Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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martes, 19 de diciembre de 2017

Momentos impactantes de nuestros viajes de la prehistoria.

                                   Plaza de España, de Madrid (15 de julio, de 1.987)
          Si no se producen novedades, voy a cerrar el año con un post sobre nuestras actividades navideñas y otros dos, recogiendo una serie de momentos, que marcaron, tremendamente, nuestros viajes, a lo largo de 30 años. Ya, desde hace tiempo, divido nuestros periplos por el mundo en dos categorías: los de la prehistoria -correspondientes al siglo XX- y los de la edad moderna, que llegan hasta nuestros días. Empecemos por los primeros.

          -15 de julio, de 1987. Viajé a Madrid, junto a la que un año después se convertiría en mi pareja y dos primos lejanos suyos. Dos objetivos importantes motivaban esta escapada: recoger nuestras calificaciones de primero de periodismo y en mi exclusivo caso, asistir al memorable concierto, de U2, en el estadio Santiago Bernabeu.

          La mañana fue perfecta, porque los dos aprobamos todo. La tarde ofreció contradicciones, en un claro dulzor amargo. Había quedado con un amigo, en Sol -frente a la Mallorquina-, para asistir al evento y tras esperarle, durante dos horas, me di cuenta, de que me había dado plantón. Volví al encuentro con mis acompañantes -no sé, como lo hice, porque no había móviles- y me quedé sin el histórico concierto. Ni siquiera, revendí la entrada a la puerta del estadio, a pesar de que en la radio decían, que daban 15.000 pesetas por ella (la había comprado, a 1.500). A cambio, pasamos una magnífica noche, que ayudó a poner los cimientos de una relación, que ya dura treinta años.
París, 1,989
          -Marzo, de 1989. Después de recibir una importante recompensa económica, viajo con mi pareja a París, en el ya mítico y desparecido tren, Puerta del Sol. Tuvimos un serio problema con el alojamiento reservado -no existía Booking, que también da inconvenientes- y nos ahogamos en una gota de agua. Tras dos noches, regresamos a casa, compungidos. Nos fundimos el resto del dinero en comidas, copas y juergas, en Madrid y prometimos, que nunca más volvería, a ocurrir esto.

          -Un año después y en Amsterdam, fuimos víctimas del único atraco, que hemos sufrido en nuestra trayectoria viajera. Por entonces, aquella ciudad era el estercolero de Europa. Mucha gente dudosa iba,directamente, al choque y en uno de ellos, mi pareja se puso furiosa y contraatacó. Los dos individuos nos acusaron de haberles tirado de la mano una cantidad de droga y tuvimos, que negociar una recompensa. Al final, nos sacaron 25 florines holandeses.                 Sofía, 1.997 
                                       
        -La Europa del este de los años noventa, era bastante más insegura, que viajar hoy por Sudamérica o por África (casi equiparable, a ser un pringado, en “Narcos”). Las extorsiones estaban a la orden del día y la primera, nos sobrevino, en -la por entonces, peligrosísima- Rumanía. Un desalmado y agresivo revisor -aún recuerdo sus gruesas botas y su abrupta mirada-, nos solicitó una enorme cantidad en concepto de reserva, que ya habíamos pagado al controlador, de Hungría. Tras una agria discusión, se tuvo que conformar con cuatro dólares, que teníamos sueltos. Estábamos solos en el vagón y pasamos el resto de la noche con un medio terrible, acordándonos de nuestras mamás.

          -Tres años después, en Sofia, fueron dos policías, quienes nos levantaron veinte dólares. Nos pidieron los pasaportes, cerca de la estación de autobuses, donde íbamos, para tomar un vehículo, a Estambul y se negaron, a devolverlos, sino pagábamos. Otra vez, la negociación fue a cara de perro, pero -por la cuenta, que nos traía-, sin abandonar la sonrisa.
Amsterdam, 1.990
          -Tras tomar ese autobús y sin ser nuestro objetivo, nos colamos de ilegales, sellando sólo en aduana, pero no en el puesto fronterizo. Al tratar de salir del país, al final de nuestras vacaciones, un policía nos indicó, que teníamos un serio problema y nos llevó ante su inmediato superior. ¡Acojonados y casi llorando!. Afortunadamente, este hombre era joven y poco castigado por la vida y por sus mandos y entendió, a la perfección, nuestras explicaciones.
Budapest, 1.991
          -En septiembre, de 1.998, sufrimos el único robo en un alojamiento, en nuestra dilatada experiencia viajera y resultó ser, una triste bolsa de aseo vacía de mi infancia. Llegamos al cmaping, de Torun, en Polonia. No había casi nadie y al montar la tienda, ya nos advirtieron del peligro de hurto. Así ocurrió, durante la madrugada siguiente. Yo ni me enteré, pero mi pareja oyó el ruido de la cremallera y se abalanzó sobre él, huyendo el ladrón a toda velocidad.
Estambul, 1.994
          Obviamente, cambiamos de alojamiento y nos fuimos a un motel, donde se practicaba la prostitución. Esa noche, pusimos el armario delante de la puerta de nuestra habitación y aún así, dormimos poco.

