Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 30 de agosto de 2021

Madrid, bajo temperaturas extremas

 

                       Madrid, Manzanares y La Pedriza            

        Nuevamente y como va siendo costumbre este verano, pillamos una muy buena oferta con ALSA para desplazarnos, a Madrid, durante el puente de la virgen de agosto. Como todo no podía ser perfecto, nos tocó la ola del calor, teniendo, que soportar temperaturas de hasta 44 grados. Habíamos pensado complementar la capital y alrededores con un retorno, a Toledo, donde no vamos al menos, desde hace veinticinco años, pero por motivos logísticos, la cosa no cuajó.

        Pasamos tres noches: una con aire acondicionado y lejos del centro y otras dos en un infierno aliviado por un ruidoso ventilador, al lado de Tirso de Molina. No pagamos ni sesenta euros, en total, porque la oferta hotelera, en Madrid, es muy amplia. Si te buscas un poco la vida, dormir sale tirado.

          La tarde del viernes, la dedicamos a especular por el barrio de Hortaleza y por el cey comercial, Palacio de Hielo.

        El sábado y no sin problemas de orientación, nos fuimos a Manzanares el Real y La Pedriza, tomando el autobús 724 en el intercambiador de plaza de Castilla. El pueblo tiene un bonito castillo (5 euros). Al parque natural, se puede ir andando -unos seis kilómetros-, aunque los fines de semana existen autobuses lanzadera gratuitos, que ese día no funcionaron, desconociendo las causas.

          El lugar cuenta con caminatas muy pedregosas y sinuosas y el paisaje rocoso resulta bastante atractivo. Nos vaciamos menos de lo esperado, debido al insoportable calor. Hicimos tres pequeñas rutas, a través del cañón de La Camorza, senda de Carboneras y camino de Canto Cochino. Está prohibido bañarse en el río, pero la gente no hace ni caso.

                                  Por la noche, disfrutamos de lo lindo, paseando por el inconmensurable, Lavapiés, crisol de culturas. En la zona de Mesón de Paredes abundan los subsaharianos con sus restaurantes, ritos y costumbres. El la de Ave María, los indios. Apenas queda rastro de los chinos y sus tiendas mayoristas o de las carnicerías musulmanas, que invadieron el barrio a finales de los noventa. En la plaza principal, aún sobreviven un bar castizo y el Carrefour 24 horas.

          La mañana del domingo, la dedicamos a ver la céntrica iglesia de San Antonio de los Alemanes y nos acercamos al cauce del río Manzanares y el parque Madrid Río, entrando por el puente de Segovia y saliendo por el de Toledo, dejando a un lado las poco vistosas ruinas del antiguo estadio Vicente Calderón. 

        Por la tarde y tras un receso, nos zambullimos en el barrio de Vallecas, donde visitamos el cerro del Tío Pío. Su hisy es muy larga y ofrece buenas vistas de Madrid, viéndose el Pirulí y las torres Kio. Fue un poblado chabolista y el parque enseña siete montículos -siete tetas, según los más salidos-, que no son naturales y que están formados por los escombros de las infraviviendas.

          Finalmente, el lunes y tras desestimar Toledo -los buses se toman en la plaza Elíptica-, nos fuimos a ver un templo sij, en Santa María de la Cabeza, que como habíamos previsto, consiste en un simple local en un edificio de viviendas. Paseamos por el Madrid tradicional, que tanto nos recuerda a nuestra juventud y a los tiempos de estudiante, aunque ya no se parezca mucho, a aquellos increíbles tiempos.

        Antes de regresar, durante la madrugada del martes, matamos el viaje en el abarrotado parque del Retiro -que el descerebrado Almeida había cerrado el día anterior, domingo, por turbios motivos-, en el barrio de Las Letras y su animada zona de Huertas .

¡Acantilados!


