Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 28 de abril de 2021

Palencia, en cuatro dias


           Volvimos a Palencia, durante el puente de Villalar.

        Día 1°.- La capital. En cuanto a atractivos turísticos es, la menos privilegiada de Castilla y León. Cuenta con una bonita catedral -ahora, con parte de sus exteriores en obras- y algunas bellas iglesias, destacando la de San Miguel. La calle principal es la Mayor y la zona de ocio y terrazas, el paseo del Salón, bien acondicionado. Las riberas del río Carrión y sus frecuentes meandros están bien dispuestas para el paseo y se encuentran algunos agradables saltos de agua y numerosas pasarelas.

        Día 2°.- Hicimos una pequeña parte del canal de Castilla, hasta Villamuriel de Cerrato (unos ocho kilómetros). Tardaron casi cien años en construirlo y debía servir para la distribución de trigo, pero pronto quedó obsoleto, por la aparición del ferrocarril. Cuenta con tres ramales, que discurren a lo largo de 207 kilómetros por las provincias de Valladolid, Palencia y Burgos. 

        Día 3°.- Excursión por el Monte Viejo. A unos ocho kilómetros de la ciudad, se llega por senderos diversos, a través de tramos prolongados de ascenso. Se pueden llevar a cabo distintas actividades de senderismo y el alojamiento en refugios. 

        Día 4°.- Cristo del Otero. La grandilocuencia palentina y sin sonrojarse, lleva a sus habitantes, a compararlo con el Corcovado de Río de Janeiro (que la verdad es, que tampoco nos apasiona mucho, si no fuera por el espectacular entorno natural). Construido en 1931, en un agresivo entorno de hormigón, a mi me recuerda y salvando las distancias, al valle de los Caídos.

martes, 27 de abril de 2021

Palencia, Paletencia o Pueblencia

 

 
       Corrían las Navidades, de 1997. ¡Ya ha llovido! Pero, por entonces nevó y no poco, lo cual propició, que tuviera, que retrasar un día mi toma de posesión, como Director de una pequeña sucursal de una empresa de ámbito nacional (Onda Cero).

          Aunque nosotros, ya habíamos viajado lo nuestro y estábamos adaptados a cambios frecuentes en nuestra visión de la vida y en las rutinas -conoceriamos por entonces, unos 25 países-, no era lo mismo, que ahora, cuando hemos transitado por cerca de 140 naciones. Ha pasado casi un cuarto de siglo y allí, todo sigue igual, sin evolución posible.

        Nos causó cierto shock, después de una juventud algo trepidante y plena de cientos de variopintas y enriquecedoras experiencias, incluido el prometedor campo profesional, aterrizar en Palencia, que para mí y en aquella época, me pareció retroceder desde una existencia luminosa y completa, hasta el Paleolítico más arcaico. Puede, he de reconocer, que no pusiera todo de mi parte, acostumbrado, durante casi dos décadas, a la cosmopolita vida de Madrid. 

        No tardé ni dos días, antes de que mis padres nos agasajaran con las delicias gastronómicas de la Nochebuena, en darme cuenta, de donde me había metido y el frenazo intelectual y personal, que iba a suponer para mí camino vital.

        Desde el principio, me sentí juzgado -sin jueces o fiscales, que era lo peor- y culpable, de no entender a aquellas gentes. De no comprender, por qué lo primero, que me dijeron fue, que a Palencia, los trabajadores trasladados llegaban llorando -se supone, que por considerarlo algo no muy positivo o deseado en sus vidas- y tras el tiempo, se iban también, con lágrimas en los ojos, por el apego y disfrute, que habían tomado al lugar.

          En realidad y aunque ellos no lo supieran, ni lo sepan, todo era complejo de inferioridad y garrulismo, que tienden a desenvolverse inconscientemente, en actitudes agresivas, hacia el que allí llega de fuera, al que consideran una amenaza, aunque sin fundamentos. Te envolvían a cada instante ensalzando su tierra, sus creencias bien amarradas a través de generaciones y sus costumbres; su gastronomía -aunque se tratara de una vulgar, aunque rica menestra- y estaban soberanamente atentos, a que no mostrarás la más mínima discrepancia o interpelación con tales letanías.

