamos de controlar los nervios para pensar con claridad. Lo normal, hubiera sido tratar de buscar alojamiento, pero decidimos sentarnos en la terraza de un bar cercano, a tomar varias cervezas, sin prisa. Afortunadamente, conocemos al vigilante de un hotel de lujo, que por una pírrica cantidad de dinero, nos lleva en su coche por los hoteles de las inmediaciones, hasta que nos conformamos con uno. ¡Noche salvada!. Al día siguiente constatamos, que estamos a más de cinco kilómetros del centro.

          14º.- Unas jornadas después, desembarcamos en Zanzibar, una isla preciosa. Tenemos problemas para encontrar un alojamiento adecuado en la capital, a pesar de que hay decenas de ellos. Pero, aún es peor, encontrar bares o tiendas de cervezas. Desesperados y tras preguntar a mucha gente, entramos en una agencia de viajes, a ver si su propietario nos puede ayudar. Él no, pero nos pone al teléfono con un desconocido, que habla perfecto inglés y que nos describe el camino hacia la escondida y única tienda de la ciudad.
Tambacounda, en Senegal
          15º.- A finales de febrero, de 2.012, llegamos a San Luís, en Senegal. Hemos atravesado Marruecos, Sahara Occidental y Mauritania y llevamos más de dos semanas sin poder tomar una maldita cerveza. En la guía vienen dos pequeños ultramarinos, donde las venden, pero han desaparecido. No encontramos otras opciones. Juro y vocifero con enorme enfado, que o aparece la cerveza y las bebidas alcohólicas o me vuelvo a casa, sin visitar Senegal, Mali, Burkina Faso y Costa de Marfil. La tienda de una gasolinera nos salva la vida una hora después, cuando ya hemos perdido la esperanza.
2, de Bamako, en Mali
          16º.- En el mismo país, en Tambacounda, existen numerosos bares. El caso es, que el más cercano nos pilla a más de diez minutos de nuestro periférico hotel. De forma absolutamente inconsciente, arriesgamos nuestras pertenencias -y tal vez, nuestras vidas- por tomar cerveza fresca, a la luz de la luna, regresando por un camino amenazante y casi oscuro.

          17ª.- La siguiente historia se las trae. Llegamos a Bamako, en Mali, a última hora de la tarde, después de un viaje accidentado, que nos ha tenido tirados en la carretera toda una noche. Hay tanques en la calle y hombres armados. Milagrosamente, encontramos alojamiento, junto a la estación de autobuses.

          A la mañana siguiente todo está cerrado y nos indican, que permanecerá igual, durante los próximos cinco días, por “oup d'etat”. Maldecimos nuestra suerte, pensando de que se trata de una festividad musulmana.

          Andamos unos cuatro kilómetros en busca de un supermercado, que viene en la guía. No hay civiles por la calle y si militares, que circulan en tanque o pegan tiros al aire. Y nosotros pensando: “como son estos africanos, que lo celebran todo a lo grande”.Por supuesto, el súper cerrado y a volver por el mismo camino, con idénticos peligros y sin la preciada cerveza. ¡Día de abstinencia!, para darnos cuenta, de que estamos en medio de un golpe de estado.

          18º.- La ciudad más conservadora, de Líbano, es por supuesto, Trípoli, en el norte del país. Allí pusimos nuestros pies, en abril, de 2.012. Comprar cerveza no es difícil, pero tratar de beber una lata en la vía pública, puede causar muchas molestias, como mínimo. Por este hecho, un alocado individuo radical, trató de arrebatárnosla y de agredirnos, físicamente. Tuvimos, que salir por patas y perdernos por las callejuelas del zoco.
Tripoli, en Líbano 

          En la vecina Siria -en 2.007-, nunca nos pusieron inconvenientes por tomar cerveza en la calle.

viernes, 8 de junio de 2012

Chipre, país fantasmal


            Desde que llegamos a Líbano –con la excepción de la animada, Trípoli-, tenemos la sensación de estar vagando por ciudades fantasma, también en Chipre. Tras ocho días, la visita a Nicosia, fue un impás en el infinito fin de semana, que nos ha atrapado en su bucle.

