Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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jueves, 15 de septiembre de 2016

14 "pequeños" destinos imprescindibles en África

Frontera entre Sahara y Maurittania
          Afortunadamente, terminó este insoportable verano, lleno de tardes soporíferas, aunque también de fiestas, conciertos, limonadas, barbacoas... Por diferentes circunstancias -que no vienen al caso- el periodo estival ha transcurrido sin un viaje, que llevarnos a la boca. El debate, a fecha de hoy, es si nos iremos 20 días a Grecia, en octubre; arrancaremos el séptimo viaje largo, en noviembre o pasaremos este año en blanco. Ya iremos viendo.
                                                                                                                                       Rosso (Mauritania)
          Mientras tanto y después de tres meses sin publicar, retomo el blog con el objetivo de haceros llegar catorce “pequeños” lugares de África, que no deberíais perderos en los periplos por este continente. No se trata de sitios famosos, pero si entrañables, encantadores o pintorescos. No se exponen ni en orden ascendente, ni descendente, sino simplemente geográfico, de este a sur y de noroeste hacia abajo. Y además, sin repetir un solo país.

          -Bahariya (Egipto): A unas cuatro horas en coche de El Cairo, este oasis no tendría nada de especial, sino fuera porque a unas decenas de kilómetros, se hallan los desiertos Blanco y Negro, muy sorprendentes, poco turísticos y maravillosos.

                                                               Fadiouth (Senegal)
          -Harar (Etiopía): Se trata de la cuarta ciudad sagrada del Islam y aunque es una gran urbe, su centro histórico se presenta bastante recogido y muy atractivo, con casi cien mezquitas de diferentes épocas, bellas casas tradicionales y calles gremiales, a casi 2.000 metros de altitud.
Vilankulos (Mozambique)
          -Lamu (Kenia): La más antigua y tradicional ciudad swahili del África oriental, ofrece encantadoras calles, que parecen haberse detenido en el tiempo, además de gentes muy amables y bonitos paisajes de mar. Quizás, no sea tan bello, como Zanzibar, pero sí, mucho menos turístico.

          -Namanga (Tanzania): Se trata de un pueblo de unos 10.000 habitantes, en la frontera con Kenia, que penetra parcialmente en este país. Es uno de los lugares donde contemplar la cultura masái en estado puro, sin la contaminación de las agencias de viajes y sus tours. Las celebraciones religiosas musulmanas están a la orden del día.
                                                                                                                                                 Djenné (Mali)
          -Chipata (Zambia): A pesar de no ser un núcleo muy pequeño, la ciudad conserva su indiscutible talante rural y agrícola, dentro del parque nacional de Luangwa del Sur. El mercado es puramente africano y sus gentes resultan entrañables, en un país, donde la hostilidad hacia los extranjeros blancos se hace incuestionable.

          -Michinji (Malawi, en la frontera con Zambia): Malawi es de las naciones más pobres del planeta, pero el turista siempre es bienvenido y -en la medida de lo posible- agasajado. Tiene todos los encantos de las pequeñas ciudades de frontera y ninguno de sus inconvenientes. Al menos, durante nuestra estancia, las actividades lúdico-festivas nos llenaron de gozo.
-Vilankulos (Mozambique): Una de las joyas de este país, algo dispersa -como es frecuente, en África-, pero encantadora, donde parece que uno ha retrocedido varios siglos atrás, cuando se observan las artes de la pesca y preciosos barcos, que parecen sacados de una película medieval. Me ha costado decidirrme entre este núcleo urbano y Cuchamano, en la frontera de Zimbabwe, uno de los lugares más entrañables del continente.

                                                                                                Michinji (Malawi)
          -Kariba (Zimbabwe): Disperso enclave de cultura y tradiciones muy rurales, donde contemplar animales salvajes está a la orden del día. Nosotros llegamos a fotografiar elefantes a dos metros de distancia, además de ver hipos, cebras y otras muchas especies. Afortunadamente, nuestras imprudencias no tuvieron castigo.
                                                                                                                                    Mamamga (Kenia)
          -Tozeur (Túnez): Que yo sepa, se trata del mayor palmeral del mundo, donde acabamos odiando y vomitando los dátiles, debido a los excesos, que como otras tantas veces, cometemos. Un lugar con mucho encanto, con pocos viajeros y con ningún pelma.

