Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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domingo, 24 de noviembre de 2019

Una escala, en Estambul

                                  Estambul (Turquía)
          Partimos puntuales y llegamos, a Estambul, unos veinte minutos antes de la hora prevista. En total, hemos tardado cinco horas y media, de las urge dormido, casi cuatro y el resto no, porque hay, que atender a la comida. Al revés, que cuando vinimos, está mejor la ensalada -tomate, pepino, lechuga, aceituna negra y cremoso queso-, que el plato principal: una especie de hojaldre relleno de queso y especias y una tortilla francesa de dos huevos, que se pega a la bandeja. Antes de descender a tierra, otro bocadillo de queso. La primera vez, acompaño el almuerzo de vino blanco y la segunda, de cerveza.

          Nuestra escala se va a quedar, en unas 17 horas, si mañana no hay retrasos en el vuelo, a Madrid. ¡Paciencia! Y con el hándicap, que aunque este aeropuerto si dispone de wifi -en teoría, se obtiene un código, metiendo el pasaporte en una máquina-, este no funciona. Al igual, que a la venida.

          Parece,  sin embargo, que nos vamos a entretener. Cuando vinimos y como ya contamos, al pasar la zona de Transfer, de llegadas a salidas, no nos hicieron ni caso. Pero, en el impas de este mes, les han puesto maquinitas nuevas y los policías, se lo están pasando pipa, como niños con zapatos nuevos.

          Han puesto un detector de explosivos y que mejor forma de medir su eficacia, que haciendo pasar por el a una niña de entre dos y tres años, que se queda alucinada, aunque no le da por llorar. Y también han instalado, esa especie de cabina de ducha terrorífica, dónde te hacen entrar de pie y con los brazos hacia arriba, cierran la puerta y te observan, como Dios te trajo al mundo. Por aquí, obligan a introducirse a su madre y para que yo no tenga envidia, que voy detrás, después a mi. La cola, que se ha formado es importante, pero parece darles igual. En cuarto de hora, conseguimos salir de este pesado enredo.

          Nos encaminamos a la oficina correspondiente en busca del vale de comidas. No nos cuesta encontrarla, porque habíamos estado a la ida en ella. Podemos consumirlo -solo uno por cabeza, a pesar de la larguísima escala-, en el Burger King, en Popeyes (una cadena de pollo), en otro de pizzas y en cuarto restaurante de comida local con el que no damos hasta la tarde. Como, cuando fuimos, a Seul, hace ya cuatro años, también tenemos derecho a hotel, pero para eso, hay que entrar en el país y abonar el correspondiente visado. ¡Va a ser, que no!

          Nos encaminamos a la parte de arriba de este funcional y bonito aeropuerto, que es, dónde se encuentran la mayoría de los restaurantes de comida rápida. Alguien se ha dejado una bandeja de pollo crujiente sobre una de las mesas corridas y nos la metemos entre pecho y espalda. Se ve, que a su propietario, no le gusta demasiado el picante.

        El siguiente y entretenido paso consiste, en discutir con el personal del Burger King. Hay una cola tremenda y pasan de atender a los pasajeros, que venimos con el vale, de Turkish y no pagamos en efectivo el dineral, que cuesta la comida en cualquier restaurante de esta terminal aérea. Después de casi diez minutos, nos tenemos que plantar, acudir a las malas formas y de mala gana, nos sirven el menú. Yo no quiero Coca cola, sino  fanta y el chico se venga, diciéndome de muy pésimas maneras, que no está incluida en el lote.

          El susodicho lote consiste en una hamburguesa enorme -supuestamente,vde vacuno-, un paquete de patatas grande y la bebida de más de medio litro, aunque como siempre en estos sitios, la mitad del vaso es hielo. Solo entro a comer fast food en los restaurantes de los aeropuertos y, generalmente y como hoy, con vales de las compañías aéreas, así que a mí, la comida me sabe tan rica. Lastima, que ni hayan incluido algún pastek o helado.