Todo comenzó con la huelga del transporte público en Beirut, que generó una total inactividad, El viernes, la habitual festividad religiosa de los musulmanes, que dio paso a un sábado a medio gas –desde el mediodía paralización absoluta-, para enlazar con la jornada de descanso dominical.
 Limasol
            Esta nos pilló ya en Chipre, pero hubiera ocurrido lo mismo en el país vecino. El lunes, calma casi total, a la espera de celebrar la jornada siguiente, el Día del Trabajo. Y, ¿el miércoles?. La tradición arraigada local, es cerrar todo el comercio por la tarde, incluidas las grandes superficies, desde las tres.

Ante estas perspectivas, no es de extrañar, que dos de los principales negocios –hasta en las localidades más pequeñas-, en territorio chipriota, sean las casas de apuestas y las tiendas 24 horas. Las primeras, para llenar tanto ocio. La segundas, obviamente, para aliviar las carencias del consumo, al estar los establecimientos del ramo, cerrados.
                                                                          Lárnaca
            En Limasol, el jueves y a pesar de ser laboral, vivimos las mismas sensaciones fantasmagóricas: locales en renta, tiendas navegando en la marejada de la crisis y tres elementos, incomprensiblemente característicos, de esta anodina ciudad: abundancia exagerada de minimarkets –vacíos y desabastecidos-, terrazas –con menos de un 5% de ocupación y precios estratosféricos, a diferencia de lo que ocurre con el transporte y el alojamiento- y parkings por todas partes –estos sí, llenos-, porque circular en automóvil, parece, a simple vista, la principal actividad del país.

            Limasol es una ciudad, ni fu ni fa. Cuenta con un casco histórico pequeño, pero cuidado y agradable, aunque sin ambiente alguno. Actualmente – y como en casi toda la ciudad-, su puerto antiguo está en obras y con los accesos tapiados. Esto tampoco ayuda mucho.

            Nicosia es hoy en día, la única ciudad dividida del mundo, bajo dos regímenes administrativos diferentes: el chipriota y el turco. Sería igual de fantasmal, que el resto del país, sino fuera por los numerosos grupos de turistas, que visitan la zona sur y el ambiente más oriental y vibrante, del área ilegalmente ocupada, por Turquía. Aquí, aunque tímidamente, es posible ver puestos callejeros, algún mercadillo, los niños tratan de sacar algo al viajero, las tiendas están más vistosamente montadas y ocupan las aceras y la gente, charla amigablemente en la vía pública.
                                                                                                                                                         Nicosia 
            Estos conceptos, son impensables, en la sosa parte chipriota. Lo que si comparten ambas zonas, es la belleza patrimonial, fundamentalmente en iglesias –unas cuantas reconvertidas en mezquitas- y algún que otro maravilloso Kan.

Para transitar de una zona a la otra, es necesario el pasaporte y rellenar un formulario. Aunque los sellos, sólo te los ponen en este último.
                                              Alrededores de Lárnaca

jueves, 7 de junio de 2012

Suave retorno a Europa


             Abandonamos Líbano, sin más incidencias, ni incidentes, lo cual fue mucha fortuna, teniendo en cuenta, que visitamos, siendo sábado, Beiteddine y Deir el Qamar –andando entre ambas localidades, por una carretera muy peligrosa-, arriesgándonos a no encontrar transporte público de vuelta, ya que se paraliza a mediodía y hasta el lunes por la mañana.
                                                                 Kiti
            El aeropuerto de Beirut, es bastante agradable para dormir y nadie te molesta. Volamos a Lárnaca. Ochenta y dos euros, para 25 minutos de vuelo y con un triste zumo de piña, junto a un esquelético pastel como desayuno, son toco un robo. También es verdad, que no éramos muchos pasajeros.

            Chipre es Europa y se nota en casi todo, aunque el 37% del territorio, esté ocupado por Turquía y estén al lado de Oriente Medio. Se nota en los precios, pero también en los servicios. Hemos visto más guiris en una mañana, que en ochenta y dos días de viaje. Los más osados, se limitan a recorrer los maravillosos alrededores de Larnaca, en el “sightseein”. Mientras, el resto deambula por la calle principal, por las garitos de comida rápida, con el desayuno inglés a cinco euros –oferta para casi todo el día-, como el precio estrella.

