Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 29 de enero de 2024

La pesadilla de los billetes de dos mil rupias continúa y va para largo

           Al fin llegó el lunes. Después de dormir más de nueve horas salimos a las destartaladas calles -cada viaje, lo están mas-, en las grandes ciudades de India. 

          Habíamos trazado un plan para el día bastante milimetrado, pero cuando India se lo propone, siempre se sale con la suya.

          El primer objetivo era ir al banco, a cambiar los malditos billetes de dos mil rupias. Probamos en dos y la respuesta es la misma: solo se pueden canjear en el State Bank of India, que se haya en Central Secretariat.

          Nos dirigimos al metro y siguen los problemas: la máquina no acepta la puñetera tarjeta y nos cuesta encontrar las ventanillas, porque las han cambiado de sitio. En total, una hora desde el hotel hasta la línea amarilla, por la que debemos recorrer tres estaciones.

          Tras preguntar a varias personas y caminar entre monos hambrientos, llegamos al sitio indicado. Un policía nos dice que hoy está cerrado. ¿Un lunes?. Otro nos indica, que hay una sucursal cerca del parlamento. Pero allí, solo hay obras y más obras y el montaje de un escenario para el Día de la República. ¿Pero no es el 15 de agosto?. No puede ser festivo, porque todo está abierto. Al pasar por el banco, de vuelta, el primer policía nos llama y nos dice que pasemos. Efectivamente, nos lo certifica un empleado: está cerrado, sin más explicaciones.

          Se nos han fastidiado todos los planes de la jornada y no hemos cambiado los billetes. Lo dejamos para mañana. No tenemos más días, porque por la noche tomaremos un tren para New Jalpaiguri. Cuando ya casi nos hemos olvidado aparece una sucursal del PNB, donde mi pareja ha oído, que también los cambian. No es así, pero al menos nos dan la dirección exacta, que no es la que teníamos, sino donde nos mandó el segundo policía. Es la siguiente: Reserve Bank of India. Parlamient street.

          Continuará.....

Lo que pueden dar de si dos billetes de dos mil rupias

           La primera gestión fue la del visado, que obtuvimos con extraordinaria rapidez, entregando la aprobación y poniendo en una máquina, el pulgar derecho. A mí, como en la anterior visita al país, no me la leyó, por lo que debo carecer de ella.

          El primer inconveniente no tardó en llegar. La vez anterior nos habían sobrado dos billetes de 2000 rupias. Quisimos cambiarlo en cuatro oficinas del aeropuerto y de forma muy borde, en todas nos contestaron lo mismo: que no trabajaban ese billete. No entendimos nada. Pero no tuvimos que cambiar porque el metro al centro lo pagamos con tarjeta.

          La segunda fue caminar siendo noche cerrada, por calles imposibles, sin asfaltar, con el firme deteriorado con grandes socavones y con multitud de charcos y barros. El norte de India en invierno es mucho más duro, que en verano.

          Tercer descuadre. Han cerrado la tienda de la cerveza de siempre, aunque han abierto otra enfrente. Pero para llegar, debemos cruzar una terrible carretera a oscuras, con un tráfico brutal y con los vehículos sin ninguna luz.

          Cuarta adversidad. Queremos comprar unas botellas de güisqui y al ir a pagar nos espetan, que para ese billete, hablemos con el banco. Son las diez de la noche de un sábado y ni siquiera están abiertas las oficinas de cambio.

          Llega la quinta mala noticia: el cajero nos cobra un 9,50% de comisión. No nos queda otra, que asumirlo, porque tampoco podremos sino, pagar el hotel. Afortunadamente este lo encontramos sin dar demasiadas vueltas, aunque los precios han subido sensiblemente.

          Cinco contratiempos en menos de dos horas. El siguiente, dejo pasar la noche de por medio.

          Sexto problema. Queremos cambiar de hotel, porque el wifi solo lo tienen en la recepción. Preguntamos en casi veinte y desistimos, porque cuestan más del doble, que donde estamos. No es mala habitación, pero sí ruidosa.

          Séptimo quebradero de cabeza. Han cambiado la oficina de venta de billetes de tren y nos cuesta encontrarla. Todo ello acompañado, de que vamos rodeados de comisionistas, que nos dicen, que allí solo venden billetes para indios y nos quieren llevar a las caras agencias. Por supuesto, no creemos una sola palabra.

          ¡A por la octava!: rellenamos el formulario, para adquirir los boletos a New Jalpaiguri. Nos dicen, igual que a unos franceses, que estaban delante de nosotros, que los billetes de 2000 rupias los han retirado por la corrupción.  Y, alucinante, no se puede pagar con tarjeta en una empresa de más de un millón de empleados. Nos cuesta más de media hora ir y volver  a una oficina de cambio

domingo, 28 de enero de 2024

Saliendo de Emiratos

           Ingenuo de mi, después de cuatro viajes a India, que acumulan cerca de un año de estancia en el país, le había dicho a mi pareja días atrás: "después de tantas noches de dormir en el aeropuerto y de encontrar hotel, el día siguiente lo dedicamos a cuatro gestiones rápidas y el resto, a descansar ". La única forma de reposar en India es, no salir de la alcoba en toda la jornada. En el momento, que pisas la calle, problemas.

          Treinta horas, antes del vuelo, Etihad nos mandó un correo indicándonos que ya podíamos hacer el check in on line. Desconfiamos, porque la última vez, que volamos con ellos, hace poco más de un año, no fue posible. Mal hecho, porque en poco más de diez minutos, teníamos las tarjetas de embarque en el móvil, con asientos contiguos. Es la primera vez, en cualquier compañía, que nos permiten hacerlo por internet, habiendo un visado de por medio. Habíamos optado por la aerolínea d Abu Dabhi, por su reducido precio -unos ochenta euros -, a pesar de haber tenido con ellos un aparatoso aterrizaje de emergencia, a finales de 2022. 

          Salimos de Emiratos, sin problemas, ni en el control de pasaportes, ni en el de equipajes (toda una novedad). Hacia mucho tiempo que no volábamos -incluidos los trayectos de más de doce horas -, en una compañía, que entregué comida gratuita, por lo que devoramos el pollo con tomate y dalh y ensalada de pimientos y berenjenas, con salsa de queso y una especie de arroz con leche... Llegamos en hora.

La visita a la mezquita Sheikh Zayeb

          En algunos sitios de internet se asegura, erróneamente, que para coger los buses, en Abu Dabhi, debes comprar una tarjeta de plástico, que cuesta 10 dirham. La realidad es bien distinta: pagando 20 te entregan una de cartón gratuita, que te incluye unos 8 o 9 viajes -no es cifra exacta, costando cada viaje unos 7 céntimos, que puedes usar en las líneas que quieras. Todos los recorridos cuestan lo mismo, incluido el del aeropuerto. En el bono pone "temporary", pero no aclara el periodo que cubre. Para quien vaya tieso, decir, que resulta bastante fácil colarse en los buses de Abu Dabhi, porque son muy confiados.

          En el exterior de la terminal A, se toma el A2, que te deja enfrente de la estación de autobuses interurbanos. Debes cruzar el paso elevado al otro lado y coger el 94. Cada trayecto dura una media hora y el tiempo del transbordo resulta variable (10 minutos a la ida y más de media hora, a la vuelta).

          Si estáis en una escala, deberéis disponer de entre siete y ocho horas, para ir, volver y visitar el templo, sino queréis perder los nervios o peor: el vuelo. En taxi, tal vez os valga con cinco.

          El acceso es largo y complicado, sobre todo, si vais a primera hora, porque coincidiréis -como nosotros - con los numerosos y pesados grupos organizados. La entrada es gratuita. Se desciende hasta un enorme centro comercial y hay que ir hasta el principio -para que te empape de todas las tiendas y restaurantes, casi vacíos, donde te registran. El formulario es en árabe solo, pero tranquilos, porque lo rellena un amable empleado. Después y con el QR de la mano -nos lo pidieron más de 20 veces a lo largo de la visita - cruzas el mall entero y te indican el camino. Debes subir y bajar varios tramos de escaleras y transitar por varias cintas móviles, como las de los aeropuertos, antes de acceder al patio: ¡Un coñazo integral! Efectúan un riguroso control de equipajes, antes del acceso, donde dan especial importancia a la tecnología y a los cigarrillos electrónicos. Nosotros introdujimos alcohol y no lo detectaron, al ir en botes muy pequeños..

          La mezquita -construida en 1996- es grandiosa. Se visita el exterior, el patio -el centro está cerrado, por lo que las fotos salen sin casi nadie- y algunas estancias interiores, con el mirrab y una alfombra de más de 5400 metros cuadrados, elaborada en dos años, por 1200 artesanos del sector. En el recinto total entran  cuarenta mil personas. A las mujeres les basta con no ir muy veraniegas y un pañuelo para la cabeza.

sábado, 27 de enero de 2024

viernes, 26 de enero de 2024

Abu Dhabi

           Durante nuestra estancia en Inezgane, ya habíamos decidido, cambiar nuestros planes. Los vuelos entre Abu Dhabi y Mascate ya se habían disparado, al igual que los de esta ciudad y los diferentes destinos en India. Por otra parte y en la dirección contraria, habían caído drásticamente las tarifas entre Abu Dhabi y Delhi o Bombay. No fue difícil decidir dejar Omán para el final del viaje, a la vuelta, cerca de Semana Santa, y marcharnos directamente,  a New Delhi, para desde allí, tomar un tren hacia New Jalpaiguri, a escasos kilómetros de Darjeling, donde conseguir los permisos para Sikim.

          El cambio de rumbo, lo materializamos en nuestra escala en el aeropuerto de Viena, al reservar con Etihad y por 80 euros un vuelo con destino ala capital de India. Eso nos dejaba de margen, dos días para movernos por los diferentes puntos de Abu Dhabi, cuya principal visita y como no puede ser de otra manera, es la alejada Gran Mezquita. Ya estuvimos en esta ciudad en 2011, pero al venir solo unas pocas horas, rumbo a Ala In y Omán, nos equivocamos de autobus y nos quedamos sin margen de tiempo para visitarla 

          En la próxima entrada, os hablaremos de la logística de esta pequeña excursión, si se hace de forma individual pero de momento, nos vamos a centrar en los aspectos prácticos de esta ciudad tan dispersa.

          La mejor noticia es el transporte urbano, es muy barato, eficaz, frecuente, cómodo y nuevo. Para una estancia corta como la que hace la mayoría de la gente en las escalas no se necesita ni es recomendable, comprar la tarjeta permanente de transporte público, que cuesta 10 dirham al contrario de lo que se explica en muchos blogs que solo escriben de oídas.

          Lo más complicado y ya lo sabíamos de antemano, porque llevábamos dos semanas buscando, es el capítulo del alojamiento. Los hoteles convencionales, a diferencia de Dubai o Sarjah, son realmente caros. La mayor parte de la oferta de precio medio -económicos no hay-, está formada por los apartamentos turísticos, que en la mayoría de los casos son muy difíciles de loca, yienen propietarios despreocupados por tu situación y se suelen pagar por adelantado sin posibilidad de recuperar el dinero. Ante l situación de no poder hacer una reserva fiable, no nos ha quedado otra, que dormir dos noches en el aeropuerto. Evidentemente, la segunda la pasas mejor que la primera, porque vas descubriendo cosas y aclimatándote al sitio. Buen wifi y posibilidad de tumbarse en varios lugares. Desde luego, el ahorro compensa sobremanera, el precio a pagar por subir y bajar en el eficiente autobús.

