Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

miércoles, 14 de junio de 2017

El lunes, a Tokio

                            Plano de zonas de Tokio (Japón)
          Si nada extraño lo impide, el próximo lunes, 19 de junio, comenzaremos nuestro séptimo viaje largo y lo haremos, de una forma distinta a la prevista, inicialmente. Volaremos a Tokio, para empezar por Japón y no a Bangkok, adonde si lo haremos, después de haber visitado el país del sol naciente, con la compañía de bajo coste, Masabe Aviation, por menos de 100 euros y en vuelo directo.

          El billete a Tokio, no nos ha salido, sin embargo, tan económico, porque por diferentes razones, que no vienen al caso, se nos ha ido echando el verano encima y los precios se han elevado, notablemente. De los 288 euros, que nos pedía Aeroflot -la compañía más económica-, a finales de mayo, ahora, ya vamos por 370. Y encima, ¡con una súper escala de 14 horas en el aeropuerto de Moscú!, donde ni siquiera el agua del grifo es potable.
Tokyo y debajo, Nara (Japón)
          Tokio, es una ciudad, que siempre nos dio cierto respeto. Y más, desde que tenemos el plano y vemos, que la mayoría de las calles no tienen nombre. Por eso, nos hemos currado bastante la previa, como podéis ver en el dibujo de arriba, elaborando un mapa de zonas y sus distancias, tomando como eje la estación central de trenes, además de pasarnos varias horas al día delante del google maps.

          En esta misma área del país, visitaremos las cercanas, Yokohama y Kamakura. Después, abordaremos un autobús nocturno, de Willer Express, (https://willerexpress.com/en/) a Kyoto -unos 35 euros-, para en días sucesivos, arribar a Nara y Osaka, desde donde volaremos a la capital de Tailandia, para poner rumbo a Malasia o a Oceanía, después de haber pasado, por Phuket.

          Arribaremos al aeropuerto de Narita -el miércoles a media mañana-, desde donde tomaremos el autobús Access Narita -1.000 yenes- o el Keysei, que cuesta 900. Para alojarnos, aún tenemos dudas entre la zona de Taito -más céntrica- y la de Itabashi, pagando por una doble con baño compartido, entre 28 y 33 euros.
Kyoto (Japón)
          El otro lugar, donde pernoctaremos, será Osaka. No nos hemos puesto aún a la tarea, pero si hemos comprobado en Booking, que se promocionan alcobas dobles por menos de 20 euros. Nos da la sensación, de que Japón va a ser mucho más barato de lo que habíamos pensado -y de lo que casi toddo el mundo cree-, cuando ya hace cinco años, quisimos hacer este viaje y no pudo ser. En la actualidad, por un euro te dan unos 124 yenes.

domingo, 4 de junio de 2017

Un repaso a mi paranoia futbolera, antes de partir

No pongo fotos de fútbol, por problemas de derechos y sí, de paranoias, que he encontrado en google y que no son propias
          Tenía en mi mente de adolescencia, que aquel Madrid, que perdió con el Liverpool en la final de la Copa de Europa, de 1.981, era muy menor. Pero, viendo la alineación de aquel 27 de mayo y a las órdenes, de Vujadin Boskov, encuentro bastantes más notables, de lo que entonces se denominaba el equipo de los “García”: Santillana, Juanito, Stilike, Camacho... ¡y el propio Del Bosque!.

          Tenía 13 años y estudiaba 8º de EGB, en mi último año de internado. Recuerdo, que en aquel arcaico y dejado colegio, había dos salas de televisión (¡sí, en blanco y negro!). Por supuesto, la cena era prioritaria al fútbol para nuestros “educadores” y tuve, que lidiar con varios auxiliares, para tratar de escaquearme y ver el evento. Resultado: ni cena, ni partido. ¡Castigado y a la cama!. Al día siguiente, ni la amarga derrota, ni la represalia, hicieron mucha mella en mi y seguí con mi incipiente vida rebelde.

          Lo cierto es, que desde entonces y ya entrando en los cincuenta, nunca he visto perder al Madrid una final. En el casillero, se hallan las dos de la UEFA, de los ochenta y todas las benditas de los años pares, hasta la impar de ayer.

          Ahora y hace mucho tiempo, ya nadie me vigila o castiga por tratar de ver un partido, como entonces. Soy yo, el que no quiere una tele cerca, a más de quinientos metros a la redonda y ninguna otra posible causa de “infección” (bares cercanos con pantallas, personas con móviles o radios...). Mi pareja lleva 30 años conmigo y no se queja demasiado, de compartir su vida con un paranoico (no sólo en el terreno del fútbol).

          La final de la Euro, de 2.008, la vivimos, en Bangkok, de madrugada. Reconozco, que he tenido suerte, de que en mi trayectoria futbolera, no me hayan partido la cara. Muchos alemanes, aquel día y sólo un par de españoles, una francesa y una animosa thai, de nuestra parte, que complementarnos. A la postre, estos teutones son educados y gracias a la cerveza de más de siete grados, conseguí superar la gloriosa prueba, sin más taquicardias de la cuenta.

          Llegó el mundial. Cuartos en Italia y semis y final, en Marruecos. ¡Que gente más educada y respetuosa, nuestro vecinos del sur!. Aplaudiendo cada jugada de España, respetando, a Holanda y felicitándonos, uno por uno, al final del encuentro. Mi corazón explotaba, sin posibilidad de una sola gota de alcohol. Aguanté a duras penas el partido, pero no, la prórroga, hasta que en la lejanía, intuí el gol de Iniesta.

