Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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viernes, 23 de noviembre de 2012

Un polvorín, en constante alerta roja

                                                        Alaverdi (Armenia)
Y la cosa no dio para mucho más. Una información incorrecta, que nos proporcionó el dueño del hotel, de Prizren, nos causó bastantes molestias. Nos aseguró, con contundencia, que en Kosovo no hay cambio de hora. Pero luego, eso no es verdad. Así, cuando nos levantamos a pasear por la ciudad –solos y al amanecer, contemplando sus maravillosos edificios y las vistas, desde la elevadísima fortaleza-, eran las seis y no las siete o cuando fuimos a tomar e autobús, para Skopje, no había ninguno, porque todavía faltaba una hora.
                                                                      Dilijan (Armenia)
Nos enteramos, cuando creyendo estar en las doce menos cuarto, fuimos a protestar, por el retraso del bus, que salía a las once y media. En realidad, faltaban tres cuartos de hora.

Dos pequeñas incidencias más: el exhaustivo registro, que nos hicieron en la aduana, de Macedonia y encontrarnos una caja de rico baklava, que nos zampamos, sin piedad.

Teníamos miedo de perder o de retrasos, en alguno de los tres vuelos, que nos devolvían a casa. Pero afortunadamente, esto no ocurrió.

Durante este viaje, hemos recorrido algunas de las zonas más conflictivas de Europa, que han sido protagonistas de conflictos, en las últimas décadas. La permanente tensión entre Armenia y Turquía, viene ya desde hace más de un siglo y lo que ha ocurrido en los Balcanes, a lo largo de los años noventa, a nadie se nos escapa. Si añadiéramos Azerbaiyán, Nagorno Karabaj, Osetia del Sur y Abjasia, podríamos montar una ensaladilla rusa, de lo más variado y de imprevisibles sabores.

Esta es de Dilijan y la de más arriba, de Yerevan (Armenia). La de abajo es, de Kars (Turquía)

Las dos principales preguntas, en el plano trascendente, que nos hemos hecho, durante este periplo, son las siguientes: 1ª. ¿Ha llegado la hora de pasar página, después de casi un siglo, al genocidio, que acabó con más de millón y medio de armenios?. 2ª. ¿Se pudieron evitar las terribles guerras de los Balcanes y haber permanecido una Yugoslavia unida y próspera?. Y ya, en un sentido menos relevante y sin buscar una respuesta tan urgente. 3ª. ¿Qué pintaba Armenia, en un bloque como la URSS, cuando es un país absolutamente distinto, a los otros siete, que conocemos?.
                                                                                        Sivas (Turquía)
Supongo, que responder a las dos primeras cuestiones, llevaría decenas de folios y ni siquiera, los mismos historiadores, se pondrían de acuerdo. No soy una persona experta, pero me considero con derecho, a emitir una opinión.
                                           Arriba, Maun y debajo, Skopje (Macedonia)
En cuanto al primer asunto, yo creo que sí. Va siendo hora de cerrar las heridas, después de tanto tempo y aunque sea algo muy doloroso. De hecho y en 2.010, estuvo a punto de reabrirse la frontera, pero finalmente, este paso no se produjo. Turquía reconoce la masacre, pero no lo considera un genocidio, al alegar, que mucha de la gente murió en la huída, de frío o hambre.

Sin embargo, La mayoría de los historiadores aseguran, que lo fue. Incluidos, algunos turcos. Es el segundo genocidio más estudiado en el mundo, después del holocausto de los judíos.

Parece, que va llegando el momento, de que unos reconozcan sus errores y llamen a las cosas por su nombre. Y la de que los armenios perdonen, aunque no olviden. Es, como si siguiéramos aireando, a estas alturas, los desmanes, que pudieron cometer los incas o los españoles, en su imperio americano.
 Skopje (Macedonia)
En Yerevan existe un museo dedicado al genocidio. Los armenios harían bien, en reestructurarlo y que la gente, que lo visita, pueda hacerse una idea, de lo que realmente, ocurrió (aunque sea solo, la versión de una de las partes). Nosotros no estuvimos, pero sí, Romualdo y Patricio y nos comentaron, que tras la más de dos horas, no habían conseguido hacerse una composición de lugar y de cronología.

