Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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martes, 4 de septiembre de 2012

Con la totora, como único suelo

                                                                    Puno (Perú)
Puno es una ciudad de no demasiados encantos, en el sur de Perú. El principal atractivo reside, en ser punto de partida para algunas interesantes excursiones .En la oficina de turismo nos han indicado, que mejor, las hagamos por agencia, porque si no, nos van a engañar. Como no nos han recomendado ninguna, en concreto, damos la información, como buena
                                                                             Islas Uros (Perú) 
Miramos en más de diez. Todas ofrecen el mismo programa, que realizan empresas ajenas y especializadas y que en un día te lleva, a las islas Flotantes (bajas en una y ves otra) y Tequile. Existe otro circuito más extenso, que alarga camino, hasta la isla de Amantani, lugar en el que se pasa la noche. Pero, a nosotros nos basta con la excursión de un día.

En el habitual recorrido, que hace por los hoteles, el microbús de la agencia nos recoge temprano. En él ya está sentado un argentino, que tiene 58 años y viene de Machu Pichu, donde ha subido el Guaina Pichu. Esta casado con una colombiana, así que aprovechamos para preguntarle por algo, que nos tiene obsesionados: la seguridad en la frontera de Ecuador con Colombia, que esperamos cruzar, más o menos, dentro de un mes. Según él, no hay problemas. ¡Tranquilizador!.
                           Islas Uros
            Llegamos al embarcadero y subimos al barco, saltando a través de otros tres, por lo que no acabamos en el fondo del lago Titicaca, de casualidad. Allí, ya hay gente de otras agencias, entre ellos Pau, un barcelonés que trabaja en La Caixa. Es simpático, sociable, muy abierto de mente y extraordinariamente viajado. Ha vivido, incluso, nueve años en Estados Unidos. El será nuestro compañero inseparable, durante casi toda la jornada.

            Los tres trabamos también, muy buena amistad con Rocío, una joven, guapa y agradable quechua, que nos va a hacer de guía. Tanto a la ida, como a la vuelta, en el largo periplo que hay entre las islas Uros y Tequile, hablamos de viajes, de política, de la propia actualidad y aprovechamos para interrogar a Rocío, sobre aspectos de la cultura peruana. Sobre todo, aquellos relacionados con la quechua y la aymara. Así, nos enteramos de que:
                                                                      Islas Uros
           -Las cholas aymaras tienen la cara más redonda, que las quechuas y los dientes de oro.
                                                                                               Islas Uros
            -Para una mujer de esas culturas, no es obligatorio vestirse de chola y en las ciudades de hecho, ya casi nadie lo hace. En muchos casos, más que por convicción, porque en la práctica, sufren discriminación.

            -En los colegios de Perú, la única lengua que se aprende es el español, aunque los niños de los pueblos, también suelen desenvolverse en quechua y/o aymara, si sus familias lo hablan. Es en la educación universitaria, cundo hay que elegir y estudiar uno de estos dos idiomas y si vas a ser maestro de pueblo, es obligatorio aprender y hablar, correctamente, ambas.
 Islas Uros
            -Los habitantes de las islas Uros, tuvieron que irse a vivir a sus edificaciones flotantes, porque siempre fueron un pueblo dominado y expulsado de todos los sitios donde habitaron. Primero, por los incas. Después, por los españoles. Y así, sucesivamente. Pero, la gente joven de ahora, ya no quiere vivir en las islas Flotantes y prefieren las comodidades de la gran ciudad.

            -Estas ínsulas son bastante turísticas y es del turismo, de donde ahora obtienen sus ingresos. Aunque, las hay, que se niegan a aceptarlo y viven de forma precaria, de la pesca de la trucha y del pejerrey.
                                                               Camino de Tequile
            -Los aymaras se extienden por Perú, Bolivia y Chile y son un pueblo sin patria, ni Estado.
                                                                        Tequile (Perú)
Nuestra primera parada es en una de las Uros, donde nos esperan sus folclóricos habitantes, que de inicio, nos explican la fabricación de las islas, a base de unos juncos llamados totora, que se van atando y superponiendo en capas cruzadas. Luego, vemos las casas y las cocinas y paseamos por la pequeña superficie de la isla, para terminar contemplándola desde un mirador bastante inestable, establecido al lado del lago. También, asistimos a una actuación “typical guirilandia” Las ínsulas no son móviles. Se hallan clavadas al fondo del lago
 Tequile
            Los lugareños tienen a la venta artesanía diversa y también ofrecen un caro paseo, en una embarcación igualmente elaborada, a base de la omnipresente totora. Lógicamente, en estas islas hay, que tener bastante cuidado con el fuego

