Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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miércoles, 13 de marzo de 2019

martes, 12 de marzo de 2019

miércoles, 6 de marzo de 2019

martes, 5 de marzo de 2019

¿Y, que habría pasado, si todo hubiera salido mal?

                         Las cuatro primeras son, de Taipei (Taiwán) y el resto, de Krabi (Tailandia)

          Mucho miedo me da, siquiera, tener que pensar, en lo que habría pasado si, finalmente, no hubiéramos podido comprar un extremis, esos billetes de vuelta, a España, para el día 20 de diciembre.

          Lo más normal, es que hubiéramos pasado un angustioso fin de semana lleno de incertidumbres. Con la desventaja , de llevar siete horas de adelanto con España, habríamos contactado el lunes con nuestra gestora de cuentas, en Bankia. No lo podríamos haber hecho, hasta las cuatro de la tarde, de Taiwán (nueve de la mañana, en nuestro país). Le habríamos solicitado, que con la urgencia, que fuera posible, cambiará el número de recepción de mensajes de mi teléfono, por el de mi padre.

          Es decir y resumiendo: como pronto y si aún seguía en vigor la tarifa elegida -cosa improbable, pero no imposible-, no habríamos podido sacar los billetes hasta primera hora de la noche del lunes, cuando pretendíamos volar, menos de veinticuatro horas después, la tarde del martes, a Shanghái, para enlazar el miércoles a las diez y media rumbo a la capital, de España. ¡De vértigo!

          Si hubiéramos fracasado con este arriesgado y desesperado último recurso, pasar las Navidades, en Taiwán, no nos lo había quitado nadie. Habría resultado extraño -realmente, para echarse a llorar y no dejar gota-, haber tenido, que pasar la noche, de Nochebuena, en una de esas lúgubres y tristes habitaciones dobles compartidas, que tanto se estiman allí.

          Y la cena del día 24, como mejor opción, un plato recalentado de pasta a la carbonara, del Seven Eleven o de arroz al curry con pedacitos de pollo, del Family Mart. Para brindar, como mucho, una cerveza. ¿ Y la comida de Navidad? Mejor no pensarlo, para no terminar con una depresión aguda. Ya pasamos -esa vez, voluntariamente- unas Navidades, en la sosa y anodina, Botswana y no resultó ser una experiencia para recomendar, ni siquiera a tus peores enemigos.

          Antes de eso y con el número de teléfono cambiado para la recepción de SMS, habríamos tratado de reservar para otro día. La única ventana, que se nos abría en aquellos tensos momentos, en condiciones de precio similares, era el día 28 de diciembre, con la compañía aérea de Taiwán, EVA Airlines.

          Si está opción hubiera fallado y la tarifa del vuelo hubiera subido, el infierno se habría cernido sobre nosotros. Moralmente destrozados, lo que habíamos previsto, en este caso, era comprar unos billetes en una compañía de bajo coste, a Bangkok, donde la estancia nos saldría mucho más barata, que en Taiwán, esperando la hora de conseguir los ansiados boletos para volver a casa.

          En el mejor de los casos, la Nochevieja la pasaríamos en la capital, de Tailandia, cenando sopas picantes o de carne de cerdo, del Seven Eleven, brindando después, con siamsato y comiendo en la media noche doce cacahuetes con anchoas, doce alubias secas con sabor a wasabi o doce caramelos rellenos de chocolate y menta, todos ellos adquiridos en ese mismo establecimiento de 24 horas.

          Ahora, ya pasadas las Navidades y ya entrados, en el 2019, cuando esto escribo, se me ha ocurrido hacer simulaciones de vuelo, desde Bangkok, a Madrid para los próximos diez días. Y resulta, que todavía están más caros, que en el propio periodo de Navidades. ¡Más de 550 euros cada uno!

          Vistas las cosas, ¿ habríamos vuelto alguna vez a casa?. Afortunadamente, no hay ninguna obligación de proponer una respuesta.

lunes, 4 de marzo de 2019

15 de diciembre: muerte y resurrección en un mismo día

                               Todas las fotos de este post son, de  Jiufren (Taiwán)

          Es por la mañana y hacemos el primer intento de compra de los billetes de vuelta a casa. Ahora, si funciona el wifi de la estación de trenes. Entro en la aplicación de Bankia y cambio mi número de teléfono por el de mi pareja. Es sencillo, dado que pide unos códigos de seguridad, que tenemos y el sistema nos dice, que todo correcto.