          La mejor forma de alimentarse en Abu Dabhi - como nos pasó en el resto de Emiratos, en 2011-, es la gran oferta de comida preparada de los supermercados, mucho más barata, que la de los restaurantes de comida rápida o India, que predominan en la ciudad. Los super más baratos son los Lu Lu -más que los Coop-, y se encuentran en los numerosos centros comerciales, que tienen casi las dimensiones de ciudades enteras.

          La mezquita es única, la Corniche muy discreta -siendo la menos agraciada de todas las ciudades del golfo Pérsico-. Y sin casi más atractivos, entre moles de edificios similares, cuesta cogerle el pulso a la ciudad. Y se lo fuimos a tomar, poco antes de irnos, al descubrir la gran tienda y de las bebidas alcohólicas, que lejos de cobrar altos impuestos, venden a unos precios y muy razonables. Nosotros hemos adquirido una botella de ron cubano a 2,50 euros y medio litro de cerveza strong a poco más de un euro, lo que es imposible, en cualquier otro país musulmán. Está ubicada cerca de la estación de autobuses, junto al Queen Palace. Y tiene una apariencia muy discreta, porque no dispone de cristaleras en la puerta y está se abre y se cierra, con el acceso y la salida de los clientes, por lo que sino hay muchos flujos, es casi imposible percibirla. Abre de 9 de la mañana a diez de la tarde y en su rotulación pone "Drinks and Delhigts. Es un buen motivo para en el  futuro seguir, haciendo escala en Abu Dabhi.

jueves, 25 de enero de 2024

Bahía de Abu Dhabi, la mas fea de todo el Golfo Pérsico


 

Interior de la gran mezquita de Abu Dhabi


 

Otro vídeo 📹 de la gran mezquita, en Abu Dhabi


 

Gran mezquita de Abu Dhabi


 

Del verano al invierno y del invierno al verano

           Vamos del verano al invierno y del invierno al verano, como quien sale al supermercado o al banco. Y esto, nos está generando un insólito estrés estacional. Especialmente, en cuanto a la ropa, que debemos ponernos todos los días, o de la que podemos irnos deshaciendo. ¡De locos!. Día 26 de diciembre, en Kuala Lumpur, 33 grados. Día 3 de enero, en Valladolid, menos cinco. Antesdesyer en Agadir, 25. Ayer en Viena, menos 3  y hoy en Abu Dhabi, 28. Hay dos formas de acceder desde el centro de Agadir o Inezgane, hasta el aeropuerto de la zona. El Aerobús cuesta 50 dirham mientras que el número 37 sale por 4,50. Este último, no entra hasta las terminales, dejándome en la carretera, pero tienes la ventaja, de que en las inmediaciones hay un pueblito con casi to los servicios de alimentación y bebida.

         El vuelo de Agadir, hasta Viena, operado desde un aeropuerto muy funcional y donde no te tocan demasiado las narices, transcurrió sin novedad. Al menos para mí, que me pasé más de 3 de las 4 horas de duración, durmiendo.

          Ya comentamos en su día, que el aeródromo de esta ciudad centroeuropea, resulta muy adecuado para hacer una escala larga a cualquier parte del mundo. De hecho, también fue el inicio de nuestro noveno y anterior viaje largo, que comenzó hace  más de tres meses y que nos llevó hasta los primeros días de este año.

          Si conoces la bella ciudad y solo necesitas intendencia, cuentas con un amplio supermercado (de 6 a 22 horas), donde los precios son idénticos a los de la calle. Por ejemplo, medio litro de cerveza, a 59 céntimos; un bollo grande de pan, a 22 o 250 gramos de patatas fritas a 1,28 €. Además dispone de buen wifi, puedes cargar el móvil en los asientos y dormir en el suelo, sin que nadie te moleste. Pero, no iba a ser todo perfecto, porque en los controles de seguridad, te molestan bastante. Hace unos meses, fue la cámara de fotos y las pilas y en esta ocasión, sometieron a mi pareja al control de explosivos, así como a su mochila e incluso al pasaporte.

          Wizzair es una compañía casi perfecta, sobre todo, si pretendes viajar al Golfo Pérsico o a Oriente Medio. Nosotros habíamos pagado 43 euros, por un vuelo desde la capital austríaca, hasta Abu Dhabi. Salimos puntuales y tardamos cinco horas, de las que me dormí cuatro, a pesar de las intensas y frecuentes turbulencias.

          La entrada en Emiratos fue algo complicada. Menos mal, que no teníamos prisa, porque a mí me tuvieron que tomar las huellas y la foto, de dos formas distintas y al final, tuvieron que hacerlo manualmente. Eso llevo un rato largo.

lunes, 22 de enero de 2024

Agadir

          Dejamos atrás Essaouira, con sus infinitas gaviotas y gatos y con su espléndida tienda de bebidas alcohólicas que nos abasteció ayer de cerveza y que no conseguimos encontrar hace 18 años. Ya existía entonces, pero debía está cerrada por el estricto y estúpido Ramadán.
          
          Pero lo que no nos quitamos de encima, no o no, es el maldito y agresivo constipado que llevamos encima. Yo apenas, lo tengo hace tres días. Mi pareja, cumple hoy la jornada veinticuatro ya conseguido un récord histórico, al enlazar dos viajes largos, con parada en España, con el mismo trancazo.

          A pesar de llevar 35 años viajando y con nuestra extensa experiencia, seguimos cometiendo errores garrafales, sobre todo, al inicio de los viajes largos. Hoy ha ocurrido uno de ellos, pero como solemos tener tanta suerte, la posible adversidad, se convirtió en ventaja. No obstante, el día resultó un tanto complicado, para tener como único premio una puesta de sol maravillosa.

          Tomamos el bus para Agadir sin novedad. El día anterior, habíamos ido a la estación de Essaouira, a preguntar los horarios, pero en una maniobra de principiante, no preguntamos la terminal de llegada ( en el tercer mundo cada ciudad suele tener varias).

          NUESTRA INTENCIÓN INICIAL.  Llegar a la terminal de Agadir, donde recalamos en 2010, en nuestra anterior visita y buscar un alojamiento en el centro, sabiendo, que estos tiran a caros y que los más económicos son difíciles de encontrar por ser apartamentos privados sin demasiada señalización. Al día siguiente, cogeríamos el autobús 98, que nos dejaría, en Inezgane. Y de ahí, tomaríamos otro para el aeropuerto.

          LA REALIDAD. El autobús, se dirigió, directamente, a Inezgane, por lo que el desconcierto inicial fue morrocotudo. Tras conseguir aplacar el pánico y recorrer las inmediaciones de esta terminal, descubrimos, que este lugar es mucho más adecuado para alojarse, que la propia Agadir, teniendo este destino a 20 minutos de autobús y 3,50 dirham de precio.

          Además y en un espacio muy concentrado coexisten al menos diez hoteles económicos, veinte restaurantes de fresco pescado y marisco desde 20 dirham, la ración y un supermercado Marjane. A si mismo, desde aquí llegamos al aeropuerto sin trasbordo.

          LA INCERTIDUMBRE. Como no habíamos preparado el plan y no tenemos datos móviles con tarjeta local, se nos planteo una tarde algo incierta. Hasta la playa de Agadir, hay unas dos horas caminando y se hacen largas. El arenal, como el resto de la ciudad, ya lo conocíamos desde 2010, pero nunca habíamos visto su memorable puesta de sol.

          Pero, los problemas retornaron a la vuelta, al tratar de regresar en el autobús. Varios conductores se negaron a detenerse en nuestra parada. Desesperados y de muy mala gana, maldiciendo nuestra mala suerte, iniciamos el retorno, caminando. Tres paradas después y cuando ya no lo esperábamos conseguimos acceder a un vehículo.
      

Atardece en Agadir, a 23 grados


 

domingo, 21 de enero de 2024

Essaouira

           El segundo problema -también previsto- porque habíamos enredado en Booking, era el precio del alojamiento, bastante más caro que en otras zonas de Marruecos. Nos costó casi una hora y muchas vueltas, dar con uno, que estuviera bien y que se adaptará a nuestro precio (14 euros).

          La medina de Essaouira no es exactamente como recordábamos de nuestra visita anterior, hace 18 años. Entonces era un lugar sucio y decadente, con necesidad de grandes reformas. Parece que en este tiempo las han hecho y además hoy en día, no hay un solo papel o plástico en el suelo.

          Estamos a mediados de enero, pero incluso en esta época, hay bastante turismo en la ciudad, fundamentalmente, francés y español, que mantiene las tiendas del zoco y los numerosos y caros restaurantes o tenderetes de comida. Lo que menos nos gusta en materia culinaria en Marruecos -también ocurre en el norte -, es que se han puesto de moda los panini, el falafel, los shawarma, los tacos...cuando la rica cocina tradicional marroquí no necesitaba de nada de esto.

          La mayoría de negocios se encuentran en tres amplias calles dentro de la medina que están a rebosar con negocios de todo tipo, entre ellos los del aceite de argán que son gestionados por cooperativas de mujeres y los que venden toda clase de remedios entre los  que se encuentra la "viagra femenina". El resto de calles -algunas son muy arqueadas y coloridas-, y como ocurre siempre, están vacías. Su muralla no es muy espectacular, aunque sí sus puertas exteriores e interiores.

          Tiene una amplísima plaza. En uno de sus extremos, se encuentran unos cuantos restaurantes seguidos con terraza donde degustar una variedad casi infinita de pescados y mariscos, a precios de vértigo (no se os ocurra meteros en ostras o bogavantes). En otro, han instalado una pantalla gigante, donde hoy, centenares de lugareños -mujeres incluidas y muchas muy jóvenes -, disfrutaban con pasión del partido  de la copa de África, entre Marruecos y Congo. En este país vimos la final del mundial, que ganamos y entre los numerosos espectadores no había ni una sola fémina, así que algo es algo.

          En el exterior de la medina, el protagonista es el mar, con el largo paseo marítimo y la playa, las vistas desde la muralla y la Scala del puerto, donde se encuentra el bastión y las famosas barcas de colores.

          Existe otra Essaouira distinta, profunda y llena de basura y escombros: es la del extrarradio. Entre ella, está el camino de la estación de autobuses, desde donde mañana, partiremos para Agadir.

Primera aventura y primeros amigos del décimo viaje largo

           Salimos de Valladolid con menos de cero grados y con una ventisca, que penetraba hasta las entrañas, a pesar de ir vestidos con mil capas, de las que nos deberemos ir desprendiendo, paulatinamente, porque vamos hacia el calor (ahora mismo en Essaouira, 21 grados). Camino de Madrid, a la altura de Arévalo, cayó una nevada descomunal.

          Por precaución y aunque no salimos demasiado pronto, dormimos tirados en el suelo de Barajas y nadie nos levantó. Partimos en hora, en un vuelo medio lleno y que aterrizó, sin novedad en Essaouira. 21 grados, aunque con fuerte aire. Muchos controles de pasaporte -y uno de equipaje -, aunque todos rápidos.

          Afrontamos el primer problema, ya previsto: llegar a la ciudad , en transporte público. Habíamos encontrado en internet los horarios de la línea 2, que va desde Sidi Kauki a Essaouira. La chica de información del aeropuerto nos confirmó su existencia, aunque con otra hora distinta de paso. Debíamos salir a la derecha desde el aeropuerto, pero el problema es, que no existe parada, como tal 

          Encontramos a una pareja de españoles, buscando lo mismo. Ella estaba muy nerviosa y terminaron pagando una barbaridad por un taxi. Nos quedamos solos, aunque por poco tiempo, porque de una aldea colindante, comenzaron a salir mujeres y niños -con balones incluidos-, que vieron en nosotros un entretenimiento y un espectáculo. También llegó un hombre muy agresivo, del que nos costó librarnos. Malamente logramos entender, que donde estábamos, al lado de un mojón, pasaba un vehículo para nuestro destino a las 6.

