Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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domingo, 21 de febrero de 2016

Conexión vintage

                                                                 Amsterdam, 1.990, arriba y Praga, 1.991, abajo
          Aunque las fotos de este post puedan parecer bastante vintage o incluso, para algunos, de tintes viejunos, debo indicar a los más jóvenes trotamundos -que han sido paridos con la creencia, casi cierta, de que el mundo cabe dentro de un teléfono móvil-, que esto era la alta tecnología a finales de los años ochenta.


     Estambul, 1.994, arriba y Budapest, 1.991
          Corrían tiempos, en que para escuchar música en la calle se necesitaba un walkman y en casa una cadena; para hablar por teléfono una cabina telefónica y para tener fotos al instante, sólo era posible con una rudimentaria Polaroid, hoy pieza olvidada de museo. 


                                                           Arriba, Praga, 1.991 y París, 1.990
         Palabras como casete, vinilo, carrete fotográfico, UHF o Mama Chichos, eran tan populares entonces, como hoy lo son, whatsapp, e-mail, pirateo, Gran Hermano VIP o spotify. La twitter de aquellos tiempos no era otra cosa, que pasarse notitas en clase, que iban de mano en mano. Eso sí, comíamos con cuchara, cuchillo y tenedor, calzábamos zapatos o deportivas y hacíamos botellón en calles y plazas, así que lass cosas en lo esencial, tampoco han cambiado tanto.
         
                                     Arriba, Etambul, 1.997 y Roma, 1.990
          No soy de mucho guardar, pero aún conservamos nuestra vieja Olympus OM707, con la que fueron inmortalizadas todas estas instantáneas, aquí presentes, a lo largo de los últimos ochenta y primeros noventa. Nos la regalaron en 1.986, unos tíos nuestros muy generosos, que habían ganado un pleito millonario por accidente de tráfico. Aunque, no lo creáis, costó más de lo que hoy vale un Iphone 6s: 125.000 pesetas o lo que es lo mismo, 752€.

                                  Capadocis, 1.997, arriba y Sofía, 1.997  
         Pero, no es mi intención, hacer de abuelo cebolleta y comparar unos tiempos con los otros y menos para reseñar, como cabría esperar, lo bueno que era lo antiguo y lo malo de ahora. Leyendo  estos días de atrás, algunos relatos míos, ya amortizados, he podido constatar, lo mucho que hemos evolucionado -no sé, si para mejor o peor-, como viajeros. Y es lo que me propongo en estas líneas, analizar esos cambios.

         
                                    Milán, 1.990, arriba y Sofía, 1.997 
          Como ya he escrito en este blog en otras entradas, nuestra trayectoria viajera comenzó una Semana Santa de 1.989, con más de diez días en París (¡mon dieu!). Aunque en esa ocasión fuimos de hotel, los periplos de los primeros 15 años viajeros estuvieron caracterizados por el camping, como forma de alojamiento. Más bien, por tradición familiar, que por ahorro de dinero o mentalidad espartana y sacrificada, porque nos fundíamos hasta el último duro, como si no hubiera un mañana. 


                                        París, 1.990, arriba y Viena, 1.991
          Aún recuerdo, como después de 45 días de alocado e intenso interrail por Europa, en 1.991, llegamos a casa tan campantes y risueños con tan sólo un franco y medio francés en el sufrido bolsillo.


                                                Estambul, 1.994, arriba y Sofía, 1.997
          Más o menos, en este tiempo, nuestras prioridades de mayor a menor por orden descendente eran: beber en grandes cantidades, bares y tapas; visitas turísticas básicas e imprescindibles; ser auténticos -eso incluía, cuanto más mierda encima mejor y la que llamábamos la bolsa del amoniaco, repleta de ropa ya usada-; conocimiento de otras gentes, culturas y viajeros; comer lo que caía en nuestras manos y control del presupuesto (nulo, por supuesto, porque daba muchísima perezita).