          -Al regresar de ese viaje, desde Polonia, a Praga, también solos en el vagón de un inquietante tren, fuimos advertidos por el revisor, de que no podíamos dormirnos hasta las cuatro de la madrugada y hubiéramos cruzado la frontera. En aquellos tiempos, no eran pocos, los que hablaban de los trenes del gaseo, en esta zona de Europa, donde te dormían con gases y te lo robaban todo. No sabemos, de la veracidad de esta historia, pero metía bastante miedo.
Munich, 1.991
          -Los primeros pasos de la independencia de Cataluña, los vivimos nosotros en nuestras carnes, en Zagreb, en junio de 1.999., Fuimos reprimidos en nuestra propia lengua, por un conserje extremista de hotel, que nos dijo, que nosotros no halábamos español, sino castellano, porque en la península se reconocían otros idiomas, como el catalán, un pueblo oprimido.

          Anteriormente, esa misma jornada, nos habían reñido en la calle, al vernos con una antigua guía Trotamundos, en cuya portada ponía: “Yugoslavia”.   Cualquier parte del mundo

jueves, 13 de octubre de 2016

22 años después

                                                                       Fotos de nuestro viaje a Grecia, en 1.994
          En 1.994, siendo bien jovencitos, ya estuvimos en Grecia, cuando ese país no era un centro de atención mundial, como ocurre -lamentablemente- desde hace tiempo. Era nuestro tercer interrail, que nos llevó por Francia, Italia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Turquía y el país heleno, en unos tiempos en que viajar por los países del este de Europa, era más aventurero y peligroso, que hacerlo hoy en día por África.

          En aquella ocasión, visitamos a fondo, Salónica, Atenas y Patras, para de una forma algo accidentada, tomar desde allí, un enorme, lento y abarrotado ferry hasta Brindisi, en Italia, en el que dormimos tirados en cubierta como angelitos, después de un par de jornadas complicadas y desquiciantes.


          22 años después y con muchas más canas y experiencias vividas, volveremos a la cuna del mundo clásico, para un viaje de unos 20-25 días, que se iniciará el 15 de noviembre próximo. Ello significa, que el ansiado séptimo viaje largo, se demorará por cuestiones diversas hasta la primavera de 2.017. Un agridulce premio de consolación para un ejercicio, como está siendo este, en el que no hemos salido de casa, más que a conciertos, a pasear o a tomar algo


          Los boletos aéreos de ida están comprados, con Ryanair. 30 euros para los tramos Madrid-Bergamo-Atenas. El hotel, en Atenas, también reservado por 15 euros/noche (parece algo cutre por las fotos y las críticas, pero nada que nos eche para atrás). Nos tememos, que el resto de los alojamientos -salvo en Rodas-, nos saldrán bastante más caros. También el transporte, con precios similares a los caros de nuestro país, pero con menos oferta.


          Aún queda mucho trabajo por hacer, pero el itinerario lo tenemos prácticamente decidido: Atenas-Corinto (83 kilómetros)-Nauplia (56)-Mistra (126)-Gition (48)-Monemvasia (67)-Ioanina (55)-Kalambaka (106)-Meteora (6). En algún momento del viaje, aún por decidir, volaremos a Rodas, que es la isla, que hemos elegido.

          Para la vuelta, aún sin cerrar, valoramos cinco opciones, que económicamente no son muy dispares: desde Atenas, desde Rodas, desde Sofía, desde Skopje o desde Tirana. Nos gustaría, que fuera desde Albania, dado que el resto de países los conocemos a fondo y de esta nación, sólo visitamos el norte, en el lejano verano de 2.007.