Lugareños y turistas beben cerveza por la calle, sin esconderla y sin el peligro de ser agredidos por ello. Nos ha costado acostumbrarnos, a esta sana costumbre mediterránea. A pesar de que la cervezas chipriotas –Keo y Leo-, no sean muy buenas, ni baratas.

            Llevamos casi cinco años, viajando ininterrumpidamente y es la primera vez, que nos sentimos de vacaciones. Por 20 € -y después de vagar más de dos horas, preguntando en muchos sitios-, contamos con un buen apartamento, con un enorme salón, calefacción-aire acondicionado, nevera, donde almacenamos cervezas, vino, champán –belga, que es de aquella manera-, productos cárnicos…Un lujo, no digno de nosotros. Duermo once horas seguidas y me invaden los remordimientos: ¿tenemos derecho a tanto asueto y lujos?        Nicosia

            De momento, hemos descartado las visitas a Pafos, macizo de Trodos y –probablemente- Kirenia. Resulta difícil llegar en transporte público –por tener, que enlazar varios- y a estas alturas de viaje, ya no estamos para minucias, que conlleven sufrimiento.
   

Decepcionantes libaneses


             Acostumbrados a los países de su entorno –Siria, Palestina, Jordania, Egipto, Turquía, Golfo Pérsico…-, en Líbano esperábamos encontrarnos gente maravillosa y afable. No queremos ser injustos. Para describir la idiosincrasia del país, hace falta estar más de una docena de días, como ha sido nuestro caso. Pero, el número de incidentes diarios padecidos aquí –generalmente por querer apropiarse de dinero, que no les corresponde-, ascienden a cuatro o cinco, cada sufrida jornada.   Deir el Qamar

            Pongamos, como ejemplo, un día como hoy:

1º.- Engaño en cuanto al destino del transporte. Nos aseguran que va a Balbeeck, pero debemos hacer cambio, a mitad de camino, en Chatura.
2º.- El nuevo y alocado conductor, hace sus chanchullos con el anterior. Se ve a la legua, que pretende estafarnos. Y así es. No entiende que cualquier viajero experto, pregunta el precio de todo lo que consume –sea un bien o un servicio-, previamente. Le damos 15.000 libras y pone cara de querer más. Le explicamos entre inglés –poco hablado aquí- y por señas, que son 6.000 cada uno y que nos devuelva nuestro cambio. Lo va haciendo poco a poco, billete –de mil-, a billete, con además de frustración.

3º.-Fotografiando una mezquita, aparece un descontrolado, que nos trata de arrebatar la cámara. Forcejeo de los dos contra él, durante más de un minuto y arrastrándole cincuenta metros, mientras gritamos “help us”. Nuestro blanco perfecto, dada la posición, era claro: un puñetazo en los cojones y el tipo, KO. Pero no quisimos meternos en problemas y la situación se arregló –con la presencia -que no intervención-, de los vigilantes de un parking. Su intención no era robarnos la cámara, sino que borráramos una foto, en la que él aparecía a más de 30 metros del objetivo. Era una instantánea panorámica y en la que salía una mezquita y naturalmente, toda la gente, que había en ese momento por allí, en un muy segundo plano.
                                                                Tripoli
Hay que decir, por otra parte, que incidentes similares a este, también los sufrimos en Mali y Senegal. Aunque, fueron mucho más leves.

4º.-Tomamos un cacharro en Chatura. Nos vuelven a tratar de cobrar más y ante nuestra negativa, aceptan el precio, que acordamos, con uno que habla francés. Pero el hijo de puta del conductor y después de lo pactado, nos quiere dejar a las afueras de Beirut, si no le pagamos 1.000 libras más, cada uno. El habla en árabe, nosotros gesticulamos y gritamos en español, mientras un pasajero ríe. Conversación de besugos, pero nos salimos con la nuestra y no nos saca ni una libra, más.

Por lo demás, el día empezó con otro tipo de problema. Hora y veinte minutos hasta que pasara el autobús, a la estación de Cola, mientras en la otra dirección, habían transitado cinco.  