        Por razones del devenir empresarial, aquel ominoso periodo duró poco más de dos años, aunque se hicieron muy largos y depresivos. Salí de aquel lance con poco más de treinta años y con una indemnización de más de seis millones de pesetas. Pero, lo importante fue, que pudimos reconducir nuestras vidas. Hubo resentimiento e incluso odio, con aquella forma de comportamientos y pensamientos hacia el desconocido o forastero, pero el tiempo cicatrizo las heridas. Aunque Palencia, para nosotros, siempre quedo, como Paletencia o Pueblencia (con perdón a los paletos o habitantes de pueblos, que nosotros también, vivimos en uno). 

        Seis meses de cierre perimetral y tras siete viajes por nuestra comunidad autónoma en el último medio año nos hicieron volver al lugar de los hechos, ya con el contador a cero. Y descubrimos, que nada ha cambiado, que continúan con su arrogancia terruñera y sus precarias verdades absolutas. Han sido solo cuatro días, pero suficientes para comprobarlo, al amparo del nauseabundo e insoportable olor, que invade toda la ciudad y que entonces y ahora provocaba y provoca la fábrica de café Tarrero, que se expande por todas partes y a cada rato con el viento. ¡Da asco respirarlo, pero como es de la tierra!

        Más de dos décadas después y todo sigue igual: en España, nadie se acuerda de Palencia, pero en esta ciudad y provincia, el mundo es solo ese "privilegiado" pedazo de tierra. Para comprobar, que en este país no solo existen diferentes sensibilidades, sino civilizaciones distantes entre sí, a años y galaxias luz.

        La última ocurrencia, que hemos constatado, a carcajadas ya huecas ha sido: "Palentinos, con P de Palencia ( ni que Pamplona, Palma o Polonia, no tengan P, pero también, se la han apropiado)." Se trata de tristes hojaldres sin ni siquiera relleno con forma de esa letra, que venden a 26€ el kilo. ¡Ellos se lo guisan, ellos se lo comen!

viernes, 23 de abril de 2021

martes, 6 de abril de 2021

Semana Santa en Burgos

 

                        Todas son de Burgos

       Esta Semana Santa y debido a las dificultades de movilidad, tocaba ir, a Burgos, animados por muy buena información sobre actividades, que nos habían enviado por correo electrónico desde la oficina de turismo. Partimos el miércoles, después de almorzar.

        El jueves por la mañana, lo dedicamos a llevar a cabo un largo paseo por la margen derecha del río hasta las Fuentes Blancas y la Cartuja de Miraflores, a la que se llega por un ascendente y atractivo sendero (actualmente, está cerrada). La caminata, de unos quince kilómetros de recorrido, ida y vuelta discurre, mayormente, al lado del río Arlanzón, mientras contemplas bonitos paisajes fluviales. La tarde la dedicamos al centro histórico de la ciudad.

          El viernes por la mañana nos fuimos por la otra orilla del río y en dirección contraria. Vimos el bonito monasterio de las Huelgas Reales y anduvimos junto al agua, Durante varias horas, hasta que nos cansamos, porque el camino aún seguía más allá. Los paisajes, incluso, mejores, que los del día anterior. Por la tarde, ascendimos hasta el castillo y su entorno y transitamos por la avenida de los Cubos, donde se ubica una parte importante de la antigua muralla

        El sábado y gracias al GPS del móvil -el camino es complicado y sin él resulta imposible llegar-, hicimos una larga ruta de más de diez kilómetros, a través del Camino del Cid y hasta el monasterio de San  Pedro de Cardeña y unos cercanos molinos de viento. La vuelta se hizo larga.

         Y para terminar, el domingo, paseamos por las dos orillas del río, que nos quedaban. Sólo en la más cercana al centro hay camino junto al agua. Por el otro lado es acera y carril bici.

          Pensábamos haber visitado algún pueblo, como Lerma o Covarrubias, pero finalmente, no fue así.

          Por diferentes causas, pernoctamos cada una de las cuatro noches en un hotel diferente. No se os ocurra alojaros en el hostal Hilton.

Cuando ir a Burgos puede ser más alucinante, que viajar por India

                                 Todas son de Burgos

     Seguimos con nuestro secuestro perimetral, aunque somos privilegiados, porque disponemos de casi 100.000 kilómetros cuadrados para movernos. Además, para que ir más lejos, si para vivir aventuras y experiencias adrenalinicas, no nos ha hecho falta alejarnos demasiado de casa.