                                             Berlín, 1.991, arriba y Budapest, 1.991 
          Especial mención merece lo de ser auténticos, dado que no solo incluía mancharse los pantalones cortos con la grasa de la lata de bonito o la de mejillones, sino que esta también acababa por el suelo, generando imborrables manchas, aunque el lugar elegido fuese un puente sobre un canal de Venecia, la plaza del barrio viejo, de Praga o el coqueto casco histórico, de Korkula, en Croacia.


                                Praga, arriba y Berlín, ambas de 1.991
          En Europa nos conteníamos más, por aquello de la diferencia de precios, hoy casi inexistente. Pero, en España no nos cortábamos un pelo. Hubo un tiempo, mediados los noventa, que controlábamos y nos conocían en las zonas de bares de más de 20 ciudades patrias y no exagero. Es curioso, que teniendo no demasiado dinero, lo despilfarrábamos con alegría, a diferencia de hoy, que viviendo holgados, optimizamos hasta el último recurso económico. ¡Porca miseria!.


                                              Capadocia, 1.997, arriba y Estambul, 1.994         
          2.002, supuso un antes y un después, especialmente en las aventuras nacionales. Sin lugar a dudas, fue el año de los recortes, que aún perduran. Cambiamos, el salir de bares mañana y tarde, por tomar unas cervecitas o unos cubatas en el hotel o camping y redujimos las diarias comidas en bares o restaurantes, a ocasiones esporádicas. ¿La causa?. No miento si aún os digo, que sigo sin saberla.


                                            París, 1.991, arriba y Atenas, 1.994
          También y esto afectó a todos nuestros periplos por el mundo, de forma inconsciente, fuimos reduciendo hasta lo imprescindible, nuestros trayectos en transporte público urbano. Descubrimos lo gratificante de caminar a lo bestia. Así, nos pateamos ciudades, como Nueva York, Beiging, Hong Kong, Seúl, Buenos Aires, Río de Janeiro, Nairobi, Ciudad del Cabo, Londres o Roma por poner unos pocos ejemplos, sin usar bus o metro, salvo en los casos de venir o volver del aeropuerto.


                                                            París, 1.990 y Praga, 1.991
          La última tienda de campaña la tiramos en Irlanda, en 2.006, después de haber viajado por este país, Inglaterra y Escocia y casi no haber podido utilizarla por causas diversas. Hoy en día, ya sólo la usamos para escapadas muy concretas -fundamentalmente, festivales o conciertos-, en verano. Este periodo fue el inicio de una nueva época, en la que dejamos Europa y el norte de África, para abalanzarnos hacia el resto del mundo, a tumba abierta.


                                                               Venecia, 1.990, arriba y Atenas, 1.994
          Además de decenas de periplos de duración corta o media, entre 2.008 y 2.014, pusimos en marcha seis proyectos de viaje de larga duración, a través de cuatro continentes, dejando Oceanía para un séptimo, que esperamos llevar a cabo en no menos de 15 meses, incluyendo otros destinos inexplorados o ya visitados (India).


                                            Viena, 1.991, arriba y Budapest, 1.990
          Acumulamos muchísimas experiencias y casi desde el minuto uno, modificamos nuestros hábitos. Pasamos de turistas a viajeros más reposados -pero no, perezosos-; empezamos a valorar sobremanera la gastronomía de los distintos destinos, como asunto esencial; aumentamos nuestro tiempo diario de exposición en calles, plazas y mercados, para absorber hasta la última esencia; reducimos nuestro consumo etílico, hasta moderarlo; dejamos de pensar, que toda visita era imprescindible -costase lo que costase en esfuerzo o peculio- y a dar mucho más valor a la cultura y la cotidianidad de los indígenas. Pero sobre todo, organizamos mucho mejor nuestro presupuesto, para prescindir de gastos inútiles, aunque sin pasar necesidades. Quien no lleva apuntadas y distribuidas sus partidas de gastos en una aventura larga, no se llega a dar cuenta de la enorme cantidad de dinero, que se puede ahorrar -para estar más días, por ejemplo-, poniendo en marcha una contabilidad básica.