                                                                          Baalbek
El paisaje hasta Balbeeck es agradable y aún perviven las nieves de las montañas, a pesar de que estamos a finales de abril. Las ruinas se ven al 90% desde fuera, así que decidimos no pagar su caro precio. Desde nuestro punto de vista, están sobrevaloradas, sobre todo, si se las compara con las de Siria y Jordania.

A la vuelta, paramos en Chatura, una ciudad que conecta Beirut, con Damasco, Baalbek, Anjar y Rachaya. El lugar está lleno de pedigüeños, pelmas, garitos de cambio de moneda –donde blanqueamos la mitad de los dólares encontrados- y tiendas de ropa militar –a la última moda, estilo lagarterana-. Pero se comen unos shawarmas excelentes, a unos precios muy razonables, con deliciosa carne de cordero en pan de pita y taataiki (excelente salsa de yogurt y pepino).

Volviendo por la Corniche, al fin, encontramos ambiente en Beirut, al llegar a la zona de la Marina. Restaurantes caros y vulgares, pero al menos, llenos de gente.
Beirut
Mañana trataremos de visitar, Beiteddine y Deir el Qamar. Si no pasa nada, ya no escribiré más post de este país. Mi último comentario, va encaminado a informar, de que es la única nación, desde hace mucho tiempo, en la que hemos visto fumar en cualquier transporte público, liarse cigarrillos al conductor, mientras pilota el vehículo o a civiles, campando alegremente, con un revolver en el cinturón, como si fuera el lejano oeste.   

miércoles, 6 de junio de 2012

Beirut, ciudad inhóspita. Líbano, país de chiste


            Ayer, saltarnos un protocolo de los habituales, de nuestro funcionamiento, durante los viajes, nos llevo a perder una jornada completa en Beirut, sin poder llegar hasta Tiro, lo que era nuestro objetivo. No pensábamos pagar por las ruinas, pero sí, al menos, ver la ciudad.
 Escaparate, en Beirut
            Hoy, quisimos intentarlo, de nuevo. Madrugamos. Antes de las 7 de la mañana, ya estamos haciendo ese largo peregrinar, que es ir a la estación de Cola. Después de unas cuantas incertidumbres, descubrimos que para hoy, los cacharros de todo tipo, han organizado una huelga, por la subida de los carburantes. Como siempre, hemos llegado el día exacto de la celebración. No nos perdemos ni una, bien sean militares –con golpe de estado incluido-, sindicales –con jornadas de paro-, religiosas o civiles –sean locales o nacionales-, que tantas veces nos han trastocado los planes (sobre todo a lo largo de los dos últimos viajes largos).

            Volvemos desolados. Otro día más en esta inhóspita ciudad. Y eso -según rezan diversas vallas publicitarias-, que en Beirut se consideran lo más de lo mejor en playas, vida nocturna y compras –especialmente de lujo-. Pero, por mucho que se digan las cosas, y se repitan, no se convierten en realidad .En cuanto a las primeras, son normales y sobre la “night life”, cabrían muchos matices, porque el ambiente es escaso –como a todas horas, en la ciudad- y consumir muy caro: cervezas a 5€ y un vaso de güisqui a 12€ (medio litro de la primera, en un supermercado, sale a 55 céntimos).

                                                                Ruinas de Baalbek
           Abramos capitulo aparte, para lo del lujo y las tiendas. El lujo, entendido a la libanesa, significa sacarte todo lo que puedan por cualquier cosa y luego ya veremos, que recibes a cambio. En cuanto a las tiendas, no exageran casi. Las deben vender al peso, porque aparecen por todas partes, pero siempre, sin clientes.

            Para nosotros –y esto es una opinión personal-, Beirut es la ciudad más insulsa e inhóspita, de todas las grandes de Oriente Medio. Y, Líbano en general, también nos está decepcionando. Es verdad, que cuenta con numerosas ruinas, excelentes cascos históricos y abundante naturaleza, pero carece de exotismo y de calidez humana, que sí hemos encontrado en Siria, Egipto, Turquía, Palestina… (No en Israel).
La frase que más repetimos, en estos últimos días es: “Líbano, país de chiste”.

