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jueves, 11 de enero de 2024

Arribando a Hanoi

           Salimos de Tailandia cabreados y ninguneados y es que no nos olvidemos, de que aunque este no sea un país hostil y predominen las sonrisas en casi todas las partes, no deja de ser una dictadura, que ha sufrido varios golpes de estado en los últimos años (en uno de ellos estuvimos presentes, en 2014). Y liderado por un peculiar y excéntrico rey septuagenario, que durante la pandemia se rodeó de 20 concubinas , a las que drogaba, para satisfacer sus más bajos deseos sexuales y que además, nombró a un caniche ministro de defensa. Lo digo, para contextualizar.

          Entramos en Vietnam con una facilidad pasmosa, a diferencia de hace quince años: ni formulario -lo están quitando en casi todas las naciones, afortunadamente -, ni visado, ni fotos, ni huellas, ni preguntas...y para, ni mas ni menos, que 45 días, si asi lo queremos. Y pensamos: esto es de lo poco, que habrá cambiado para bien, desde nuestra visita del 2008 y hasta ahora -cinco días después -, hemos acertado. Todo lo demás sigue igual o peor.

          Como llegamos tarde, a Hanoi, dormimos plácidamente en el aeropuerto, tumbados, sin ruidos y sin ser molestados. Pero ahí, acabó nuestra buena racha inicial. Para empezar ya nos engañaron con el precio y el número del autobús a la ciudad. Nos metieron en un bus privado, en vez de en el público, número 86. Estos engaños consisten normalmente, en  pequeños importes, pero constantes y ese panorama, de que te tomen por tonto, desgasta y agria mucho.

          Después, fuimos nosotros solos, los que nos sumimos en el desconcierto. Primero, porque empezamos a ver precios de las cosas -tren a Sapa, comida, agencias, hoteles...,-y nos parecieron tirando a caros, más que en Tailandia -lo recordábamos al reves- en un país y donde los ingresos medios mensuales son de 277 euros

          Más tarde, porque embadurnados por el insoportable calor y el caos de la ciudad vieja, tardamos -con la mochila a cuestas- más de cuatro horas en encontrar alojamiento. Por haber pocos, por encontrarse unos cuantos llenos, por ser caros y por ser víspera de fin de semana, cuando según nos dijeron en varios de ellos, los precios se disparan sin control. Al final, hubo premio y encontramos una correctísima habitación con baño propio, wifi, aire acondicionado, nevera potente, televisión y una atención muy agradable. ¡Lo suyo había costado!

          Asi, que tras unas pocas visitas cercanas y no muy peligrosas, decidimos retirarnos del asfalto, hacer las compras del día y tirarnos parte de la tarde a la bartola. Al menos, preparamos los próximos días en la bahía de Halong y en Sapa. Hay muchas agencias que ofrecen esas excursiones, aunque a un precio muy elevado. Nosotros, como es costumbre, las haremos por libre.

          ¿Es bueno tener una habitación con aire acondicionado? (en Tailandia no dispusimos de ninguna). Pues, en clima tropical es un arma de doble filo, porque estás tan a gustito dentro, que pasas menos tiempo trotando por las calles.

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