          Estábamos de suerte, porque por la carretera apareció otra pareja de nuestro mismo vuelo: Foix y Miguel, de mediana edad. Ella tiene una tienda de flores, en Menorca. Están bastante viajados -aunque son más amantes del senderismo, que de las ciudades -, por lo que la conversación fluyó rápido, sobre las interminables aventuras de unos y de otros. En concreto, su último gran hito, había sido, ir desde Santiago de Cuba, a La Habana, en bicicleta.

          Mientras charlábamos fueron parando diversos taxis y similares, que trataron de desplumarnos, sin éxito (nos pedían 10 euros por cabeza, no negociables). Pero nosotros, firmes, esperando el bus urbano. Eran ya más de las seis y no venía pero como estábamos tan entretenidos... De repente y casi sin percatarnos de ello, paró una furgoneta bastante nueva, que por 25 dirham cada uno -poco más de dos euros, costando el autobús de línea 1-, nos llevaba hasta la puerta de la medina. Se trataba de un hombre avispado, que venía vacío de vuelta y que prefirió llevarse un pellizco, que no sacar nada. Además y de camino, hizo algunos otros recados, que también le supusieron una retribución adicional.

          Llegamos de día, con el zoco en plena actividad. Eso sí, nunca sabremos si el autobús terminó pasando. Nos despedimos de nuestros dos nuevos amigos. La tienda de Foxi se llama 2manyflowers y está en Mahón. Si pasáis por allí, dadle recuerdos de nuestra parte.

Medina de Esaaouira, de noche 🌉🌃


 

Olas, en Esaaouira


 

Marruecos 🆚 Congo, en la copa 🍸 de África


 

La Scala, en Esaaouira


 

Mercado de Esaaouira


 

Domingo de mercado, en Esaaouira


 

viernes, 19 de enero de 2024

¡Comienza el décimo viaje largo, en pleno 💯 temporal

           Ha comenzado hace unas horas, con la presencia de un virulento temporal, nuestro décimo viaje largo, que no será tal, evidentemente, hasta que no pasen unas cuantas semanas.

          Del noveno viaje largo, finalizado hace diecisiete días, hemos publicado 33 posts, restando otros 34, que no verán la luz 🚦, hasta que regresemos a España, probablemente, después de Semana Santa.

          ¡Disculpad las molestias!.

          En breve, los vídeos de está nueva aventura por Marruecos, Emiratos, Omán e India 

Tomando contacto con Kuta y con Indonesia

           Y Kuta nos absorbió  hasta las entrañas , con su abrasivo calor y su terrible humedad. ¿Cuándo será la estación fresca en Indonesia? Ni Google lo sabe.

          Hace cinco años de nuestra última visita a la ciudad y algunas cosas han cambiado. Mayormente, para bien, porque han clausurado con firmeza esas lúgubres oficinas de cambio, donde con diversas artes, te trataban de estafar hasta casi la mitad de tu dinero. Le han dado tan mala fama a la isla, que tuvieron _quien fuera-, que tomar medidas. En la mayoría de oficinas pone "honest y safe", lo que dice todo.

          También, han construido un decente y largo paseo marítimo, junto a la playa, por el que apenas se cuelan las insoportables motos. Si en n todo el sudeste asiático se prohibieran desaparecerían el 99% de los problemas de la zona.

          En el terreno negativo está la abultada subida de precios que es mayor IP en el último lustro que en la anterior década. El alojamiento - sigue, siendo barato -,  un 50%. El transporte, el 70%. La comida  y el alcohol en torno a un tercio y los tours o entradas a los sitios, hasta el infinito.

          De todas formas, lo de la correlación de precios en el tercer mundo, no tiene demasiado sentido para nuestra mentalidad sobria y occidental. A ver, nosotros estamos pagando 150 mil rupias por una habitación con aire acondicionado y bonita piscina. Un taxi desde el aeropuerto -apenas 2 kilómetros de recorrido -, que nosotros hicimos andando, porque hay hermosas aceras, sale por 200 mil. Y un plato de fusili en un restaurante, por 180 mil. A ver, como haces la digestión de todo esto.

          Lo que no cambiará nunca en esta isla es el número de pesados por metro cuadrado, que agrupa fundamentalmente al colectivo del transporte - y eso, que ya hay una esp de Uber (Gojek), como también ocurre en Vietnam - y de los mensajes, con el beneplácito de las tiendas, en general.

          Hoy hemos comprado para pasado mañana los billetes aéreos para la isla de Flores. Es estrecha, pero más larga de lo esperado. Se tarda unas once horas de transporte terrestre de un extremo a otro. Asi, que a sufrir, que sino se le coge cariño a los lugares.

          Estamos funcionando muy bien con Travelfrom -hace dos meses, ni los conocíamos - y hoy  nos han hecho el check in on line, sin siquiera pedírselo.

jueves, 18 de enero de 2024

Durante los últimos momentos, Vietnam se convirtió en un país más amistoso

           No se, si porque le hemos cogido el pulso al país o que por fin, nos ha vuelto la suerte - los primeros días nos abandonó por completo-, pero en las últimas jornadas estamos viviendo el Vietnam placentero. Ya, hasta la gente nos trata bien.

          Temíamos, que volver de Mai Chau, a Hanoi, pudiera ser complicado, porque no hay parada reglamentaria de autobuses, ni horarios. Pero un chico muy amable, que ya nos saludó ayer y que gestiona una tienda de reparación de motos, llevó a cabo todas las gestiones, a través de una llamada telefónica y en cinco minutos apareció un bus a la capital. Al llegar a ella, recalamos en una terminal nueva (la tercera, que ya conocemos). Un taxista bueno, nos indicó, que bus teníamos, que coger para llegar al lago central (el 2). La cobradora -amable y muy sonriente -, se deshizo en atenciones con nosotros durante los 45 minutos, que duró el viaje.

          Pero en el centro de Hanoi, nada puede ser idílico, da igual la hora y el día de la semana. Nos tocó, durante una hora patear el asfalto -que no las aceras-, en busca de un nuevo hotel, porque el de la vez anterior estaba completo. Y, a todo esto, sin haber probado bocado en todo el día.

          A la mañana siguiente y apurando el check out, compramos el billete de vuelta de Indonesia a Malasia desde Surabaya a Kuala Lumpur.

          Abandonamos Vietnam, sin problemas, ni en inmigración, ni en los controles de seguridad, después de haber pasado la noche en el aeropuerto. El vuelo de Vietjet partió puntual y en cinco horas -dormí cuatro de ellas -, nos dejó en el aeródromo de Kuta. El único trámite rápido fue pagar  los cerca d 30 euros de la visa con tarjeta de crédito. La gestión de la pegatina sobre el pasaporte fue más lenta y el control de aduanas, estresante, porque tienes que rellenar tu mismo un formulario en un ordenador para que te impriman un maldito QR.

          Los taxistas del aeropuerto,tan pesados como siempre, pero nosotros nos sabemos el camino para llegar a la playa y la zona de alojamientos económicos, andando, en menos de una hora. Llegamos de día y como nuestro hotel de hace cinco años se había subido a un guindo con los precios, recalamos en otro cercano.

          Es nuestro tercer viaje a Indonesia y está es la primera habitación con aire acondicionado de la que disfrutamos aquí. En la calle, 32 grados y una humedad bestial. En la alcoba, 16. Estamos con el jersey puesto, pero yo  el aparato del aire no lo apago 

Los precios en Vietnam

           Recordábamos bien. Vietnam es un país sin monedas. Está bien, porque al bajarte los pantalones nunca se te caen del bolsillo o no se quedan olvidadas en la mesita de la habitación del hotel. Parece ser, que durante un tiempo las hubo, pero decidieron remplazarlas por tres razones: pesaban mucho en la cartera, podían tragárselas los niños y al rodar, eran susceptibles de provocar accidentes, si las iban persiguiendo. Parecen explicaciones de chiste, pero para quien ha visitado el país y conocido sus realidades es totalmente comprensible.

          Sirva este preámbulo, para hablar de los precios en Vietnam. La estrella de lo barato son los hoteles, a cientos en cualquier parte. Por entre 10 y 15 euros, dispones de habitaciones nuevas o reformadas con baño propio, televisión, wifi, hervidor, cama amplia y aire acondicionado.

          El transporte va desde caro a muy barato. Lo mismo te piden 4 euros, para 160 kilómetros, que 6, para 40, o 9 euros para casi 350 . Todo , depende de la oferta y de la demanda y de cuanta paciencia tengas, en buscar alternativas.

          En cuanto a la comida, el principal problema es, que hay dos Vietnam. El que se come bien y variado -sur, centro y Sapa - y el de oferta comestible muy reducida (norte) Salvo que tengan bandejas preparadas, los supermercados no son nunca alternativa a la comida callejera o a la de los modestos restaurantes con sillitas bajas y mesas pequeñas situadas en las aceras, donde se sirve, fundamentalmente, pho. Los mercados nocturnos son escasos -salvo en Sapa- y suponen la alternativa más variada, aunque resultan mas caros, que en Tailandia. 

          Las latas de cerveza rondan los cuarenta céntimos y hay vodka local de 70 centilitros, a unos 3,70.

          Es el gobierno, para variar, el que se reserva la mayor parte del pastel. Cobran por todo, como ya sabíamos. Por poner un ejemplo ilustrativo: tour de cuatro horas por la bahía de Halong 150 mil dongs. Entrada a la bahía -disfrazada de parque natural - 290 mil  por cada uno (el precio medio de una habitación para dos personas).

¿Es Vietnam un país difícil de recorrer por libre?

           ¿Es Vietnam un país difícil de recorrer por libre?. Ocurre, digamos, como en China. Resulta bastante sencillo, si te mueves por las zonas más turísticas y transitadas -como hicimos en 2008-, pero las cosas pueden llegar a complicarse demasiado, si te sales de las rutas convencionales.

          En este segundo viaje a Vietnam, las dificultades han sido, fundamentalmente, dos.

          1.- El transporte.  Hoy en día, estamos acostumbrados a buscarlo todo por internet, pero la información sobre destinos no convencionales es escasa e inexacta. Ocurre lo mismo con las guías de viaje tradicionales, que confunden más, que aclaran. Bien porque la información ha cambiado o porque están mal documentadas.

          Después de dos semanas en el país, aún seguimos sin saber las estaciones públicas de autobuses, que tiene Hanoi. A lo que debes añadir, que muchos vehículos paran en sus propias agencias, ubicadas quien sabe dónde. Acceder a la terminal adecuada es perfectamente posible, pero requiere de mucha paciencia y de tener suerte con los ciudadanos que te cruces: irá bien, si son voluntariosos, hablan  cuatro palabras de inglés y no tienen demasiada prisa.

          En taxi tampoco resulta fácil, porque muchas veces, están más pendientes de timarte, que de entender el destino, que les demandas.

          2.- El entendimiento, otro gran problema fuera de las zonas menos visitadas por extranjeros. Hemos sudado tinta china, incluso, usando los traductores del móvil. La gente es muy reacia a tratar de ayudarte. No porque sean malas personas, sino porque saben que no pueden hacer mucho por ti. No entienden siquiera, ni how much, ni room, ni price, ni que les hagas el gesto del dinero, ni food. No tienen capacidad siquiera para mostrarte el precio en la pantalla del móvil o enseñándote el importe en billetes. Es una auténtica desesperación y cuánto más les atosigas, más se cierran, como es lógico.

          En cierta ocasión y con el wifi del hotel y el Sayhai, escribimos todas las posibles preguntas, sobre un transporte determinado. Cuando fuimos a enseñárselo a los que lo operaban resultó, que no sabían ni leer, ni en su propio idioma.