De Cabo Mayor, a Cabo Menor: bahía de Mataleñas

 


Ruta marinera, a Liencres



miércoles, 25 de agosto de 2021

¡Hoy va a ser la noche de que te hablé! Masterclass de la vida nocturna de Milán (parte II)

 
         Tras reposar en la plaza e indiñarnos el suficiente combustible alcohólico, nos dirigimos a la cercana puerta Ticinese y cruzando una amplia avenida, accedes a la zona de Navigli, donde también habíamos estado de día, ¡pero vaya usted a comparar!

          Existen varios canales, que se entrelazan, pero para explicarlo de una forma básica diríamos, que la estructura principal tiene forma de "L". En la parte larga de halla una calle extensa partida por un canal. En el segmento de la izquierda se celebran numerosos botellones, entremezclados con algunos bares. El ambiente es bastante crispado, fruto del alcohol. 

        Sin comerlo, ni beberlo, vivimos varios momentos de tensión. El más importante ocurre, cuando una mujer insulta a otra, llamándola "gorda, cornuta y putana"

 Quien ofende, pesa bastantes kilos más, que la mencionada víctima. Un vigilante de seguridad de un garito cercano, trata de poner paz, mientras nosotros tratamos de continuar. Entre el remolino, un imbécil con un patinete y ajeno a todo, trata de pasar entre gritos y entre medias, sin importarle nada.

          El otro lado del canal, ya de vuelta, resulta más reconfortante. Menos gente, menos borrachera y más nivel intelectual, a tenor de las pausadas conversaciones.

        La parte estrecha de la "L" es otro mundo y los acontecimientos se suceden. Cuando vamos por la parte derecha nos sobrecogemos: decenas de personas persiguen a un joven con intenciones de linchamiento y van en serio. El corre y termina lanzándose al agua. ¡Confusión!

          Lo siguiente, que observamos es, a numerosa gente partiendo botellas de vidrio contra el suelo, para supuestamente, atacar o defenderse de algo, que no llegamos a ver. Por la forma, que lo hacen, tienen más posibilidades de herirse en las manos, que de conseguir su objetivo.

          La escena gira unos 45 grados. Un chico está tumbado en el suelo y sangrando por la cabeza con virulencia. No podemos asegurar, si es el que han rescatado del agua u otro. Una multitud se arremolina alrededor, mientras nosotros mantenemos la distancia.

          El primer coche de policía tarda mas de veinte minutos en llegar, aunque i pareja de agentes no se implica demasiado y ni se acerca al lugar de los hechos. Una chica, algo alterada, les cuenta lo sucedido o al menos su versión. En otros diez minutos más, llegan otras cinco patrullas y no es hasta pasados casi tres cuartos de hora, cuando aparece una ambulancia para atender al herido.

        Nosotros seguimos nuestro camino por el otro lado de la dársena, dónde conviven parejas inofensivas, con jóvenes algo alborotados y númerosos árabes con sus musicas típicas y rebosantes de sonoridad a todo volumen. El islam prohíbe el alcohol, pero la mayoría van mamados.

          Uno de ellos y en lamentable estado, muy corpulento, se me acerca, supuestamente, a saludarme. Lo esquivo, pero estoy a punto de caerme al canal. Se produce un rifirrafe, que no pasa a mayores.

          A todo esto, solo son las tres y media de la madrugada. Compungidos, retornamos a la plaza de San Lorenzo Maggiore, donde como si nada, sigue el tranquilo botellón multitudinario. Reponemos fuerzas etílicas, durante hora y media y planificamos la jornada siguiente. ¡Iremos a Vigevano, que dicen, cuenta con la plaza más bella de Italia!

        Para llegar hasta allí, deberemos tomar el tren rn la estación de Porta Génova, cercana a los canales, por lo que debemos volver por ls dársena. De repente y sin verlo, aparece el mismo hijo de puta anterior, que trata de apresarme y agredirme, aunque me zafo sin demasiada dificultad, pero no consigo esquivar su escupitajo, que cae sobre mi cara. El amago de enfrentamiento, tras mucha tensión e incertidumbre y sin que nadie de los alrededores haga ni caso, termina en nada, afortunadamente.

