Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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sábado, 9 de febrero de 2013

Una semana santa muy agitada y emotiva

                   Todas las fotos de este post son de Jerusalén, salvo que se indique lo contrario
             Debíamos haber llegado a Jerusalén, unos días después de Semana Santa. Teníamos hotel reservado, pero debimos anularlo con prisa. El habernos encontrado en Siria con Longi y Ana, nos hizo cambiar de planes y para visitar juntos la ciudad, nos plantamos en ella, en plena tarde del Viernes Santo, sin reserva de alojamiento alguna. ¡Y cansados, muy cansados!, porque el día había sido muy duro.

            Más de tres horas, habíamos pasado en la frontera de ingreso a Israel, entre registros de equipaje, interrogatorios ridículos y alguna otra vejación. Sobre todo, hacia Ana, a la que trataron de obligar a leer su diario de viaje íntimo, bajo pretextos de seguridad.

            A decir verdad, nuestros problemas no habían hecho, más que empezar. Después del mediodía del viernes, comienza el maldito Sabat. El país se paraliza, hasta el sábado después del almuerzo. En ese periodo, ni siquiera se retira de las calles de la zona histórica de Jerusalén, la molesta y pestilente basura.

            Tampoco hay transporte público, lo que nos lleva a negociar con otros desafortunados, un vehículo colectivo privado, que nos sale por un ojo de la cara. Eran las ocho de la tarde, cuando al fin, nos encontramos en la magnífica ciudad amurallada y con sus ocho puertas. El comentario de Ana, destensa el ambiente: “parece, que estuviéramos en Ávila”, le indica a su novio, afincado en esa ciudad.

            Pero, la alegría fue breve. Después de pasear un rato por el centro y con peregrinaciones y campanadas de fondo, constatamos, que no hay una sola plaza de hotel libre. ¡Sólo se nos ocurre a nosotros, haber llegado este día!.

            Decidimos alejarnos del centro y caemos en garras de un despiadado taxista sin escrúpulos –todos en Jerusalén lo son, como en ninguna otra parte del mundo- y tenemos, incluso, que amenazarle con llamar a la policía, ante lo que aún se muestra más chulesco. El menos, el hotel donde nos han dejado, dispone de plazas libres (aunque escasas). Son caras, pero nos podrían haber pedido mucho más, viendo nuestras desesperadas circunstancias.

            Estar en Jerusalén un Sábado Santo, supone un gran privilegio, porque se lleva a cabo la Pesaa, una impresionante celebración tradicional cristiana, que se desarrolla una sola vez al año. Pero también, supone muchas molestias. No solo por las multitudes, que la siguen y las habituales peregrinaciones.
Belén (Cisjordania)
También, por el tratamiento, que te da la policía o el ejército, como hagas algo –supuestamente- inadecuado. Aunque, eso en Jerusalén, ocurre a todas horas y todos los días del año. No solo se convierten en sospechosos árabes o palestinos, sino cualquiera –por muy turista, que sea-. Se trata de chicos y chicas de muy corta edad, que con ametralladora en ristre e inmaculado uniforme de camuflaje, te enfocan con mirada despectiva, te increpan, chulescamente o te perdonan la vida.

                                                                           la de arriba es de Nablus (Cisjordania)
            Respiramos a fondo y tratamos de ingresar a la explanada de las mezquitas, pero también de forma muy maleducada nos indican, que nos hemos pasado de la hora y debemos volver mañana (para guiris solo se puede visitar hasta las once y media). Este lugar es disputado por tres religiones, aunque se encuentra en le barrio árabe, el más animado de la ciudad (aunque sus comerciantes, no son solo de esta etnia).

            Vistas las dificultades en las zonas cristiana y musulmana, nos adentramos en el barrio judío –el más pequeño y carente de interés- y el armenio, coqueto y tranquilo. Ni por asomo y a estas horas, resulta posible llegar a la iglesia del Santo Sepulcro.

            Los tres deleites de Jerusalén, nos llegaron a continuación. Primero, el Muro de las Lamentaciones –lo que queda del antiguo templo de Salomón-, donde los judíos –separados por sexos- se emplean a fondo, en sus forzados gestos, repetitivos rezos o cabezazos contra la piedra de la pared.