 Pongamos un ejemplo: el ejército. Reír para no llorar. Militares con trajes de lagarteranas y lentejuelas –menos auténticos, que los de la guerra de Gila-, creyéndose héroes o corriendo por la Corniche, con una escasa mochila a la espalda, sin poder ni con los pies ni con el culo. Y, para colmo, el único, que se muestra simpático, nos desea “god night”, a las cinco de la tarde. Debe ser el experto del inglés de todo el cuartel. Vetustos tanques arrinconados en cualquier parte, rodeados de una alambrada de espino, que hasta un niño sabría saltarse por encima
 
            Pero, existen muchos más, destacando dos:

1º) Hamburguesas a 12.5 €, el kilo de queso a 150…tratando de explotar todas las formas posibles de hacerse ricos en un solo día.
                                                                 Sidon
2º) Conciencia colectiva, debido a su flamante y bien cuidada zona de tiendas y de monumentos, -financiada por la deuda exterior-, de poder compararse con París, Londres, Dubai, Nueva York o Milán. Pues anda, que no les queda y para muestra, muchos botones: tráfico absolutamente irrespetuoso con el peatón y con el código de circulación, precios de los productos básicos, que triplican o cuadriplican los de Europa, accesos viarios complejos, falta de clase media, supermercados vacíos, niños en los brazos de su madre –y no en sillita o cochecito- y adultos sin gafas, ausencia de moneda fraccionaria y redondeo constante y descarado, siempre a favor del comerciante… Al menos, sí están concienciados con el asunto de la basura y la ciudad se muestra, casi impoluta.

            Por cierto, nuestra pérdida de tiempo, se convirtió en dinero. En el suelo, junto a un coche, encontramos 100 $, en dos billetes de 50. Lástima de que el Madrid ayer, corriera peor suerte, que nosotros, en la Champions

lunes, 4 de junio de 2012

Beirut: la ciudad, que quiere ser lo que no es

              Beirut no es una ciudad fea, pero falla, queriendo ser lo que no es –una urbe europea- ni lo que probablemente, demanden sus habitantes. Para el visitante, tampoco es fácil, porque el agradable centro, resulta algo inhóspito. Lleno de mezquitas, calles de aceras anchas y tiendas de lujo o marca, carece de ambiente y de peatones, salvo por la noche, en la calle de los caros bares. Apenas, hay oportunidades para las necesidades básicas del viajero: hoteles caros y escasos, para lo que ofrecen, ausencia de cibers, de agencias de viajes, de lugares de comida rápida baratos, de garitos de cambio, de supermercados normales…    Beirut

En el que existe, puedes adquirir una botella de güisqui, a 2500 €, para guardarlo en un bolso, de 300 €, adquirido previamente en el zoco. La escena de tiendas de lujo –o marca-, vacías, ubicadas en calles tan bien acondicionadas, como intransitadas, es frecuente en todas las ciudades de Líbano, que hemos visitado hasta ahora.

            Luego, para hacer 120 kilómetros, entre Trípoli y Sidón, se necesita coger tres cacharros, que te emplean más de media mañana. Eso, por no hablar del estado de la inexistente estación de Cola, que es más bien, un conjunto de vehículos varios, ubicados donde pueden, en una especie de rotonda. En realidad, nuestra intención no era retornar a Beirut, tan pronto.   Sidon 

            Pensábamos tomar Sidón, como campo base, para recorrer el sur, pero el alojamiento, que manejábamos, ha elevado su precio al triple, en seis años. Casi todo lo demás –naranjas, dulces, agua…- dobla el precio de Trípoli. Deben creerse, que por tener la ciudad –casi museo-, bien acondicionada, tienen derecho a forrarse, a costa de los cuatro incautos turistas, que pateamos la ciudad, despreocupadamente.