           -Mulay Idris (Marruecos): Después de siete viajes al país, resulta difícil elegir un sólo sitio. Nos quedamos con este, por ser poco conocido y maravilloso. Enclavado en una roca, se puede disfrutar de sus estrechas calles empedradas, las colinas adyacentes y las cercanas ruinas de Volubilis.            Lamu (Kenia)


          -Frontera de Sahara Occidental: Los cinco o seis kilómetros, que separan este país, de Mauritania, se constituyen en una de las experiencias más alucinantes para el viajero. Territorio salvaje, lleno de minas y coches quemados, donde sin un conductor experto, se pierde la vida, seguro. No hay más población, que los numerosos empleados y buscavidas chantajistas de los puestos fronterizos.
                                                                                    Harar (Etiopía)
          -Rosso (Mauritania): Otra localidad fantástica de frontera, sino fuera por sus lamentables y tenebrosas infraestructuras hoteleras. Existe un mercado -al menos, los domingos-, genuino, muy animado y maravilloso.

          -Fadiouth (Senegal): Conectada por un largo puente de madera con la población de Joal, esta isla artificial llena de conchas, resalta la cotidianidad y convivencia de cristianos y musulmanes -con sus respectivos cementerios- en plena Petite Coté. ¡Un momentazo!.

          -Djenné (Mali): Sus construcciones tradicionales en adobe, hacen de este lugar un destino incomparable, sobre todo, si se visita los lunes, día del animado y bullicioso mercado, donde conocer gente y comer mil cosas distintas, resulta bastante factible. ¡Recomiendo las sabrosas albóndigas de pescado!.
Entradas  a monumentos egipcios

lunes, 21 de marzo de 2016

Lo que hemos hecho por la cerveza (parte II, de IV)

          7º.- Seguimos en el mismo viaje largo, pero ahora, en México. Decidimos, visitar las ruinas de Monte Albán, cercanas a Oaxaca y antes de acudir, compramos unos botellines de cerveza, de la marca Sol (estupenda). Estábamos casi solos y cuando abrimos un par de ellos, un empleado corrió hacia nosotros, con cara de loco y enojadísimo, acusándonos, poco menos, de borrachos patológicos.
            Palenque, en México
          Nos obligó a abandonar el recinto arqueológico, espetándonos: “Cuando se os pase la mona, dentro de un par de horas, podréis volver”. Así lo hicimos y aprovechamos el tiempo para tomar el resto de las cervezas y comer. Pero, no le salió gratis. Pusimos una reclamación en el recinto y otra en la oficina de turismo de Oaxaca. Al no tener respuesta en varios meses, contactamos por correo electrónico. Nos indicaron, con asombrosa rapidez, que ese empleado ya no trabajaba allí.
Bangkok, en Tailandia
          8º.- A pesar de sus numerosos golpes de estado, Tailandia es un país bastante tolerante con la mayoría de las cosas, si se actúa con sensatez, claro. No ocurre así con las bebidas alcohólicas -incluidos vino y cerveza-, que tienen unos horarios limitados de venta, entre las once de la amñana y las dos de la tarde y las cinco y las doce de la noche. Los supermercados y las omnipresentes tiendas de 24 horas son inflexibles con esta norma, pero las tiendas pequeñas hacen la vista gorda y te venden lo que desees, en un rincón discreto del local, envolviendo la mercancía en hojas de periódico y colocándolo en opacas y sucias bolsas negras.
                                                 Surabaya, en Indonesia 
          De esta manera, salvamos muchos contratiempos en los diferentes viajes realizados a este país. También, conseguimos librarnos del Buddha's Bitrhday, que nos pilló por sorpresa, en Nakon Rattchasima, el 14 de mayo, de 2.014. En esta jornada está prohibida la venta de alcohol, pero no resulta difícil obtenerlo.

          9º.- Corría el final del mes de agosto, de 2.008, durante nuestro segundo viaje largo, cuando viajábamos por Surabaya, en Indonesia. Como otras tantas veces, tuvimos la mala suerte de pillar el Ramadan, en un país musulmán (Bali es hinduista).
Lesotho
          En el enorme Carrefour de esta ciudad, seguían vendiendo cervezas y derivados alcohólicos, pero de forma discreta, en estanterías alejadas de los productos básicos y cubiertas con cortinas o lonas. Cogimos nuestra mercancía y al llegar a la caja, la cajera nos miró con cara de pánico, como si hubiera visto a Satanás, negándose a tocar las latas y a cobrarlas. Pasaron cinco minutos, hasta que llegó la encargada, que le obligó a vendérnoslas. Lo hizo de muy mala gana y pasándolas por el escáner muy deprisa y casi sólo rozándolas, como si mordieran o fueran venenosas.
                                                                                   Kariba, en Zimbabwe

        10º.- En nuestro periplo por África austral y del este, tuvimos decenas de anécdotas relacionadas con la cerveza. Llegamos exhaustos, a Maseru -capital de Lesotho-, después de un día caluroso y agotador, en el que habíamos tenido que andar un trecho largo, desde la frontera, hasta tomar un autobús y habíamos lidiado con unas simpáticas adolescentes, que al final resultaron tóxicas.