Bucarest, 1.994, arriba y Venecia, 1.990

         Nuestro orden de prioridades, de muyor a menor, quedó de una forma muy diferente al expuesto párrafos más arriba: conocimiento de las culturas y las gentes, compartir tramos de viajes con otros viajeros, la gastronomía local, caminar y caminar, organización del presupuesto y de la contabilidad -da mucha seguridad-, disciplina en el lavado de ropa y orden de nuestros bultos, beber cerveza u otras bebidas alcohólicas, las visitas turísticas imprescindibles e inaplazables...

          Como ejemplo de esto último, hemos estado cinco meses en India -en dos periodos distintos- y tres veces, en la ciudad de Agra y sólo hemos visto el Tej Mahal desde las terrazas, porque no nos da la gana pagar las 850 rupias por cabeza, que nos piden, que es el equivalente a tres días de vida completa en ese país, cuando no realizamos desplazamientos.

    Sibenik, 1.999
          Al margen del carácter personal y de la evolución de nuestros gustos viajeros, resulta innegable, que la tecnología ha modificado la forma de viajar de todos los que vamos siendo un poco veteranos. Hace 28 años, por poner un ejemplo, era imposible hacerse con un mapa de vías férreas de Europa, si no te pasabas tres días sollozando ante el funcionario de RENFE, de la calle Alcalá, de Madrid, para que te dejara hacer una fotocopia en din a4. Hoy en día, como todos sabemos, casi todo es posible, sin levantarse de un sillón y con un simple e irrelevante movimiento de dedo.
                        
          ¿Y qué nos deparará el futuro?. Supongo, que los cambios serán menos drásticos, que con los de la época de la juventud y tenderán a ir siendo más conservadores, paulatinamente. Posiblemente -y esto ya ocurre-, nos hagamos más temerosos, obsesivos y maniáticos, como suele suceder en el lento e inevitable camino hacia la vejez.
                                                                                                               Berlín, 1.991
          No queremos demorar demasiado tiempo el séptimo viaje largo, pues el arranque del sexto hace dos años, ya fue complejo, perezoso y muy convulso, durante las dos primeras semanas, en las que nos fue imposible estar allí y desconectar de lo de aquí. Anteriormente, nunca antes nos había pasado esto.

          Una vez, lo hayamos concluido, seguiremos viajando una o dos veces al año -siempre, que la salud lo permita y el cuerpo aguante-, por periodos, que generalmente y salvo excepciones, no serán superiores a un mes.
Roma es más eterna, que yo y así debe ser

  

miércoles, 20 de enero de 2016

27 años on the road... y los que quedan

                                      Todas las imágenes corresponden a sellos o visados de nuestros seis pasaportes

         Desde mi más tierna infancia, ya soñaba con hacer algún día el interrail o en recorrer América del Sur y Central por tierra, desde Patagonia, hasta México, pero lo más que conseguí, junto a mis padres, fue conocer casi España entera y buena parte, de Portugal.

          Corría enero de 1.989, cuando empecé a salir con mi actual pareja y debutamos a lo grande. Gracias a unos ingresos extraordinarios e inesperados, nos largamos más de una semana, a París. Aún recuerdo lo deslumbrados, que estábamos, a pesar de las tenues farolas -por entonces- de la ciudad de la luz. Se me quedó grabado para siempre, cuando dándonos un buen beso en la calle, vino a reprendernos una lugareña cuarentona. Pero, ¿no era este país tan liberal y España tan rancia y retrógrada?.


          Estudiábamos por entonces, tercero de periodismo y la verdad es, que nos importaba un pito lo que fuera de nuestro futuro. Nos gastábamos hasta el último duro -sí duro y no euro- en viajes, sin el mayor rubor. Como en aquella alocada decena de jornadas, en Vigo, durante ese mismo año, donde quemamos la noche gallega, en lo que supuso nuestro estreno nacional. No se me olvida aquella empanada de bacalao, de un ya desaparecido bar, cercano al puerto o las extraordinarias raciones de pimientos de padrón.