Ya en Tequile –tras largo rato navegando, decidimos prescindir de la visita guiada y hacer el recorrido de la isla por nuestra cuenta. Rocío nos advierte, de que el barco no sale del puerto donde hemos llegado, sino desde otro punto de la isla y nos indica, como podemos llegar hasta allí.

            El lugar resulta muy atractivo, aunque menos exótico que las islas Uros. Un niño me pone carita y tengo que acabar compartiendo con él, la mitad del plátano, que me estoy comiendo. Nos metemos por un camino equivocado y de milagro y sobre el toque de la bocina, encontramos el barco.

miércoles, 29 de agosto de 2012

En altura y con hambre

Todas las fotos de este post corresponden, al P.N. de Eduardo Avaroa y al salar de Uyuni (Bolivia)
A las ocho de la mañana, ya estamos en la puerta de la agencia, como otros cuantos viajeros, que han contratado la misma excursión. Nos van dividiendo en vehículos y nos toca en un viejo minibús, que no dispone ni siquiera, de cortinas en las ventanas. Pero, el conductor es bien simpático y en la hora que tardamos hasta la frontera con Bolivia, nos va poniendo al día, muy animadamente, sobre lo que vamos a contemplar en la jornada de hoy. Ya estamos a 4.000 metros de altitud. Me da un pequeño mareo, según bajo del bus, que apenas me dura cinco segundos.

            Llegamos al puesto de inmigración, donde hay que pagar una tasa de 15 bolivianos. El funcionario que atiende, es bien simpático, aunque se pasa de gracioso y según nos va poniendo los sellos, hace chistes o comentarios, sobre aspectos relacionados con nuestra nacionalidad. A nosotros, nos habla de la ETA y de la independencia de los vascos; a una holandesa, le hace la comparación de los países bajos con la altitud de Bolivia; a dos daneses, les pregunta por la Sirenita…

            Pagamos también, la entrada al Parque Nacional Eduardo Avaroa (30 bolivianos) y nos distribuimos en los vetustos y algo roñosos, 4X4. Hemos elegido a “supercachorro”, como nuestro conductor y guía y a dos chicas argentinas –las únicas junto a nosotros, que son de habla hispana-, como compañeras de viaje. Las dos plazas vacantes del vehículo, las han ocupado dos divertidos y timoratos daneses.

            El programa previsto para hoy, incluye la laguna Blanca, la Verde, las Termas, Los Géisers -Sol de la Mañana- y la laguna Colorada, donde se encuentra nuestro refugio básico y al que llegaremos a la hora de comer.

             Las dos argentinas –de 20 y 19 años- responden al nombre de Florencia, aunque coloquialmente, se llaman Flopa y Flor. Son increíblemente maduras para su edad, saben lo que quieren en la vida y resultan abiertas, cariñosas y divertidas. Desde luego, ni en nuestros mejores pensamientos, habíamos soñado con tener una compañía tan agradable. ¿Y el conductor/guía?. Pues, se muestra parco en palabras, pero cada vez que abre la boca, es para decir algo interesante. Conoce la zona al dedillo.

            Pasamos por el desierto de Salvador Dalí -que en nada nos recuerda al pintor- y ya en las Termas, nos pegamos un chapuzón, en una pequeña pileta, cuya agua tiene una temperatura por encima de los 30 grados. Da sensación de quemazón, al entrar, pero luego, uno se siente muy a gusto. Unos jóvenes allí al lado, juegan un partidillo de fútbol. ¡Dios mío, como podrán, si estamos a 4.800 metros de latitud y a mi me cuesta esfuerzo, hasta agacharme para atarme las zapatillas!.