En cuanto a la segunda cuestión, no solo pienso, que las guerras de los Balcanes, se podrían haber evitado, sino que hoy habría una Yugoslavia próspera, tras el particular comunismo, de Tito. Nosotros hemos visitado las siete repúblicas, que salieron de ese antiguo país y a simple vista, no se observan tantas diferencias. En Macedonia y hoy en día, cristianos y musulmanes, conviven en total armonía.
                                                                               Prizren (Kosovo)
Solo habría bastado, con haber controlado a esos elementos separatistas, que prendieron las hogueras nacionalistas y haber reprimido, de alguna forma, las ansias de poder, de Serbia. Ya sé, lo que diréis. Muy fácil de decir, pero nada sencillo, de conseguir.

Este tema es muy delicado y fácilmente exportable, a la situación de otros países, como el nuestro, a falta de un día para las elecciones, en Cataluña. Pero, sobre este asunto, no voy a opinar, porque la política no es el objetivo de este blog

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Prizrem: un broche de oro para este viaje

                                                      Todas las fotos de esta entrada son, de Prizren (Kosovo)
            Como suele ser nuestra costumbre –nos suele dar buenos resultados, aunque inquietantes-, optamos por el plan de más riesgo: ir a Jankovic y buscarnos allí la vida, para tratar de llegar, a Prizren. Por si las moscas, nos avituallamos de comida y cerveza, adecuadamente. Por motivos propios y ajenos, conseguimos que el día salga redondo –si no fuera por la constante y demoledora lluvia- y acabamos cumpliendo nuestros objetivos, con creces.

            Salimos algo tarde y a los diez minutos, nos hacen cambiar de autobús, por motivos desconocidos, a un vehículo abarrotado y viejo. El cobrador corta nuestro billete, sin mirar el destino. A las cuarenta y cinco minutos, nos vemos en la frontera. ¿Dónde estará Jancovik?. ¿A este lado o al otro?

            Como en otras naciones ex -yugoslasvas, la tradición es apuntar el nombre y el número de pasaporte en un listado, antes de cruzar la línea divisoria entre países. En total, tardamos media hora, entre aduanas y control de policía (no hace falta bajar del bus, dado que suben ellos). Para salir de Macedonia no ponen sello, aunque sí para entrar, a Kosovo.


            El paisaje, que es muy montañoso y bello, nos acompaña durante bastantes kilómetros. Sin saber donde está nuestro destino, ya hemos tomado la decisión de llegar a Prístina, por la tercera parte de lo que cuesta el billete. Habíamos oído, que la capital de Kosovo es un lugar horrible, pero quienes lo dijeron, se quedaron cortos. No llevamos ni cinco minutos en la ciudad, cuando ya estamos valorando, seguir camino hasta Prizren, al precio que sea.

            Las dos horas que permanecemos en la ciudad, las empleamos en transitar por sus destartaladas calles, soportar el agresivo tráfico –a diferencia de Macedonia-, lidiar con los maleducados modales de la gente –sobre todo, en materia de aparcamiento- y en ir y volver al centro, que apenas presenta una calle peatonal –en diferente estado de conservación, según los tramos-, un par de mezquitas, una torre del reloj y muchos cables eléctricos exteriores, que interrumpen cualquier contemplación o cualquier intento de fotografiarlos. Los hoteles aquí, son escasos y tan sólo, para ciudadanos de posibles.

            Vinimos a Prístina, para encontrarnos con la historia reciente, pero apenas hallamos, edificios al más puro estilo soviético, supermercados bien abastecidos, algún dejado parque y tiendas de tipo occidental. Nada de enfrentamientos religiosos, musulmanidad exacerbada, militares por todas partes, reyertas ksovo-serbias o fuerzas de la KFOR (escasas, extremadamente meticulosas y apenas, vigilando un par de iglesias, en Prizren).


            La suerte nos sigue acompañando. Retornamos a la estación y, cogemos un bus, casi al vuelo, para Prizren. Esta ciudad son palabras mayores y maravillosas. ¡Procurad descubrirla con calma!. Con su plaza principal, su puente de piedra, que divide la ciudad, sus iglesias, sus mezquitas y sus bellas casas, además la fortaleza en ruinas, desde donde se contemplan magníficas vistas. En algún edificio, apenas se atisban algunos restos, de lo que parece metralla. Decenas de restaurantes, bien montados, pero casi todos, vacíos. Y eso, que es sábado por la tarde.

martes, 20 de noviembre de 2012

Aventuroso, Kosovo

                              Las dos primeras son, de Pristina (la segunda una foto) y el resto, de Prizren
            Kosovo está siendo una aventura. No por el riesgo que estamos asumiendo –el país es una balsa de aceite- o por la ausencia de infraestructuras para el viajero –transporte correcto y hoteles, más que eso-, sino por que esta última parte del viaje, se nos ha endiablado y nos ha obligado, constantemente, a cambiar de planes.