          Completamos nuestra alimentación con las pocas deliciosas delicias turcas -llamadas también, lokum- de los omnipresentes Duty free, mientras damos vueltas y más vueltas y contamos  los minutos, de las que siempre terminamos hartos. ¡Ya podían ponernos un vaso de mojito, como a la ida!

          Tenemos un problema. Solo disponemos de una botella de medio litro de agua para los dos y para el resto de nuestra estancia, aquí. Hay dos alternativas viables: o cambiamos cinco euros para comprar algún refresco o líquido elemento -el agua del grifo en el aeropuerto no es potable- o compramos en la moneda europea, botellas de 33 centilitros de cubata con naranja, lima, melón, mandarina...(unos cinco grados). Cuesta cuatro euros una sola unidad -ya está bien-, pero si compras tres, solo te cobran las dos primeras.


        Finalmente,  no hacemos, ni una cosa, ni la otra, porque nos hemos dejado el abridor de envases de vidrio en el equipaje, que hemos facturado esta mañana. Y la terrible sed de agua, se nos termina pasando, ampliamente, una vez, que nos ponemos a beber vodka en botecitos pequeños, de menos de cien mililitros, que puedes acumular en el equipaje de mano. ¡Los borrachitos nos las sabemos todas, je, je!

 
        Sobre las doce de la noche y después de haber pasado por todos los estados  de ánimo, nos vamos a dormir, dado que el vuelo de la mañana es más tempranero y debemos madrugar. Este aeropuerto está genial para estos menesteres oniricos, porque dispone de enormes planchas acolchadas con espuma interior de diferentes formas y tamaños, dónde te puedes tumbar a tus anchas y a pierna suelta. Nosotros, nos hemos colocado los dos juntos en una redonda de color beige apagado. 

jueves, 21 de diciembre de 2017

Momentos impactantes de nuestros viajes de la era moderna

                                             Esta es de Egipto, en 2.006 y la de abajo, de Turquía, en 2.008
          Si, los momentos impactantes de nuestros viajes de la prehistoria fueron trascendentales, nada más determinante, que lo ocurrido al poco de arrancar el siglo XXI., que nos llevó a estar seis años sin arrimarnos a un sólo aeropuerto y limitando, sobremanera, nuestras posibilidades viajeras futuras.
Siria, 2.007
          -No ocurrió, de repente, por supuesto. Durante los últimos años del siglo pasado, había ido desarrollando cierto pánico irracional a los aviones. Y todo, acabó estallando en un vuelo de vuelta, desde Lanzarote y con Air Europa. Las turbulencias fueron tales, que casi desparramo la comida y la bebida por el asiento y sus inmediaciones. ¡Todavía se podía fumar en los aviones!, aunque alguien, no lo crea.

          -Un año después, tocábamos fondo. Después de haber recorrido decenas de países y de tener una situación laboral y económica envidiables, nuestras vacaciones consistieron en ir, a Cádiz y Málaga occidental, en mayo y a las procincias de Barcelona y Gerona -visitadas anteriormente-, en septiembre.
                                                                                                       Lesotho, 2.010
          -Una tarde de domingo de primavera, del ya lejano 2.005 y después de haber estado toda la jornada de cañas, caigo en un ahora decadente foro de viajes y leo las experiencias de una chica, en su periplo por Siria. Empiezo a pensar, que no no podemos perder sitios, como este y pongo todos los esfuerzos en superar la maldita aerofobia.
Egipto, 2.006
          Tras leer decenas de documentos sobre el tema, acabo decidiendo, que lo mejor es empezar por un vuelo corto. Las primeras vacaciones, de 2.006, fueron a Reino Unido e Irlanda y las segundas, a Egipto (cancelamos la idea de ir a Siria y Líbano, por el deterioro de la situación de este último país). Como curiosidad, mi pareja, que nunca había temido a los aviones, lo pasó peor, que yo, en este reencuentro con las aeronaves.