          Ya amaneciendo, llegamos a la estación en cuestión. En la plaza colindante y sentados en un banco, ajenos a todo, varios subsaharianos esnifan cocaína de unos billetes de veinte y cincuenta euros.

          ¡Comienza un nuevo día!

¡Hoy va a ser la noche de que te hablé! Masterclass de la vida nocturna de Milán (parte I)


       Con los años, que uno va teniendo y con las múltiples experiencias vividas parece, que ya estuvieras de vuelta de todo. Hemos vivido dos golpes de estado en directo -en Mali y en Tailandia-, me han pegado con resultado de borbotones de sangre en India; hemos dormido más de cien veces en la calle y hemos estado a punto de perder la vida despeñados por varias carreteras del tercer mundo. Pero, aún así,digo impresionado y no consigo olvidar los acontecimientos vividos, durante la noche del 25 de julio -mi santo, por cierto- de este año.

        Entre, que los hoteles el sábado estaban caros y que habíamos leído de los irresistibles atractivos de la noche de Milán, decidimos sumergirnos en ella. Mi pareja, que muchas veces, cuando habla sube el pan sentenció: "pues va a ser una noche muy aburrida". ¡Lo clavó!

          Habíamos pasado la tarde en los alrededores del lago Maggiore. Concretamente, en las localidades de Stressa y Arona. Llovió algo y la temperatura fue más generosa que en los días anteriores. Quisimos tomar un determinado tren de vuelta, a Milán, pero lo cancelaron. ¡Nada sorprendente, en Italia! Así, que tuvimos, que tomar otro y llegar a la ciudad ya de noche. Y no a la estación Central, sino a Porta Garibaldi. 

        De ahí al centro, hay un trecho de más de una hora, caminando. Hay, que atravesar la inmensa e insoportable plaza de la República, que no fue diseñada para ser abordada por seres humanos viandantes. Y de camino y sobre la acera, estuvimos a punto de ser atropellados por un imprudente ciclista, que encima nos puso cara de ofendido.

          Con algo de estrés, llegamos al barrio de Brera, muy próximo a la Scala. Habíamos estado la jornada anterior por la tarde. Está más animado a horas vespertinas, que por la noche, aunque sus numerosas terrazas y los bonitos nombres de la calles -Fiori Chiari, Fiori Oscuri...- no son una mala opción para apalancarse en cualquier momento.

        Acometemos la plaza del Duomo, escasamente poblada por cuatro guiris despistados. Antes y en las galerías Vittorio Emanuel, estamos a punto de caer al suelo, debido a unos chicos, que iban haciendo el gilipollas, empujándose entre ellos.

          Mi pareja, rebosante de hambre, se come un bocata detrás de la Logia y poco después, ponemos rumbo, hacia el castillo Sforcesco. Es una zona semipeatonal, que cruza calles de numeroso tráfico, incluso a estas horas. Estamos, a punto de ser atropellados, primero por un patinete y después y en el último paso de cebra, que te acerca a la fortaleza, por un sinvergüenza sobre cuatro ruedas, con menos sensibilidad, que una ameba y probablemente, pasado de drogas y/o alcohol.

          Deshacemos el camino, no siendo aún la una de la madrugada, sin ser conscientes, de que lo mejor estaba todavía por llegar. Nos dirigimos al barrio de Ticinese, no demasiado lejos del centro. También, abundan las terrazas -mas frecuentadas de dia- sobre las aceras de  una agradable calle, que va a dar a la plaza de San Lorenzo Maggiore, muy coqueta y escoltada por unas esbeltas columnas antiguas y por la iglesia del mismo nombre. A estas horas esta muy animada y se celebran sobre el asfalto númerosos botellones pacíficos, en concordia y sin estridencia o violencia.