          Lo pasamos mal, los primeros días, cuando nos salimos de las rutas convencionales. Por el contrario y aunque menos, también vimos ejemplos reconfortantes y de personas aventajadas. El vendedor callejero que acepta pagos con códigos QR del móvil. La avispada gerente de un puesto de empanadillas, que supo explicarnos con una aplicación, que estaban rellenas de huevo y verduras. O la farmacéutica, que sin una palabra de inglés, supo entender en diez segundos que queríamos un medicamento para el dolor de cabeza.

Mai Chau

           Aún no habiendo amanecido,llegamos a la parada de la agencia, en un lugar indeterminado, al parecer no demasiado lejos del centro. No nos sirvió para nada, porque para ir a Mai Chau, nuestro siguiente destino, teníamos, que recalar en la terminal de Mydih, situada al sur. Quisimos tomar un taxi, pero nos pidieron cuatro veces, lo que estábamos dispuestos a pagar. No sabemos cómo, acabamos en manos de dos amables vietnamitas -señor y señora -, que nos llevaron en volandas, con cambio de autobus urbano incluido,¡Adiós al jersey, omnipresente en Halong y Sapa, durante la última semana!

          Mai Chau es una ciudad relativamente tranquila, que se distribuye, básicamente, en una alargada calle.  Todas las rotondas y la avenida principal están llenas de banderas del país y del partido comunista. En las cercanías, viven varias comunidades o aldeas, como los Pong Coog, que es la más visitada. Hoy estaban preparando una celebración, con cantidades ingentes de flores y disfraces de dragones, con los clásicos farolillos vietnamitas, que son más bonitos que los chinos. De todas formas exotismo, aquí, el justo, porque casi todas las cabañas de pilotes disponen de wifi 

          Mai Chau está sitiada por bonitas montañas, aunque como en Sapa, algunas están envueltas en nebulosa, a pesar de que el día está despejado. Tiene un lago y dos cuevas. A una subimos y solo vimos la entrada, porque estaba cerrada desde hace tiempo. A la otra, ni llegamos, porque las escaleras de acceso están destrozadas. No hay terrazas de cultivo en las cercanías, aunque sí numerosos campos de arroz, que no vimos en su máximo esplendor, al haberse producido la cosecha hace poco más de un mes. Quedan tan solo dos días para abandonar Vietnam. 

          Empezamos el país, algo titubeantes y con mala suerte, pero al final le hemos cogido el pulso. La penúltima noche la pasaremos en Hanói y la última, en el aeropuerto. Entonces, solo cinco horas y media nos separarán de nuestro tercer viaje a Bali. En el anterior, tuvimos exención de visado. Está vez, nos toca pasar por caja.

miércoles, 17 de enero de 2024

Un día extra para Sapa, lleno de descubrimientos y planeando el futuro

           Llevábamos un par de semanas dándole vueltas, a como seguir el viaje, una vez, que abandonaríamos Vietnam, a finales de Noviembre. Había varias candidaturas. Primero, cayó India, con Gujarat y los estados del nordeste, porque haremos un viaje exclusivo a esas dos zonas,a principios del año, que viene.

          Después, descartamos, Myanmar, por tener, que volver a Bangkok, a gestionar la vida y tampoco quedan allí muchas cosas por visitar. 

          Solo restaban Japón e Indonesia, con vuelos de precio razonable, desde Hanoi a Osaka o a Bali.

          Japón, tiene un par de dificultades, casi insalvables: es duro invierno y no vamos preparados en materia de ropa para ello y en algunas ciudades -a diferencia de hace seis años, en la anterior visita - los precio de los alojamientos están disparados. El cambio con el yen, sin embargo, sale muy favorable. 

          Así, que por descarte, vuelta a Bali, para desde allí, visitar algunas islas, como la de Flores, Sumbawa y tal vez, Timor. Descartado Sulawesi, por el alto precio de los vuelos. Hicimos cálculos de los días restantes en Vietnam y llegamos a la conclusion, de que mejor una jornada más en Sapa, que en Hanói.

          La casualidad y acometer inexplorados caminos, nos sirvió, para contemplar más terrazas de arroz y una nueva aldea nada turística, por un sendero caótico, que lleva a las afueras. 

          Además. callejeando, encontramos una agencia, donde los billetes de autobús , a Hanoi, cuestan casi la mitad y también son literas. Sospechamos de fraude, porque pagamos y no nos dieron billete físico o electrónico.

        Como el viaje era por la noche , descubrimos, que la vida, en la plaza principal era igual, que de día, con las vendedoras y su artesanía. ¿Cuando duermen?. 

          Las niñas pequeñas, sin embargo, habían dejado los llaveros y  bailaban con gracia ritmos achinados, junto a un bote, para recaudar dinero. 

          A estas horas, el mercado central ya había cerrado, pero a cambio, se había montado una enorme feria gastronomíca nocturna, con muchos puestos de los dulces rellenos locales, gominolas varias y los típicos tenderetes de salchichas, pollo, bolas de carne, pulpo o gambas. En esta ciudad, a diferencia de las anteriores, comer es un placer.

          El bus a la capital partió en punto y no me enteré del viaje de seis horas.

martes, 16 de enero de 2024

Explotación femenina en Sapa

           En la plaza principal de Sapa -la de la iglesia -, pululan decenas de mujeres -fundamentalmente de la tribu H'Mong, aunque también de otras-, vendiendo con afán su artesanía hecha a mano, aderezadas con sus ropas tradicionales. No hay ni un solo hombre. Entremezcladas con ellas, niñas de muy corta edad -algunas incluso, de 3 ó 4 años, cargando con sus hermanos menores a cuestas, casi siempre bebés -, mientras tratan de vender básicos y feos llaveros, a lugareños y turistas, con movimientos rutinarios y cara de pena.

          Este es el principio de sus vidas de mierda, que las conducirá a hacer lo mismo, que a sus madres, en la edad adulta.  Es un circulo vicioso y difícil de romper. Ni un solo niño. A pesar de que tenemos mucho mundo sobre la espalda, esto impresiona. 

          Para conmover a los posibles compradores, las visten con los trajes tradicionales y así parecen más graciosas, aunque de ellas -van como zombies -, no escapa una sola sonrisa. Para, que no caigan en el desánimo, las contentan con chupa chupa, algún dulce o una fruta. No sabemos, si esto está organizado por los padres, por los mandamás de las aldeas o por mafias o si fluye solo  El caso es, que con toda naturalidad y con total aceptación de los viandantes desarrollan su actividad en largas jornadas, hasta altas horas de la tarde.

          De vez en cuando -aunque, no muy frecuentemente -, algún adulto extranjero con sensibilidad se acerca hasta ellas, para preocuparse por su estado o el de los bebés, aunque responden con absoluta frialdad, al no estar acostumbradas a recibir cariño.

          Cerca de allí, en la calle de nuestro hotel, dos niñas juegan con una sola bicicleta, en lo que parece una situación de privilegio.

          No sabemos, a que se dedican los hombres o niños de estas tribus, aunque sea a lo que sea, seguro, no requerirá ni la cuarta parte de esfuerzo.

          Necesitaríamos escribir muchas líneas para juzgar estos hechos. Nos vamos a limitar a haberlos descrito, porque no tenemos fuerza para más. Si en el mundo existen organizaciones de voluntariado a favor de las mujeres, aquí tienen una gran cantidad de trabajo.

Alrededores de Sapa

           Vamos a tratar de explicar de una forma somera, lo que son los alrededores de Sapa. En general, no hay una infraestructura logística de agencias, que ofrezcan tours diversos y masivos, aunque sí hemos visto un par de operadores, que tampoco publicitan mucho, lo que ofrecen.

          A los sitios más cercanos se puede ir andando y a las de distancia media, conduciendo una moto o requiriendo  este mismo servicio con conductor. Lo más próximo es Hang Romong, una colina a menos de un kilómetro de la plaza. Se accede subiendo unas cuantas escaleras y tiene un parque y un mirador. Cuesta setenta mil dongs, que no quisimos pagar.

          A un par de kilómetros, se encuentra la aldea Cat Cat. En la actualidad, el acceso está lleno de obras, así que mucho cuidado y paciencia. Al principio, hay algunos negocios dedicados a los turistas, mientras contemplamos unas no muy espectaculares terrazas de arroz. Luego y recorriendo un camino casi sin asfaltar y siempre lleno de agua, se llega a una reconstrucción del poblado que cuesta 150 mil dongs, que tampoco pagamos (se ve parcialmente desde arriba).De fondo, en todo momento, un bonito paisaje de montañas. Si sigues caminando y ya casi sin gente ni tráfico, te encuentras la aldea de verdad, con sus casas tradicionales rurales, sus habitantes, sus animales (muchas gallinas).

          A una distancia superior a 8 kilómetros e inferior a 25, se hallan otras aldeas. A 14, los campos de arroz y terrazas más espectaculares. A una distancia parecida, una cascada.

          El monte Fasipan es el más alto de Vietnam, mide 3.200 metros de altitud o lo que es lo mismo,1.600 de altura más que Sapa. Se puede acceder a él en un treking -organizado o no, porque sí hay guías -de varios días o en un funicular o teleférico -muy caro-, tardando una media hora.

          Arriba del todo, se ha construido un parque temático religioso budista, con estupas, templos, pagodas y demás. En otra dirección, existe un puente de cristal.

          Vamos,que para quien tenga ganas y un alto presupuesto Sapa y sus alrededores pueden dar casi, para una semana entera 

3, 2, 1..., ¡Cuenta atrás ⏮️ para el inicio del décimo viaje 🤣🛩️ largo!

           Ayer y después de 24 horas de haberlo solicitado, nos ha sido otorgada nuestra quinta visa de India, en ésta ocasión, pagando 40 dólares, por un periodo de un año y múltiples entradas. Laa anteriores fueron, en 2.011, 2.014, 2.017 y 2.022, en Colombo, Madrid y dos e-Visa

          Nuestro objetivo es, pasar dos meses, transitando por Sikkim y los siete estados del noreste. Al margen de para el primero, parece ser, que ya solo se necesita permiso 🪪 especial, para Arunachal Pradesh (informaciones confusas, sobre si es gratis 🈚 o no)

          Volveríamos al país, el otoño, qué viene, para recorrer Gujarat y otras zonas colindantes pendientes.

          Antes de recalar en India, a primeros de febrero, pasaremos cuatro 🍀 días entre Esaaouira y Agadir, en Marruecos; tres 🕒, en Emiratos y entre cinco 🕔 y siete 🕖, en Omán.

          Si no hay catástrofe, partimos el 19 de enero -dentro de unas 80 horas-, con Ryanair, rumbo al país alauita, en lo que tiene intención de ser, nuestro décimo viaje ✈️ largo.

          En un principio, volveríamos después de Semana santa.

          Mezclaremos en este blog, los nuevos videos, con las entradas 🎟️ correspondientes al noveno viaje largo, no publicadas, que aún son más de la mitad 

          Esperamos tener suerte, en esta inminente aventura.

          ¡A la vuelta, nos vemos!

lunes, 15 de enero de 2024

Espectacular Sapa

           Y llegamos a Sapa -1600 metros de altitud, con 7 grados de temperatura, cuando hacía apenas cuatro días estábamos a 35-, a las 3:51 de la madrugada. Nos tumbamos en unos desvencijados sillones de la estación y pasamos algo de frío, aunque nos dormimos. Nadie nos molestó.

          A las 8:30 en marcha y al primer intento conseguimos un barato, céntrico y magnífico hotel. Perdimos el aire acondicionado, que hemos tenido en los anteriores, pero en realidad lo que nos hubiera gustado es ganar una buena estufa.