          En la guía sólo venía un alojamiento, muy alejado y a las afueras, gestionado por unos religiosos, que fue el único, que encontramos. Eran las ocho y media de la tarde y había toque de queda, a las diez. El bar más cercano se hallaba a media hora, caminando. No lo pensamos e hicimos el camino corriendo, para engullirnos en minutos dos botellas de 75 centilitros, cada uno. La vuelta, más reposada, resultó ser de mucho miedo, cruzando parques eternos y solitarios.
Lusaka, en Zambia
          11º.- Kariba es algo disperso -se pueden ver animales salvajes, sin coste alguno-, pero es un lugar encantador en el norte, de Zimbabwe. Llegamos allí, a las diez de la noche, completamente desorientados, dada la deslocalización de los diferentes núcleos, que forman la ciudad. No tuvimos más remedio, que fiarnos de un buscavidas, para encontrar alojamiento.

          Tuvimos suerte, dado que no nos la jugó y nos llevó a un hotelitto, donde supongo, obtuvo su justa comisión. Le dijimos al dueño, si había algún problema, en que fuéramos al centro, a tomar un par de cervezas y nos indicó, que el cerraba a las 12. Regresamos, a menos diez y el establecimiento estaba clausurado. Gritamos y aporreamos la vieja verja metálica exterior, sin resultados. Tuvimos, que saltarla, enredándonos en ella, destrozándonos la ropa y causándonos arañazos. Entramos por una ventana abierta, observando al vigilante acurrucado, plácidamente dormido.

          12º.- Lusaka -capital, de Zambia- es uno de los lugares más inhóspitos del continente: la gente es, realmente, hostil. Cometí el error de vestirme con unos pantalones de bolsillos amplios. La cerveza tuvo la culpa de que nos robaran la cámara de fotos, dado que paseábamos distraídamente, engulléndola y con las manos ocupadas con ella y la guía. Pero, también fue la responsable de recuperarla. Corrimos tras ellos y los acorralamos en un callejón, elevando la mano con el vidrio y amenazándoles con partírselo en la cabeza.  ¡Mano de Santo y aplauso de los vendedores de la zona!. Algún día, nos pasará algo chungo, a consta de la maldita, pero imprescindible cerveza.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Cosas, que pensamos que nunca haríamos -o soportaríamos- y que nos resultan tan naturales, ahora

            Viajar por África subsahariana, te cambia la mentalidad. Debes aferrarte en cada momento, a las condiciones existentes, sin tener demasiada elección. Por eso o te adaptas o sufres más de la cuenta.



            Aquí va una relación de cosas, que ahora nos parecen de lo más normales y que antes del viaje, nos habrían resultado bastante incómodas:

                                         Ciudad del Cabo (Sudáfrica)

            -Darnos la vuelta, al llegar a dos fronteras y retornar cabreados, al país de origen (hemos constatado con otros viajeros, que no hemos sido los únicos).



            -Lavarnos la cabeza con pastillas de jabón o espuma de afeitar, por no poder conseguir champú o por el elevado precio de este producto (especialmente, en Malawi, donde no había ninguno, por menos de cuatro euros).
 Navidad, en Ciudad del Cabo



            -Llegar de noche, a una gran e insegura ciudad y tener que decidir en dos segundos, si una persona a la que acabas de conocer,  te parece de confianza, para que te gestione lo más básico (que suele ser el alojamiento). En cualquier otro continente, puedes elegir de quien te fías o simplemente, rechazar ayuda externa. En África, tarde o temprano, tendrás que acabar acudiendo a ella y tener instinto, a la hora de arrimarse a alguien, te resuelve tantos problemas, como te evita.



                                                                            Kariba (Zimbabwe)
            -Llegar casi a pegarnos con los ladrones, que nos robaron la cámara –y, que posteriormente, recuperamos- o con los cambistas más agresivos de las fronteras.



