Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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domingo, 30 de octubre de 2016

Memorias de una serbia, a sus veinte añitos

                                                                         Belgrado (Serbia)
          Han pasado casi diez años de este emocionante y agradable encuentro. Dado, que estamos en puertas de volver a los Balcanes, rescato de nuestro archivo este documento para el blog.
                    Esta y la de abajo son, de Mostar (Bosnia yHerzegovina)
          “Me ha hecho mucha ilusión subirme al autobús y escucharos hablar en castellano. Casi ningún español viene por aquí y tampoco es muy frecuente ver a turistas de otros países. La gente escucha hablar de Serbia y de Montenegro -se lo he oído a bastantes españoles- y piensa: ¡¡Ah!!, si estos son los de los Balcanes, allí donde todas esas guerras. ¡Qué mal tienen que estar las cosas para esta pobre gente!. Desde luego, que yo por allí no iría ni loco.

                                    Las tres de abajo son, de Sarajevo (Bosnia y Herzegovina)
          Pero en Serbia se vive con mucha tranquilidad y existen bastantes atractivos turísticos, además de su gente, que es muy agradable con los forasteros y muy hospitalaria. Mi país ofrece enormes posibilidades para el turismo rural y sobre todo, mucha animación y grandes fiestas tradicionales en verano, donde se disfruta a lo grande: la del beicon, la de los hombres que tocan grandes trompetas (ahora mismo, no me acuerdo como se llama)...

          A Serbia, no se le ha tratado muy bien en la mayoría de los medios de comunicación occidentales. No han sido justos. Nuestro país -de siete millones de habitantes- ha aparecido, como el malo de muchas películas.


          ¿Sabéis?. Ahora estoy aquí, en Montenegro. Ellos se separaron de nosotros de forma pacífica, es verdad, pero nosotros dijimos:

        -¡¡Qué les den!!. Ahora, los serbios dejaremos de ir de vacaciones a sus costas y de gastarnos nuestro dinero allí. Nos marcharemos a las playas de Bulgaria y de Egipto, como muchos ya hacen. Pero, sin embargo y aunque nos pese, seguiremos volviendo, porque aquí tenemos amigos. Y eso, a pesar de que a mi las playas de esta nueva nación no me gustan, porque son algo sucias. Pero Montenegro, posee ahora un evidente atractivo turístico, porque tiene unos precios muy bajos y las cosas son de calidad. No existen infraestructuras y no hay maquinaria. Todo está hecho a mano, pero bien hecho.

                                                   Esta y las dos siguientes son, de Dubrovnik (Croacia)
          Ellos nunca quisieron el dinar -moneda de Serbia- e incluso, cuando estábamos unidos, optaron por el marco alemán y después, por el euro. ¡¡Qué pintarán los de Montenegro con el marco o con el euro!!.

          Mi madre me llevaba de muy pequeña, a Dubrovnik, antes de la guerra. Después, no he vuelto a estar, pero sé, que sus playas disponen de las aguas más cristalinas del mundo. Sin embargo, los croatas son muy suyos, muy huraños, poco sociables y demasiado serios.

          De los eslovenos, ¡qué os puedo decir!. Son como los alemanes. Tienen poco que ver con los pueblos, que conformaron Yugoslavia.


          Bosnia me da mucha pena. Hay pueblos y pequeñas ciudades en el interior, que todavía están destruidas, casi completamente por la guerra. Nosotros a los bosnios siempre los hemos considerado, como un pueblo con pocas luces. En Serbia, siempre que se hacen chistes de tontos, los protagonistas son ellos.
        Esta y la siguiente son, de Kotor (Montenegro)
          ¿Qué pienso de Macedonia -replica, mientras frunce el ceño-?. Bueno, esos son para dejarlos aparte: gitanos, vagos, maleantes... En Serbia se piensa, que los andaluces de España, también son así”.

          Quien de esta forma habla es Alexandra, una serbia de unos veinte años, que conocimos en un autobús, que transitaba de Dubrovnik, a Kotor, allá por el verano de 2.007 y con la que charlamos de forma muy animada sobre nuestras inquietudes mutuas.

          Alexandra es una chica morena de impresionante belleza, de esas que llaman la atención por la calle y de una simpatía y sociabilidad extraordinarias. Aunque, no se muerde la lengua a la hora de decir lo que piensa. No habla abiertamente de política, aunque entre bastidores, si que manifiesta algunas de sus ideas. Si bien, para interpretarlas en su justa medida, tendríamos que conocer mucho más a fondo la historia pasada y presente de los Balcanes. Por eso, me limito a trasladar aquí lo que ella nos dijo, sin dar opinión propia sobre ello.