          Ya iremos contando, De momento y en este post, os dejamos con algunas difusas fotos -entonces, alta tecnología a precios muy caros-, elaboras por nuestra Olympus de la época (750 euros costó en 1.986, aunque fue un regalo, que no nos podríamos haber permitido). Olympus, ya que viene al caso, tiene bastante que ver con Grecia.

domingo, 20 de marzo de 2016

Lo que hemos hecho por la cerveza (parte I, de IV)

          Comienzo una serie de cuatro posts, para comentaros lo importante, que ha sido la cerveza en nuestras vidas y las cosas -algunas, casi increíbles-, que hemos tenido, que hacer por ella a lo largo de 27 años de viajes por el mundo.

          Hay tres factores, que subyacen en casi todas las experiencias: camuflar con éxito, cerveza o alcohol en aeropuertos y países musulmanes; jugárnosla de noche y desatendiendo todo criterio de seguridad para conseguir, a toda costa, la preciada birra de turno y problemaspoliciales para beberla en la calle, en muchos países, como por ejemplo, Estados Unidos o Polonia.


          Aunque en Europa es fácil de conseguir, en casi todas partes, también pueden ocurrir contratiempos, que lo hagan difícil,
Esta y la siguiente son del salar, de Uyuni (Bolivia)
          1º.- Corría agosto, de 1.994. Ese año nos fuimos, a Estambul, en tren, a través de los países del este y volvimos por Grecia e Italia. Una mañana calurosa tomamos un convoy, que desde Sofía, nos debería llevar a la ciudad turca. Al bajar en la frontera, me golpeo la cabeza y me abro una pequeña brecha. Viajamos con Jordi y Xuclá, dos catalanes, que hemos encontrado , en Bucarest.


          Ya dentro del país otomano, nos detenemos en una caótica estación. Un avispado niño, de unos 7 años, vende cervezas frías, a un dólar, cada lata. En la cartera sólo tenemos un billete de uno y durante más de cinco minutos, debemos revisar todo el equipaje, para milagrosamente, encontrar otro. Entre los cuatro sólo juntamos 3 billetes verdes. Negociamos a la desesperada, para que el crío nos ofrezca las cuatro unidades, pero este no cede. Xuclá, que además, ha discutido con Jordi, se queda sin el preciado y ansiado premio.

          2º.- Ya en Turquía, nos pasamos tres horas y media, en Kayseri (Capadocia), andando y preguntando, hasta que casi a la hora de cerrar, encontramos una tienda especializada. ¡Salvados por la campana!.


          En 2.012 y en este mismo país, decidimos no hace noche, en Trabzon, después de 20 horas de autobús, por el alto precio de la cerveza -dos euros y pico, una lata de medio, en supermercado- y nos pegamos una buena paliza para llegar, a Georgia, donde nos atiborramos de ella.


          3º.- En septiembre, de 2.004, nos largamos a Suiza. Recorrimos el país, desde Lucerna y Lausana. Un día, al volver de una excursión, hacia el primer destino mencionado, constatamos, que era festivo local y los supermercados estaban cerrados. Ni cortos, ni perezosos, nos cogimos un tren, a Zurich, para adquirir con éxito, nuestro líquido elemento.

Bucarest (Rumanía)
           4º.- Hemos viajado siete veces a través de Marruecos -dos de ellas en el mes sagrado-, por lo que las anécdotas son interminables. La primera fue en 2.005 y durante el Ramadan. Tras ímprobos esfuerzos e investigaciones para conseguir cerveza, todos fueron vanos, hasta llegar, a Tanger, de vuelta, después de dos semanas abstemias. Finalmente, dimos con un pequeño supermercado, donde las tenían en cámaras cubiertas con negros e inquietantes cortinajes. Casi de forma clandestina y a un precio de contrabando, conseguimos unas 20 latas, forradas en periódico, que sacamos en bolsas oscuras. ¡Nos sentimos vigilados por el CNI!.
Estas dos  son, del velero Colombia-Panamá

         5º.- Entramos en Bolivia, en marzo, de 2.008, a través del parque nacional Eduardo Avaroa y el Salar de Uyuni, contratando un tour organizado, que compartimos -entre otros- con nuestras queridas amigas argentinas, Flor y Flopa. En los géisers y a 5.200 metros de altitud, inesperadamente, nos encontramos una botella de medio litro de cerveza, que engullimos entre los cuatro. En este caso, más que decir, lo que hicimos nosotros por la cerveza, deberíamos consignar, lo que nos regaló ella, a nosotros.


