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miércoles, 24 de abril de 2024

La ola de frío empieza en Billund

           Entre, que nosotros llevamos tentando a la climatología todo el año y que ella nos persigue, no tenemos nada, que hacer. Cuando fuimos a Marruecos, a principios de mes, hacia 38 grados, mientras en Polonia y Noruega, tenían 20 ¡Y nos comimos la ola de calor! Ahora, en el reino alauita disfrutan de 23 y por aquí, andamos bajo cero.¡Nos estamos merendando la ola de frío más severa de nuestros viajes en décadas! 

          Y el caso es, que esta vez venimos preparados y no, como en otras ocasiones -incluida ropa termica-, pero ni aún así. El domingo, en Madrid y mientras todo el mundo iba en manga corta, nosotros sudando, con el jersey de cuello alto y el chambergo, para afrontar los días gélidos venideros. Los pronósticos se cumplieron y cuando llegamos, a Billund en un vuelo abarrotado, encontramos frío, frío y más frío.

          Para resumir nuestra estancia en Billund nos centraremos en tres aspectos. El pequeño pueblo: cuenta con un centro dedicado al Lego, un parque con bonitas y dispersas esculturas, entre arroyos, un hotel castillo de magos y caballeros y supermercados para aburrir en una población tan pequeña.

          El parque de atracciones temático de Lego -si, señor, el inventor de estas piezas nació aquí y era carpintero -, que además de las típicas atracciones cuenta con el mundo de los ninja, el país de los piratas, la nación del hielo, la estatua de la libertad y monumentos de muchos lugares, hechos de piezas y con la incorporación actual de Pepa Pig. Abre de jueves a lunes y la entrada supera los 50 euros.

          El aeropuerto: mucho tráfico aéreo, pero lugar tranquilo. No hay casi filas de asientos, sino sillas y mesas de terraza, lo que lo hace tan agradable, que durante dos tardes, nos creyéramos en el salón de nuestra casa. Puedes dormir en el suelo sin ser molestado, por lo que te ahorras el prohibitivo alojamiento del lugar. Es posible ir andando al centro y a Legoland, por carril bici, por lo que no gastas en transporte. Cosas enteras y cerradas, que nos encontramos en la terminal: coca cola, cerveza, ale sin alcohol de pera, batido de chocolate, sándwich de pescado y marisco.

Segunda entrega de ciudades europeas, a salto de mata

           En septiembre pasado ideamos la fórmula de los viajes europeos, a salto de mata o interrail aéreo. Se trata de visitar lugares puntuales de forma rápida y tomando bastantes vuelos económicos, durante un par de semanas y alternando, dormir en aeropuertos confortables, con hoteles en los destinos más baratos.

          Este planteamiento surgió por dos necesidades: visitar algunas ciudades europeas, que nos faltaban, distantes entre si y conocer los lugares más significativos de Noruega, sin tomar los caros autobuses, trenes o ferris del país nórdico. Tan solo, traslados desde y hacia el aeropuerto.

          Para conocer Noruega de esta forma, Gdanks se convierte en un punto determinante, dado que solo desde allí, se puede volar barato a Bergen -donde estuvimos hace ocho meses-, Tronhein y Alesund (donde iremos ahora)

          Y, ¿como llegar hasta la ciudad polaca está vez?. Tras estudiar varias fórmulas, decidimos volar a buen precio, a Billund, en Dinamarca y desde allí, enlazar con Gdanks, también, con Ryanair. No teníamos ni idea, del tamaño de la ciudad danesa. Pensamos, que era muy grande, porque habíamos leído, que es el segundo aeropuerto más grande del país. El día antes de partir, nos enteramos de que solo cuenta con unos seis mil habitantes. Tampoco sabíamos, que hacer o ver allí y cuando nos enteramos, nos llevamos una buena sorpresa.

          Viajamos tanto -aparte hay, que añadir la pereza-, que últimamente no preparamos los destinos antes de comprar los vuelos, sino que adquirimos trayectos baratos y después -generalmente, el día antes de partir -, ya se verá. Nos suelen, hasta ahora, salir las cosas bien, pero..., jugamos con fuego y un día, nos quemaremos.

          Este post lo escribo desde Gdanks, una vez, que nos hemos empapado a fondo del mundo Lego, en Billund. ¿Cómo puede tener este pequeño pueblo semejante flujo aéreo y tan alto número de turistas? Pues precisamente, por este universo de pequeñas piezas de montaje de todo tipo de cosas, que en la década de los setenta del siglo pasado posibilitó, que el uno por ciento del PIB danés proviniera de esta actividad.