            -Montarno en el coche, furgoneta o camión, del primero que pasa y te lo ofrece.



            -Dejarnos pagar el alojamiento y la manutención, por el primero que te lo ofrece, tendiendo nosotros dinero suficiente. O irte a casa, del primero que te invita, a dormir gratis.



            -Pernoctar en la antesala de una tienda de fotografía, el día de Nochevieja o esperar en plena calle y en zonas no seguras, la partida de autobuses, con horarios intempestivos.



            -Cortarnos el pelo el uno al otro, con unas tijeras de costurero (y encima, no quedar demasiado mal).



            -Estar dispuestos a dormir en plena calle y sin pestañear, en lugares no seguros.



            -Vivir tan tranquilamente sin reloj (casualmente, se nos estropearon a los dos, entre el día 50 y 60 de viaje) y con el móvil descargado, no teniendo por tanto, conocimiento de la hora.



            -Explorar países sin planos, guías y mapas y con la única ayuda de internet, cuando era posible acceder.


Lamu (Kenia)

            -Coser mosquiteras a la luz de velas o de linternas.



            -Orinar en botellas o bolsas, por las malas condiciones del baño o la inseguridad del alojamiento en cuestión.



            -En los autobuses y para el sexo masculino, se hace bastante fácil, realizar la mencionada necesidad, en una botella de litro y medio de agua. Basta con un poco de práctica y con saber dejar salir el aire, mientras entra el líquido (puras cuestiones de física). Y es que a veces te tienen durante más de ocho o diez horas, sin parar para orinar.



            -Viajar en un tren, completamente a oscuras. Pensar, que es lo más normal, la segunda vez, que lo hicimos. Y dormir a pierna suelta, en ambas ocasiones



            -Dejar las pertenencias –no, ni mucho menos, los objetos de valor-, en una habitación, que solo tenía pestillo por dentro y que cuando te vas a la calle, queda abierta.


            -Acercarnos demasiado y sin las mínimas prevenciones, a animales salvajes, para tomar fotografías.



            -Considerar normal y no molesto, estar sin agua, sin luz, sin asearte, sin poder lavar la ropa, después de jornadas sudorosas, a más de 35 grados de temperatura y con humedad…

                                          Delta del Okavango (Botswana)

            -Afortunadamente y aunque, trasgredimos unas cuantas líneas rojas, tuvimos suerte y las muchas incidencias que padecimos, se quedaron en simples sustos y terminaron bien. Tampoco, acabamos devorados por ninguna tribu africana o en el fondo de una olla de cocina, como seriamente temían, algunos de nuestros familiares y amigos, en España. ¡Tenemos la carne demasiado dura, hasta para las perfectas y ansiosas dentaduras de los negritos!.

martes, 22 de marzo de 2011

Vendiendo mangos, sentada en el suelo


Maseru (Leshoto)
Acabo de enterrar a mi madre y hace menos de un mes, hice lo propio con mi padre. Ahora, soy yo la responsable de lo que queda de mi familia: mi abuela, una prima de mi madre y mis cuatro hermanos.

Ya de pequeña, mi mamá me enseñó a cultivar el huerto, para después llevar los productos a la puerta del mercado y montar allí un tenderete, con todos ellos. Mi padre era zapatero remendón. Debajo del árbol de los deseos, tenía su negocio.Todos los vecinos de la aldea le querían mucho, pues era capaz de arreglar, hasta las zapatillas más viejas y estropeadas que te puedas imaginar.
                         
Reserva de Mlilware (Suazilandia)

            Yo soñaba con ser algún día como él, pero el consejo de hermanos jamás habría permitido que una mujer, realizara ese trabajo. Nos creen incapaces, pero en los últimos días de la vida de mi progenitor, él ya no estaba en buenas condiciones fisicas y era yo, quien se encargaba de cuidar que los pies de todos los habitantes, fueran bien cubiertos con un calzado casi nuevo y reluciente.

            Ahora, me dedicaré a vender mangos, papayas y plátanos. Todos mis conciudadanos, pasan varias veces al día por delante de mi: Los niños, camino de la escuela, se paran a saludar. Las comadres siempre tienen algún chisme que contar. Disponen de unas lenguas muy ligeras y afiladas, pero la cartera va bien atada, dentro de la capulana. Los hombres del pueblo observan desde lejos.
            Pietermaritburg (Sudáfrica)
            Cuando se detiene en la carretera un autobus, se forma un gran alboroto. Todas corremos a vender a los viajeros, que llegan cansados y hambrientos, o eso suponemos, porque la verdad es, que no compran mucho.