          Primer intento de reserva con Budgetair -nuestra web de confianza-, pero el maldito SMS no llega a nuestro único móvil (el mío, había muerto hace dos meses, cuando viajábamos, a Sydney). Pensamos: "será la maldita tarjeta SIM, que como ayer, esta fallando, a pesar de dar cobertura".

          Entro en la app de Bankia, de nuevo y cambio el número de teléfono de mi esposa por el de mi padre. De nuevo, todo Ok. ¡Que maravilla! Pero, en España son las cuatro de la mañana y a pesar de nuestra ansiedad, no me parece oportuno molestar a esas horas a un mozalbete de 78 años, para resolver nuestros asuntos. Así, que nos dedicamos a seguir visitando la ciudad -con tensa normalidad calmada-, hasta, que nos atrape el crepúsculo.

          Y va y llega. ¿Estaremos ante nuestro particular black friday -a pesar de ser sábado- y podremos comprar, como churros? Pues, no. El wifi de la estación de trenes está caído y nosotros de los nervios. Hay un ente superior, que nos ha cogido  manía, nos ha agarrado por el cuello y no nos suelta. Como diría aquel célebre personaje de GH: ¡Quien nos pone la pierna encima!

          Tras una hora de desanimada incertidumbre, recuperamos la señal, aunque de forma discontinua. Le mando un WhatsAp a mi padre, para que esté listo. Hacemos la reserva, nuevamente, pero no hay manera: no llega el maldito y angustioso SMS.

          Empezamos a pensar, que nos vamos a tener que quedar aquí, todas las Navidades o, que tendremos que buscar una agencia física -en el aeropuerto, porque en la ciudad no las hay-, para volar a Bangkok, donde la vida es mucho más barata. La única esperanza, que nos queda es, mandar un correo a la chica del banco el lunes, para que nos modifique el teléfono manualmente, pero jugamos con la desventaja de los husos horarios, que podrían hacer, que perdiéramos la tarifa obtenida.

          ¡Yo nunca me rindo! Otra vez, a la app de Bankia, a cambiar el teléfono por el de mi esposa. Nueva reserva y nuevo fracaso. Comerse el turrón en una de esas minúsculas habitaciones compartidas de cama doble, va a ser más triste, que pasar la Nochevieja de 2010, en la puerta de una peluquería de Kasane (Botswana)

          Nuestro WhatsApp a mi padre, ahora que parece que el wifi, se mantiene con las constantes vitales. Le pedimos, que nos mande un SMS, a ver si la línea funciona. Pero, mi progenitor, que se maneja bastante bien con internet, no domina las antiguas- aunque las quieran recuperar a toda costa- tecnología de las telefónicas.

          Media hora de espera y de desesperación y nada. ¡Navidades en manga corta!, porque la temperatura aquí, ronda los 19 grados. Afortunadamente, entra en escena una de mis hermanas -la que me precede-, que si se entera algo más. Y de repente, empiezan a llegarnos SMS en cascada. ¡No es la línea!

          Bueno. ¿Y de qué nos sirve, si Bankia no nos deja cambiar el número de teléfono? La repentina alegría, se torna en frustración. Queda menos de una hora para que cierren la estación y entonces, también, perderemos el wifi, que ahora empieza, a flojear.

          Se me enciende una luz y comienzo a avistar numerosas posibilidades de volver en Navidad, a casa. Es, como el huevo de Colón. Estaba ahí, pero no lo habíamos visto. Mi esposa, que es un desastre para el tema de los bancos, también tiene usuario on-line, aunque no recuerda su clave. Pero eso y en un principio, debería dar igual, porque si su número de teléfono figura en su usuario, nos debería dejar hacer la compra con su tarjeta de débito.

          Al filo de las doce de la noche, enganchados a una clavija de un panal de cargadores de móviles, lleno de chinas y chinos jóvenes, que también recargan sus baterías, conseguimos que el maldito SMS llegue. Nos tiemblan los dedos y apenas, acertamos a introducir los números. Pasa medio minuto de ataque cardíaco contenido y al fin, Budgetair nos dice: "enhorabuena, estáis listos para viajar"

          Ahora ya, solo nos resta pegarnos con la burocracia china. ¡Casi nada!