          -2.007, resultó el año más determinante y con más sabor agridulce, hasta el momento. Después de un revés laboral terrible y tras muchas dudas y deliberaciones, el 1 de noviembre, ponemos las bases para lo que iba a ser nuestro primer viaje largo, durante cinco meses, que llevaríamos a cabo desde febrero del siguiente ejercicio, hacia Sudamérica, Centroamérica y México.
                                                                                Jordania, 2.007
          -Tres años después y animado por un antiguo amigo argentino, nos embarcamos en nuestro tercer periplo largo, a través de África meridional y del este. No es, ni de largo, el itinerario en el que hayamos visto más cosas, pero sí, el que vivimos más emociones vibrantes y más situaciones difíciles (afortunadamente, todas bien resueltas, gracias a un posible intangible ángel de la guarda -supuestamente- negro).
Zimbabwe, 2.011
          -Al fin y en septiembre, de 2.011, después de haber visitado 106 países, arribamos, a India, después de un penoso, duro y largo proceso de gestión de visados, en Colombo. Desde entonces, hemos pasado casi siete meses en el país, en tres periodos distintos.

          -Al inicio de la Euro, de 2.012, celebrada en Polonia y Ucrania, se me enciende una luz y decidimos compaginar turismo y fútbol. Sacamos billetes de avión, con Ryanair, a Varsovia y además de conocer diversos países -como Moldavia y Transnistria-, asistimos a la final, en la agradable Kiev, en la que España goleó, a Italia.
                                                                                                        Ucrania, Euro, 2.012 y debajo, India, 2.011 
        -En junio, de 2.017, aterrizamos en Japón, después de tres intentos fallidos anteriores, que habían comenzado seis años antes, cuando incluso, habíamos tenido ya boletes aéreos comprados. La larga espera mereció la pena.

          Y para terminar, reseñar tres veces en esta historia moderna de viajes, en las que nos trataron de robar en nuestra habitación de hotel, siempre con la misma mecánica, en Malawi, Turquía del este y Bangladesh. Seguirnos y espiarnos, durante el día y aporrear la puerta de nuestra alcoba por la noche, para pillarnos, dormidos, desconcertados y así, abriéramos la puerta, dejando nuestras pertenencias y dinero en bandeja de los desalmados delincuentes. En ningún caso, lo consiguieron.

martes, 19 de diciembre de 2017

Momentos impactantes de nuestros viajes de la prehistoria.

                                   Plaza de España, de Madrid (15 de julio, de 1.987)
          Si no se producen novedades, voy a cerrar el año con un post sobre nuestras actividades navideñas y otros dos, recogiendo una serie de momentos, que marcaron, tremendamente, nuestros viajes, a lo largo de 30 años. Ya, desde hace tiempo, divido nuestros periplos por el mundo en dos categorías: los de la prehistoria -correspondientes al siglo XX- y los de la edad moderna, que llegan hasta nuestros días. Empecemos por los primeros.

          -15 de julio, de 1987. Viajé a Madrid, junto a la que un año después se convertiría en mi pareja y dos primos lejanos suyos. Dos objetivos importantes motivaban esta escapada: recoger nuestras calificaciones de primero de periodismo y en mi exclusivo caso, asistir al memorable concierto, de U2, en el estadio Santiago Bernabeu.

          La mañana fue perfecta, porque los dos aprobamos todo. La tarde ofreció contradicciones, en un claro dulzor amargo. Había quedado con un amigo, en Sol -frente a la Mallorquina-, para asistir al evento y tras esperarle, durante dos horas, me di cuenta, de que me había dado plantón. Volví al encuentro con mis acompañantes -no sé, como lo hice, porque no había móviles- y me quedé sin el histórico concierto. Ni siquiera, revendí la entrada a la puerta del estadio, a pesar de que en la radio decían, que daban 15.000 pesetas por ella (la había comprado, a 1.500). A cambio, pasamos una magnífica noche, que ayudó a poner los cimientos de una relación, que ya dura treinta años.
París, 1,989
          -Marzo, de 1989. Después de recibir una importante recompensa económica, viajo con mi pareja a París, en el ya mítico y desparecido tren, Puerta del Sol. Tuvimos un serio problema con el alojamiento reservado -no existía Booking, que también da inconvenientes- y nos ahogamos en una gota de agua. Tras dos noches, regresamos a casa, compungidos. Nos fundimos el resto del dinero en comidas, copas y juergas, en Madrid y prometimos, que nunca más volvería, a ocurrir esto.