            Otro acontecimiento importante y del que se hablará, durante las veladas de varios meses, es la llegada casual de algún turista. Estos, algunas veces compran algo de fruta, pero primero pasan y miran, después pasan y preguntan el precio y por último, antes de llevarse un mango, tocan todos los del montón pensando, que debajo del todo, van a encontrar el más grande y el más apetitoso.

            Cuando empieza a oscurecer, todos encendemos velas -mi papá decía, que eran los espiritus de los muertos-, pues todavía no han acabado de montar el tendido eléctrico, que prometieron hace un par de años. Aunque, a estas horas ya no se vende nada, se está más a gusto aquí, que en casa, donde lo único que me voy a encontrar son caras largas y recriminaciones, por no haber vendido todo con lo que salí esta mañana, bien temprano.

            Quizás, en otra vida pueda cumplir mi sueño y montar un gran negocio, que supere al de mi padre.

                                                                                                 Chipata (Zambia) 

miércoles, 2 de marzo de 2011

La vida vista desde una bicicleta

                                                          Luangwa
Entrar en Malaui ha sido un soplo de viento fresco. Ya no solo, porque te permitan tomar algo de aliento, al no cobrarte visado, sino porque hemos vuelto a ver a los ninos sonreir y al mundo -aunque con sus cosillas de siempre-, no estar enfrentado consigo mismo, en batalla fratricida.

            La ultima reyerta que tuvimos en Zambia, fue con los cambistas de la frontera. Tambien nosotros, siempre nos vamos a hacer "bussines", con lo mejor de cada casa. No solo nos querian enganar con el cambio, sino quedarse con parte de nuestro dinero. Y todo ello, ante la atenta y pasiva mirada de la policia. Pero, con cuatro gritos lo arreglamos, recuperamos el peculio y de repente, aparecio un tipo, que nos dio mejor tasa de cambio que en el banco, para nuestras kwuachas zambianas sobrantes.
                            Chipata
            La penultima, tuvo lugar en el hotel, donde nos despertaron a las 6,45, para preguntarnos si nos ibamos a quedar una noche o si no avisarnos, de que el check-out era a las ocho. A lo primero, ya habiamos contestado el dia anterior. A lo segundo, ni preguntamos, ya que habiamos visto un cartel, en el que se indica, que el horario de la salida es a las diez y media.

            Comprensible es, que te quieran estafar los buscavidas de la frontera. No asi, todo lo que vieron ayer nuestros ojos, antes y durante el viaje, que nos llevo desde Lusaka a Chipata.

            Como siempre y para hacer cualquier tramite -en este caso, la compra de los boletos del bus-, te rodean ocho negros. El vehiculo sale, con tres horas de retraso, hasta que no cabe en su interior, ni mas pasajeros, ni mas mercancia. En tres ocasiones, pedimos la devolucion del dinero.
                                                                                                Chipata 
Mas que por el retraso, estamos indignados, porque como son 10 empleados los de la compania y no tienen nada que hacer y se aburren, se decian a reirse de nosotros, pronunciando nuestros nombres burlescamente o simulando peleas, mientras nos van acorralando por toda la estacion, para luego, partirse de risa. Ni sacando nuestro peor caracter, conseguimos que se inmuten o que nos reintegren el importe pagado (que por cierto, no es bajo). Anteriormente, habian intentado sacarnos tres euros, por subirnos el equipaje al vehiculo: naranjas de la China!!.
                                                                                                                                                                        Chipata 
            A los cinco minutos de partir, paran en una gasolinera, donde nos bajan a todos, mientras se abastecen de gasolina -de nuevo ocho negros, rodean al que la dispensa- y no nos dejan subir, hasta media hora despues.

            A la hora de camino, un perro cruza la carretera y sin frenar o hacer sonar el claxon, el conductor le embiste con el potente parachoques, ante nuestro horror, al contemplarlo desde la primera fila. Al subnormal, no se le ocurre otra cosa, que reirse.  A lo largo del dilatado periplo, estan a punto de correr la misma suerte, un ciclista, un nino y decenas de despistadas cabras.

            Llegamos ya exhaustos y de noche y al bajar del bus, casi nos aplastan los agresivos taxistas. Sin embargo, Chipata por la manana, es bastante distinta de Lusaka. Comparte con ella, un extraordinario mercado, aunque aqui la gente -sin ser amable-, la menos no es hostil.