            Segundo, la maravillosa vía Dolorosa, por la que recorrer el vía crucis entero y entretenerse en las curiosas y beatas tiendas. Y por último y tirando de Biblia, todos los atractivos, que se encuentran en las inmediaciones del monte de los Olivos.
          Belén (Cisjordania)
            A escasos kilómetros de Jerusalén, se hallan –ya en Cisjordania-, Belén y Nablus, tras cruzar las vergonzosas alambradas y los muros (estos sí, que son de las lamentaciones). La segunda ciudad es bella, genuina y estupenda, si no se encuentra en conflicto armado, como había ocurrido dos meses atrás.

            Algunos acontecimientos finales, nos sacaron de la escasa abulia, que vivimos en aquellos apasionantes días. Al retornar de Nablus, fuimos encañonados con una ametralladora, desde un coche. “Do you speak english?”, nos requirieron. Algo no dijo, que teníamos que contestar, que no y acertamos.

            Al cruzar la alambrada, una jovencita engreída, vestida con uniforme militar, vio a todos los demonios juntos, al contemplar en nuestro pasaporte, el sello de Siria. Después, nos ofrecieron saltarnos la cola y los registros, por ser extranjeros, pero declinamos la invitación y esperamos nuestro turno, entre los palestinos. Uno de ellos, médico de profesión, estudió en el pasado en Cuba y al oírnos hablar, nos espeta: “los judíos son unos hijos de puta, pero vamos a resistir”.

jueves, 26 de julio de 2012

Adiós a la moda

                            Cristianas a la puerta de la iglesia, en Addis Abeba (Etiopía)
Cuando era pequeña, ya soñaba con ser diseñadora de moda. Me pasaba los días dibujando maniquíes con toda clase de vestidos y complementos. Y cuando me aburría, me dedicada a vestir a mis muñecas e incluso a los Madelman de mis hermanos. No me quería encasillar sólo en ropa femenina.
Tienda de ropa interior para musulmanas, en Damasco (Siria)
            Los años fueron pasando. Estudié con fervor. Día a día, iba consiguiendo crear mi propio estilo. Mi familia estaba orgullosa de mí. Hice algunas aproximaciones a desfiles, pero Cuando era pequeña, ya soñaba con ser diseñadora de moda. Me pasaba los días es muy difícil entrar en un mundo, que es muy cerrado para todo el que llega de fuera y sin ninguna recomendación.

            Decidí entonces, dedicarme a diseñar ropa que hasta ahora, nadie hubiera hecho: moda religiosa para mujeres.

            Antes de lanzarme de lleno, pensé en visitar diversos países para comprobar in situ, como estaba este tema en la actualidad.
                                               Muro de las Lamentaciones, en Jerusalén (Palestina ocupada)
            Empecé con la religión cristiana, por ser la más próxima. Todas las féminas siguen un mismo patrón: faldas largas hasta los tobillos, blusones o camisas que tapen los hombros y, por supuesto, pañuelo en la cabeza. Da igual, que la iglesia sea católica, ortodoxa, protestante…Todos los religiosos se encargan, de que la mujer vista decorosamente y si hace falta, disponen de policías o militares controlando el acceso a los lugares santos.
                                                   Buda gigante, en Mandalay (Myanmar)
            Continué con la religión musulmana. Aquí, todavía está más claro. Ellas no sólo visten pudorosamente dentro de las mezquitas, sino en todos los ámbitos de la vida en los que tengan relación con la gente, que sea extraña a su familia más próxima. Largos velos, túnicas, pañuelos, guantes y calcetines, cubren cada centímetro de su piel.

            A continuación, dirigí mis pasos hacia el judaísmo. Otra vez, más de lo mismo. La mujer prudente y respetuosa con las tradiciones, debe cubrir sus cabellos, llevar falda hasta los tobillos y por supuesto, rezar separada de los hombres.

            Parece ser, que los budistas y los hindús son algo más tolerantes con la vestimenta de las mujeres, aunque no con la estima que les merece el sexo débil.

            Viendo como está el panorama, creo que mis sueños de llegar a ser la “Coco Chanel” española, sólo se han quedado en una pesadilla. Volveré a casa y me dedicaré como tantos compatriotas, a buscar mi primer empleo, si la crisis y los políticos me lo permiten.
                                                         Mujeres lavándose en el río Ganges, en Varanasi (India)