          Sapa es un lugar magnífico y eso, que todavía no hemos visitado sus prometedores alrededores. En materia gastronómica, no tiene mucho, que ver, con las penurias alimenticias, que hemos pasado en este país - en el sur se come mucho mejor-, incluyendo Hanoi. Aquí, son típicos los cerditos asados - por todas partes -, las castañas y unos dulces rellenos muy ricos. Pero también hay más de diez clases de Pho, salchichas, pinchos, pescados...

          Está localidad se parece más a Tailandia, que a Vietnam del Norte. La incesante actividad diaria de Sapa está salpicada por las vendedoras de las aldeas cercanas, que dan cabida a tribus minoritarias, que venden aqui sus productos de artesanía,con niñas de corta edad que a su vez comercializan llaveros y que cargan a sus espaldas con sus hermanos bebé.Las consideraciones éticas y humanas  sobre esto las haremos en otra entrada.

          Sapa tiene dos estupendas plazas peatonales -una de ellas, con una iglesia, a la que llaman la "Notre Dame" de Sapa, lo que es mucho decir-, un lago con puente incluido y tres mercados. El diurno, junto a la estación de autobuses y en el centro; otro de artesanía étnica y el nocturno, que combina alimentos con ropajes. Y todo eso, en un pueblo, que tan solo tiene 9000 habitantes, plagado de hoteles. Y es, que si Tailandia es el país con más puestos de comida callejeros del mundo, Vietnam y por lo que hemos visto, debe ser el de más número de camas por turista.

          La historia del centro comercial, que se encuentra cerrado, aunque nuevo, en el edificio del funicular, ya os la contaremos más adelante, porque la desconocemos, aunque algo raro hay.

          Terminamos el día con mal cuerpo, cuando vimos a un lugareño, sacando enormes peces vivos de una pecera, que colocaba en el suelo y les daba con un objeto contundente para partirles la cabeza. Dos más de estas y me hago vegetariano.

          Tras muchos sufrimientos, hoy ha sido el mejor día del viaje. Porque además, hemos encontrado el supermercado más barato del viaje, desde que salimos de casa.

Frustrado tour de la bahía de Halong. Rumbo a Sapa

           Nunca debí decir el día antes, que el de hoy iba a ser el primero sin demasiados problemas, en Vietnam, dado que los únicos objetivos eran llevar a cabo el tour de cuatro horas, por la bahía de Halong, que ya habíamos contratado y pagado y tomar el autobús nocturno a Sapa.

          De madrugada cayó el diluvio universal y nuestro abrupto despertar fue sorprendido por rachas de viento, casi huracanadas, como nos temíamos, al llegar al puerto, nuestra excursión marítima se había suspendido. Nos emplazaron para mañana pero nosotros ya teníamos los billetes, a Sapa, para esta noche.

          Al menos, nos devolvieron el dinero, sin problemas. La putada, realmente, no era haber perdido el circuito, porque desde la magnífica playa de Bay Chai, se ven las formaciones rocosas de la bahía, sino tener que llenar doce horas hasta la salida del bus, sin plan alguno. Cervezas y paseos sin rumbo por esta ciudad fantasmal, aliviaron el paso lento de las horas, en una urbe, donde si quitas los cuatro puestos de calduverios, apenas hay nada de comer. Lo más accesible -y sorprende -, medianas latas de bonito a 60 céntimos. El problema era el pan y finalmente, como ayer, conseguimos obtenerlo negociando con unas vendedoras de bocadillos de la estación de autobuses. 

          Como anochece antes de las cinco y media, las últimas horas en esta ciudad las pasamos en la terminal, escuchando y celebrando en la SER la gloriosa investidura de Pedro Sánchez.

          El bus llegó algo tarde y para nuestra sorpresa era con literas ( no nos gustan nada). Venía de otra parte y nos tocaron los camastros de arriba, que nos adjudicó impositivamente el alborotado y maleducado ayudante del conductor, que no paró de dar voces durante más de una hora, mientras organizaba las subidas y las bajadas del pasaje. Todo muy colorido, aunque ya lo habíamos visto mil veces antes, Buen wifi, aunque  vehículo sin baño, por lo que las paradas eran un caos al obligarte a viajar sin el calzado puesto. Hasta, que nos dormimos contemplamos toda esa habitual hilera de municipios asentados junto a la carretera, que parecen  muertos de día y que explotan al anochecer. Otros siete guiris nos acompañaron en esta aventura.

En Vietnam, es muy difícil ser pitoniso

           Nunca fuimos buenos pitonisos o certeros quinielistas en nuestras vidas, pero desde luego, en Vietnam, menos.

          De cinco predicciones, cuatro fallos.

          1. CAMBIAR DINERO EN BAY CHAI.

Previsión: difícil, dado que ayer, no habíamos visto ninguna casa de cambio y no son muchos los bancos, que canjean moneda. Resultado: muy fácil. En la primera entidad, que entramos, nos ofrecen la mejor tasa del viaje (26.000, por cada euro).

          2. COMPRA DE LA EXCURSIÓN DE MAÑANA A LA BAHÍA DE HALONG. 

Previsión: muy fácil. Existe una única ventanilla en el puerto, donde todo se gestiona con facilidad. Hay dos tipos de excursiones, que se diferencian en su duración y por los lugares a visitar. El precio del tour es moderado pero se ve incrementado por la entrada a una bahía, que ellos han decidido llamar parque nacional. Resultado: muy fácil. ¡Bien!

          3. COMPRA DE BILLETES DE AUTOBÚS NOCTURNO PARA SAPA.

Previsión: fácil. Resultado: dificultad moderada. No hubo nervios, pero estuvimos más de quince minutos para que nos entregaran los boletos.

          4. COMIDA. 

Previsión: muy difícil. Sin supermercados -solo tiendas pequeñas - y con unos pocos incomestibles calduverios callejeros, el mundo nos encaminaba a la jornada de ayer, donde nos conformamos con ricos helados y galletas. Resultado: fácil. En la terminal  de autobuses nos encontramos a una vendedora de bocadillos de dudoso relleno, que accedió a vendernos solo los bollos de pan, que rellenamos de baratas y grandes latas de bonito.

          5. HOTEL.

El fallo y problema más clamoroso del día. Predicción: fácil. Al fin y al cabo, nos quedariamos en el mismo sitio, que ayer. Resultado: muy desagradable, como suelen ser las sorpresas aquí. El día anterior habíamos rentado una buena habitación muy barata. Nos sorprendió, que sobre la mesa, hubiera un compendio de artículos adicionales, como cuatro botellas de agua, un tubo grande de pasta de dientes, cepillos nuevos .. Solo bebimos un par de botellas, pero el resto de las cosas, las guardamos en la mochila. Cuando volvimos de comprar la excursión e íbamos a pagar la noche siguiente, el agresivo recepcionista nos reclamó 20.000 dongs por el uso de estos productos. ¿Y, como sabía él que los habíamos utilizado? ¿Habría allanado nuestra habitación? Hubo una discusión muy desagradable -como todas aquí -, le devolvimos los productos, pero no le pagamos ni un dong más. Puso cara de gilipollas, como ocurre siempre aquí, cuando algo no les cuadra o cuando van en la moto.

          Bueno. Mañana debería ser uno de los días más fáciles del viaje, con el crucero de la bahía y el viaje nocturno a Sapa,  ya contratados y pagados, pero seguro que algo nos sorprenderá.

          La tarde la entretuvimos escuchando el gran discurso de investidura de Pedro Sánchez.



Al fin, en Halong Bay, pero no encontramos nada de lo esperado

           Cada día en Vietnam vives dos perfiles opuestos. Con la luz del sol, a partimos el cobre con los planes de la jornada -nunca sabes o puedes prever, los problemas, que te acontecerán-, mientras que con la llegada de la noche en los hoteles, pasas a disfrutar de tu momento casi balneario. Si todo en Vietnam fuera como sus alojamientos económicos, serían sin duda primera potencia mundial. Por entre 10 y 15 euros, habitaciones recién reformadas y pintadas, todas con baño privado, televisión, wifi con repetidor propio, aire acondicionado y nevera.

          El día de la partida de Haiphong comenzó como el rosario de la aurora. Dos motos estuvieron a punto de atropellarnos y en el banco, donde ayer nos aseguraban cambio, hoy nos dijeron,que no, sin mas explicaciones . ¡Vietnam en estado puro!. Así, que comenzamos una larga peregrinación por varias entidades hasta conseguir canjear nuestro dinero.

          Los problemas siguieron, con un par de microbuses, en la parada, hacia Bay Chai, que nos querían cobrar más de la cuenta. El pan nuestro de cada día. A la tercera llegó la vencida y con dos días de retraso llegamos a Bay Chai, punto de entrada a la bahía de Halong, no teniendo si más remedio, que pagar el importe del vehículo entero, aunque regateado. A todo esto, nos hemos gastado algo más de dinero, por enredar tanto, que si nos hubiéramos sometido a las exigencias de los estafadores y hubiéramos tomado el transporte directo.

          Nada de lo que hemos visto se corresponde con lo esperado. Imaginábamos un lugar lleno de guiris, de terrazas, de puestos callejeros, de agencias con comisionistas dando la brasa, de oficinas de cambio... Pues, no. Nada de eso hay, al menos en esta época del año.

          Desde la estación de buses y en una hora, llegamos caminando al centro de la ciudad, que no es demasiado caótica. Arribando a una rotonda, comienza una auténtica ciudad fantasma. A la derecha, hoteles de lujo, que culminan en una cuidada plaza, donde se ubica un centro comercial con todos sus negocios cerrados y abandonados desde hace tiempo.Hay un cartel, que anuncia un mercado nocturno. Alguien se olvidó de quitarlo, cuando desapareció no se sabe cuando.

          De frente y tras una hora de camino, se encuentra la oficina internacional de cruceros donde se pueden comprar a dos precios distintos y en su unico mostrador las excursiones por la bahía. Son baratas, pero el sablazo te lo pega el gobierno, que lo ha catalogado como parque nacional y te cobra 11 euros de entrada. A esta zona se llega a través de un cuidado paseo marítimo, que deja a la derecha al mar y una larga playa plagada de palmeras. Ni en uno ni en la otra hay nunca nadie.

          Cabe destacar, que viajar por libre a la bahía de Halong resulta infinitamente más barato, que hacerlo de forma organizada, desde Hanoi.

          Las posibilidades de alimentarse en Bay Chai son escasas y estamos pasando más hambre, que los pavos de Manolo.

          Desde aquí, hay bus directo a Sapa,por lo que no tendremos, de momento, que volver a Hanoi 

domingo, 14 de enero de 2024

Como preveíamos, una jornada movidita (por ser tan testarudos) . Parte II

          Pero la jornada movidita,aún tenía carrete para rato 

          9. EL CENTRO COMERCIAL. Con el hallazgo casual de este extenso complejo, en tan solo un par de minutos, la probable tragedia se convirtió en un resurgimiento meteórico. El wifi funciona a medias, pero nos da para localizar un no muy lejano hotel de tipo económico (en Vietnam son muy buenos)

          10. EL HOTEL. Se nos apareció Dios, porque no logramos encontrar otro de características similares, a lo largo de todo el día. De nuevo, habitación nueva, muy confortable con buen baño, televisión y aire acondicionado (aunque hoy es poco necesario).

          11. EL BANCO. A la vuelta al centro comercial, encontramos una entidad, que cambia dinero (la única). Es peor, incluso que el del aeropuerto, pero no es muy lesivo.