            Nuestra primera intención, era alcanzar Prístina desde Sofía. Ni una sola compañía de buses, ofrece el trayecto. Suponemos, que porque por el medio de ambas, se halla Serbia. Decidimos irnos a Ohrid y luego, a Skopje. En un principio, renunciamos a visitar Prístina y concentramos nuestros esfuerzos en la prometedora, Prizren.

Al llegar a la capital de Macedonia, una verrugona –con pelos canosos sobre la misma- y antipática chica de información de buses, nos indica, que a Prizren, sólo hay un autobús al día –en un horario muy poco conveniente- y a Prístina, ninguno. Confusión. No es, que haya cambio de estrategia. Simplemente, no hay planes. A todo esto, nos resulta imposible encontrar un mapa de Macedonia, que nos aclare las fronteras, con Kosovo. Raro, en un país tan nacionalista.

            Tras pasear, comer y desacelerarnos un poco, decidimos volver a la estación, a ver si hay más suerte y nos toca otra persona (con o sin verruga, que eso, igual nos da). Ahora sí, tenemos más suerte y resulta, que sí existen buses a Prístina y no pocos. Otra opción y como novedad, es ir a Jankovic, en la frontera y esperar que haya buses a Prizren. Pero nadie sabe darnos una respuesta sobre el asunto.

            Tras las nuevas averiguaciones, barajamos dos posibilidades. Conformarnos con visitar la insulsa capital kosovar o probar suerte y tratar de ver, si desde la frontera, podemos llegar, a Prizren, de alguna manera. La almohada deberá ayudarnos a tomar una decisión, con tantas dudas.

Aunque, varios acontecimientos nocturnos interfieren en nuestra comunicación con ella: la alta música de un local de los alrededores, los gritos y aporreamiento de la puerta de una habitación cercana, de una chica desesperada y llorosa y los puntuales y cantarines muecines de las mezquitas. ¡Malditos, ellos!.

Todo había sido mucho más fácil, si desde el principio –como ocurrirá al día siguiente-, hubiéramos deducido, atando cabos, que todo autobús, con dirección a Prizren y aunque Google Maps diga lo contrario, para por Pristina (o al menos, por sus inmediaciones).

domingo, 18 de noviembre de 2012

Decepcionante Veliko, maravillosa Ohrid

                                                                               Sofía (Bulgaria)
           En el bellísimo monasterio de Panteleimon, de Ohrid, cuna del maldito alfabeto cirílico, pone con claridad y contundencia, que está prohibido hacer fotos en el interior y el ingreso en bikini o bañador.
           Plovdiv (Bulgaria)
Pero antes de llegar a Macedonia, pasamos tres días en Bulgaria. El regreso a este país, supone el reencuentro con la cerveza –después de una semana de abstinencia- y con una gastronomía más variada.

La primera jornada transcurre en la sensacional, Plovdiv, que tras su animada calle peatonal y plazas, esconde un espléndido casco histórico, de callejuelas empedradas. La segunda la agotamos en la algo decepcionante Veliko Tarnovo. Sus principales atractivos se hallan dispersos, por una alargada e interminable calle, que acaba con la paciencia de cualquiera, después de que la has recorrido entera, cuatro o cinco veces.     Estas 3 son de Veliko Tarnovo (Bulgaria)
Como contrapartida, disfrutamos del mejor alojamiento del viaje, por tan sólo 15 €. Amplia habitación, con cuidado baño, calefacción –que buena falta hace- y televisión por cable. En una sola noche, se secó toda la ropa mojada, que veníamos arrastrando, a lo largo de toda Turquía.

De nuevo en Sofía, la ciudad nos recibe con cuatro o cinco grados menos, que hace un mes, con pocas novedades que ofrecernos y con una mala noticia: no hay autobuses, a Pristina, ni a ninguna otra parte de Kosovo, por lo que nuestra salida natural es, dirigirnos a Ohrid, en Macedonia e ingresar en la nación kosovar, por Prizrem, abandonando la idea de visitar la capital, que al margen de lo simbólico, tampoco debe de ofrecer muchas cosas interesantes.