          -Un año después y en Amsterdam, fuimos víctimas del único atraco, que hemos sufrido en nuestra trayectoria viajera. Por entonces, aquella ciudad era el estercolero de Europa. Mucha gente dudosa iba,directamente, al choque y en uno de ellos, mi pareja se puso furiosa y contraatacó. Los dos individuos nos acusaron de haberles tirado de la mano una cantidad de droga y tuvimos, que negociar una recompensa. Al final, nos sacaron 25 florines holandeses.                 Sofía, 1.997 
                                       
        -La Europa del este de los años noventa, era bastante más insegura, que viajar hoy por Sudamérica o por África (casi equiparable, a ser un pringado, en “Narcos”). Las extorsiones estaban a la orden del día y la primera, nos sobrevino, en -la por entonces, peligrosísima- Rumanía. Un desalmado y agresivo revisor -aún recuerdo sus gruesas botas y su abrupta mirada-, nos solicitó una enorme cantidad en concepto de reserva, que ya habíamos pagado al controlador, de Hungría. Tras una agria discusión, se tuvo que conformar con cuatro dólares, que teníamos sueltos. Estábamos solos en el vagón y pasamos el resto de la noche con un medio terrible, acordándonos de nuestras mamás.

          -Tres años después, en Sofia, fueron dos policías, quienes nos levantaron veinte dólares. Nos pidieron los pasaportes, cerca de la estación de autobuses, donde íbamos, para tomar un vehículo, a Estambul y se negaron, a devolverlos, sino pagábamos. Otra vez, la negociación fue a cara de perro, pero -por la cuenta, que nos traía-, sin abandonar la sonrisa.
Amsterdam, 1.990
          -Tras tomar ese autobús y sin ser nuestro objetivo, nos colamos de ilegales, sellando sólo en aduana, pero no en el puesto fronterizo. Al tratar de salir del país, al final de nuestras vacaciones, un policía nos indicó, que teníamos un serio problema y nos llevó ante su inmediato superior. ¡Acojonados y casi llorando!. Afortunadamente, este hombre era joven y poco castigado por la vida y por sus mandos y entendió, a la perfección, nuestras explicaciones.
Budapest, 1.991
          -En septiembre, de 1.998, sufrimos el único robo en un alojamiento, en nuestra dilatada experiencia viajera y resultó ser, una triste bolsa de aseo vacía de mi infancia. Llegamos al cmaping, de Torun, en Polonia. No había casi nadie y al montar la tienda, ya nos advirtieron del peligro de hurto. Así ocurrió, durante la madrugada siguiente. Yo ni me enteré, pero mi pareja oyó el ruido de la cremallera y se abalanzó sobre él, huyendo el ladrón a toda velocidad.
Estambul, 1.994
          Obviamente, cambiamos de alojamiento y nos fuimos a un motel, donde se practicaba la prostitución. Esa noche, pusimos el armario delante de la puerta de nuestra habitación y aún así, dormimos poco.

          -Al regresar de ese viaje, desde Polonia, a Praga, también solos en el vagón de un inquietante tren, fuimos advertidos por el revisor, de que no podíamos dormirnos hasta las cuatro de la madrugada y hubiéramos cruzado la frontera. En aquellos tiempos, no eran pocos, los que hablaban de los trenes del gaseo, en esta zona de Europa, donde te dormían con gases y te lo robaban todo. No sabemos, de la veracidad de esta historia, pero metía bastante miedo.
Munich, 1.991
          -Los primeros pasos de la independencia de Cataluña, los vivimos nosotros en nuestras carnes, en Zagreb, en junio de 1.999., Fuimos reprimidos en nuestra propia lengua, por un conserje extremista de hotel, que nos dijo, que nosotros no halábamos español, sino castellano, porque en la península se reconocían otros idiomas, como el catalán, un pueblo oprimido.