            Esta poblacion, como su vecina Michingi -ya en Malaui, a unos cuarenta kilometros- pueden ser probablemnte, las que dispongan de mayor numero de bicilcetas per capita del planeta. Se utilizan para todo: el autotransporte, el de otros pasajeros -las mujeres, siempre van sentadas de lado-, el de mercancias -todas las que se puedan imaginar- y el de las dos ultimas cosas juntas: ciclista, con senora detras y esta, con un saco de maiz encima. Resulta impresionante, contemplar la destreza de transportadores y transportados.
                                                                                                     Chipata 
            Llevamos solo, unas pocas horas en Malaui y ya hemos hecho mas de 30 fotos -la media diaria es de 13. La gente es aqui, maravillosa. Adios a Zambia para siempre!!.

sábado, 26 de febrero de 2011

Lusaka: ciudad hostil. Zambia: pais de espejismos (parte II de II)

                                     Todas las fotos de este post, son de Lusaka
Ah, se me olvidaba contaros!!. Nuestro angel de la guarda africano, volvio a aparecer y recuperamos nuestras fotos. Fueron dos minutos de vertigo. En medio del concurrido mercado, sufrimos un violento agarron de un brazo. El objetivo, al parecer, es que nos enfrentemos con el individuo que lo ha provocado, para despistarnos y que mientras, otro nos robe. No consiguen lo primero, pero si lo segundo. Reaccionamos rapido, con el gesto ya automatizado, de comprobar que llevamos todo en los bolsillos.

            Por la abrupta calle sin asfaltar, echamos a correr, detras del de blanco, que ha sido el provocador. Le pillamos quitandose la camisa, para despistar y dejandose debajo la de un equipo de futbol. Estamos en la entrada de un pasadizo subterraneo y gracias a que viene mucha gente de frente y a que hay numerosos puestos ambulantes, conseguimos acorralarlo, a gritos, junto a un complice. Tenemos -para variar- una botella de cerveza, que con los nervios, estamos dispuestos a partirles en la cabeza. En el forcejeo, el liquido cae al suelo, mientras por detras, aparecen otras dos personas, que nos devuelven la camara, con todas las fotos, sanas y salvas. No obstante y en la confusion, uno de los dos, observamos como al otro, aun le toquetean los bolsillos traseros del pantalon, por si todavia pueden sacar tajada economica.

            Huimos aceleradamente. Nos vamos a comer al cercano hotel, sin ser aun conscientes, de que nos hemos podido jugar la vida. Al regresar luego, por el mismo camino, somos vitoreados por los comerciantes de la zona, que no se habian perdido ni un solo detalle del suceso. San Valentin este ano, resulto como veis, mas trepidante, que amoroso

Lusaka: ciudad hostil. Zambia: pais de espejismos (parte I de II)

                                                            Río Zambeze, en la frontera entre Zimbabwe y Zambia
   Hoy en Lusaka, nos han robado la camara, con las casi 900 fotos del viaje. No hay copia de seguridad. Iban a por el dinero -siempre bien protegido en el bolsillo interior- y han confundido la funda con una cartera. Han sido cuatro tipejos, mediante la habitual tecnica del descuido. Iba en el bolsillo del pantalon corto, algo ancho, junto al movil. En realidad y siendo objetivos, es lo menos extrano, que nos ocurrio en esta jornada. Es normal que algo asi suceda, cuando somos los dos unicos blancos, que han visto, visitando la ciudad y transitando por sus mercados (por otra parte, los mas interesantes que hemos visto, a lo largo de los 71 dias de viaje).
 Livingstone
            Lo que ya no es tan justificables, es el acoso premeditado, que sufre el viajero cuando se mueve por esta ciudad: desde los agresivos comisionistas de las companias de autobuses, hasta los perseverantes pediguenos, de todas las edades, que pululan por todas partes; pasando por algunos comerciantes pesadisimos y sin escrupulos (afortunadamente, los menos).