            Volvimos a Beirut, cansadísimos y después de estar todo el día con la mochila a cuestas, tuvimos la suficiente firmeza, para librarnos del audaz dueño del hotel anterior –que por cinco dólares, vendería a su madre-, que nos pretendió cobrar casi lo mismo, por una tienda de campaña en la terraza –con mucho aire, y sin clavar-, que por la habitación del otro día. Viendo, que no aceptamos, nos ofrece el suelo de la cocina.
Beirut


Aunque ya es de noche –menos mal que controlamos la ciudad-, logramos una muy buena oferta –para lo que hay-, negociando en un próximo hotel, con un agradable venezolano.  

Entre el primer y el tercer mundo


             Líbano es un país, que recorre cada día varias veces, el camino entre el primer y el tercer mundo. Los pisos de alubión, conviven con las mansiones de las afueras. Las anchas aceras, con el incontrolable e irrespetuoso tráfico. Las tiendas de lujo –vacías- y los supermercados, con los puestos de fruta de armazón de desgastada madera, que saca a la luz sus miserias, cuando cierran. Pero, a pesar de lo que algunos podrían suponer, es una nación bien tranquila, en materia de seguridad (si se evitan unos lugares muy concretos).
                                                          Escaparate, en Beirut
Y todo, a pesar de que el país está lleno de militares, no se sabe muy bien, en misión de que. Aunque el contexto geopolítico de Líbano, no sea una broma, cualquier humorista atinado, podría hacer una parodia desternillante, sobre el ejercito: trajes estampados –tipo lagarterana, más de fiesta, que de guerra-, que parecen adquiridos en el mercadillo; tanques del año de la tana, que pueden estar aparcados en una céntrica rotonda –encerrados entre alambres- o al lado de un monumento histórico, mientras son limpiados –a manguera-, por un militar. Además, soldados vagando de un sitio a otro, como de simple paseo, con el petate al hombro. Ellos sabrán lo que hacen. Para el turista, no son un problema, aunque tampoco una ayuda.

Otro aspecto con el que se deberían aclarar, es con los festivos. El viernes es el día religioso por excelencia: unas cosas abren y otras, no. Pero sobre el mediodía, todo se paraliza –incluido el tráfico- y se abarrotan las mezquitas, al ritmo de estresantes rezos, emitidos por los altavoces. Por la tarde, apenas retorna la actividad.
Tripoli


El domingo, nada abre, y el sábado, por aquello de estar entre medias, es una jornada a medio gas. ¡Qué no se enteren, que Rajoy quiere pasar las fiestas a los lunes! Porque aquí hacen la idea suya, en un plis plas. Y eso, que la musulmanidad es relajada: las guapas mujeres muestran su pelo e incluso visten ropa ajustada, hay alcohol por todas partes –y muy barato- y nadie te llamara la atención si entras, en plena hora de rezos, a visitar y fotografiar la mezquita.

Si algo nos desquicia de este país, es el tema de la divisa y las monedas. En el primer caso, conviven el dólar y la libra, cuando no parece necesario. En el segundo, la pieza más pequeña -250 libras- equivale a más de 12 céntimos. Todo se redondea a esa unidad, sin saber muy bien, quien tiene que ceder –comerciante o comprador- cuando una compra termina, por ejemplo, en 125 libras. ¿Cómo se las arreglaran, para adquirir cosas como un chicle o hacer una fotocopia, de valor inferior a 12 céntimos?.

El cargado café, que comercializan los vendedores callejeros –mientras chocan dos tazas metálicas, entre sí- cuesta 250. El día que decidan subir el precio, lo deberán hacer en un 100%, hasta las 500 libras..

                                                                Biblos 
Por lo demás, nuestra estancia en Trípoli y Biblos, ha sido muy placentera. Son sitios antagónicos, pero de esmerada belleza. El primero es algo caótico y decadente, pero presenta un extraordinario patrimonio monumental y unos esplendidos zocos. El segundo es pequeño, coqueto y cuenta con ruinas, destacadas iglesias y un envidiado entorno, que da cobijo al puerto. Todo esto se nota mucho en la cuenta de los hoteles y restaurantes, más de comida internacional, que libanesa.

De paso, vivimos y sufrimos “El Clásico” –así conocido en todo el mundo-, con resultados positivos para nuestros intereses. ¡¡El Madrid ganará la Liga!.