            Llegamos a los geisers y nos deleitamos con el increíble espectáculo de la naturaleza. Hoy deben andar algo enojados, porque escupen fumarola y agua hirviendo, con estrépito. Estamos a 5.300 metros de altitud y ahora sí, empiezo a sentir algo de malestar –ligero mareo y dolor de cabeza-, por lo que decido separarme de los cráteres, no vaya a marearme y a caer dentro.

             Flor y Flopa, cuando regresaban del baño, se han encontrado una botella de cerveza de medio litro y la compartimos los cuatro, sorbo a sorbo, deleitándonos con tan asombroso momento y con tan gratísima compañía. ¡Nunca tomamos cerveza tan cerca del cielo!

            Sobre las cuatro y dentro de una nave herméticamente cerrada, con el techo de chapa y cayendo el sol de plano, nos juntan a 18 personas y nos dan macarrones y patatas guisadas con pollo, que no creo que componga entre los pequeños cachos de cada plato, más de un par de muslos para todos. Nos quedamos con bastante hambre. ¡Pobres daneses, con lo altos que son y el estómago tan grande, que deben tener!.

Una chica sufre un violento ataque y todos nos asustamos al ver las convulsiones. Al final, se le acaba pasando. No sabemos si ha sido de altura, de pánico o una insolación, dadas las lamentables condiciones, en que estamos almorzando.

Antes, nos hemos repartido las camas de un alojamiento, más cercano al chabolismo, que a un lugar habitable. Es sucio y frío, porque entra gélido aire por toas partes.   

            Nos vamos a dar un paseo, bordeando la laguna. Al ir, el camino se hace fácil, pero al volver, hay casi un huracán, que nos viene de frente, lo que sumado a los 4.200 metros de altitud a los que estamos, nos agota casi hasta la extenuación. Hay que recurrir a una aspirina, que resulta muy efectiva

            A las siete –tan solo dos horas y media después de haber acabado de comer-, nos convocan a la cena, aún más insustancial que el almuerzo, a base de sopa aguada de quinua y espaguetis con salsa de tomate. Es la primera vez en mi vida, que como dos primeros platos para comer y otros dos, para cenar.

            Matamos la tarde con Flor y Flopa, primero en animada conversación y luego, jugando a nombre, ciudad, animal… Terminamos, viendo el espectáculo, que dan gratis la luna llena y las estrellas  Nunca antes, habíamos visto el cielo tan nítido

La noche se ha hecho larga y he pasado algo de frío, a pesar de dormir con tres mantas. Los baños a esas horas tienen tanta mierda, que ya son hasta peligrosos para la salud. Desde fuera, veo a uno de los conductores al lado de un urinario, orinando, directamente en el suelo. ¡¡Será cerdeo el tío!!. Al entrar al de las mujeres, observo con pavor, como una escobilla llena de restos de heces, está metida en un lavabo.

            El programa para hoy, empieza por el desierto de Silote –tras cruzar el cañón del Inca-, que nada tiene de espectacular y prosigue por el Árbol de Piedra, que es otro mucho más bonito y con formaciones rocosas, que nos traen enseguida a la mente, el Desierto Blanco de Egipto. Luego vamos viendo una a una, las lagunas Ramaditas, Hedionda –tiene muy adecuadamente elegido el nombre, por cierto- y Cañapa.

            Tras la sobremesa, volvemos al jeep y afrontamos un largo y tortuoso camino, que nos va llevando al borde de profundos desfiladeros y a través de los encantadores  pueblos altiplánicos, llenos de sonrientes niños a los lados de la carretera. Vamos descendiendo notablemente por debajo de los 4.000 metros y ya comienza, a aparecer alguna vegetación y la riquísima quinua, un cereal que es más nutritivo que el arroz y que se cultiva habitualmente en altura (a partir de los 2.500 metros).

            Llegamos a un pueblo, que en su día fue próspero, debido a que por allí pasaba el tren, que llevaba los minerales hasta Antofagasta. Ahora, aunque continúa habitado, parece un lugar fantasma, con las vías y los vagones abandonados.