          12. COMER Y BEBER. Al volver al centro comercial y visitar su supermercado, encontramos un montón de especialidades recién preparadas. Por poco más de un euro cada uno, nos llevamos un pesado bandejón con espaguetis a la boloñesa, cordero, muslo de pollo y patatas fritas. El plato más suculento y barato, que hayamos comido en este viaje hasta la fecha. Además, compramos un vodka local, que dejó por los suelos, a todas las guarrerías alcohólicas de Tailandia. Nos zampamos la comida en un parque, mientras varios  torpes operarios montan un árbol de Navidad.

          13. LA SIESTA. Con la barriga llena, los pocos atractivos de esta ciudad - no es muy caótica, como Hanoi-, y el desagradable tiempo, nos llevaron a la habitación donde la siesta fue bastante larga.

          14. LA ESPERANZA. No tenemos sobrados motivos, pero si esperamos, mañana llegar de una forma razonable a la bahía de Halong, a que nos desplumen como Dios manda.

          15. LA INCOMUNICACIÓN. Y es, que intentamos de diversas formas, comunicarnos en la parada con los pocos miembros del gremio del transporte. Para facilitar las cosas, habíamos escrito en el Sayhai y con el wifi las preguntas en vietnamita. Ni siquiera así, nos entendieron, sospechamos que ni siquiera sabían ni leer, ni escribir. 

Como preveíamos, una jornada movidita ( por ser tan testarudos). Parte I

           Y llegó el día. Cronológicamente, así se desarrollaron los acontecimientos. Cuando salimos a la calle, sobre las 7:30 de la mañana, llovía a cántaros. Menos mal, que habíamos pernoctado al lado de la estación.

          1. EL PRIMER AUTOBÚS. Lo tomamos con normalidad. Buen precio, pocos viajeros y excelente carretera.

          2. EN EL MEDIO DE LA NADA. Se cumplieron nuestros pronósticos. Nos dejaron en una calle bulliciosa de Van Thean, lejos de cualquier estación. Nervios y desconcierto.

          3. EL MINIBUS COMPLEMENTARIO. Tras unos minutos -algo nos había dicho el cobrador, en vietnamita -, caímos en la cuenta de que había un minibus gratuito que nos llevaría hasta la estación de Haiphong, un edificio muy nuevo.

          4. CAMBIO DE ESTACIÓN Y LOS TAXISTAS MALOS. Un empleado nos informa que debemos cambiar de estación. No existe  transporte público para tal fin. Entonces empieza el acoso de un par de taxistas sinvergüenzas, que utilizan sus tretas -sobre todo, los numerosos ceros de la moneda vietnamita-, para tratar de estafarnos. Como no lo consiguen, se rien de nosotros, que mostramos indiferencia. En Vietnam es muy común, que cuando se enfadan, en vez de gritar, les entra la risa floja

          5. EL TAXISTA BUENO. Como los anteriores no acceden a negociar, usamos el plan B de siempre: salir de la terminal y buscar en los alrededores. Cuesta un poco, pero al final, nos aborda un hombre amable. Tardamos más de diez minutos, con traductor incluido, en que entienda, donde queremos ir. A la estación de donde salen los buses a Bay Chai.

          6. EL DESCONCIERTO Y EL HORROR. La otra estación no es tal, sino un cruce, donde hay tres microbuses de 16 plazas. Como es media mañana, no existe demanda, por lo que pretenden alquilarnos el vehículo entero a un precio astronómico, ligeramente negociable.

          7. EL PÁNICO. No sabemos dónde estamos, no tenemos wifi -no solemos comprar tarjetas locales -, no encontramos hoteles más allá del Meliá o el Sheraton y contamos con escasa liquidez en moneda local, no encontrando ningún banco, donde cambiar moneda.

          8. EL FRIO Y LA LLUVIA. Ayer nos abrasaba el sol y nos moríamos de calor a 32 grados. Hoy apenas hace 17 y cae agua. Hemos pasado del más radical aire acondicionado de la habitación al calor del interior del primer centro comercial no de lujo, que hemos visto en este país.

sábado, 13 de enero de 2024

Retando a los estafadores

           Con el fin de evitar la estafa, que han montado para los autobuses entre Hanoi y la Bahía de Halong decidimos buscar una alternativa, que era partir el camino en dos, sumando casi los mismos kilómetros, en transportes más baratos. La escala sería en Haiphong, una ciudad a unos 120 kilómetros de Hanoi con más de un millón de habitantes.

          Éramos conscientes de que se trataba de un plan de riesgo, porque existe muy poca información al respecto, tanto en internet, como en la Lonely Planet y es muy confuso. Barajamos varios escenarios: 

          1- Que en el cambio de transporte nos dejarán en mitad de la nada, de un país, donde resulta imposible entenderse con la gente, ni siquiera con los traductores.

          2- Que tuviéramos, que cambiar de estación, cosa muy habitual en el sudeste asiático, por lo que el taxi nos absorbería la ganancia.

          3- Y muy improbable, cambio de transporte sin Transfer de terminal.

          Otra opción habría sido irse a Sapa, proyecto más sencillo, pero hubiéramos perdido el día hasta el único bus de las ocho de la tarde. Hacia tiempo, que no estábamos tan preocupados. Y todo, por no querernos someter a los mecanismos de desplume que cada vez imponen más países 

          En la próxima entrada, comprobaréis que nuestras pesquisas no iban muy desencaminadas.

Entre el caos y las sorpresas

           En Vietnam, no hace falta, que busques aventuras . Las encuentras seguro, con solo salir a la calle. En este país, no existen los días de trámite o de transición.

           Hoy domingo, queríamos ir a la Bahía de Halong. Vimos en Google Maps, que la estación del norte estaba a unos 4 kilómetros y estudiamos como llegar andando. Moverse por el interior de las ciudades en transporte público es complicado, porque no hay oficina de turismo donde preguntar y entenderse con la gente es difícil por los problemas con el idioma y porque la mayoría de los vietnamitas tiran a bordes. 

          El camino resultó ser una pesadilla y al menos, la distancia es el doble. Tras dejar la zona del lago, nos metimos por calles con las aceras llenas de todo tipo de cosas, obligándote a ir zigzagueando por la carretera, esquivando los cacharros o puestos aparcados y los frenéticos y peligrosos cruces. Pinteaba y patinábamos por buena parte del firme. Debimos acometer más de dos kilómetros por un viejo puente lleno de obstáculos. Nos equivocamos varias veces, pero al final y después de casi tres horas, llegamos.

          Y para seguir en la línea de siempre nos llevamos una sorpresa. El bus, a Halong, ha multiplicado por más de tres el precio que pone en la guía Lonely Planet. Como son tan listos, lo han convertido en un servicio turístico, de tal forma que cuesta lo mismo -300.000 dongs- que el viaje a Sapa, cuando a este destino hay el doble de kilómetros y el triple de horas. Nos negamos a participar en dicha estafa. Así, que decidimos perder el día para poder pensar. Cuando íbamos a volver al centro, encontramos un fantástico, barato y nuevo hotel.

          Las emociones opuestas se suceden en Vietnam, sin lapso de tiempo. Nos pasó lo mismo con la comida: estábamos desesperados por no encontrar nada, cuando aparecieron los helados más grandes, ricos y económicos del viaje. 

          La jornada no podría finalizar sin un nuevo incidente. Al comprar cerveza nos cobraron por cada una, 800 dongs más del precio que ponía en la etiqueta. La cajera alegó, que era por enfriarlas, pero es que nosotros no las habíamos cogido de la cámara, porque nos la había de esa marca en concreto. Después de discutir, nos tuvimos, que tragar el sapo. Ellos ni se inmutan. 

         Durante la mañana y en un restaurante callejero, vimos un perro recién asado y a punto de ser troceado. Eso sí: ni lo habíamos visto en 2008, ni lo volvimos a contemplar a lo largo de este viaje. Pero parece, que este tema, no es solamente una leyenda urbana.

Vietnam, sin apenas cambios, en los últimos quince años

          Para llegar desde el  aeropuerto  al centro de  Hanoi, tardamos más de una hora. Eran las 6:30 de la mañana -en una carretera de varios carriles y el atasco resultaba tremendo. Y eso, que la mayoría de vehículos, eran motos. ¿ A dónde va toda esta gente a estas horas, sino tienen vida? Era un interrogante retórico, porque no tenemos respuesta ni la vamos a encontrar. Ya habíamos visto muchas veces esto, en nuestro primer viaje al país en 2008.

          A la mañana siguiente y por una casualidad, rara en Vietnam, vivimos una experiencia inédita. En la zona del lago central, -hay unos cuantos más en la ciudad -habían cortado el tráfico, para desarrollar diversas actividades y los lugareños parecían hasta normales: padres con cochecitos, jóvenes con balones, runners, gente tranquila -comprando en los puestos -, parejas paseando... Eso sí, sin ninguna mascota. Y vas y piensas: ¿si son capaces de ser bestias y personas civilizadas a la vez, porque no optan por lo mejor? Pues, sencillamente porque resulta imposible.

          En la vida cotidiana vietnamita, las personas son bastante salvajes. Si algo iguala a las mujeres y a los hombres de este país son las barbaridades que cometen con las motos, poniendo en riesgo su propia vida y la de los demás, sin importarles ni lo uno ni lo otro. La última anécdota fue esta mañana: entre las decenas que nos ocurren cada día. Estamos en una acera esperando,a que cambie el semáforo para poder cruzar y un motorista se enfada y se enfrenta, porque nos nos quitamos, para que él pueda aparcar su moto. Como no nos callamos y le llamamos gilipollas, muestra extrañeza y se limita a repetir la palabra una y otra vez.

          Casi nada ha cambiado en Vietnam en quince años y nada se transformará en los próximos cien, para suerte o desgracia de los futuros visitantes al país, que hoy en día ni siquiera han nacido. Los vietnamitas -en general - y al volante, manillar o en la vía pública, son la gente más desagradable, que hemos conocido en los casi 150 países visitados a lo largo de nuestras vidas. A parte de las atrocidades cometidas en la conducción, te molestan solo por fastidiar o por reirse de ti y te tratan de engañar, siempre que pueden, aunque sea por míseras cantidades.

          De lo poco que ha cambiado es, que hay menos mujeres con pijamas y sombrero cónico por las calles y tampoco llevan balanzas con frutas, aunque no se si es para bien o para mal. Al menos y en un mercadillo junto al lago, disfrutamos de diversas degustaciones gratuitas, incluidos varios licores de muchos sabores y de gran calidad.

          Seguimos preparando próximos países. Descartados India y Myanmar, Japón, Indonesia y Maldivas ganan pujanza.

jueves, 11 de enero de 2024

Arribando a Hanoi

           Salimos de Tailandia cabreados y ninguneados y es que no nos olvidemos, de que aunque este no sea un país hostil y predominen las sonrisas en casi todas las partes, no deja de ser una dictadura, que ha sufrido varios golpes de estado en los últimos años (en uno de ellos estuvimos presentes, en 2014). Y liderado por un peculiar y excéntrico rey septuagenario, que durante la pandemia se rodeó de 20 concubinas , a las que drogaba, para satisfacer sus más bajos deseos sexuales y que además, nombró a un caniche ministro de defensa. Lo digo, para contextualizar.

          Entramos en Vietnam con una facilidad pasmosa, a diferencia de hace quince años: ni formulario -lo están quitando en casi todas las naciones, afortunadamente -, ni visado, ni fotos, ni huellas, ni preguntas...y para, ni mas ni menos, que 45 días, si asi lo queremos. Y pensamos: esto es de lo poco, que habrá cambiado para bien, desde nuestra visita del 2008 y hasta ahora -cinco días después -, hemos acertado. Todo lo demás sigue igual o peor.