          Anteriormente, esa misma jornada, nos habían reñido en la calle, al vernos con una antigua guía Trotamundos, en cuya portada ponía: “Yugoslavia”.   Cualquier parte del mundo

jueves, 13 de octubre de 2016

22 años después

                                                                       Fotos de nuestro viaje a Grecia, en 1.994
          En 1.994, siendo bien jovencitos, ya estuvimos en Grecia, cuando ese país no era un centro de atención mundial, como ocurre -lamentablemente- desde hace tiempo. Era nuestro tercer interrail, que nos llevó por Francia, Italia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Turquía y el país heleno, en unos tiempos en que viajar por los países del este de Europa, era más aventurero y peligroso, que hacerlo hoy en día por África.

          En aquella ocasión, visitamos a fondo, Salónica, Atenas y Patras, para de una forma algo accidentada, tomar desde allí, un enorme, lento y abarrotado ferry hasta Brindisi, en Italia, en el que dormimos tirados en cubierta como angelitos, después de un par de jornadas complicadas y desquiciantes.


          22 años después y con muchas más canas y experiencias vividas, volveremos a la cuna del mundo clásico, para un viaje de unos 20-25 días, que se iniciará el 15 de noviembre próximo. Ello significa, que el ansiado séptimo viaje largo, se demorará por cuestiones diversas hasta la primavera de 2.017. Un agridulce premio de consolación para un ejercicio, como está siendo este, en el que no hemos salido de casa, más que a conciertos, a pasear o a tomar algo


          Los boletos aéreos de ida están comprados, con Ryanair. 30 euros para los tramos Madrid-Bergamo-Atenas. El hotel, en Atenas, también reservado por 15 euros/noche (parece algo cutre por las fotos y las críticas, pero nada que nos eche para atrás). Nos tememos, que el resto de los alojamientos -salvo en Rodas-, nos saldrán bastante más caros. También el transporte, con precios similares a los caros de nuestro país, pero con menos oferta.


          Aún queda mucho trabajo por hacer, pero el itinerario lo tenemos prácticamente decidido: Atenas-Corinto (83 kilómetros)-Nauplia (56)-Mistra (126)-Gition (48)-Monemvasia (67)-Ioanina (55)-Kalambaka (106)-Meteora (6). En algún momento del viaje, aún por decidir, volaremos a Rodas, que es la isla, que hemos elegido.

          Para la vuelta, aún sin cerrar, valoramos cinco opciones, que económicamente no son muy dispares: desde Atenas, desde Rodas, desde Sofía, desde Skopje o desde Tirana. Nos gustaría, que fuera desde Albania, dado que el resto de países los conocemos a fondo y de esta nación, sólo visitamos el norte, en el lejano verano de 2.007.




          Ya iremos contando, De momento y en este post, os dejamos con algunas difusas fotos -entonces, alta tecnología a precios muy caros-, elaboras por nuestra Olympus de la época (750 euros costó en 1.986, aunque fue un regalo, que no nos podríamos haber permitido). Olympus, ya que viene al caso, tiene bastante que ver con Grecia.

lunes, 13 de junio de 2016

Comer en los aviones: una delicia con inmerecida mala fama

          Mientras terminamos de deshojar la margarita, a ver, si definitivamente, nos vamos a Japón en los próximos días -llevamos retrasando dos meses este viaje-, voy a escribir una entrada en este blog, sobre las aerolíneas donde mejor hemos comido, a lo largo de los últimos cinco años, descartando los periodos anteriores.