La frontera de Macedonia es más tranquila, que la anterior, aunque no nos ponen sello de entrada en el pasaporte, asunto que nos intranquiliza. El bus llega a Ohrid, a las 2:45 h de la madrugada, con un intenso frío y rachas de aire helador. A diferencia de cualquier país de África, no existe la cortesía de permitir la estancia en el interior del vehículo, a los pasajeros, hasta que amanezca. Como es una ciudad pequeña, no hay nada abierto, nos toca vagar por las bonitas y bien iluminadas calles, durante horas. Los sitios algo guarecidos, parecen ratoneras, para nuestra seguridad.
                                                                                          Las 3 siguientes son de Ohrid (Macedonia)
Nos cuesta encontrar alojamiento. Hay muchísimos –en diverso estado de conservación- y están vacíos, pero no se bajan del burro de sus tarifas. Cuando al fin, alguien lo hace, lo recompensamos, cargándonos la vetusta cisterna de la habitación preparando una escabechina acuática tremenda, junto con el naufragio de papel higiénico, cascotes, siliconas…

Ohrid, recompensa con creces nuestros esfuerzos y penurias. Tras sus empinadas cuestas y las magníficas vistas del lago, se hallan conmovedoras iglesias, un anfiteatro, las ruinas de una basílica, un fuerte, las empedradas calles del casco histórico y el referido y maravilloso, monasterio de Panteleimon.

No hemos vuelto a ver, a la pareja de australianos, que como únicos turistas, nos acompañaron en el autobús, a Ohrid. Ella hablando a gran velocidad, no le dejó meter baza, en todo el tiempo que aguantó despierta.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Agradables Sivas y Kayseri, decepcionante Estambul

                 Las tres primeras  son, de Sivas. Las tres siguientes, de Kayseri y las tres últimas, de Estambul
            Fuimos sorteando todos los obstáculos, en un largo periplo, que nos llevó a lo largo de tres noches sin alojamiento hasta nuestro destino: Estambul. No resultaron duras, porque dormimos bien, sino fuera por la constante necesidad de darnos una ducha y de quitarnos el calzado.

            La primera, en el ya referido tren de la señora y sus churumbeles. La segunda, en los cómodos asientos de la sala de espera, de la estación de Kayseri, compartiendo techo y calor, junto a los mendigos locales, que no protestaron porque hubiéramos ocupado, irrespetuosamente, sus habituales sitios. Y, la tercera, en un confortable bus-chollo, que nos devolvía a Estambul (cuarta vez, que visitamos esta ciudad).

            Por el camino, nos encantó la vitalidad de Sivas y su plaza principal, llena de monumentos antiguos, como una mezquita, una madraza en ruinas y un hospital psiquiátrico. Además, disfrutamos de su amplia zona peatonal y de los mercados. Lástima, que no pudiéramos visitar la cercana, Divrigi.


            Kayseri –puerta oriental de Capadocia- y llegando de noche, nos pareció Las Vegas, de Turquía, por su excelente iluminación de neón y la cantidad de actividad nocturna. Por el día, su fortaleza, mezquitas y –sobre todo- su autentico bazar y el antiquísimo bedestan, nos llenaron de gozo. Evidentemente, no compramos nada, aunque nos insistieron con ingenua perseverancia. Tenemos la sensación, que la mercancía que se acumula en estos sitios, debe de tardar en salir varios años, ante la escasez de turismo y del casi nulo interés de los lugareños.

Más, que las tiendas de zapatos, ropa o complementos, nos sentimos más tentados por las de queso –de fuertes olores- y encurtidos varios. ¡Se te hace la boca agua!.

            El retorno a Estambul, fue más de lo mismo, como en nuestra anterior visita, en 2008. La mágica, exótica, acogedora, trepidante y alocada ciudad, que conocimos en 1994 y 1997, ha perdido las tres primeras características. Lo que hoy queda es un parque temático –al estilo de Dubrovnik o Praga-, que presenta suficientes molestias, para evitar la ciudad, si ya se conoce. Colas interminables para acceder a los principales monumentos – y, eso a finales de octubre-, transporte público carísimo –por la gracia de Alá, como el precio de la cerveza- y tarifas de las compras (té, delicias turcas, kebabs o especias), que pueden multiplicar por dos, siete, treinta y cinco o trescientos, lo que te cobran en el propio extrarradio de Estambul o en otras ciudades del país.

Por no mencionar, los autobuses de los grupos organizados, que aparcan por todos los lados, estropeando los paisajes, los monumentos y destrozando las imperecederas fotos, que todos nos queremos llevar como recuerdo del viaje.