Sumidos en el caos de las tarjetas SIM de Simyo, de Bankia y las compañías aereas

                                          Todas las fotos de este post son, de Taipei (Taiwán)

          Llevamos buscando vuelo de vuelta a casa, desde hace un par de semanas, cuando aún vagabamos, alegremente por Indonesia. Ya hace de un mes, que habíamos decidido volver antes de Navidades, porque el viaje, tal como estaba planteado, no da más de sí. Pero es, que además, nuestra querida sobrina de 9 años, no para de mandar mensajes al móvil, tocándonos por favor, que no faltemos a la cena de Nochebuena y los niños de esas edades, como sabéis, son realmente persuasivos.

          Decidimos venir, a Taiwan, porque ya habíamos comprobado, que volar a casa, nos salía -incluso-, por unos pocos euros menos, que desde Bangkok, algo que nos resulta extraño. Desde primeros de diciembre, la situación era la que sigue: a partir del 19 de este mes y hasta el 28, los vuelos Taipei-Madrid -ya habíamos intentado hacerlo vía París o Amsterdam, con vuelo directos de la compañía EVA, que no eran caros, pero si el enlace europeo- no bajaban de los 600 euros por persona.

          Decidimos, que no abonaríamos esos importes, así que la opción más ventajosa, que nos quedaba, pasaba por volar el día 18, en cualquier caso, con muy dilatadas escalas. Acabamos optando por la combinación, de China Airlines e Iberia, con un tránsito de dieciséis horas en el aeropuerto, de Shanghái. Los 410 euros por cabeza no nos parecen baratos y más, teniendo en cuenta, que pasar más días aquí, incrementaría notablemente los gastos y ya nada tenemos, que hacer, en Taiwán.

          Hasta ahí, todo bien, pero la pesadilla y el calvario, estaban a punto de empezar. Solo un milagro, de esos, que siempre nos ocurren a nosotros por esos mundos de Dios, podía salvarnos.

          Problema 1 y principal: las malditas tarjetas de los teléfonos. Si, otra vez. Simyo promete tener cobertura en muchos países, que no la tiene (que sepamos, en Australia, Singapur y China y en Taiwán, no hay redes 2G, que es a lo que quedó reducida mi tarjeta -no la de mi pareja- en este viaje y por razones desconocidas.

          Con mi tarjeta SIM fuera de juego, perdemos las posibilidades de reservar vuelo, como lo habíamos hecho a lo largo de todo el viaje, puesto que claves de Bankinter, solo tengo yo -dado que su tarjeta es asociada- y solo está puesto mi móvil para confirmar pagos por SMS.

          La SIM de mi esposa, si que sigue soportando 3G, pero anuncia otra dificultad gorda: al entrar al país, funcionaba, pero ahora parece, que no esta operativa.

          Problema 2: Bankia. Nuestra gestora de cuentas, nos había dicho, que a través de la aplicación del banco, se podía cambiar el número de teléfono, al que se envían los mensajes para confirmar las compras, pero no es verdad, porque el sistema no te reconoce la modificación, si el banco no tiene constancia de ese nuevo número. La maldita y cacareada seguridad, nos está haciendo la vida imposible por el mundo. Aunque, ya hemos aprendido y para la próxima, añadiremos a nuestro equipaje una tarjeta telefónica de una compañía de las grandes, que tenga cobertura en todas partes.

          Problema 3: El wifi. El del alojamiento va de pena y el de la estación -que no es el oficial, ya que no nos da conexión, a pesar de haber obtenido la clave en turismo- que nos lleva dando soporte, durante estos días, hoy, que lo necesitamos con angustia, ni siquiera aparece en las redes disponibles.