          Evidentemente, en ese corto periodo de tiempo, no hemos volado con más de 20 ó 30 compañías, con lo que puede haber muy buenas aerolíneas a nivel gastronómico, que no aparezcan aquí recogidas. El orden será descendente, terminando por la que más nos gusta. Vamos con ello.

5ª.- Afriqiyah Airways. Se trata de una aerolínea libia, con aviones muy nuevos, que nos transportó desde Trípoli, a Johannesburgo. Además de calidad, mucha cantidad de alimentos. Para un vuelo de ocho horas nos pusieron tres comidas. La primera, a base de carne al grill y ensaladas. La segunda, un semidesayuno, algo más ligero, pero completo. Y la tercera, un desayuno en toda regla, con kebab y una tortilla de dos huevos incluidos.


          4ª.- Qatar Airways. Hace tiempo, era la primera o la segunda en nuestro ranking, pero la calidad ha bajado en los últimos años -como sucede con otras de la zona, como Egypt Air y Royal Jordania- y también la cantidad. Una de las últimas veces, hasta nos regatearon el vino.. Hemos volado bastante con ellos. .En los buenos tiempos, un plato de enormes trozos de pollo al grill y con arroz al curry, ensalada de pescado marinado y macedonia de frutas, regados con excelente vino chileno y brandy, era una comida muy habitual. Para escalas de más de cinco horas, en Doha, sirven ricos platos gratuitos, aunque algo grasientos.



        3ª.- Emirates. En un vuelo, entre Dakar y Dubai, por ejemplo, nos sirvieron un enorme pescado con puré de patatas y ensalada de salmón y verduritas, al limón, regados con vinos de Nueva Zelanda, Sudáfrica o tinto de California, además de cuantos licores quisimos (el champán lleva cargo).El servicio a bordo resulta muy esmerado.


          2ª.- Srilankan Airlines. Extraordinaria compañía, con la que sólo hemos volado una vez, entre Dubai y Bangkok. Nos agasajaron con un delicioso, jugosísimo y enorme trozo de hammour -equivalente al mero, pero más sabroso-, sabiamente especiado y con tagliatelle, acompañado de una ensalada de dos pescados marinados.



        1ª.- Turkish Airlines. Esta aerolínea la hemos tomado hace menos de una año, para volar desde Madrid, a Seúl. La comida resulta antológica. Sirva, como ejemplo, este menú: cordero asado con puré de patatas picante, verduras varias al dente, bulgur y una fantástica ensalada de salmón marinado con crujiente de hierbas aromáticas, además de otra más normalita de aceitunas, queso y pepino. Vino y bebidas alcohólicas a discreción, al antojo del viajero. Para vuelos tan largos, se agradece este esmero



          ¿Quién dijo, qué en los aviones se como mal?. Probablemente, el mismo que ha tenido éxito con las cestas de publicidad en los portales, para evitar la publicidad en el buzón, que a mi me encanta.
Ninguna foto de las que ilustran el post, es propia.

domingo, 20 de marzo de 2016

Lo que hemos hecho por la cerveza (parte I, de IV)

          Comienzo una serie de cuatro posts, para comentaros lo importante, que ha sido la cerveza en nuestras vidas y las cosas -algunas, casi increíbles-, que hemos tenido, que hacer por ella a lo largo de 27 años de viajes por el mundo.

          Hay tres factores, que subyacen en casi todas las experiencias: camuflar con éxito, cerveza o alcohol en aeropuertos y países musulmanes; jugárnosla de noche y desatendiendo todo criterio de seguridad para conseguir, a toda costa, la preciada birra de turno y problemaspoliciales para beberla en la calle, en muchos países, como por ejemplo, Estados Unidos o Polonia.


          Aunque en Europa es fácil de conseguir, en casi todas partes, también pueden ocurrir contratiempos, que lo hagan difícil,
Esta y la siguiente son del salar, de Uyuni (Bolivia)
          1º.- Corría agosto, de 1.994. Ese año nos fuimos, a Estambul, en tren, a través de los países del este y volvimos por Grecia e Italia. Una mañana calurosa tomamos un convoy, que desde Sofía, nos debería llevar a la ciudad turca. Al bajar en la frontera, me golpeo la cabeza y me abro una pequeña brecha. Viajamos con Jordi y Xuclá, dos catalanes, que hemos encontrado , en Bucarest.