          6º.- En este mismo viaje largo, ya en Colombia -concretamente, en Cartagena de Indias-, contratamos pasajes en un velero -cinco días- para hacer una ruta por el Caribe y desembarcar, en Panamá. Un miércoles y tras mucho negociar con el capitán sueco, se comprometió a regañadientes, a llevarnos a una isla cercana, donde adquirir cerveza. Pero se fue haciendo el remolón -acorde con su nacionalidad-, según pasaban las horas.         
         Decidimos pasar a la acción. Cogimos la cartera y una desgastada bolsa de plástico y nadamos el medio kilómetro, que nos separaba de dicha ínsula. Negociamos con los indígenas -en dólares- y nos hicimos con un buen cargamento cervecero, que hubo que arrastrar por el agua con paciencia, a una mano, mientras con la otra se sostenía la cartera fuera del mar.


Continuará!. 

domingo, 18 de noviembre de 2012

Decepcionante Veliko, maravillosa Ohrid

                                                                               Sofía (Bulgaria)
           En el bellísimo monasterio de Panteleimon, de Ohrid, cuna del maldito alfabeto cirílico, pone con claridad y contundencia, que está prohibido hacer fotos en el interior y el ingreso en bikini o bañador.
           Plovdiv (Bulgaria)
Pero antes de llegar a Macedonia, pasamos tres días en Bulgaria. El regreso a este país, supone el reencuentro con la cerveza –después de una semana de abstinencia- y con una gastronomía más variada.

La primera jornada transcurre en la sensacional, Plovdiv, que tras su animada calle peatonal y plazas, esconde un espléndido casco histórico, de callejuelas empedradas. La segunda la agotamos en la algo decepcionante Veliko Tarnovo. Sus principales atractivos se hallan dispersos, por una alargada e interminable calle, que acaba con la paciencia de cualquiera, después de que la has recorrido entera, cuatro o cinco veces.     Estas 3 son de Veliko Tarnovo (Bulgaria)
Como contrapartida, disfrutamos del mejor alojamiento del viaje, por tan sólo 15 €. Amplia habitación, con cuidado baño, calefacción –que buena falta hace- y televisión por cable. En una sola noche, se secó toda la ropa mojada, que veníamos arrastrando, a lo largo de toda Turquía.

De nuevo en Sofía, la ciudad nos recibe con cuatro o cinco grados menos, que hace un mes, con pocas novedades que ofrecernos y con una mala noticia: no hay autobuses, a Pristina, ni a ninguna otra parte de Kosovo, por lo que nuestra salida natural es, dirigirnos a Ohrid, en Macedonia e ingresar en la nación kosovar, por Prizrem, abandonando la idea de visitar la capital, que al margen de lo simbólico, tampoco debe de ofrecer muchas cosas interesantes.

La frontera de Macedonia es más tranquila, que la anterior, aunque no nos ponen sello de entrada en el pasaporte, asunto que nos intranquiliza. El bus llega a Ohrid, a las 2:45 h de la madrugada, con un intenso frío y rachas de aire helador. A diferencia de cualquier país de África, no existe la cortesía de permitir la estancia en el interior del vehículo, a los pasajeros, hasta que amanezca. Como es una ciudad pequeña, no hay nada abierto, nos toca vagar por las bonitas y bien iluminadas calles, durante horas. Los sitios algo guarecidos, parecen ratoneras, para nuestra seguridad.
                                                                                          Las 3 siguientes son de Ohrid (Macedonia)
Nos cuesta encontrar alojamiento. Hay muchísimos –en diverso estado de conservación- y están vacíos, pero no se bajan del burro de sus tarifas. Cuando al fin, alguien lo hace, lo recompensamos, cargándonos la vetusta cisterna de la habitación preparando una escabechina acuática tremenda, junto con el naufragio de papel higiénico, cascotes, siliconas…

Ohrid, recompensa con creces nuestros esfuerzos y penurias. Tras sus empinadas cuestas y las magníficas vistas del lago, se hallan conmovedoras iglesias, un anfiteatro, las ruinas de una basílica, un fuerte, las empedradas calles del casco histórico y el referido y maravilloso, monasterio de Panteleimon.