          Problema 4: Aunque este es de futuro: China y su maquinaria de papeleo inagotable. Evidentemente, no disponemos de visado para el ingreso en el gigante asiático, aunque es posible -segun hemos leído-, llevando un billete para un tercer país -nuestro caso-, entrar durante 144 horas en algunas ciudades, como Shanghái. La cosa parece sencilla, pero la burocracia china -al igual, que la rusa-, nos aturden. Y efectivamente y viendo el resultado, no íbamos desencaminados.

domingo, 3 de marzo de 2019

Los sorprendentes alojamientos, de Taiwán

                                              Todas las fotos de este post son, de Taipei (Taiwán)

          En los viajes largos, nosotros vamos preparando el próximo país, apenas unas pocas jornadas antes de llegar, porque el día a día nos consume bastante tiempo. En el caso de Taiwán, ni siquiera teníamos guía del país -algo, que cada vez es más frecuente- y nos tuvimos, que surtir de la poca y confusa información de los blogs y unas pocas webs. Aunque no estabamos preocupados, dado que imaginabamos, que nos encontraríamos con algo parecido, como China.

          En el tema del alojamiento, no esperábamos hallar mucha diferencia con otros países desarrollados de la zona, porque ya hemos pernoctado en Japón, Corea del Sur o China. Pero si las hay y resultan desfavorables para el viajero, mucho más, para el de presupuesto ajustado, que a veces, no les queda otra, que ir a dormir a la estación de autobuses, de Taipei -donde, al menos, no te molestan, si no te tumbas-, dado que la de trenes la cierran a media noche.

          Veamoslas:

          -No es un problema -como en otras partes del mundo- de carencia o escasez de establecimientos hoteleros. Hay muchísimos, sobre todo en la capital. Pero, sin embargo, los precios se disparan, sobre todo los fines de semana, durante los que resulta casi imposible hacerse con una alcoba. Las más económicas rondan los 100 euros, si pretendes reservar las noches de los viernes y los sábados ( en esto coinciden con la tendencia actual, en Japón)

          Durante los días de diario, las habitaciones dobles compartidas -luego explicaremos este concepto, que no habíamos conocido en ninguna otra parte del mundo-, que son la opción más barata para una pareja, empiezan con un precio en torno a los veinte euros, aunque no es infrecuente, que rinden los 30. En la mayoría de los casos -y hemos recorrido muchos de ellos- la relación calidad-precio resulta nefasta.

          Fuera de Taipei, sin embargo -por ejemplo, en Kaoshiung-, se pueden conseguir habitaciones dobles -todo un lujo- Pou un importe razonable.

          -Casi todos los hoteles modestos y de tipo medio, no cuentan con puertas de acceso desde la calle. Hay que entrar y tomar un ascensor y subir al pido, que se te indica -a veces existen varios en el mismo edificio- y según sales, te topas con la recepción. Los check-in son bastante tardíos -no es infrecuente, que sean a las tres o las cuatro de la tarde, cuando anochece a poco más de las cinco- y muchas habitaciones no disponen de ventana.

          -Conseguir una habitación doble sin arruinarse, es una práctica casi imposible. ¿Que fórmula han inventado entonces, para poder dar este servicio a dos personas, que viajan juntas? La cama doble en habitación compartida. Cuando por primera vez, vi este concepto en los alojamientos, de Booking, pensé: "Que moderna es esta gente -que lo son en algunas cosas, como en que muchos baños son mixtos-, que meten varias camas dobles en la misma habitación" Nada más lejos de la realidad.

          Se trata de literas dobles corridas y en dos alturas y colocadas en un pasillo. Tienen la deferencia de ofrecer una cortina -con el fin de que tengas intimidad- y un armario exterior con llave para que coloques tus cosas. Sin embargo, resulta imposible moverse dentro para hacer algo, por pequeño que sea -no tienen tele, como las cápsulas- y las zonas comunes, no suelen disponer de demasiado espacio y suelen estar bastante abarrotadas. Eso sí: la gente -la mayoría población local o china-, suele ser bastante educada uno hacen mucho ruido por la noche.

          Las habituales literas de los hostels también existen, aunque no son tan numerosas, como en la mayoría de los países turísticos del mundo. Dos de ellas, son bastante más caras, que una cama doble en habitación compartida.

Cinco días, en Taiwan

                                         Todas las fotos de este post son, de Taipei ((Taiwán)

          Y, como cabía esperar, accedimos a Taiwán sin ninguna incidencia. Ni siquiera -como en Australia- nos pusieron sello en el pasaporte, algo que parece imparable, por lo que esté documento -tarde o temprano- va a acabar perdiendo su romanticismo. Los costes de los tiempos modernos.