          La chica, por aquel entonces, había vivido un año en Zaragoza y pretendía estudiar decoración de interiores, en Barcelona. Hablaba un castellano perfecto -sin artículos, eso sí, como es costumbre en la zona-, con una riqueza lingüística admirable y con un increíble dominio del argot del momento de nuestro país, a lo que no le dio ni la más mínima importancia, cuando se lo hacemos saber. 
      Ulcing (Montenegro)

domingo, 24 de febrero de 2013

Y al principio no nos gustaba

                                                          Todas las fotos de esta entrada, son de  Roma
        Corrían los primeros días de agosto, de 1.989. Realizábamos nuestro primer interrail -que no viaje al extranjero-. a través de Francia, Holanda, Alemania y norte de Italia. Nuestro objetivo final era, recorrer la costa Dálmata, pero al llegar a Trieste, acabamos desistiendo de este plan. El tren, que iba hasta Split, tardaba  más de 16 horas, era demasiado viejo e incómodo -tengo la certeza, de que con veinticuatro años más, hoy aguantamos mejor estas condiciones- y estaba abarrotado, con la gente arremolinada o tirada por los pasillos, dando gritos, como bestias.


Reconsideramos distintas opciones y finalmente, acabamos tomando un confortable expreso nocturno. hacia la Ciudad Eterna. Fue así, de esta forma tan abrupta e inesperada, como tuvimos nuestro primer contacto con Roma. Hoy en día y fuera de España, es la segunda ciudad, que más hemos visitado -en diez ocasiones-, después de la maravillosa Venecia (unas 15 veces).


Lo curioso es, que en esa primera cita. Roma apenas nos gustó. Salimos absolutamente, decepcionados y en esa ridícula disputa, de ¿cuál es más bonita? , nosotros abogamos claramente, por sobreponer, por amplio margen, a Florencia sobre la capital de Italia.

Roma nos pareció, sin más, una urbe llena de «escombros» arqueológicos -con la excepción del Coliseo-, de polución, escasamente limpia y con sus famosas plazas o el singular Trastevere, vacíos. Y para colmo, la Fontana di Trevi sin agua, en obras y medio tapada. 

Tan sólo nos sentimos aliviados, por el frescor del agua de las numerosas fuentes, por colarnos en los autobuses públicos y por los inigualables museos del Vaticano. Ni siquiera, la pizza nos pareció la mitad de lo que habíamos esperado. ¡Demasiada masa para un chorrin de tomate, un puñado de orégano y una mozarella, casi invisible!. ¡Y la cerveza inaccesible, para unos estudiantes con beca, de tercero de periodismo!.


Evidnetemente, de aquella imagen de Roma, hoy nos queda bien poco. Tal vez, el cansancio -era nuestro primer viaje al extranjero de un mes-, el asfixiante calor, algunas obras paradas. el estar casi todo cerrado y la ausencia por vacaciones de los lugareños, se convirtieron en un diabólico cóctel, que nos transformó la realidad. Por eso, siempre recomiendo no visitar Roma en agosto.


Habitualmente, nosotros usamos una forma bastante objetiva -sobre todo, en Europa-, de medir el encanto de las ciudades: lo que nos van ilusionando en las visitas posteriores, a la primera. Praga nos pareció bellísima, pero la cuarta vez, se nos tornó vulgar. Cracovia, París, Londres, Amsterdam, Dubrovnik o Estocolmo, solo aguantaron hasta la segunda. Estambul nos pareció incomparable, en !.994 y 1.997 y nos decepcionó altamente, en 2.008 y recientemente, en 2.012.


Después de diez visitas, aún hoy, Roma nos sigue pareciendo estaxiante y por eso -con el permiso de Venecia-, la calificaría como la ciudad con más encanto de Europa. Por lo tangible. Pero aún más, por lo intangible. Y después de estar en Vietnam, Kenia, India o Bolivia, por poner unos pocos ejemplos, nunca volveremos a decir, que el tráfico en la ciudad, es alocado y caótico.


Cuatro o cinco días es el mínimo, para descubrir esta increíble ciudad, durante la primera visita. Nuestras últimas, han sido por circunstancias diversas, mayoritariamente, de una sola jornada, en la que siempre y metódicamente, llevamos a cabo el mismo recorrido, caminando.

A saber. Partimos de la estación de trenes, de Termini y vemos las magníficas iglesias, que hay de camino al Coliseo. Contemplamos el Foro, sus alrededores y el Campidoglio. Desde la plaza de Venezia, enfilamos hacia el Trastevere, donde paseamos, tomamos unas cervezas y, a veces, almorzamos. De ahí, al Vaticano y al castello de San Pietro.


Por la tarde, es hora de explorar las inmediaciones de la vía del Corso, que une la plaza  de Venezia con la del Popolo: a la derecha, la Fontana di Trevi y la plaza de España. A la izquierda, el Panteon y la plaza Navona. Si aún sobra tiempo, nos acercamos hasta la villa Borghese.

A pesar de repetirlo varias veces, nos sigue resultando igual de excitante.

Casi siemrpe, es un buen momento para escaparse, a la Ciudad Eterna. Pero, el mes que viene, con el circo religioso, que se nos viene encima, la experiencia puede resultar aún más apasionante.