             Aún, tardamos un buen rato en penetrar, en el impresionante Salar de Uyuni, frente al que está nuestro alojamiento, que hoy si es mucho más confortable. La habitaciones son para seis, pero están recién reformadas y en cuanto a la limpieza, impecables. Además, disponen de baño propio

             Nos convocan, a contemplar la puesta de sol y, realmente, resulta alucinante. Mejor, incluso, que la de tres días atrás, en Atacama. En época de lluvias –de diciembre a marzo-, la superficie blanca del Salar se llena de agua, provocando que con los reflejos del astro rey, se vean imágenes simétricas del cielo y del encharcado suelo.

Al día siguiente, se inicia la última jornada de nuestro tour. La sal parece nieve y nos sentimos en la Antártida. Llegamos a la isla Hincauasi -la del Pescado-. Escalamos hasta la cumbre y aunque todavía nos cansamos un poco más, que de costumbre, estamos ya casi adaptados a la altitud, sin necesidad de haber masticado una sola hoja de coca. La ínsula está llena de cactus y me pincho, bastante fuerte, con uno de ellos.

Una vez ya abajo, decidimos junto a nuestras amigas argentinas, que seguiremos los cuatro juntos, por Bolivia, hasta el lunes, días en que ellas tienen que iniciar el lento retorno hacia Salta, desde donde volarán el siguiente sábado, a Buenos Aires.

            De camino al hotel de sal, vamos planificando nuestros próximos destinos y decidimos, que el primero será Potosí. El establecimiento –construido solo con esa sustancia- es precioso por dentro, aunque creo, que es más para verlo, que para alojarse en él.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Desde El Calafate, a Santiago


             Nos marchamos de El Calafate bastante enfadados, después de haber leído en la prensa local, que están tratando de que la zona, tenga un “turismo de calidad”. Traducido a un lenguaje comprensible, significa encarecerlo todo y mayormente, poner trabas, a los que llegamos con presupuestos más bajos.. Eso ya han aprendido a hacerlo en Torres del Paine, donde todo cuesta un pastón, aún siendo los diversos servicios, pésimos (por ejemplo, los buses que unen Puerto Natales, con el Parque Nacional). ¡Qué tengan cuidado unos y otros, porque determinadas decisiones, se pueden tornar en su contra!.
                                                                          Ambas fotos son de Bariloche (Argentina)
            Nuestro siguiente destino es Bariloche, pero llegar por tierra, resulta una aventura. No por las cosas, que te acontecen de camino, sino por la distancia y por los cambios de transporte. Primero, debemos tomar un colectivo a Río Gallegos. Allí, esperar y subir a otro, con destino a Comodoro Rivadavia, una ciudad de la Argentina profunda, con casas de alubión o a medio hacer. Y finalmente y desde este lugar, un tercero, que nos pone en nuestros destino. En total, unas 32 horas, incluyendo el tiempo entre transbordos
              Puerto Montt (Chile)
            Horas y más horas, transitando por la cansina Patagonia y viendo la misma estampa, en forma de pedregoso, seco y aburrido desierto. Tan anodino es el viaje, que al llegar a Caleta Olivia y por ver una bonita playa, nos pega un subidón tremendo. Pocas más cosas pasan, salvo unas musulmanas, que se dedican a eliminar cualquier rastro de cerdo, en los sándwiches, que nos han entregado y una señora, que en el bus nocturno, cae fulminada y nos mete a todos un gran susto. Afortunadamente, se recupera.

            Bariloche es un lugar cuidado y caro. Está bien, pero esperábamos algo más. Dicen, que es la Suiza argentina, pero francamente, prefiero el país helvético. Y Federer, también. Cruzar el paso andino entre Argentina y Chile, vuelve a ser algo exótico. En esta ocasión, nos recogen los pasaportes y nos van llamando en forma de lista, por familias, como si estuviéramos en el colegio o el médico. El paisaje es maravilloso, a pesar de que lo estropea, parcialmente, la densa niebla. Hace algo de frío.
                                                                                                        Isla de Chloe (Chile)
            Puerto Montt es un destino discreto. Lo mejor, la habitación que tomamos, en una casa particular –cuya dueña, nos ha abordado en la estación- y el enorme y bien abastecido supermercado, Jumbo. En el cono sur americano, la atención al cliente en estos establecimientos, es nula. Como, a la cajera quiere quitarse de encima monedas, nos da la vuelta en un rollo de 25 unidades de pequeño valor, envueltas en plástico y pegadas con celo. También, nos llaman la atención, las alargadas ristras de mejillones, otros moluscos y algún crustáceo, que han sido secados y puestos a la venta. Supongo, que luego toca, hidratarlos.