            Mas, lo que ya no tiene excusa alguna, es que te molesten por el unico placer de entretenerse y reirse. El desempleo aqui es alto y el aburrimiento, lamentablemente, se soluciona de esta forma, en el pais mas hostil de los 97 que conocemos. En los mercados, la lucha es constante, porque ademas, si no te enfrentas estas perdido. Las camaras de fotos no son bienvenidas y tenderos y buscavidas, se avalanzan contra ti, exigiendo que no las hagas (si hay dinero de por medio, la cosa cambia). Por supuesto, intimidaciones las justas. Sacamos las que nos apetece -o casi-, aunque en un ambiente muy desagradable y violento. Unas veces, les repelemos a voces. Otras, con el silencio y en bastantes ocasiones, explicandoles, que estamos en un espacio publico y que son fotos panoramicas, no retratando a personas o tenderetes de cerca (siempre entendimos el legitimo derecho de alguien, a no verse plasmado en una instantanea, asi como su negocio).
                                                                                   Lusaka 
            La dureza del entorno, tambien es evidente. La basura campa a sus anchas por todas partes. Hay arboles abatidos y cruzados en medio de la calle y a las habituales alcantarillas sin tapar, de esta zona del planeta, aqui se unen enormes y profundos socavones -como si fueran de bombas- y fosos, como los de los castillos, aunque menos anchos, que rodean casi todo, sean edificios o parques. En su dia, debieron tener funcion de canalizaciones para desagues, pero hoy son enormes canales repletos de aguas fetidas y desperdicios de antiguedad diversa.
                                      Lusaka 
            A nuestro santoral africano tenemos que anadir a san Soprite, ese supermercado, que tantas veces nos ha salvado la vida y que sin el aqui, habriamos perecido de inanicion y sed.

            Los precios en Zambia -despues de pagar 50 dolares de visado-. son casi o mas elevados, que los de Estocolmo. En el super, las salchichas de frankfurt estan a seis eruos, la mortadela a doce y la coca cola de dos litros, a casi 3 euros. En una tienda de comida rapida, una simple hamburguesa, sale por 2,5 y un pollo entero, sin patatas ni nada mas, por mas de ocho euros.
                                                                                                                                                                      Lusaka  
            Zambia es un pais de espejismos: en un insulso pueblo como Livingstone, de repente, aparece el mejor mercado de artesania, que hemos visto en toda Africa. O un autobus nocturno tirado de precio, con destino a Lusaka, que es el primero que tuvimos con aire acondicionado desde el dia de Navidad. O cuando despues de la situacion descrita de la capital, llegas a la agradable avenida principal, con sus comercios, bancos, opticas (casi las unicas que hemos visto en el continente)... Posee una arbolada y cuidada zona peatonal en el medio, la unica de estas caracteristicas, de todo nuestro periplo.

            Igual ocurre con los mercados. Del de los puestos de fruta, en la mediana de la carretera o los que venden cachibaches sobre piedras en calles inhabitables, pasas sin solucion de continuidad, a uno edificado, impoluto y abastecido.   
                                                                                                Lusaka 

lunes, 7 de febrero de 2011

La leccion mas didactica e inolvidable, que nos dieron jamas

                                                      Johannesburgo
      Ya hace tiempo que somos conscientes, de que en este viaje nos acompana un angel de la guarda, que nos saca de forma muy solvente de las situaciones mas complicadas y nos insufla buena suerte. A san Barclays, que tantas veces nos ha dado dinero del cajero -sobre todo en Zimbabwe y Mozambique-, cuando ningun otro banco estaba operativo, tenemos que anadir un nuevo santo en nuestro particular santoral africano: san Komatipoort, el pueblo donde hace unos diez dias, nos acogio un blanquito en su casa de forma gratuita.
 
      A este lugar tuvimos que volver desde Johanesburgo, despues de tomar la decision de llegar hasta Malawi, ascendiendo por Mozambique. Hay unos 500 kilometros y 12 horas de trayecto, en un colorido, incomodo y caotico tren. Tras el largo viaje y una vez en el destino, con el sol ya pegando fuerte y la mochila a cuestas, comenzamos a hacer caminado los ocho kilometros, que separan la estacion de la frontera. Son las 8 de la manana. Esta vez, nadie nos recoge en su coche.                        Middelburg 
      Salimos de Sudafrica sin problemas, siendo conscientes de que tendremos que volver a pagar, los 30 dolares de la visa de Mozambique. En tierra de nadie, nos encontramos con el mencionado blanquito, que nos dejo alojarnos en su casa gratis y que nos come a besos y abrazos.
 