          Los noventa comenzaron sobre ruedas con dos interrailes, por Europa. Aún, me acuerdo del precio del primero: 28.000 pesetas, sin pagar una sola reserva, a mayores (como sucede desde ya hace mucho tiempo). Volvimos, a París; alucinamos con el barrio de la Luz Roja, de Amsterdam; nos paseamos por la sobria Alemania; quedamos alucinados con Italia y sus gentes; recalamos en Praga y Budapest, cuando nadie iba y una cerveza de medio litro costaba 40 pesetas. Y así, por más de 20 países, con un único gatillazo: bajarnos de un tren, que desde Trieste, iba hasta Split -por ir repleto y agobiarnos-, en Yugoslavia (sí, Yugoslavia y no Croacia).


          Tras dos años de proyectos más modestos, nos embarcamos en el verano de 1.994 -ya trabajando en la radio-, en un arriesgado y ambicioso periplo en tren, desde Madrid, a Estambul, yendo por los países del este y regresando por Grecia e Italia. Y Cuando digo arriesgado, no exagero: en aquellos tiempos era más aventurado y peligroso cruzar Rumanía y Bulgaria, que hoy África oriental, Sudamérica o India. Todos los viajeros, que nos encontramos de camino -especialmente, los húngaros y yugoslavos-, nos decían, que estábamos locos. Pero nosotros, echados pa'lante.


          Y creedme, si os digo, que la experiencia no defraudó en absoluto. Fuimos extorsionados por un revisor de tren, en Rumanía y por dos policías, en Sofía. Nos intentaron asaltar en el Expreso, Bucarest-Sofía y nos libramos, porque milagrosamente, aparecieron dos catalanes -Jordi y Xucla, un saludo, chicos, aunque haga más de 20 años, que no nos vemos-, que lo evitaron. Gracias a viajar cuatro juntos, no padecimos más incidentes, aunque intentos hubo.



          Hubo momentos tan malos, como ver a los niños saliendo de las alcantarillas para pedirnos dinero y tan buenos, como degustar un Chardonnai de lujo, al llegar a Estambul, comprado en la capital de Bulgaria, a 17 pesetas el litro. Recuerdo, que aquella noche apenas dormí, debido a la incontenible emoción, que me embargaba. Seguíamos sin tomar un sólo avión para nuestros viajes, porque entonces, no operaban las low cost y los billetes costaban un ojo de la cara. Pero, el ambiente en los expresos nocturnos lo compensaba todo, a pesar de los continuos apretones y las noches en vela



          Fue en 1.997, tras dos años con proyectos menos ambiciosos, cuando tomamos nuestro primer vuelo viajero (ya habíamos hecho otros por trabajo). Volvimos a Turquía, para visitar la parte occidental del país y Capadocia.

          Desde entonce y hasta 2.001, realizamos varios viajes por diversos países europeos, que nos hacen conocer ya, casi la totalidad de las naciones del viejo continente. En este último año, se produce un hecho, que marcará los cuatro siguientes. Volviendo de Lanzarote, padecemos un vuelo muy complicado y turbulento, que me lleva a una aerofobia, que ya se venía macerando, desde dos años atrás.



          Esto nos limita bastante, a usar trenes y autobuses. No obstante, somos capaces de llegar hasta Helsinki, a través de los países nórdicos y volver por los Bálticos y Centroeuropa o de ir a Marruecos, en ferry.

          En 2.006, tomo la decisión -sin haber hecho curso alguno y sin ayuda profesional-, de volver a los aires, en un tramo de dos horas -para probar-, entre Valladolid y Londres. Los días previos fueron terribles y a punto estuve de tirar la toalla. Pero, poco a poco fui aumentando las distancias: cuatro horas, a Egipto, cuatro y media, a Jordania... Aún quedaba el salto transoceánico y los vuelos de larga distancia, pero la cosa iba relativamente bien.



          En 2.007 nos casamos y aprovechamos el permiso retribuido para recorrer Siria, Jordania, Israel y Palestina, en uno de los periplo más encantadores de nuestras vidas. Aunque, Israel no fue fácil. Hoy en día, casi se nos caen las lágrimas, al acordarnos de ruinas y zocos, que nunca volveremos a ver.

          Sin embargo a la postre, 2.007 resultó ser el año de nuestras vidas, pero para mal. Gravísimos acontecimientos laborales nos llevaron a pedir una excedencia de un año. Y, como siempre hemos sido de los que buscan el lado positivo de las cosas y tras mucho pensarlo y organizar, nos embarcamos a primeros del año siguiente en el primer viaje largo y a mediados, en el segundo.