          ¡Esta estaba por llegar y a raudales¡

domingo, 22 de agosto de 2021

Desarrollo cronológico del trepidante viaje

 
       Nuevamente, los billetes de autobús para Madrid, los obtuvimos con un importante descuento. En la capital, pasamos la tarde del 21 de julio y por la noche nos fuimos a dormir al aeropuerto, pero lo hicimos en el exterior, por dos razones: para evitar la puta mascarilla y por otra más realista: en la actualidad, las terminales cierran sus puertas entre las once y las cuatro de la mañana, (aunque puedes estar dentro, si entras antes).

          Con puntualidad, llegamos a Bérgamo. Hemos estado allí muchas veces, pero hacía demasiado tiempo, que no la visitábamos, con lo que utilizamos gran parte del segundo día para redescubrir su parte alta y explora otras zonas nuevas. A media tarde, nos trasladamos a Milán, tratando de organizar la logística de los restantes días.

        La siguiente calurosa jornada, la dedicamos, a Milán, en exclusiva. Habíamos estado varias veces allí, pero más como campo base para otros destinos, de Lombardía, que de exploración profunda. A pesar, de que apenas existen zonas peatonales y además de llevar a cabo las rutinarias visitas por los alrededores de la catedral, el castillo Sforcesco y la iglesia de "La Última Cena", descubrimos lugares más inéditos y agradables, como el área de los canales -seria clave al siguiente día- y el barrio de Ticinese, con la magnífica plaza de columnas, ubicada en la plaza de San Lorenzo, donde también bse encuentra la basílica de San Lorenzo Maggiore.

          El sábado afortunadamente, algo nublado, nos fuimos en tren al bonito lago Maggiore, done visitamos dos de sus más conocidas localidades: Stressa -nada estresante, por cierto- y Arona, siendo está última muy turística.

        Como pasamos esa noche en blanco, de fiesta bien fiesta y a la vieja usanza, las primeras horas del domingo las dedicamos a una visita fugaz, a Vigevano, que dicen, cuenta con la plaza más bella de Italia. Muy bonita es, desde luego. El resto de la jornada, descansando y haciendo planes.

          Como nos cancelaron el vuelo, de Ryanair, debimos cambiar los billetes para el día siguiente y el lunes nos topamos, con  lo que ya preveíamos, iba a ser la jornada más interesante del viaje. En ferrocarril, nos desplazamos al lago Iseo -agradabke temperatura-, tras hacer escala en la ya conocida Brescia. Descubrimos la fantástica Pisogne y caminamos siete kilómetros por una ruta "nsturalustics" -es un decir, que ellos venden así, porque es más un desastre, que otra cosa-, hasta la increíble, Lovere, el mejor destino de todo el periplo. De vuelta, recalamos en la relajada y agradable, Iseo, que bien merece unas horitas.

Breves datos prácticos de un viaje a Italia, en pandemia


           -Volamos, a Bérgamo, por un precio de cinco euros cada tramo y cada viajero. Máxima puntualidad de Ryanair, ocupación no muy elevada del vuelo y escasos trámites en el aeropuerto (alguno más a la vuelta, donde incluso nos pasaron una inofensiva lata de alubias por el control de explosivos, quedando requisada).

        -Hemos estado tantas veces en Italia y, concretamente, en Lombardía, que nuestro quebradero de cabeza era hallar un recorrido inédito. Volvimos a Bérgamo, donde ya habíamos estado más de diez veces. Nos dimos cuenta, de que aunque habíamos visitado Milán dos o tres veces, lo habíamos hecho de una forma muy sucinta. E incorporamos a nuestro itinerario dos excelentes zonas, como son las del lago Maggiore y el Iseo (el de Guarda y el de Como, ya los conocíamos).

          -Basicamente, nos servimos de los trenes para viajar por la región. Los retrasos o las cancelaciones están a la orden del día, aunque se trate de convoyes regionales, que son los más baratos (más asequibles, que los de sus mismas características, en España). Los billetes, para mayor comodidad y aunque existen ventanillas, se obtienen en máquinas automáticas. Deben ser convalidados antes de subir y permiten la ventaja de ir haciendo paradas hasta el destino, a lo largo de seis horas, sin penalización. Raramente, pasa el revisor y si quieres, te la puedes jugar a montarte sin título de transporte, pero yo no lo recomendaría.