No hemos vuelto a ver, a la pareja de australianos, que como únicos turistas, nos acompañaron en el autobús, a Ohrid. Ella hablando a gran velocidad, no le dejó meter baza, en todo el tiempo que aguantó despierta.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Deseos cumplidos y extorsiones a la búlgara


A lo largo de este viaje, se están desvelando mis poderes de adivinación y no siempre –más bien, casi nunca- con buenos resultados para nosotros. A aquella legendaria maldición, de “que se te cumpla, lo que desees”, le estamos empezando a encontrar el sentido.

            El ilógico horario del bus de Estambul a Plovdiv –opción por descarte y no por preferencia-, nos hacía ponernos en la ciudad búlgara, sobre medianoche, hora bastante mala, para buscar un hotel de los nuestros -no de los de recepción en la planta baja, sino de los que hay que subir empinadas escaleras y no tienen “h”-. Entre risas y desde que hemos subido al vehículo, deseamos una imprevisible avería –sería raro, dado que el bus es nuevo-, de cuatro o cinco horas de duración, que nos retrase. Pero, ahí queda la cosa.

Las autovías turcas son arterias de sangre azul, por donde todo circula con orden, sin presentar demasiados acontecimientos, para alcanzar la frontera de Bulgaria, donde nos espera una de las grandes sorpresas del viaje. Salimos de Turquía sin problemas y empiezan todos –tras una parada en un enorme, desangelado y caro duty free-, al llegar a Bulgaria. 
                Las tres fotos de arriba son de Estambul y las restantes, más abajo, de Plovdiv (Bulgaria)
            Primero, deben pasar el control los búlgaros (bendita igualdad de los estados asociados). Después, presentan la documentación los turcos –a los que les ponen un sello-, un chino y un serbio. Previamente y sin explicaciones, han retenido nuestros pasaportes, con gesto bastante tosco. También, los de dos chicos, con portada de color verde, de la que no logramos identificar el país.

¿Extorsión dentro de la propia Unión Europea?. Tiene toda la pinta. Empiezan los gestos y aspavientos exagerados, las llamadas telefónicas y las preguntas: sí es la primera vez, que venimos a Bulgaria, cuántos días vamos a estar, adónde nos dirigimos…

Aunque parezca increíble, esto nos está pasando en un territorio de libre circulación y permanencia. Pero, los funcionarios búlgaros, aún no han abandonado sus viejas artes, que ya sufrimos en dos ocasiones anteriores. La primera, en 1997, cuando pretendíamos tomar un bus a Estambul y en los alrededores de la estación, dos policías nos retuvieron los pasaportes en una perfecta emboscada y nos dieron muchas gracias cuando para recuperarlos les “regalamos” 20 $. Escribimos una carta a la embajada y nos agradecieron la información, pero nada más. Días antes y al entrar al país, nos trataron de cobrar un visado, que en aquellos tiempos, ya no era necesario para los españoles.

Cada vez vamos poniendo un gesto más serio e impaciente y cuando formulan la siguiente pregunta, les paramos los pies, en seco y les indicamos, que no vamos a seguir, formando parte de este interrogatorio. Somos ciudadanos europeos y sabemos nuestros derechos. Si se nos acusa de algo, que nos lo hagan saber. Si no, ya nos pueden ir, devolviendo el pasaporte, por favor. Y así lo hacen, aunque de muy mala gana y maneras.

Subimos al bus y allí se quedan los dos chicos del pasaporte verde. No sabemos, que les han requerido, pro lo cierto es, que si no avisamos nosotros al conductor, arranca y se va sin ellos. En total y por razones desconocidas, cuatro horas tardamos en abandonar la frontera búlgara. Nos dormimos en este tiempo

 Cuando me despierto, con un sonoro pitido taladrándome los tímpanos, me entero de que llevamos más de cuatro horas –que llegarán a ser siete-, en el arcén de la carretera, con el vehículo averiado. . Como ya había hecho en la frontera, el chofer arranca y para el vehículo, cada dos minutos, mientras mira al infinito. Al estar todo automatizado, tampoco se pueden abrir los maleteros.

Para colmo, ya estoy empezando a estar hasta las narices, de la búlgara, que viaja a nuestro lado. Habla español, porque ha estado en nuestro país y sus dos hermanas, se encuentran casadas con españoles. Tiene cáncer de pulmón y está tratándose en una cara clínica, de Estambul

Al principio, ha comenzado siendo simpática y hasta nos ha recomendado un pueblo de casas tradicionales, río y montañas, cercano a Plovdiv (nos ha escrito el nombre, en cirílico, para que preguntemos). Pero, poro a poco, se ha ido haciendo muy cargante y ahora se atreve, a acusarnos, de que nos estamos poniendo nerviosos y lo dice de mala manera. ¡Cómo para no estarlo, después de la nochecita, que llevamos!.