          Las diez horas de vuelo, a Río de Janeiro, no fueron inconveniente alguno para llegar pletóricos a la ciudad carioca. Creo, que aquel día puede ser considerado , como el más feliz de mi vida. Me sentía flotando en una nube, en una extraña y agradable sensación, que nunca antes había vivido.

          Se empezaba a cumplir mi sueño de infancia, aunque con alguna pequeña variante, que incluso, lo ampliaba y mejoraba. La sensaciones, que se acumulan en el primer viaje largo, no se vuelven a sentir jamás, aunque los destinos sean más exóticos o interesantes. Estás en un estado de liberación permanente, que resulta difícil de explicar, a quienes no lo han vivido.



          Tras cinco meses en América del Sur y Centroamérica y pasar diez días por casa, nos largamos al sudeste asiático, más de cien días. Nos empapamos de Asia hasta las trancas y absorbimos hasta la última esencia, hasta quedarnos casi exhaustos. Algunos problemas logísticos, ajenos al propio viaje, también contribuyeron a ello y la vuelta fue abrupta, dejando sin visitar, Myanmar, aún teniendo ya el visado en el pasaporte. El ejercicio sabático lo completamos con otros dos periplos cortos: este de Turquía y Túnez.

          2.009 se convirtió en una dulce transición, que nos llevó a China, Qatar y a Estados Unidos. Habíamos prometido no visitar este último país, hasta que no conociéramos el resto del mundo y nada más aterrizar, en Nueva York, nos dimos cuenta, de que los prejuicios siempre llevan a perderse muchas cosas y a cometer errores.

          2.010 nos trajo nuevos problemas laborales, que nos dejaron mucho tiempo libre para hacer viajes cortos, de entre una semana y tres. En total, fueron 16, por España, Europa y África. Tanto ir y regresar, casi nos trastorna la cabeza. En diciembre, arrancó la tercer odisea larga, la más aventurera y llena de anécdotas, que hayamos y vayamos a realizar jamás.. Recorrimos África austral y oriental, desde Sudáfrica, a Kenia. 101 fueron los días necesarios para poder cumplir todos nuestros objetivo.

          A los tres meses de retornar, arrancó el cuarto viaje largo, de corte más variado y que nos llevaría por primera vez, a India, después de haber visitado anteriormente, 106 países. Dos meses en el país, aún nos dejaron ganas de regresar en breve. Además de India, transitamos por Etiopía, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Myanmar, Tailandia, Malasia, Sri Lanka, y Nepal, durante medio año.

          2.012 fue tiempo de aventuras de mediana duración, a la Euro de Ucrania -que ganó España, como ya sabéis-, a Transnistria, a Georgia, Armenia, Kosovo, Macedonia... También, llevamos a cabo el quinto periplo largo por África occidental, bajando por tierra por el Sahara, hasta Senegal y Mali (con golpe de estado en vivo y en directo, para no faltar nada). Al año siguiente, volvimos al mercado laboral y todos nuestros destinos fueron aburridamente nacionales por primera vez, en casi 20 años.

          El sexto y por ahora último viaje de larga duración, se desarrolló, en 2.014 y nos llevó por segunda vez, a India, durante tres meses y a otros países, como Bangladesh. Sufrimos temperaturas de 50 grados, que pusieron nuestro cuerpo al límite. Afortunadamente, supimos sobreponernos, tanto física, como psicológicamente.

          Corea del Sur, durante 18 días, resultó ser nuestra última incursión internacional, hace tan sólo dos meses. Volvimos bastante entusiasmados, al descubrir una cultura distinta, a lo anteriormente contemplado.


          Después de 27 años y con casi 130 países visitados, aún tenemos fuerzas, al menos para seguir, durante otros tantos. Eso sí, a un ritmo algo más tranquilo, si es que sabemos. Por lo que no os penséis, que colgamos las botas y que este post es un recopilatorio nostálgico de nuestra trayectoria viajera. Continuamos on the road, hasta que el cuerpo aguante.