Mucho más valiosa y muy recomendable, es la visita a la isla de Chloe, donde arribamos en excursión de un día, la misma jornada, que Zapatero gana sus segundas elecciones generales.
 Volcán de Pucón (Chile)
En Villarrica, volvemos a la fórmula de la habitación privada, pero esta vez, con menos suerte. Por la noche oímos ruidos. Parece un animal, que está revolviendo una bolsa. No logramos dar con él, pero a la mañana siguiente, el único bollo de pan, que tenemos, aparece con un agujero redondo, en el centro, de unos cinco centímetros de diámetro.

El único interés de este lugar, es ver de frente –cuando las nubes lo permiten-, el extraordinario volcán, de Pucón, que da nombre a un pueblo, mucho más coqueto, agradable, turístico y selecto. Está bastante lleno de guiris con poder adquisitivo.
                                    Villarrica (Chile)
Nuestros siguientes destinos chilenos, serán Santiago y Valparaíso, antes de afrontar una de las etapas más deseadas del viaje: el inhóspito y espectacular desierto de Atacama.

martes, 21 de agosto de 2012

Explosión de naturaleza

                                                 Perito Moreno (Argentina)
            Tras unas primeras semanas de viaje, más urbanas y playeras, al aterrizar en El Calafate, llegan días de intenso contacto con la naturaleza. Esta ciudad de Patagonia se articula en torno a una calle principal, donde se encuentran los numerosos restaurantes, que ofrecen especialidades de la zona. Como más destacado, el cordero patagónico, hecho a la parrilla, con un adobo compuesto de aceite, vino blanco, ajo, perejil, sal y ají molido picante.. Pero, como aquí todo es muy caro –incluido el alojamiento-, nosotros nos tenemos que conformar con las deliciosas empanadas del supermercado, La Anónima.
 Parque Nacional de las Torres del Paine (Chile)
            Nos ha recibido una buena climatología, aunque bastante ventosa, que permite que en poco más de una hora, se seque un pantalón vaquero y una gruesa toalla, recién lavados y escasamente, escurridos. Es está época del año –finales de febrero-, aún no ha anochecido, siendo las once de la noche.

Nuestra llegada a este punto tan meridional, ha sido motivada, para llevar a cabo una visita al glaciar, Perito Moreno, que se haya a una hora de autobús. Como bien se ve, en los numerosos videos, que se exponen en las tiendas de la calle principal, el glaciar rompe cada cuatro años y casualmente, es en estos días, cuando debe producirse este fenómeno.
                                                                               Perito Moreno
Lamentablemente, no podemos coincidir con ese acontecimiento, pero sí contemplamos al majestuoso gigante, más rebosante de hielo, que nunca. Tenemos la suerte, de contemplarlo primero, con el cielo absolutamente nublado y posteriormente, estando despejado, siendo las tonalidades cromáticas muy distintas, aunque igualmente, atractivas. El mayor espectáculo consiste en ver caer desde lo alto, los enormes trozos de hielo, sobre el agua y la sonoridad hueca, que provoca.
                                                                 Parque Nacional de las Torres del Paine 
Cuando nos hallamos en lo más intenso de la contemplación, alguien grita a mi lado. No es debido al inmenso escenario, sino a que le ha picado una avispa. “Me cago en la madre, que me reparió”, es su espontánea respuesta.