          Para la Euro de 2.012, nos preparamos, a conciencia y nos fuimos a Kiev, sin entrada y tras un interesante periplo por Polonia y Ucrania. Los nervios estuvieron bajo control, después de varios litros de cerveza en un día calurosísimo y de ir ganando dos a cero, antes de la media hora.

          Desde entonces, ya no he sido capaz de ver un partido de fútbol decisivo, salvo el de la Euro 2.016, contra Italia, que vi perdido desde antes del inicio.


        La Champions, de 2.014, nos pilló en India, durmiendo (¡que maravilla!). La de 2.016, recorriendo los alrededores de mi localidad y de vez en cuando, consultando el móvil, a ver el resultado. Ayer, he sido incapaz de saber nada de la final, tratando por activa y por pasiva, de mantener un férreo autoaislamiento, ¡pero fue imposible!.

          Traté de diseñar el día, para que fuera capaz de dormirme, entre las ocho de la tarde y las once. Dado, que la táctica no fue eficaz, nos fuimos a un animado mercado, donde regalaban limonada y trozos de embutido, para lidiar con la primera hora.

          Las jornadas precedentes habían sido calurosas, pero hoy corre un tormentoso -aunque agradable- aire voraz, Decidimos, volver a casa, a pesar de las fuentes contamiantes e infecciosas, que podemos toparnos, a nuestro encuentro, ávidas de dar muestras de como va la final. Coger un jersey es nuestra prioridad, aunque hay otra más inmediata: desarreglos intestinales.

          De repente y a través de los tabiques, escucho: ¡¡“gol, gol, gol, gooooooooool”!! y trato de asimilar, si el grito viene de mi vecino de la izquierda o del de la derecha. La cuestión no es baladí: uno es un tío normal y el otro un hijo de puta consciente, que ha educado a su demoníaca vástaga en el odio a los rivales, como hoy es tan frecuente en numerosas familias y en esta sociedad degradada e inconsciente.

          Confieso, que aún siendo muy del Madrid, recuerdo aquella final del 86, en la que el Barça perdió en los penaltes con el Steaua, de Bucarest en la que quedé muy apenado y lloroso. Hoy no sería posible, porque vivimos en un mundo de bandos y de odio.

           Mientras tanto, mi pareja quería ver el resultado, al descanso y yo le dije: “El año, que viene, me subo solo al monte, para no encontrar más interferencias”. De repente, pasa el autobús urbano, con Manolo Lama a toda mecha y además, unos chicos, que nos anuncian, que ha empatado la Juve

          ¡Imposible aislarse!.

          Supongo, que somos muchos los agobiados por temas tan menores y más, cuando de las últimas ocho finales, las hemos ganado todas.


          ¡¡En una semana, estamos en Bangkok, nuevamente!!.

viernes, 2 de junio de 2017

Porque cumplas cincuenta, tu vida no va a dejar de ser una mierda. ¡Vente con nosotros, a Bangkok!

          Desde hace ya unas cuantas semanas, cada mañana me levanto y el panorama resulta, entre una rutina y una obsesión. Como, quien saca a pasear al perro, lleva los niños al colegio o va a hacer su compra diaria, pero con mucha más adrenalina y nubarrones emocionales. Los buscadores de vuelos -especialmente, Trabber y Skyscanner- me odian y por supuesto, yo también a ellos. ¡Todo un sin vivir, en una vida, que me he buscado, sin que tuviera ninguna obligación!.

          Para más inquietud y turbulencias mentales, me faltan poco más de 20 días para cumplir los 50. Y antiguos amigos de mi ya desgastada generación -instituto, universidad y primeros curros-, de los que aún tengo su teléfono, llevan a cabo estupideces palmarias, al cumplir esa edad. 

          Llevo más de un año, despachándome con esos perfiles de whatsapp, que dan la sensación, de personas agotadas, deprimidas, frustradas, aisladas, vencidas..., que lo único, que han celebrado en sus vidas es, que tienen cincuenta tacos. ¡Porca miseria!.

          Un@s lo celebran con la hortera e infumable tacita conmemorativa –que le regalan sus injustos, incautos y despiadados, aunque sea, inconscientemente, hijos o familiares- y otros, lo hacen con camisetas, que indican -¡oh miserables esperanzados!-, que la vida empieza a los cincuenta. ¿Y para eso se gasto el estado el dineral, que invirtió, para educarlos y hacerlos seres prósperos?.

          Con cincuenta, habiendo tenido tan poca vida y siendo tan torpe, a lo mejor, que puedes aspirar -y lo dudo, tal como están las cosas-, es a prejubilarte y dedicarte a contar ovejitas. O si no, a quedarte en paro -después de una sacrificada vida-, a que te engañe el decadente y putrefacto sistema y “emprender”: vamos, lo de poner una tienda de mierda, de toda la vida, con elevado alquiler y escasas expectativas. O si no, a esperar a los 67, a ver si te toca la lotería de la pensión y te dedicas de por vida en cuerpo y alma, a gastar tus escasos ahorrillos en el Mercadona y a darle caprichitos a fierecillas de padres absorbentes, desaprensivos, egoístas y siempre ocupados (sobre todo, para hacerse cargo de sus hijos).

          Si todo va bien y antes de que esa maligna efeméride atraviese mi ya dilatada existencia, en muy poquitos días partimos para Bangkok. ¡El séptimo viaje largo, ya no puede esperar más!. 14 horas de escala, en Moscú, nos aguardan.