          -Si quieres ajustar tu presupuesto, es complicado pernoctar todas las noches en el mismo hotel, dado que los precios fluctúan, como si de tratara de la bolsa. Es necesario, estar trajinando varias veces al día, con Booking, para encontrar las mejores ofertas en las ubicaciones más adecuadas. A veces, es conveniente esperar a última hora, puesto que salen gangas, aunque normalmente, esto no ocurre los sábados, como en tantas otras partes del mundo.

        -En Italia, podrías ir circulando de gelateria -colas interminables, casi siempre-, a pizzería, sin apenas pisar el suelo, con el fin de alimentarte con solvencia. Sin embargo, la oferta de comida preparada de los supermercados resulta bastante buena y en ocasiones, se consiguen favorables descuentos. En este sentido y dónde lo haya, la propuesta más recomendable es, Lidl, aunque Penny Market no es mala opción.

Ragazza, colpire y ritardo

 

      La primera vez, que viajamos a Italia, corría el ya lejano año de 1990. Habremos visitado el país, desde entonces, más de treinta veces, aunque bien es cierto, que de la última ocasión, hace diez años, por lo que íbamos con ciertas expectativas de contemplar situaciones nuevas.

          Bueno, en este tiempo y como no podía ser de otra manera, Italia ha cambiado algo, aunque no demasiado. Existen tres palabras, que debes interiorizar desde el principio, si te desplazas al país transalpino. Si eres chico y heterosexual, la primera es , ragazza, porque allí las chicas son guapísimas.

        Y ya, para el común de los mortales, las otras dos son colpire y ritardo. La primera significa huelga. Después de más de treinta años viajando, las dos únicas cancelaciones aéreas de nuestra vida, las hemos tenido en Italia, por esta causa. Una, en 2008, volviendo de Turquía y otra en esta ocasión, aunque en ambas conseguimos una solución exitosa para la jornada siguiente. También, durante nuestro periplo, se canceló nuestro tren, que nos devolvía, a Milán, desde el lago Maggiore. ¡Pura normalidad!

          Lo del ritardo es, sencillamente, endémico. Ahora, hace treinta años y probablemente, dentro de dos siglos. Ellos hacen gala de esa informalidad, de que todo transcurra lento y tardío y pueden llegar a ofenderse, si es, que tú ves las cosas de otra manera.

        Las ciudades en Italia eran un desastre a finales de los ochenta: sucias, abandonadas en su mantenimiento y repletas de crispantes motorinos -hoy desaparecidos-, que campaban por todas partes. Hace casi dos décadas, que eso se solucionó, aunque ahora los arcaicos vehículos hayan sido sustituidos por los malditos patinetes e irrespetuosos ciclistas, que transitan a sus anchas por las aceras. Menos  mal, que como en Milán y para nuestra desgracia, no existen zonas peatonales, pues la cosa se nota menos.

          Si algo ha cambiado en Italia para el viajero de a pie, durante los últimos años, es el número de supermercados, que existen en el centro de las ciudades y además, con precios muy competitivos. Antes, te tirabas horas de desesperación para encontrar uno.


        No así, los hoteles de categoría económica. Si en Madrid y en pleno verano, encuentras una habitación con aire acondicionado por veinte euros, en Milán deberás pagar casi el doble por una vieja y mal mantenida con aparatoso y/o ruidoso ventilador.

          Si algo nos ha encantado en este periplo es, la normalidad con la que en Italia se vive el coronavirus. El 80% de la gente se ha olvidado de la mascarilla -que alivio, volver a ver caras- y el contacto físico ha retornado a la normalidad.

       Por ejemplo, en los supermercados la gente se amontona en las colas de las cajas, sin distancia alguna -ni entre personas o compras- y sin que la cajera de turno te venga a regañar, asumiendo funciones, que no son suyas. ¡Y paradójicamente, en Italia hay bastantes menos contagios, que en España! Esto, deberían explicarnoslo nuestros políticos, pero no lo harán, porque sencillamente, no se enteran de nada más, que de cobrar su poco merecido sueldo.