          Ya dentro del país otomano, nos detenemos en una caótica estación. Un avispado niño, de unos 7 años, vende cervezas frías, a un dólar, cada lata. En la cartera sólo tenemos un billete de uno y durante más de cinco minutos, debemos revisar todo el equipaje, para milagrosamente, encontrar otro. Entre los cuatro sólo juntamos 3 billetes verdes. Negociamos a la desesperada, para que el crío nos ofrezca las cuatro unidades, pero este no cede. Xuclá, que además, ha discutido con Jordi, se queda sin el preciado y ansiado premio.

          2º.- Ya en Turquía, nos pasamos tres horas y media, en Kayseri (Capadocia), andando y preguntando, hasta que casi a la hora de cerrar, encontramos una tienda especializada. ¡Salvados por la campana!.


          En 2.012 y en este mismo país, decidimos no hace noche, en Trabzon, después de 20 horas de autobús, por el alto precio de la cerveza -dos euros y pico, una lata de medio, en supermercado- y nos pegamos una buena paliza para llegar, a Georgia, donde nos atiborramos de ella.


          3º.- En septiembre, de 2.004, nos largamos a Suiza. Recorrimos el país, desde Lucerna y Lausana. Un día, al volver de una excursión, hacia el primer destino mencionado, constatamos, que era festivo local y los supermercados estaban cerrados. Ni cortos, ni perezosos, nos cogimos un tren, a Zurich, para adquirir con éxito, nuestro líquido elemento.

Bucarest (Rumanía)
           4º.- Hemos viajado siete veces a través de Marruecos -dos de ellas en el mes sagrado-, por lo que las anécdotas son interminables. La primera fue en 2.005 y durante el Ramadan. Tras ímprobos esfuerzos e investigaciones para conseguir cerveza, todos fueron vanos, hasta llegar, a Tanger, de vuelta, después de dos semanas abstemias. Finalmente, dimos con un pequeño supermercado, donde las tenían en cámaras cubiertas con negros e inquietantes cortinajes. Casi de forma clandestina y a un precio de contrabando, conseguimos unas 20 latas, forradas en periódico, que sacamos en bolsas oscuras. ¡Nos sentimos vigilados por el CNI!.
Estas dos  son, del velero Colombia-Panamá

         5º.- Entramos en Bolivia, en marzo, de 2.008, a través del parque nacional Eduardo Avaroa y el Salar de Uyuni, contratando un tour organizado, que compartimos -entre otros- con nuestras queridas amigas argentinas, Flor y Flopa. En los géisers y a 5.200 metros de altitud, inesperadamente, nos encontramos una botella de medio litro de cerveza, que engullimos entre los cuatro. En este caso, más que decir, lo que hicimos nosotros por la cerveza, deberíamos consignar, lo que nos regaló ella, a nosotros.


          6º.- En este mismo viaje largo, ya en Colombia -concretamente, en Cartagena de Indias-, contratamos pasajes en un velero -cinco días- para hacer una ruta por el Caribe y desembarcar, en Panamá. Un miércoles y tras mucho negociar con el capitán sueco, se comprometió a regañadientes, a llevarnos a una isla cercana, donde adquirir cerveza. Pero se fue haciendo el remolón -acorde con su nacionalidad-, según pasaban las horas.         
         Decidimos pasar a la acción. Cogimos la cartera y una desgastada bolsa de plástico y nadamos el medio kilómetro, que nos separaba de dicha ínsula. Negociamos con los indígenas -en dólares- y nos hicimos con un buen cargamento cervecero, que hubo que arrastrar por el agua con paciencia, a una mano, mientras con la otra se sostenía la cartera fuera del mar.


Continuará!.