Las prometidas seis horas, desde Estambul a Plovdiv, se han convertido en más de diecisiete. Y hemos llegado, gracias, que al fin, a que a las 9 y 22, han traído un microbús, que ya sí, nos lleva a nuestro destino, sin más percances.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Agradables Sivas y Kayseri, decepcionante Estambul

                 Las tres primeras  son, de Sivas. Las tres siguientes, de Kayseri y las tres últimas, de Estambul
            Fuimos sorteando todos los obstáculos, en un largo periplo, que nos llevó a lo largo de tres noches sin alojamiento hasta nuestro destino: Estambul. No resultaron duras, porque dormimos bien, sino fuera por la constante necesidad de darnos una ducha y de quitarnos el calzado.

            La primera, en el ya referido tren de la señora y sus churumbeles. La segunda, en los cómodos asientos de la sala de espera, de la estación de Kayseri, compartiendo techo y calor, junto a los mendigos locales, que no protestaron porque hubiéramos ocupado, irrespetuosamente, sus habituales sitios. Y, la tercera, en un confortable bus-chollo, que nos devolvía a Estambul (cuarta vez, que visitamos esta ciudad).

            Por el camino, nos encantó la vitalidad de Sivas y su plaza principal, llena de monumentos antiguos, como una mezquita, una madraza en ruinas y un hospital psiquiátrico. Además, disfrutamos de su amplia zona peatonal y de los mercados. Lástima, que no pudiéramos visitar la cercana, Divrigi.


            Kayseri –puerta oriental de Capadocia- y llegando de noche, nos pareció Las Vegas, de Turquía, por su excelente iluminación de neón y la cantidad de actividad nocturna. Por el día, su fortaleza, mezquitas y –sobre todo- su autentico bazar y el antiquísimo bedestan, nos llenaron de gozo. Evidentemente, no compramos nada, aunque nos insistieron con ingenua perseverancia. Tenemos la sensación, que la mercancía que se acumula en estos sitios, debe de tardar en salir varios años, ante la escasez de turismo y del casi nulo interés de los lugareños.

Más, que las tiendas de zapatos, ropa o complementos, nos sentimos más tentados por las de queso –de fuertes olores- y encurtidos varios. ¡Se te hace la boca agua!.

            El retorno a Estambul, fue más de lo mismo, como en nuestra anterior visita, en 2008. La mágica, exótica, acogedora, trepidante y alocada ciudad, que conocimos en 1994 y 1997, ha perdido las tres primeras características. Lo que hoy queda es un parque temático –al estilo de Dubrovnik o Praga-, que presenta suficientes molestias, para evitar la ciudad, si ya se conoce. Colas interminables para acceder a los principales monumentos – y, eso a finales de octubre-, transporte público carísimo –por la gracia de Alá, como el precio de la cerveza- y tarifas de las compras (té, delicias turcas, kebabs o especias), que pueden multiplicar por dos, siete, treinta y cinco o trescientos, lo que te cobran en el propio extrarradio de Estambul o en otras ciudades del país.

Por no mencionar, los autobuses de los grupos organizados, que aparcan por todos los lados, estropeando los paisajes, los monumentos y destrozando las imperecederas fotos, que todos nos queremos llevar como recuerdo del viaje.

            Ya nadie tendrá la oportunidad de conocer, el Estambul, que visitamos hace casi veinte años, en soledad y autenticidad, que descubrimos después de los famosos atentados del Gran Bazar, de 1994. Aunque, quienes lo visitaron diez o quince años antes de esa fecha, pueden alegar y con razón, que su Estambul es mejor, que el nuestro.

            Pero, todo no es negativo. Desde hace ya mucho tiempo, de las calles han desaparecido los vendedores de “su” (agua), los que ofrecían sus roñosa básculas para que te pesaras, los que vendían maíces asadas –alguno queda-, los que comercializaban calcetines, los que te querían limpiar los playeros con betún y los innumerables buscavidas, que convertían tu visita en una continua lucha, a cambio de sacarse unas cuantas liras. Hoy, van por lo legal, detrás de tantos negocios, que engañan a turistas de edad y pensión acomodada, de medio mundo desarrollado.

            En muchos años, no volveremos a Estambul. Y a Turquía, tampoco, mientras no baje el precio de la cerveza.