Cruzar la frontera entre Argentina y Chile, por esta zona, tiene su miga. Los funcionarios de inmigración son bastante tocapelotas, con el tema de los equipajes, que se pretenden introducir en el país, estando estrictamente prohibidos, el queso, la carne, la miel, la fruta y cualquier souvenir, de procedencia animal.
                      Perito Moreno
Llegamos a Puerto Natalaes y por primera vez en nuestras vidas, contemplamos el océano Pacífico, que desde luego, no hace ningún honor a su nombre. Nuestra intención no es otra, que visitar desde aquí, el impresionante parque nacional de las Torres del Paine.

Por diversas razones –relacionadas, fundamentalmente, con la escasa equitación-, decidimos no hacer la “W”, tradicional trekking de cuatro jornadas. Utilizaremos un día, para hacer la larga caminata hasta las Torres del Paine y otro, contratamos una excursión, que nos haga una visita panorámica por el parque.
                             Parque Nacional de las Torres del Paine
En un día despejado –como es el caso-, la vista de las Torres resulta espectacular. La subida lleva vayas horas y se transita por terrenos de dificultad variable. Aunque, salvo el último, eterno y esforzado tramo, en el que hay que ascender –a veces a gatas- por bloques de piedras, no es una caminata demasiado complicada.
                                                                    El Calafate (Argentina) 
En este día trekkinero, están a punto de suceder dos hechos, que pudieron cambiar para siempre nuestras vidas. Además, uno a cada uno: una casi total deshidratación y un resbalón al borde de un precipicio, frenado en el último instante y de milagro. No son pocas las muertes en el parque nacional. Después sabríamos, que una francesa ese mismo día, reposaba en un tanatorio, de Puerto Natales.

Al principio, por la mañana, empezamos la ascensión como un tiro, adelantando a todo el mundo. El día era muy caluroso y escasamente variable, algo raro por aquí. No bebimos lo suficiente y la ascensión se terminó haciendo eterna. En el último tramo, era ascender cinco metros y tener, que parar 10 minutos.
  Parque Nacional de las Torres del Paine
La visión empezó a nublarse y los calambres aparecieron por todo el cuerpo, además de la respiración jadeante. La decisión estaba clara y optamos por la segunda opción, entre un posible fatal desenlace y tomar el agua de los riachuelos, que teníamos más a mano, desconociendo su salubridad.

A una española, que por allí pasa, no se le ocurre otra cosa, que decir: “Pero, no bebas de esa agua, que la está pisando todo el mundo, al pasar”. Pero, ¿esta idiota no se ha enterado, de que está fluyendo, constantemente?.
                                        Perito Moreno
Tres litros de agua y un largo rato sentados a la sombra, devuelven la situación, a la casi total normalidad. Al día siguiente, el guía de la excursión panorámica, nos informa, de que el líquido elemento no solamente es potable, sino que es de unas cualidades extraordinarias.
                              Parque Nacional de las Torres del Paine
Descartamos ir a Ushuaia, por estar lejos y no ser un lugar muy atractivo en esta época del año  

lunes, 20 de agosto de 2012

La noche de Los Estelares


            Nuestro objetivo inicial no era otro, que investigar la mejor fórmula posible, para llegar desde Puerto Iguazú, hasta Montevideo. Pero, en la oficina de turismo nos desaconsejaron este plan, debido a un conflicto entre Uruguay y Argentina, por el asunto de una fábrica de celulosa
 Buenos Aires (Argentina)
            Compramos entonces, boletos de bus para Buenos Aires. El viaje es más largo, de lo que cualquiera puede desear. Tardamos casi 20 horas –dos de retraso-, en las que sufrimos algunas incidencias, como un cambio de autobús y paradas más largas de la cuenta, en las que suben vendedores, comercializando, “chipas, chipas –una especie de pan con queso, huevos y manteca-, calentitas”.
                                                                                            Buenos Aires (Argentina)
            Los “colectivos” en Argentina son algo caros, en comparación con el resto de Sudamérica (excepción, de Chile), pero resultan muy confortables. Es lógico, porque cubren distancias muy largas. En esta ocasión y con la compañía Crucero del Norte, nos estaba incluida la cena: pollo relleno y rebozado, con patatas fritas y verduras. Muy de agradecer.