          Como llegamos tarde, a Hanoi, dormimos plácidamente en el aeropuerto, tumbados, sin ruidos y sin ser molestados. Pero ahí, acabó nuestra buena racha inicial. Para empezar ya nos engañaron con el precio y el número del autobús a la ciudad. Nos metieron en un bus privado, en vez de en el público, número 86. Estos engaños consisten normalmente, en  pequeños importes, pero constantes y ese panorama, de que te tomen por tonto, desgasta y agria mucho.

          Después, fuimos nosotros solos, los que nos sumimos en el desconcierto. Primero, porque empezamos a ver precios de las cosas -tren a Sapa, comida, agencias, hoteles...,-y nos parecieron tirando a caros, más que en Tailandia -lo recordábamos al reves- en un país y donde los ingresos medios mensuales son de 277 euros

          Más tarde, porque embadurnados por el insoportable calor y el caos de la ciudad vieja, tardamos -con la mochila a cuestas- más de cuatro horas en encontrar alojamiento. Por haber pocos, por encontrarse unos cuantos llenos, por ser caros y por ser víspera de fin de semana, cuando según nos dijeron en varios de ellos, los precios se disparan sin control. Al final, hubo premio y encontramos una correctísima habitación con baño propio, wifi, aire acondicionado, nevera potente, televisión y una atención muy agradable. ¡Lo suyo había costado!

          Asi, que tras unas pocas visitas cercanas y no muy peligrosas, decidimos retirarnos del asfalto, hacer las compras del día y tirarnos parte de la tarde a la bartola. Al menos, preparamos los próximos días en la bahía de Halong y en Sapa. Hay muchas agencias que ofrecen esas excursiones, aunque a un precio muy elevado. Nosotros, como es costumbre, las haremos por libre.

          ¿Es bueno tener una habitación con aire acondicionado? (en Tailandia no dispusimos de ninguna). Pues, en clima tropical es un arma de doble filo, porque estás tan a gustito dentro, que pasas menos tiempo trotando por las calles.

Impotencia y vulneración de derechos en el aeropuerto de Dong Muang

           Después, del que hemos cogido ayer tarde, 9 de noviembre, desde Bangkok, a Hanoi, llevamos 27 vuelos este año, lo que supone una cifra bastante relevante. Dado, que en algunos aeropuertos -Kuwait, por ejemplo-, hay que pasar más de un control de seguridad, habrán sido unos 40 registros en total. En torno a un 70% de ellos no hemos tenido ningún problema, porque somos muy cuidadosos con lo que llevamos en los bultos de mano (ya nunca facturamos equipaje, desde al menos, hace tres lustros). Pero las experiencias negativas, que hemos tenido, han sido realmente terribles. Me da la sensación, de que el personal del escáner -que en la mayoría de los casos son niñatos y niñatas, muchos de ellos inmigrantes y no policías o personal realmente formado para su trabajo-, cada vez están más crecidos y han decidido, que tienen licencia para no respetar ni uno solo de los derechos inalienables del pasajero, que se encuentra tan cabreado, como vendido.

          Pase, que te retengan y registren por una cámara de fotos de tamaño medio o por una lata de sardinas de 90 gramos -hasta donde yo se, son menos de cien mililitros-, sin explicarte el motivo.  Pero es, que en Tánger, no hace mucho, llegaron  al acoso sexual y en Kuwait, hace unos días, nos hicieron pasar una mochila seis veces por el escáner, incluso vacía y además, de muy malas maneras.

          La última y desagradable experiencia la hemos tenido en el aeropuerto de Dong Muang de Bangkok. Sin dar más detalles, ya fue muy penoso el control de pasaportes para la salida del país. Al llegar al escáner habíamos llenado cuatro bandejas, que aumentaron a seis, porque nos obligaron a quitarnos los playeros, cosa que no nos había ocurrido nunca (si  en el caso de botas).

          Nos retienen una de las mochilas y hay que negociar con una displicente y mandona jovencita de unos 20 años. Hoy el problema son cuatro de los seis botes de alcohol, que llevamos y que hasta ahora y durante décadas, habían pasado por todos los aeropuertos del mundo. En los dos permitidos pone 80 centilitros y en los restantes, que son un pelín más grandes, no se certifica la medida exacta, pero es evidente, que ni de lejos, superan los 100.

          Pues nada, que la desagradable señora se pone en plan cabeza-buque y quiere retener los frascos. Pues no. El alcohol lo tiraremos, pero los envases nos los llevamos nosotros, con tan buena suerte, de que al tirarlos, gran parte del líquido cayó sobre sus zapatos, poniendo ella una cara de asco, digna de ser retratada al oleo.

          Lo más irritante fue, que en la otra mochila iban otros cuatro botes similares con líquido de las lentillas -transparente, como el alcohol-, también sin etiquetar y no dijo, ni mu.

          Algún convenio internacional debería acabar con estos atracos a los sufridos viajeros. Y, enrabietados  dijimos: "pues ahora nos compramos una botella en el duty free y te jodes". Desistimos. El güisqui más barato, era más caro, que en las calles de Dinamarca o Noruega: más de cincuenta euros

miércoles, 10 de enero de 2024

Los días "plof"

           En los viajes largos hay días de todo tipo: excitantes, alegres, cortos, dilatados, perdidos, esforzados, peligrosos, problemáticos, de socialización, de soledad, de rabia, de frustración, de superación, de experiencias irrepetibles, de salvarte por los pelos , de reír, de deprimirte, de discutir, de ser generoso... Todos ellos están dentro de lo previsible y normalmente, llegan y pasan sin dejar casi huella, a la jornada siguiente. Pero los días, que a nosotros nos dan más pánico, que miedo, son los que llamamos "plof".

          Un día "plof" puede tener causa justificada -por ejemplo, que estás estancado y no consigues avanzar de ninguna de las maneras, como nos ha ocurrido a veces en lugares, como Bangkok, Kuala Lumpur, Calcuta o Johannesburgo, como grandes "plof" de nuestra historia viajera -o sencillamente, no responde a circunstancias conocidas algunas.

          Uno de los mayores potenciadores de los días "plof" injustificados suele ser el calor extraordinario. Es difícil tener un día "plof" en Noruega o Islandia. Otro de los síntomas sin causa aparente suele ser, despertarte bastante antes de lo estipulado por el despertador. En ambos casos, ducharse varias veces resulta un alivio, pero solo momentáneo. Lo siguiente es, ineludiblemente empezarte a plantear todas las cuestiones del modelo de viaje: que si ya no merece la pena tanto esfuerzo para el resultado, que si vas estando demasiado mayor para estos trotes, que si el riesgo para la salud, que si las emociones no son ni la  mitad de intensas. Y entonces, empiezas a sentir angustia, simplemente, por tener, que superar esa jornada en concreto, aunque no preveas grandes contratiempos o desgracias.

          Los "plof days" -quizas así, suene un poquito mejor-, pueden durar tan solo 24 horas - dejan secuelas- o te puedes ir-no es lo más frecuente -, hasta casi una semana, en la que el estado del hundimiento moral es evidente e incuestionable. Todo puede empeorar, si las condiciones de tu alojamiento son adversas o de si el lugar en cuestión no ofrece una alimentación adecuada y variada.

          Parar y poner el cuerpo en modo ahorro de pensar, puede ser el principio de la solución. Pero no siempre. Nunca tuvimos días "plof" en unas vacaciones o viaje corto. Porque todo va tan milimetrado, que no tienes tiempo de plantearte nada más, ni de pensar más allá del día a día.

          Dos cuestiones más: los días "plof" son hiper contagiosos para el resto de los miembros del periplo y suelen producirse, casi siempre, durante las primeras semanas, las de consolidación del viaje largo. Es raro, que surjan a partir del mes de trajinar por ahí, donde todo se vuelve más mecánico.

          Esta mañana, en Lopburi empezé un día "plof", que parece haber terminado por la noche. Mejor así, porque pasado mañana y tras abandonar Bangkok deberemos estar atentos en nuestro regreso, después de quince años, a Vietnam 

¿Con la pata quebrada o explotada en el mercado nocturno?

           ¿Qué es mejor: estar en tu casa con la pata quebrada, como les ocurre a las mujeres en Kuwait o dejándote la vida, literalmente, a veces, con tu hija menor en un puesto de un mercado nocturno del sudeste asiático? Ambas cosas las hemos visto en este viaje con pocos días de diferencia -y en casi todos los largos- y yo, no sabría muy bien, que responder. Y no vale la trampa salvadora de decir, que las dejarán elegir a ellas o una situación intermedia, porque eso no va a ocurrir nunca. Ni lo uno ni lo otro.

          Hay, que quedarse, con una de las dos opciones y yo, que opino en casi todos los temas, tengo muchas dudas y más preguntas, que respuestas. ¿Para que traer una hija al mundo, si lo que le espera es la misma vida de mierda, que a ti? ¿Como se puede afrontar con esa quietud, orden y simpatía, el metódico y esmerado trabajo, cercano a la explotación, que esas chicas hacen cada tarde, poco antes del anochecer? Siempre con una sonrisa y un gesto amable, con unos productos muy bien presentados y expuestos, con un margen comercial ajustado (salchichas grandes o trozos de pollo, a 25 céntimos o bandejas de arroz, carne y tortilla, a medio euro).

          Además, te llenan la vida de colorido. Siempre hemos sido unos fanáticos de los mercados nocturnos de Tailandia.

          En Phisanulok, tuvimos que cambiar nuestros planes por motivos logísticos. La ventaja en los viajes largos de esas variaciones es, que eres dueño de tu tiempo y no supone una agonía, como en los que tienen fechas cerradas y en los que perder un día resulta un auténtico drama. Desde Phisanulok, queríamos ir a Kampaeng Phet, pero desistimos, porque los buses y para menos de cien kilómetros, tardan cuatro horas y son poco frecuentes. Así y de forma inesperada, decidimos volver a Lopburi, la ciudad de los monos -macacos-, en donde ya estuvimos en 2017 y que pilla camino de regreso, a Bangkok, desde donde dentro de un par de días y con Air Asia, tomaremos un vuelo a Hanoi.

          En Vietnam, podemos estar 45 días sin visado, aunque no prevemos pasar allí más de 20, recorriendo el norte, porque en el centro y el sur de esta nación, ya estuvimos en 2008. Después, vendrá Japón, Myanmar, Indonesia o India, países ya visitados en el pasado (los dos últimos varias veces).

martes, 9 de enero de 2024

Phitsanulok: bonita ciudad cacharro de manual

           La gente en España, antes de la pandemia tenía la falsa creencia, de que todos los asiáticos -o la mayoría, llevaban mascarilla. Entonces, eran apenas cuatro jovencitas presumidas -aunque desconozco, por qué rapar sus agradables caras-, pero hoy en día las cosas han cambiado y la lleva más del 80% de la población de todas las edades.

          Habiendo dejado atrás Chang Mai, en Phisanulok volvimos a enfrentarnos a una ciudad cacharro de manual, cosa, que no ocurría, desde nuestro cuarto viaje, a India, el año pasado. Será la edad, pero en este caso la experiencia no me sirve para nada y cada vez, me pongo más nervioso, cuando regalamos en alguna de ellas. Más de tres décadas viajando por el tercer mundo y todavía no se si prefiero, que haya aceras o no. Si vas por ellas, te las encuentras estrechas y llenas de trampas: banzos imprevisibles, tuberías salientes, constantes subidas y bajadas, señales, farolas, toldos...y por supuesto, toda la cacharrería variada e inventariable de los negocios de la zona. Si vas por la carretera, el panorama está más despejado, pero debes caminar en constante zig zag, esquivando los distintos vehículos, bien en movimiento o mal aparcados (casi todos). A este panorama se le une el calor, que cada día es más asfixiante, aún estando ya, en noviembre. Si en Bangkok era grande y en Chang Mai severo, en Phisanulok, se convirtió en absolutamente insoportable y por primera vez en el viaje, nos obligó a dividir el día, pasando una buena parte central de la jornada en el luminoso y básico alojamiento.