          Para empezar, decir, que Taiwán es un país bastante civilizado, en comparación con  los visitados anteriormente -Indonesia y Tailandia-, sino fuera por las malditas motos, que se cuelan por todas partes, sin respetar ninguna norma -salvo los semáforos con cruces-, ni a las personas. Las amplias avenidas, de Taipei -con enormes carriles para el tráfico- y aceras anchisimas-, hacen, que el paseo sea muy agradable, tanto de día, como de noche. Por cierto: es el único país de este viaje -y han sido muchos- en el que conducen por la derecha.

          Taiwán resulta un país bastante seguro. Al estar la estación de trenes cerrada después de media noche, la única forma de acceder a su wifi interior, era sentarse junto a los numerosos mendigos. No solo no nos molestaron, sino que nos trajeron un cartón para sentarnos y un paraguas abierto para protegernos del aire. Esa misma noche, dormimos en la estación de autobuses -no cierra, porque hay buses al aeropuerto las 24 horas- y pasamos desapercibidos.

          Llama la atención, desde el primer momento, la cantidad de gente -sobre todo, del sexo femenino-, que va con máscara por la calle. También, en muchos de los establecimientos de atención al público.

          Salvo en el transporte, donde los precios son incluso más baratos, que en España, Taiwan resulta bastante caro y no solo en el alojamiento -harè un post exclusivo sobre este tema-, sino también en la alimentación. Apenas hay supermercados, como tal, aunque si un Carrefour, bastante céntrico, que resulta bastante salvador para comprar comida preparada, variada, generosa, rica y barata.

          Otra opción, son los Seven Eleven, Family Mart y otros pequeños establecimientos, que abren las 24 horas y dónde también te calientan platos ya hechos o venden snaks y dulces. Por cierto y al contrario, que en otros países -fundamentalmente del tercer mundo-, en Taiwán la cerveza y las bebidas alcohólicas salen baratas.

          No hay puestos callejeros diurnos, como en la mayoría de los países de la zona, pero si numerosos y extraordinarios mercados nocturnos, que mezclan la cocina tradicional -similar a la china- con comida más internacional, aunque en este país, la mayor parte del turismo es chino. Nosotros visitamos un par de ellos y quedamos encantados. No son tan exóticos, como los de Tailandia o China y sus puestos son más modernos. Aunque, algunos aseguran haber visto y comido carne de serpiente, nosotros no la vimos o no la supimos distinguir.

          La capital dispone de un sistema de transporte público excelente y muy barato. Por ejemplo: medio euro, por cinco estaciones de metro. También hay numerosos autobuses a ciudades, como Taiwán y Kaosgiung, aunque por la tarde, los últimos servicios terminan bastante pronto. No nos ofrecieron buses nocturnos.

          Nosotros visitamos Taipei, Rufiang -buen mercado diurno- y Juifen. Los atractivos turísticos de la capital están bastante distantes entre sí, pero resultan interesantes: un magnífico templo, una plaza parecida a la de Tianamen y la animada y vibrante zona del Taipei 101, además de otros lugares menores.

          Juifen es un pueblo, que se encuentra a unos 30 kilómetros de la capital. Es muy turístico y chulo, aunque algo sobrevalorado. Esta compuesto por callejuelas -destacando una, que es la más abarrotada- llenas de tiendas, donde ofrecen numerosas degustaciones gratuitas de comida. Son ascendentes y descendentes, a través de cuestas y escaleras, que llevan a un par de templos muy bonitos. Las vistas de la bahía, desde casi todas partes, resultan espectaculares, si la niebla no lo impide.

          Queríamos ir a Kaosgiung, pero las fechas navideñas se nos echaban encima y los precios de los vuelos iban subiendo, así, que tuvimos, que suspender este plan y adelantar nuestra vuelta a España.

           ¿Sería capaz de establecer las diferencias entre Taiwán y China? Me temo, que en cuanto a la vida cotidiana, hay muy pocas, pero no me voy a aventurar, porque en el gigante asiático estuvimos en 2009 y ha pasado demasiado tiempo.