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jueves, 18 de enero de 2024

Durante los últimos momentos, Vietnam se convirtió en un país más amistoso

           No se, si porque le hemos cogido el pulso al país o que por fin, nos ha vuelto la suerte - los primeros días nos abandonó por completo-, pero en las últimas jornadas estamos viviendo el Vietnam placentero. Ya, hasta la gente nos trata bien.

          Temíamos, que volver de Mai Chau, a Hanoi, pudiera ser complicado, porque no hay parada reglamentaria de autobuses, ni horarios. Pero un chico muy amable, que ya nos saludó ayer y que gestiona una tienda de reparación de motos, llevó a cabo todas las gestiones, a través de una llamada telefónica y en cinco minutos apareció un bus a la capital. Al llegar a ella, recalamos en una terminal nueva (la tercera, que ya conocemos). Un taxista bueno, nos indicó, que bus teníamos, que coger para llegar al lago central (el 2). La cobradora -amable y muy sonriente -, se deshizo en atenciones con nosotros durante los 45 minutos, que duró el viaje.

          Pero en el centro de Hanoi, nada puede ser idílico, da igual la hora y el día de la semana. Nos tocó, durante una hora patear el asfalto -que no las aceras-, en busca de un nuevo hotel, porque el de la vez anterior estaba completo. Y, a todo esto, sin haber probado bocado en todo el día.

          A la mañana siguiente y apurando el check out, compramos el billete de vuelta de Indonesia a Malasia desde Surabaya a Kuala Lumpur.

          Abandonamos Vietnam, sin problemas, ni en inmigración, ni en los controles de seguridad, después de haber pasado la noche en el aeropuerto. El vuelo de Vietjet partió puntual y en cinco horas -dormí cuatro de ellas -, nos dejó en el aeródromo de Kuta. El único trámite rápido fue pagar  los cerca d 30 euros de la visa con tarjeta de crédito. La gestión de la pegatina sobre el pasaporte fue más lenta y el control de aduanas, estresante, porque tienes que rellenar tu mismo un formulario en un ordenador para que te impriman un maldito QR.

          Los taxistas del aeropuerto,tan pesados como siempre, pero nosotros nos sabemos el camino para llegar a la playa y la zona de alojamientos económicos, andando, en menos de una hora. Llegamos de día y como nuestro hotel de hace cinco años se había subido a un guindo con los precios, recalamos en otro cercano.

          Es nuestro tercer viaje a Indonesia y está es la primera habitación con aire acondicionado de la que disfrutamos aquí. En la calle, 32 grados y una humedad bestial. En la alcoba, 16. Estamos con el jersey puesto, pero yo  el aparato del aire no lo apago 

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