      De todas formas, tratamos de ver si cuela que nos pongan el sello de entrada en el visado anterior: Ay!. Tan viajados como estamos y tan ingenuos!!!. Asi, que nos ponemos a la cola para rellenar nuevamente los papeles del visado y cuando estamos terminando, leemos en un cartel, que el precio de la visa es de 2.818 meticales o su cambio correspondiente, en divisas fuertes occidentales. Lo que significa, 64 euros u 87 dolares. Ni mas ni menos, que el triple de lo que pagamos hace escasos veinte dias.
 
      Sorprendidos -aunque con poco esperanza-, pedimos esplicaciones y la unica que nos dan, es que las cosas son asi y si queremos volver a entrar pagando lo mismo, probemos de nuevo suerte por la otra frontera, distante unos 1.800 kilometros de aqui. Sin mas controversias, retornamos a Sudafrica y deshacemos nuevamente andando, el camino hacia Komatipoort, con la cabeza ardiendo por el sol y los pies abrasados por el asfalto, como si acabaramos de salir del propio infierno.                                                                                                Middelburg  
 
      Estamos hundidos, como en ningun momento de cualquier otro viaje. Solo queremos volver a casa, pero nuestro deseo, por supuesto, no puede ser inmediato. Nos invade el silencio. Es de las pocas veces, que a un problema, no le encontramos una posible solucion. Para colmo, el tren de vuelta a Johanesburgo sale a diario, con la excepcion de los sabados y hoy es, precisamente ese dia.
 
      Aqui -en esta poblacion de 2.000 habitantes- hay pocos alojamientos y son muy caros. Estamos tan desanimados y destrozados, que ni siquiera hacemos intencion de buscarlos. Que pase lo que pase!!!. Que sea lo que sea!!!. Resulta de locos dormir a la intemperie en Sudafrica, pero hoy hasta este tema, nos da absoilutamente igual. Pasar las 30 horas, que restan hasta que salga el tren, en estas condiciones, va a convertirse en un infierno.
 
      Paseamos, retozamos en la hierba y sobre las seis y media de la tarde, nos apalancamos ante una gasolinera, que todavia permanece abierta. Cada cuarto de hora, uno de los dos se acerca a la casa del blanquito, a ver si nos puede ofrecer la misma habitacion, por una modica y razonable cantidad. Pero, no esta en su vivienda.
 
      Anochece. A los pocos minutos, un coche en el que viajan una mujer blanca y otra negra, se detiene frente a nosotros. Indagan sobre nuestra situacion y se asunstan, ante nuestras inflexibles pretensiones, de pasar la noche alli. Nos ofrecen 500 rands (50 euros) en efectivo, que por supuesto, rechazamos. Nos hacen subir a su automovil, con el pretexto de llevarnos, a un alojamiento muy barato.
 
      Llegamos hasta el. La mujer blanca se apea del coche y nos pide, que esperemos. Cuando por fin, entremos al alojamiento, ya lo tiene todo negociado y pagado con el propietario: 450 rands por la habitacion, 45 por persona por la cena y otros tantos, por el desayuno ingles completo: huevos, beicon, cereales, tostadas con mantequilla y mermelada, yogurt... En total, mas de 60 euros.Komatipoort 
      Nos negamos a aceptarlo. Pero, la mujer es expeditiva: "Tal vez algun dia, vosotros podais hacer lo mismo por mi. El dinero no tiene ninguna importancia, comparado con la vida de las personas". Nos quedamos sin argumentos. Solo somos capaces, de ofrecerle nuestros correos electronicos y nuestra casa, por si algun dia tienen a bien, visitar nuestro pais.
 
      Nos despedimos, dejamos el equipaje en la habitacion y nos dirigimos al comedor a cenar -por supuesto, pap con pollo-. Alli conversamos animadamente, con una pareja argentino-suiza, que tambien estan haciendo un viaje largo por Africa. Manana entraran en Mozambique y nos canjean por dolares americanos, todos los meticales que nos habian sobrado, circunstancia a la que no habia accedido ninguna oficina de cambio, ni siquiera en Johanesburgo.
 Beit Bridge, cerca de Musina, en la frontera entre Sudáfrica y Zimbabwe


      Esto es Africa!!!. O sufres o estas en la gloria. No hay termino medio.

      Nuestros nuevos planes, pasan por volar desde Johanesburgo a Lusaka, Lilongwe o Dar es Salam, pero hacerse composiciones de futuro aqui, es casi absurdo. La sensacion que tenemos, es que nos tocara vivir para siempre en Johanesburgo. Si, definitivamente es asi, mandadnos al menos, una felicitacion por Navidad.