Algunos se hacen pajas mentales, diciendo que Líbano es un país especial. ¡Gilipolleces!. Merece la pena, pero nada más. 

sábado, 2 de junio de 2012

No cambiamos de país, sino de planeta


            Sin casi creérnoslo, abandonamos Senegal, sin más molestias, que una exhaustiva ficha policial, antes del check-in, en el aeropuerto de Dakar, donde preguntan hasta por lo que no les importa, como cuantos días vamos a estar en Líbano y donde vamos luego…

                                                                  Baalbek
En Bananaria, es muy distinto entrar por tierra, que por aire. En el primer caso, son iguales de bananeros, que siempre. En el segundo, tratan de disimularlo, aunque sólo en las molestias –y amplificadas-, que se producen en cualquier aeropuerto occidental.

            Emirates, muy bien: sobre todo en comodidad, trato, comida –abundante y rica- y sin cortapisas a las bebidas alcohólicas. En su contra, no nos proporcionan hotel, donde al menos, poder asearnos, en una escala de diez horas. Nos permitió también, reencontramos con Dubai, con mucho menos calor, que hace nueve meses y con una sensación, que mezclo lo agradable del retorno, con la extrañeza de lo inesperado.

            Líbano empezó con mucha lucha y esfuerzo –además de cansados, por no haber dormido en los vuelos- y hasta ahora, con menos recompensas de las esperadas, para nuestras altas expectativas. Que los taxistas nos trataran de engañar, nada tiene de nuevo, pero sí que el del microbús, nos intentara cobrar cinco veces, lo que vale, sin pestañear, aunque sin éxito.
Beiteddine
            
Como mal menor y para pagar en moneda local, cambiamos 10 $ -más ventajosos que los euros-, con un siete por ciento de comisión añadida.

 Siendo ya más allá de las diez de la noche y después de caminar largo rato, entre el infernal tráfico, aceras perfectas y bien iluminadas, caemos en las garras del negocio hostelero. De los cuatro sitios barajados –y únicos, para el turismo de bajo presupuesto-, en el primero nos rechazan, no sabemos muy bien por qué y nos mandan al segundo, donde una guapísima hija de puta, al tratar de negociar la tarifa, nos dice, que para dormir gratis nos vayamos a la calle. El cuarto alojamiento no lo encontramos, habiéndolo tenido al lado (lo haríamos al día siguiente, y es caro). Pero, como hasta ahora ha sido nuestro destino tuvimos –aunque la buscamos- suerte. Veamos.

                                                               Deir el Qamar
            Cuando pasamos los trámites de inmigración –fáciles, gratuitos y con estancia máxima de dos meses-, encontramos la oficina turística abierta, a pesar de ser las 20:30 horas. El plano que nos dieron, está patrocinado por los chiringuitos de la zona de copas y se centra en ese área. Además, obtuvimos información muy valiosa, para que no nos engañaran en el transporte.

            En el tercer hotel, encontramos a un chico hispanohablante –ha vivido varios años en Colombia-, que tuvo la amabilidad de soportar nuestra agresiva negociación, que nos llevó a dejar la tarifa en 25 $, de los 40 que nos pedía.

            En lo único, que Líbano se parece a Senegal, es en el estampado y cutre uniforme de los militares, omnipresentes. En lo demás, más que haber cambiado de país, hemos llegado a otro planeta: de anchas aceras, papeleras, gente educada…

Líbano se volvió a reconstruir y hoy en día es muy seguro. Al menos, eso nos indican en la oficina de turismo y en los hoteles. Pero, como contrapunto a esas opiniones, Beirut está lleno de vigilantes de seguridad por todas partes, policías y militares.
                                                               Tripoli
            En este primer contacto, estamos encantados con los sistemas y precios del transporte, la musulmanidad, escasamente musulmana, la comida y el actual clima.


            Hace meses que no nos poníamos el chambergo o veíamos llover. Nos agrada menos, que en cinco años y conforme a las indicaciones que teníamos, la vida aquí, haya subido hasta un setenta por ciento y eso, que toman el dólar, como referencia y moneda alternativa y complementaria, a la libra libanesa.

            Pero, en un extremo y en el otro, las emociones de los primeros días, siempre de terminan dulcificando.