          Después de muchos viajes a Tailandia, está es la vez, que estamos encontrando mejores alojamientos y comida, pagando incluso menos, que la primera vez, hace tres lustros. Por una parte, seguro, nos sabemos buscar mejor la vida, que entonces, pero por otra, los precios apenas se han movido, en lo que afecta al viajero(no conocemos si ha ocurrido lo mismo con los tours organizados). Por ello, no es cierto, que la inflación afecte por igual a todos los países, como nos quieren vender.

          Aunque aquí, en el país de la eterna sonrisa, los lugareños bastante tienen con administrar los quinientos euros al mes, que cada trabajador cobra de media. Nosotros en doce días, nos hemos gastado doscientos y hemos recorrido casi dos mil kilómetros.

          No dudéis, si os pillaré camino -está en la gran línea férrea del nordeste, rumbo a Chang Mai-, en hacer una parada en Phisanulok. Porque sus templos merecen mucho la pena y se respira en ellos tranquilidad, ya que son muy apacibles y están casi vacíos.

Genial reencuentro con Chang Mai, después de quince años

          Ya no nos acordábamos -hace cinco años, que no visitábamos este país - que para manejarse con los trenes en Tailandia, se debe prestar intensa atención. Dependiendo del horario y de la clase, que elijas, puedes pagar desde un precio ridículo -1,5 euros por ocho horas -, a diez o quince veces más. Nosotros y como manda la tradición, asientos en tercera -como otra mucha gente, especialmente, joven-, machacando nuestro cuerpo, ya casi viejuno.

          Si el viaje entre Bangkok y Chang Mai fue muy entretenido por la heterogeneidad del pasaje y el ambiente cordial, el de esta localidad, hasta Phisanulok resultó - y eso, que me dormí tres de las ocho horas- tedioso, caluroso, asqueroso y agotador. Todo ello acompañado de constantes campos de arroz y plataneras, además de un implacable sol, que entraba por todas las ventanillas. Al menos, al llegar al destino nos encontramos con un barato que tuvo tiempos mejores y con un fantástico mercado nocturno, donde saciar nuestra hambre fel día, dado que solo habíamos ingerido unos povis dulces.

          Y por el medio, d ambos trayectos en tren, el esperado reencuentro con Chang Mai, después de quince años. La ciudad no nos ha decepcionado -en este caso, segundas partes si fueron buenas - y hemos vuelto encantados a todos los sitios de interés, como esos otros tantos guiris, que visitan estos lugares. La única pega, el sofocante calor, que no da tregua, durante todo el año. Pero, al menos, disfrutamos de una ciudad accesible para el peatón -raro, por estos lares-, del mejor hotel del viaje hasta ahora y de un copioso desayuno gratuito en un templo -no sabemos el motivo - a base de sopa con noodles rellenos, copiosa carne muy picante, arroz, verduras, piña, dulces, refrescos...La cena también fue muy generosa -aunque de barato pago-, con fantásticas y jugosas empanadillas al curry.

          La tarde la entretuvimos en el enorme mercado nocturno de la calle Wualai que solo se monta los sábados. Es enorme y resulta casi imposible de visitar en su totalidad. Mucha ropa, calzado y complementos, pero como siempre, la estrella principal son las decenas de especialidades culinarias, que quitan el hipo. No se os ocurra, eso sí, beber alcohol allí -fuera del área de los puestos autorizados -, porque os pueden caer desde diez mil baths de multa -casi 300 euros-, a seis meses de cárcel. Pero podéis trasguedir, sin problemas, todas las normas de tráfico, circulando a lo bestia con la moto, por esta zona peatonal. A Tailandia, de momento -no cantemos victoria -, apenas han llegado los malditos patinetes.

De Hua Hin, a Chang Mai

           Según las guías, Hua Hin es una ciudad de turismo familiar y nacional. No dudo, que en el pasado, eso fuera así, pero hoy en día, las cosas han cambiado y el lugar se ha convertido en un bar Pattaya VIP. Los garitos están montados con más estilo y gusto, que en lo que nosotros llamamos, el estercolero del sudeste asiático. Los babosos de las chicas son un poco menos babosos, que los pattayeros. La playa es bastante buena para estar en el norte del país -la de Pattaya es una basura - y la urbanización del lugar es un poco menos salvaje y más habitable. Los precios de los servicios o de las cosas en ambos lugares resultan similares 

          En Hua Hin, existen alojamientos para todos los gustos y la vida es menos desquiciante y traumática, que en Pattaya. Al margen del mencionado arenal adecuado y limpio, los atractivos turísticos no son muchos, pero el lugar si da para pasar un par de días. También, disfrutando de sus mercados nocturnos (hasta tres diferentes, aunque no todos son a diario).

          De Hua Hin -el viaje en tren es largo, para los kilómetros, que son- volvimos, a Bangkok y un día más tarde, regalamos en Chang Mai, lugar, que no visitábamos, desde hacía quince años. Compramos billetes de 3 clase, para un convoy colorido, muy animado y con bastantes turistas -varios españoles, entre ellos-, a bordo. Pagamos menos de ocho euros por más de doce horas de viaje.

          El reencuentro con la ciudad norteña fue excitante y gratificante. Solo lo afeó, que nos enfrentamos al día más caluroso del viaje, hasta el momento. Nos pegamos una buena paliza de templos y únicamente, no visitamos por dentro los tres, que son de pago ( en 2008 eran gratis todos). En uno de ellos han montado un servicio de restauración básico y barato, aunque completo: noodles, salchichas, mortadela rebozada, empanadillas...

          Durante la primera parte en la ciudad, nos acercamos al mercado nocturno. Era mucho más grande hace quince años. Entonces, estaban todos los puestos montados y hoy muchos de ellos se ofrecen en renta, aunque tiene pinta, que nadie los va a alquilar en el futuro. Sobrevive sin problemas la parafernalia de la comida, a base de especialidades thais, indias o mexicanas. También visitamos el Kalare Night Bazar  que se encuentra unos cientos de metros más allá, en la misma calle.

          En la zona, sigue habiendo bares de chicas jóvenes, pero unos cuantos menos, que en el pasado. Son tan extraordinariamente simpáticas, como las de Hua Hin. Al menos, cuando pasas la primera vez por las puertas de los locales. Pero, cuando ven, que no vas a querer nada con ellas, ya ni te vuelven a mirar.

lunes, 8 de enero de 2024

Y llegó el día de la caraja, para no variar

           Hay dos tradiciones inapelables, que nos persiguen en los viajes largos y que no sabemos , como dejar atrás. La muerte de uno de los móviles y las carajas-colapso, que solemos sufrir, algún día de la primera o segunda semana. En esta ocasión, ocurrió en la jornada 9 de periplo y la 3 en Tailandia.

          Uno de los cambios, de los que hablaba en la entrada anterior, ha sido la clausura a medias, como más adelante se explicará - de la estación de trenes de Hualanpong y la apertura de otra nueva, en las afueras de la ciudad. Atando cabos descubrimos, que está estaba cerca del mercado de Chatuchak y de la estación de autobuses, con dirección a Sukotai o Chang Mai.

          Como era domingo, - los días de diario no montan los puestos - decidimos ocuparnos de esas tres cosas: mercado, buses y tren. La primera molestia de la mañana fue la persistente lluvia. La segunda llegó en el Tesco, al enterarnos, de que era el día de Buda y no se podía comprar ninguna bebida con alcohol. No se cuántos hay al año, pero a nosotros es el cuarto, que nos pilla. Ante este contratiempo, solo hay dos soluciones. Una es preventiva -llevar una jornada de adelanto en recursos etílicos - y otra correctiva: las tiendas regentadas por chinos -son bastantes- te lo venden, sin problemas.

          Como en Bergen y en otros cuantos lugares del mundo, en Chatuchak, se han puesto de moda las paellas -atiborradas de pimiento rojo-, que se consumen, como rosquillas, a precios de vértigo. Es casi la única novedad de este megamercado, que ofrece paseos placenteros y casi de todo lo imaginable y que visitamos por primera vez, hace quince años.

          Los problemas, sin embargo, regresaron, al tratar de encontrar la estación de autobuses, a Chang Mai. Habíamos mirado en Google Maps, porque preguntar en la calle da más problemas que soluciones, pero nos perdimos por las afueras, a pesar de seguir la casi siempre salvadora bolita azul. Cabreo, acompañado de calor insoportable.

          Con algo menos de dificultad, llegamos a la nueva y espaciosa -quizas hasta demasiado - terminal de trenes, aunque casi desfallecemos en el intento. Decidimos, optar por este medio de transporte, tanto para ir a Hua Hin -al sur-, como oara recalar, en Chang Mai.

          Tras aprovisionar nos de cerveza en el chino, llegó la vuelta, a diferencia de la ida, en bus. Y, cuando pensabamos, que el día estaba amortizado, nos equivocamos y nos bajamos en una parada 4 kilómetros anterior a la nuestra y debimos caminar esa distancia, entre las demoledoras e interminables obras de una nueva línea de metro, que están construyendo en la ciudad .

Tailandia: cambiar lo cotidiano y mantener las esencias

           La cola para entrar a Tailandia resultó muy larga, pero el personal de inmigración dió muestras de su eficiencia y apenas tardamos un cuarto de hora en entrar al país, como siempre, con una sincera sonrisa. No nos pidieron ni billete de vuelta, ni de salida a otro país.

          Siempre, que llegamos a Tailandia, lo tradicional es ir a comer una sopa al Seven Eleven y está vez, no iba a ser distinto, a pesar de que hacia cinco años -con la pandemia de por medio -, que no veníamos al país. Cuando esto escribo, llevamos cinco días en Tailandia y todos ha llovido, por lo que se demuestra, como siempre hemos dicho, que no solo cae agua durante el monzón, sino todo el año.

          Desde que visitamos por primera vez está querida nación, hace quince años, pocas cosas han cambiado en su idiosincrasia, a pesar de los frecuentes golpes de estado. No se, si es por esto, por lo que amamos tanto este lugar, a pesar de su conservadurismo eterno.

          En cuanto al fluir cotidiano, sin embargo, siempre encuentras algo nuevo o algo menos. Un mercado decadente, que ha desaparecido, por encontrarse demasiado cerca de la residencia real. Otros, se han levantado de la nada y prometen. Aunque, Chatuchak sigue jugando con fuerza y poderío.

          Varios edificios en Khao San han caído, entre ellos, donde se ubicaba un Seven Eleven y un par de hoteles, donde nos alojábamos en el pasado. No sabemos, si se han caído de viejos o han sido derribados por la especulación de nuevas construcciones. Lo veremos en el próximo viaje. También han clausurado la oficina física de Air Asia y el clásico y mítico ciber, colindante a Khao San, donde tantas tardes hemos pasado en viajes anteriores. De abrir las 24 horas, a no prestar servicio a ninguna. Pero como digo,, en Tailandia solo cambia, lo que permite es día a día y no las esencias.

          El móvil y el wifi mataron a negocios, que hace una década, parecían pujantes e indestructibles. Pero eso y casi en la misma medida, también ocurre en el primer mundo.

          Los tres primeros días en Tailandia los pasamos en Bangkok, recorriendo, comiendo y bebiendo las mismas cosas de siempre. Poco ambiente en Khao San notándose, que estamos en temporada baja.

          Después, nos fuimos a Hua Hin. En las guías, lo venden como una localidad de playa y de perfil familiar. Pero la realidad es, que se trata de una Pattaya VIP. Ya os daremos más detalles, próximamente.