            Ya nadie tendrá la oportunidad de conocer, el Estambul, que visitamos hace casi veinte años, en soledad y autenticidad, que descubrimos después de los famosos atentados del Gran Bazar, de 1994. Aunque, quienes lo visitaron diez o quince años antes de esa fecha, pueden alegar y con razón, que su Estambul es mejor, que el nuestro.

            Pero, todo no es negativo. Desde hace ya mucho tiempo, de las calles han desaparecido los vendedores de “su” (agua), los que ofrecían sus roñosa básculas para que te pesaras, los que vendían maíces asadas –alguno queda-, los que comercializaban calcetines, los que te querían limpiar los playeros con betún y los innumerables buscavidas, que convertían tu visita en una continua lucha, a cambio de sacarse unas cuantas liras. Hoy, van por lo legal, detrás de tantos negocios, que engañan a turistas de edad y pensión acomodada, de medio mundo desarrollado.

            En muchos años, no volveremos a Estambul. Y a Turquía, tampoco, mientras no baje el precio de la cerveza.

martes, 30 de octubre de 2012

¿Habrán echado a España de la Unión Europea, a patadas?

                                                                                Estambul (Turquía) 
           Antes de poner en marcha la narración de los sucesos acaecidos, durante los últimos 36 días, a lo largo de Bulgaria, Turquía, Georgia, Armenia, Macedonia y Kosovo, se hace necesario llevar a cabo una recopilación de nuestro transitar por las diferentes fronteras. De verdad y como vais a comprobar, en un par de momentos del viaje, hemos tenido la intuición –más bien, sensación-, de que la situación de España sería tan catastrófica, que nos habrían echado de la Unión Europea, a patadas y con resentimiento.
                 Yerevan (Armenia)
            Partimos el 24 de septiembre hacia Sofía, vía Bruselas. Nada extraño. Basta con mostrar el pasaporte en inmigración e ingresar al país. Nos hace gracia, que al preguntar en la oficina de turismo, si el agua es potable, nos digan que no, pero atenúan nuestra inquietud, alegando que podemos sustituirla por vodka u otra serie de bebidas alcohólicas, de excelente fabricación local.

            Al arribar a Turquía, no tenemos ningún problema. No hay que rellenar formularios, ni son nada exigentes en la aduana. Solo les interesa el dinero: pagas los 15 euros –subida de un 50%, en los últimos tiempos- y no hay que ofrecer explicación alguna. Te pegas el sello, donde te da la gana y te dan autorización a entrar y salir las veces, que quieras, durante 90 días.

            Lo de Georgina resulta fantástico, si no fuera, porque la compañía de autobuses, que nos tendría que haber transportado hasta Batumi, nos deja tirados en el puesto fronterizo, a 14 kilómetros de esta ciudad. La atención excelente –y en español-, para otorgarte un sello, que te permite estar en esta nación, durante un año.
                                                                                     Kutaisi (Georgia)
            Armenia emite visados en sus bordes fronterizos, sin mayores trámites, que rellenar un sencillo y breve formulario. No hay preguntas. Pagamos unos seis euros. Pero, como no aceptan dólares o euros y, evidentemente, no teníamos drams –moneda local-, tenemos que abonar el importe en laris –divisa de Georgia- y nos practican un esperado redondeo al alza, de más o menos, un 15%. Nada, que no se pueda asumir, sin siquiera, enfurruñarse, aunque es feo. No entregan recibo –cosa, que ya hacen hasta en muchos países de África-, por lo que los funcionarios y con la avenencia del estado, se sacan un sobresueldo
                                                                                 Sofía (Bulgaria)
            Volver a Georgia supone, ser igual de sencillo. Y más, gracias a que en medio de un inhóspito pueblo y con climatología muy adversa, nos recogen unos buenos samaritanos con su coche y nos transportaron hasta una población, donde nos podemos buscar la vida. En la ventanilla de inmigración, nos parece estar en el McAuto, dado que por la abertura del puesto de control y sin siquiera bajar del coche, solventan nuestro pedido.
               Ohrid (Macedonia)
            Retornamos a Turquía, después de caminar casi quince kilómetros, entre montañas, ascendiendo y bajando contundentes cuestas, hasta que otro conductor y sus dos acompañantes, se apiadan de nosotros y nos llevan hasta Posof. Paisaje maravilloso, sino fuera por el peso de la mochila. Esta frontera, que comunica con Vale, está casi desierta y las gestiones son rápidas.