            El metro de Buenos Aires es algo viejo, al menos en las líneas, que nosotros utilizamos, pero resulta extraordinariamente, barato. Gracias a él, nos bajamos en la calle Callao, donde ocupamos un alojamiento, que habíamos gestionado por teléfono, desde la propia estación de buses. En la recepción atiende una rubia muy simpática y limpia las habitaciones, una mujer muy mayor, que nos recuerda a cualquier chacha, de las películas españolas de los años sesenta.
 Buenos Aires (Argentina)
            No es lo único, que nos rememora a España. La propia pensión, donde estamos, evoca aroma de las del Madrid de los años ochenta –con esas habitaciones grandes, de techos altos y ventanas de madera- y muchas de las calles del centro –especialmente la llamada, Florida-, también se nos insinúan muy parecidas, a las de la ciudad del oso y el madroño. Casi idénticas, sino fuera porque sobre el asfalto, aquí se baila tango.

            Buenos Aires es una gran ciudad. Es por eso, que le dedicamos cuatro días. Pero, a decir verdad, nos termina decepcionando un poco. No, porque no merezca la pena, sino porque esperábamos más. Tal vez, también haya influido la frialdad con la que nos ha recibido, en estos días de febrero, en los que la mayoría de los porteños, se encontrarán de vacaciones.
                                                     Buenos Aires (Argentina) 
            Nos encanta La Boca –aunque es una zona más pequeña de lo imaginado- y resulta agradable pasear por Puerto Madero, a pesar de que no podamos tener acceso a sus caros restaurantes. También, nos sentimos muy atraídos por la zona de San Telmo o por calles, como Rivadavia, que en cierto sentido, nos recuerdan a Malasaña, en Madrid. Los parques de la zona de Palermo, resultan relajantes y la plaza de Mayo, se muestra como todo un icono de la historia. Pero, al menos en estos días, a esta ciudad le falta la magia.

            Aunque, finalmente y el día antes de irnos, la acabamos encontrando, asistiendo a un espectacular concierto de Los Estelrares –junto a Hana y Pánico Ramirez-, la última noche, en el parque de Lezama. No conocíamos a este fantástica banda, que nos ha deparado uno de los momentos más adrenalínicos y felices del viaje.
      Colonia del Sacramento (Uruguay)
            En Buenos Aires, tomamos dos importantes decisiones, en forma de compras. Los billetes de ferry, para viajar a Colonia de Sacramente y otros de avión, para volar desde Montevideo, al Calafate, en la Patagonia, surcando los cielos con Aerolíneas Argentinas.

Nuestro paso por Uruguay fue algo efímero. Quedamos encantados con la pequeña y coqueta Colonia y con la cotidianidad algo rancia de sus lugareños, un domingo por la tarde, junto al río de la plata. En plan, merendolas y mate al estilo picnic, de los años setenta hispanos. Lo peor, nuestro alojamiento, en una algo tétrica y húmeda chocita, que nos rentó una chica, que más bien, parecía un zulo.

Lo de Montevideo, ya es otra cosa. Sin lugar a dudas, la capital más fea de todo Sudamérica y Centroamérica, para nuestro gusto. Y el aeropuerto se nos presentó, como el más inflexible del mundo. A los maleducados funcionarios de inmigración, no les basto con retenernos una lata de cerveza y una botella de brasileña cachaza, sino que hasta nos despojaron de dos paquetes de galletas (lo nunca visto).    Montevideo (Uruguay)

viernes, 17 de agosto de 2012

"No me gustan los israelíes, porque lo rompen todo"