          La mañana del miércoles Santo, ya había amanecido prometedora. Mis vecinos del chalet de la derecha - los que más asco me dan de toda la urbanización-, habían tenido una agria discusión, en la que ella, básicamente, le acusaba de haberle puesto los cuernos con reiteración y morrearse con cualquiera y él, apelaba a su confusión y la acusaba de borde y de amargada .

        La tarde de esa misma jornada resultó surrealista, una vez, que llegamos a Burgos. Tuvimos un contratiempo con el alojamiento, que íbamos a reservar y optamos por otro, en el célebre barrio de Gamonal. Faltaba media hora para el toque de queda y en la recepción no había nadie, aunque estaban casi todas las habitaciones abiertas. Ni un solo correo electrónico con instrucciones.

        Tras dar un par de vueltas a la manzana y hacer tiempo, decidimos instalarnos en una, acorde a lo reservado. A eso de las once de la noche aparece el gerente muy malhumorado, atacandonos abiertamente en un principio e hilando una serie de excusas después, para no reconocer su irresponsabilidad. Según él y resumiendo, deberíamos haber llamado por teléfono. Y yo me pregunto: ¿ Quién es el que está ofreciendo un servicio y cobrando un precio, él o nosotros?

        Hubo, que esperar al sábado para el siguiente incidente, que fue el primero de cuatro en veinticuatro  horas. Una panadera del Mercadona nos gritó con muy malas formas y peor mensaje, por coger unos bollos de pan sin guantes, que no nos pusimos, porque no vimos ninguno alrededor.

        Esa misma tarde y tras llegar a un nuevo hotel, encontramos a una niña histérica y descontrolada, dando gritos en la habitación de al lado y aporreando la puerta con ímpetu. Nuestros vecinos, ya nos habían parecido maleducados y rudos, cuando hicieron el check-in y por eso decidimos no intervenir, ni avisar a nadie.        

        La adolescente, con casi la fuerza de un toro, permaneció en esa misma actitud, durante más de veinte minutos, hasta que llegó el hombre de recepción. Le pidió el teléfono para llamar a sus padres, pero justo entonces, llegaron ellos. El padre no dijo ni mu y la madre, como pudo, se amurallo de excusas. Que si habían ido a por la cena y la habían dejado sola, porque así lo había querido ella. Pero, más parecía y no trayendo nada en sus manos, que se habían ido a tomar algo y la habían dejado encerrada, sin llave, ni teléfono móvil.

        En los albores de la tarde del domingo y de camino a la estación Rosa de Lima, somos abordados por la policía -segunda vez en veinte días, estando los dos de paseo-, se nos pide la documentación y nos registran  las pertenencias. Nuestra indignación es notoria, dado que los días anteriores al mediodía y por la noche, habíamos estado paseando por el centro de Burgos, las terrazas estaban llenas de grupos de más de cuatro personas, no convivientes, interiores de bares abarrotados y hasta debajo de un tejadillo y en torno a unos barriles, contamos más de veinte hombres y mujeres.

       Los coches patrulla pasaban por allí, sin siquiera detenerse o amagar a hacerlo. ¿Por qué solo se atreven con los pringados -como el otro día con un par de jovencitas, que tomaban una lata de cerveza en un banco en la vía pública- y no controlan y sancionan a quienes están incumpliendo las normas de forma flagrante? ¿Es esa su valentía?.

        Y para poner la guinda, terminamos con una paranoica. Nos tocó ir separados en un tren casi completo. A mi esposa le tocó junto a una mujer, que no le permitía sentarse a su lado, a pesar de tener el billete numerado. Alegaba, que había, que dejar un asiento de separación -donde colocó su maleta- y que en cada vagón solo podían ir cinco personas y para dar credibilidad a su versión expuso, que era enfermera. Aparte de haber viajado muy poco en los últimos tiempos y no enterarse de nada, ¿Que coño tiene que ver, la enfermería con las leyes estatales o autonómicas? El miedo, que me da es, que se bajó en Valladolid y algún día podríamos ser sus pacientes.

viernes, 2 de abril de 2021

jueves, 1 de abril de 2021