            Lo más fácil parecía, regresar a la Unión Europea. Pero, Bulgaria –al menos en nuestro caso-, aún guarda viejas y abominables prácticas del pasado. En 1.997, trataron –sin conseguirlo- de cobrarnos visado para entrar el país, estando ya los españoles exentos de abonarlo. Días después y en ela mismo viaje, dos policías nos extorsionaron. Al ir a tomar el bus de retorno a Estambul y cerca de la explanada-estación, nos retuvieron los pasaportes y no nos los devolvieron, hasta que tras una negociación a la baja, les entregamos 20 dólares (afortunadamente, todo con sonrisas y sin amenazas). Ya nos había advertido de esta práctica, el propietario de nuestro hotel.
                                                                                    Prizrem (Kosovo)
            En este periplo y de madrugada, llegamos a la borde de Bulgaria. Nos hacen bajar a todos del autobús. El ayudante del vehículo –en labores, que no le corresponden- nos indica, que primero pasan los búlgaros, luego nosotros y finalmente, los turcos y otros dos chicos de nacionalidad desconocida, aunque no europea..

            Una vez nos llega el turno, el funcionario pone mala cara y empieza a deslizar una a una, las hojas de nuestros pasaportes. Los coloca a un lado y nos indica, que esperemos, al igual que a los extracomunitarios. Pasan entonces los turcos, a los que les ponen sello, sin demanda alguna.
                                                              Kars (Turquía)
            El burócrata conversa por teléfono, dilatadamente y al cabo de un rato, viene un superior, que empieza a hacernos preguntas: si es la primera vez que venimos a Bulgaria, cual es nuestro destino y nuestras intenciones, cuantos días vamos a estar en el país... A la cuarta de las pesquisas, les paramos los pies de inmediato y con contundencia, a la par, que con educación, les indicamos, que no sabemos si se han enterado, de que somos ciudadanos europeos y tenemos los mismos derechos, que cualquier nacional búlgaro. Se muestran sorprendidos y a regañadientes, nos devuelven la documentación.
                Alaverdi (Armenia)
            Nuestro ingreso en Macedonia, se presenta mucho más tranquilo. Ni una sola pregunta. Nos extraña, que no nos pongan sello y barruntamos, poder tener algún ligero problema a la salida, como hace tres o cuatro meses nos ocurrió, en Moldavia. Pero, no ocurrirá así y tampoco nos lo colocarán, cuando retornamos a este mismo país, desde Pristina.

            El ingreso a Kosovo resulta sencillo. Solo nos interrogan sobre si vamos al país, por turismo o por trabajo. Supongo, que si hubiera sido por lo segunda causa, no habríamos dicho la verdad, así que el trámite, parece baldío. Nos colocan un sello de entrada y uno a la salida, aunque en el segundo de los casos y supongo, que por mero despiste, a uno solo de los dos.
                                                                                                                Batumi (Georgia)
            La sorpresa mayúscula la padecemos en Italia. No sabemos si por tratarse de un funcionario tocapelotas, por órdenes superiores o porque todavía andan algo resentidos por el cuatro a cero de la final de la Euro.

            Volamos desde Skopje, a Milán, con Wizz Air. Somos los únicos ciudadanos de la Unión Europea, en todo el pasaje. A los macedonios, les piden la presentación de papeles, que no sabemos distinguir, mientras les fríen a preguntas. Cuando llegamos a la ventanilla y para nuestro asombro, empieza un severo interrogatorio, en chapucero español: por qué hemos ido a Macedonia, cuántos días hemos estado, desde que país hemos abordado la ex república yugoslava, cómo vamos a volver a nuestro país, si es la primera vez que viajamos a Italia…
                                                  Arriba, Plovdiv (Bulgaria) y abajo, Skopje (Macedonia)
            Respondemos de mala gana, pero llegadas estas dos últimas cuestiones, le paramos los pies al funcionario, con no disimulado enojo. Le explicamos, que hemos arribado a su país más de veinte veces, que no hemos padecido actitudes similares a la suya y que como ciudadanos europeos y mientras no seamos víctimas de una acusación firme, huelgan todo ese tipo de molestias, a unos ciudadanos de la Unión Europea.

                                                Prizren (Macedonia)
            Nuestras deducciones nos hacen pensar, que en Bulgaria se trató de un intento de extorsión y en Italia, de tener muchas ganas de tocar las narices. No hace demasiado tiempo, atravesamos la frontera, que separa Moldavia de Rumanía –país no comunitario, con comunitario de la no zona Schengen, como en el caso de Turquía y Bulgaria- y no tuvimos ningún inconveniente. Simplemente, nos miraron el pasaporte y nos lo devolvieron, sin más.