          ¡Ya va quedando menos, para que publique el post sobre la noche de Milán, que nos reconcilió con nuestra trasnochadora juventud, nos llenó de aventuras y casi puso en peligro nuestras vidas! Nunca sabes, donde la tienes.

sábado, 21 de agosto de 2021

Trámites para viajar, a Italia


        Pues sí. Hoy, hay que hacer trámites para casi todo. Nos prometieron, que si nos vacunamos, nuestra vida volvería a ser normal, pero la realidad es, que todavía dista bastante de serlo. Aún me entra la risa y el pánico, cuando para ir a un concierto, tienes que sentarte en una silla con mascarilla y distancia de seguridad. O para ir al fútbol -despues de haber pagado tu abono- debes completar un formulario y esperar las buenas nuevas de un sorteo.

          Afortunadamente -entiendase con cierta ironía-, viajar a determinados países, como Italia, resulta algo más fácil, que todo eso. Puedo confirmar, que gestionar un viaje al país transalpino, sigue siendo más sencillo y menos laborioso, que tramitar un visado a India, antes de la pandemia (aunque por los pelos).


        Tras comprar dos billetes, a Bérgamo, de ida y vuelta, por cinco euros cada tramo, comenzamos los trámites. Esta información se refiere a finales de julio de este año, pudiendo haber variado las circunstancias en momentos posteriores.

          Rellenamos el formulario localizador de viajeros DPLF -Covid 19-  a través de internet. Es parecido, al que completamos para ir, a Grecia, el verano pasado. Datos y más datos, pudiendo inventarse algunos -como el número de asiento en el avión, si aún no has facturado-, que conllevan una confirmación inmediata por correo electrónico.

          Para viajar, debes llevar el certificado de vacunación de la pauta completa -era nuestro caso-, una PCR reciente o una prueba de haber pasado el coronavirus.

          La realidad y llegado el día fue, que no nos pidieron absolutamente nada, ni al despegar, ni al aterrizar: ni el formulario de ingreso, ni el de vacunación y además, en , Bérgamo, al llegar a la terminal, íbamos todos juntitos, sin respetar distancia de seguridad alguna.

          Al regresar a España, rellenamos otro impreso -el mismo, que para volver de Grecia hace unos meses-, que te genera un código QR en tu teléfono móvil, que sí controlan, en Barajas, además de una toma colectiva de la temperatura. Pero, si te has despistado, lo puedes completar a mano y bolígrafo al llegar al propio aeropuerto madrileño.

Mieres y sus alrededores

 
       Como hemos ido tantísimas veces, a Asturias y ya no sabíamos, que visitar, recalamos en Mieres. La ciudad, aunque sin grandes atractivos destacables, resulta bastante agradable, con algunos monumentos interesantes, zonas peatonales plagadas de terrazas, donde se sirve sidra y restos visibles de su antigua actividad minera.

          Aunque desde este punto son casi innumerables y muy atractivas las rutas a pie, que se puedan llevar a cabo, me ciño a la que hicimos nosotros, siguiendo el curso, a ambos lados, del río Caudal, en esta época y en contra de su nombre, poco caudaloso, aunque con muchos saltos de agua, que parecen artificiales.

        El recorrido más interesante discurre hacia la derecha y está perfectamente acondicionado, aunque las sombras no son muchas. Se discurre a través de algunos pueblos, y después de unos seis kilómetros, se llega a Ujo, que tiene una preciosa iglesia del estilo de la zona.

          Después se gira a la izquierda, siguiendo el estrecho, pero divertido cauce del río Aller, hasta llegar a la peculiar localidad de Bustiello, que resulta bastante atractiva y que cuenta con una curiosa historia.