                                                  Cataratas de Iguazú
            Llegamos a Puerto Iguazú, agotados y carentes de reflejos. Sólo así, se puede explicar, que nos dejemos atrapar por las garras de un comisionista de alojamientos y que accedamos a quedarnos en uno, que no sale muy barato y no resulta gran cosa. La propietaria habla por los codos y cuando los ha desgastado, empieza a hacerlo hasta por las orejas. En claro, apenas sacamos, que le tiene bastante manía a los viajeros israelíes, porque lo rompen todo.
              Paraty (Brasil)
            Dos noches seguidas de autobús, han tenido la culpa de nuestro estado extremo. La primera, nos transportamos desde la magnífica ciudad colonial brasileña, de Paraty y desde sus maravillosas playas de los alrededores, hasta la capital, Sao Paolo. A pesar, de que no son muchos sus atractivos monumentales de esta ciudad, no nos decepcionó, en absoluto. Sobre todo, gracias a una zona algo decadente, con unos cuantos pintillas, cuyo nombre no recuerdo –aunque podría ser, la del metro de santa Cecilia- y que al menos de día, se nos mostró con bastante encanto.
                                                                                              Sao Paolo (Brsil)
            Durante la segunda, conectamos esta ciudad con Foz de Iguazú, ya en la frontera con Argentina. Nos pareció estar transitando por Kosovo, dado que todas las luces interiores del autobús –“colectivo”, en estas tierras-, iban apagadas, incluidas las de lectura. Nos daba la sensación, de irnos infiltrando por las líneas enemigas, a gran velocidad, para conseguir el objetivo.
                                 Cataratas de Iguazú
Al ir al baño –todos los buses de largo recorrido, lo tienen- y no ver nada, le arreé un buen mangurrino en la cabeza, a una señora, que casi quedó conmocionada. Desde entonces, aprendí la costumbre local: Para manejarte en el interior del vehículo, es necesario desplazarse, apoyando las manos en los portaequipajes de arriba y no en los asientos.
                                      Cataratas de Iguazú, arriba y Puerto Iguazú, (Argentina), debajo
            Las cataratas de Iguazú deben contemplarse, tanto del lado brasileño, como desde el argentino. Desde el primero y en nuestra opinión, resultan más espectaculares, al verse de lejos, a través de un recorrido muy bien acondicionado. Espectacular, contemplar atónitos desde abajo, la Garganta del Diablo. Desde Argentina, se observan saltos desde mucho más cerca, aunque con menor perspectiva y en ocasiones, con demasiado vapor de agua en suspensión. Se puede –y debe- navegar desde el islote de san Martín, hasta acercarse bastante a una caída de agua, impresionante.
    Cataratas de Iguazú
            Dado, que muy cerca se halla también, la frontera de Paraguay, no es desaconsejable hacer una excursión de un día, a Ciudad del Este, sobre todo, si os gustan las compras de casi todo. Pero, no hagáis el panoli, como nosotros, que fuimos un domingo y desde la una de la tarde, estaba todo cerrado.

            Lo primero, que nos sorprendió de los paraguayos –de esta zona- es, que no les entendíamos absolutamente nada. Lo segundo, la cantidad de parrilladas, que se estaban haciendo a la hora de comer. Y después, a escuchar los partidos del campeonato nacional de fútbol, con las radios de los coches a todo trapo, mientras consumían mate. Los narradores y como era de esperar, espectaculares. ¡Ni la tele en alta definición, te lo pone más colorido!
                                                                Cataratas de Iguazú
            Ya de nuevo en Puerto Iguazú –donde asistimos a una especie de Carnaval nocturno-, fueron las maravillosas empanadas, las que ganaron nuestro corazón para siempre (de queso y cebolla, bonito y tomate, queso fundido y jamón, espinacas…). No así, la cerveza Quilmes. Como bien dice un buen amigo argentino: Esta cervecera aprendió hace tiempo, en que el secreto del éxito, consiste en servirla helada”. Lo dice todo.

            Pero, con ese amarillento líquido, tuvimos varios conflictos en el cono austral –incluyendo también, Chile-. En el Calafate, una cajera se negaba a cobrarnos una botella, porque no llevábamos casco. “Mire, venimos de España –le dijimos-. ¿Qué quiere, que nos lo traigamos de casa”. “Sí –contestó” Y fueron infinito, los conflictos, porque después de ingerido el líquido y devuelto el recipiente, no nos quisieran devolver el dinero. Siempre, salimos victoriosos, aunque en Puerto Montt, nos costó rellenar media hoja de reclamaciones.

                                                          Cataratas de Iguazú
            Por cierto y retomando el tema Calafate. Por motivos ecológicos, se ha suprimido el uso de las bolsas de plástico en la ciudad. Pero sin embargo, las calles presentaban una suciedad significativa. Nos llamó la atención este curioso contraste.