          Este pueblo fue creado por el Marqués de Comillas, dueño de la Sociedad Hullera Española. Un claro ejemplo de "paternalismo industrial". El empresario pone al servicio de sus trabajadores los medios disponibles para que estos vivan mejor y así sean más productivos y, evitando comportamientos que perjudiquen a la empresa.

          Vida mejor que el resto de trabajadores, pero poca independencia. ¿Es una jaula de oro?

        La construcción comenzó en 1890, con tres niveles: las viviendas para los mineros y sus familias, las casas para los ingenieros y los edificios de uso público. Así el poblado contaba con iglesia, casino obrero del Círculo Obrero Católico, escuelas para niñas y niños, sanatorio (al otro lado del río, solo se puede acceder por un puente), farmacia, economato, teatro, cine y campo de fútbol.

viernes, 20 de agosto de 2021

Vertiente izquierda de la Senda del Oso


              En 2016 hicimos el amago. Transcurría finales de noviembre y habíamos oído hablar de esta ruta verde, que se inicia desde Tuñon. Era un día lluvioso con el firme lleno de hojas secas, aunque mojadas y apenas pudimos llevar a cabo siete kilómetros, hasta la central hidroeléctrica, porque el recorrido estaba cortado por labores de mantenimiento.

          Ya, el verano pasado, pudimos completar la margen derecha de la ruta, que consta de unos 23 kilómetros y de la que existen amplias referencias en este blog. Y ahora y en un día algo caluroso, tocaba la izquierda.

        Pongámonos en situación: la Senda del Oso es una "Y" invertida, si miramos de norte a sur. Los diez primeros kilómetros son comunes y como ya lo habíamos realizado, caminando, los evitamos y nos bajamos del autobús en Caranga de Abajo, donde la senda se divide.

          Las ventajas de postularse por este recorrido son, básicamente, dos: lo lleva a cabo muy poca gente -frente a la casi masificación de domingueros de la vertiente izquierda, sobre sus bicicletas y con sus peligrosos remolques para alojar a sus perros- y la temperatura va bajando paulatinamente, siendo de unos cinco o seis grados menos, que en Tuñon.

          Desde nuestro punto de partida, transitamos durante unos quince kilómetros. Pero, a la vuelta y dado, que nos sobraba bastante tiempo, hicimos la ruta entera, que consta de veinticinco. En total y la suma sale fácil, cuarenta. Se debe ir bien provisto de líquidos, porque no vimos una sola fuente, salvo en Tuñon.

          El inicio es interesante, aunque al camino es algo estrecho y pedregoso, dejando a la derecha y encajonado, a distintas alturas, el río Trubia. Tras unos kilómetros llanos, llegas a unas formaciones rocosas muy similares, aunque menos espectaculares, que las que se levantan en el lado derecho, en Peñas Juntas. Desde ahí, ya no es largo el trecho, que lleva hasta el embalse de Valdemurio. Previamente, se ha transitado a través de tres túneles de la antigua vía de tren.

        Siguiendo el intuitivo camino se rodea parte del lago, donde se realizan actividades acuáticas de ocio, muy minoritarias. El terreno se vuelve sinuoso con varias subidas y bajadas algo exigentes y resbaladizas, pero en no mucho tiempo, el camino vuelve a ser plano hasta el final, dejando el río Trubia, a la izquierda. Hay bastante sombra, mucha más, que en la margen derecha.

          El firme es variable, combinando el pedregoso con el asfalto y apenas se discurre junto a la agobiante carretera. Se transita a través de diversos pueblos pequeños, como Villaorille, Arrojo, Barzana, San Salvador.

        Al final y tras cruzar el río y dejarlo a la derecha, el paisaje se muestra bastante más atractivo -aunque demasiado arbolado- y se termina atravesando un largo, estrecho y fresco túnel, que nos deja en la localidad de Santa Marina, junto a la entrada de una antigua mina (Mina Mariquita) en la que una explosión de grisú se cobró la vida de seis mineros en 1973 y cuya entrada ha sido recreada con elementos y componentes simulados para rendirles homenaje.