Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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domingo, 20 de marzo de 2016

Lo que hemos hecho por la cerveza (parte I, de IV)

          Comienzo una serie de cuatro posts, para comentaros lo importante, que ha sido la cerveza en nuestras vidas y las cosas -algunas, casi increíbles-, que hemos tenido, que hacer por ella a lo largo de 27 años de viajes por el mundo.

          Hay tres factores, que subyacen en casi todas las experiencias: camuflar con éxito, cerveza o alcohol en aeropuertos y países musulmanes; jugárnosla de noche y desatendiendo todo criterio de seguridad para conseguir, a toda costa, la preciada birra de turno y problemaspoliciales para beberla en la calle, en muchos países, como por ejemplo, Estados Unidos o Polonia.


          Aunque en Europa es fácil de conseguir, en casi todas partes, también pueden ocurrir contratiempos, que lo hagan difícil,
Esta y la siguiente son del salar, de Uyuni (Bolivia)
          1º.- Corría agosto, de 1.994. Ese año nos fuimos, a Estambul, en tren, a través de los países del este y volvimos por Grecia e Italia. Una mañana calurosa tomamos un convoy, que desde Sofía, nos debería llevar a la ciudad turca. Al bajar en la frontera, me golpeo la cabeza y me abro una pequeña brecha. Viajamos con Jordi y Xuclá, dos catalanes, que hemos encontrado , en Bucarest.


          Ya dentro del país otomano, nos detenemos en una caótica estación. Un avispado niño, de unos 7 años, vende cervezas frías, a un dólar, cada lata. En la cartera sólo tenemos un billete de uno y durante más de cinco minutos, debemos revisar todo el equipaje, para milagrosamente, encontrar otro. Entre los cuatro sólo juntamos 3 billetes verdes. Negociamos a la desesperada, para que el crío nos ofrezca las cuatro unidades, pero este no cede. Xuclá, que además, ha discutido con Jordi, se queda sin el preciado y ansiado premio.

          2º.- Ya en Turquía, nos pasamos tres horas y media, en Kayseri (Capadocia), andando y preguntando, hasta que casi a la hora de cerrar, encontramos una tienda especializada. ¡Salvados por la campana!.


          En 2.012 y en este mismo país, decidimos no hace noche, en Trabzon, después de 20 horas de autobús, por el alto precio de la cerveza -dos euros y pico, una lata de medio, en supermercado- y nos pegamos una buena paliza para llegar, a Georgia, donde nos atiborramos de ella.


          3º.- En septiembre, de 2.004, nos largamos a Suiza. Recorrimos el país, desde Lucerna y Lausana. Un día, al volver de una excursión, hacia el primer destino mencionado, constatamos, que era festivo local y los supermercados estaban cerrados. Ni cortos, ni perezosos, nos cogimos un tren, a Zurich, para adquirir con éxito, nuestro líquido elemento.

Bucarest (Rumanía)
           4º.- Hemos viajado siete veces a través de Marruecos -dos de ellas en el mes sagrado-, por lo que las anécdotas son interminables. La primera fue en 2.005 y durante el Ramadan. Tras ímprobos esfuerzos e investigaciones para conseguir cerveza, todos fueron vanos, hasta llegar, a Tanger, de vuelta, después de dos semanas abstemias. Finalmente, dimos con un pequeño supermercado, donde las tenían en cámaras cubiertas con negros e inquietantes cortinajes. Casi de forma clandestina y a un precio de contrabando, conseguimos unas 20 latas, forradas en periódico, que sacamos en bolsas oscuras. ¡Nos sentimos vigilados por el CNI!.
Estas dos  son, del velero Colombia-Panamá

         5º.- Entramos en Bolivia, en marzo, de 2.008, a través del parque nacional Eduardo Avaroa y el Salar de Uyuni, contratando un tour organizado, que compartimos -entre otros- con nuestras queridas amigas argentinas, Flor y Flopa. En los géisers y a 5.200 metros de altitud, inesperadamente, nos encontramos una botella de medio litro de cerveza, que engullimos entre los cuatro. En este caso, más que decir, lo que hicimos nosotros por la cerveza, deberíamos consignar, lo que nos regaló ella, a nosotros.


          6º.- En este mismo viaje largo, ya en Colombia -concretamente, en Cartagena de Indias-, contratamos pasajes en un velero -cinco días- para hacer una ruta por el Caribe y desembarcar, en Panamá. Un miércoles y tras mucho negociar con el capitán sueco, se comprometió a regañadientes, a llevarnos a una isla cercana, donde adquirir cerveza. Pero se fue haciendo el remolón -acorde con su nacionalidad-, según pasaban las horas.         
         Decidimos pasar a la acción. Cogimos la cartera y una desgastada bolsa de plástico y nadamos el medio kilómetro, que nos separaba de dicha ínsula. Negociamos con los indígenas -en dólares- y nos hicimos con un buen cargamento cervecero, que hubo que arrastrar por el agua con paciencia, a una mano, mientras con la otra se sostenía la cartera fuera del mar.


Continuará!. 

domingo, 27 de enero de 2013

Edificios coloniales, bellas mujeres, salsa y pelmas

             Todas las fotos de esta entrada corresponden, a Cartagena de Indias (Colombia)
            Colombia, no solo es uno de los más hospitalarios países del mundo, sino además, donde mejor se habla el español y -tal vez-, donde se encuentran las mujeres más bellas del mundo: las de Cartagena de Indias, esa magnífica ciudad, que tantos buenos recuerdos nos evoca. Aunque sin embargo, si nos costó mucho llegar, hasta allí, aún fue peor salir.

            Abandonamos Ecuador, envueltos en temores e incertidumbres. Y eso, que en Perú, un colombiano nos había asegurado, que no había ningún problema, para ingresar en su país, por el sur –resultó ser cierto- y que el asunto de la burundanga –técnicamente, llamada escopolamina-, ya no era lo que en tiempos pretéritos.

            La burundanga no es otra cosa, que una sustancia, que roba la voluntad, a quienes se les administra. Procede de plantas, como la mandrágora y el borrachero –entre otras- y siempre ha ido asociada, a violaciones –falsamente, consentidas- y robos, fundamentalmente, a los viajeros. Basta con echarla en una bebida o arrimar un plano, periódico o papel, que la contenga, a la nariz de la víctima.

En apenas unos minutos, el desafortunado individuo pierde cualquier capacidad de decisión y accede libre y alegremente, a dar su dinero, las claves de sus tarjetas o todo aquello, que le pueda ser solicitado. Una vez han pasado los efectos, tan solo un vano y confuso recuerdo, de todo lo ocurrido. Eso, si no se pasan con la dosis y terminas en el cementerio.

            Aunque, ya no debe estar tan de moda como antes, es una amenaza, que hay que tomarse en serio. En algunos de los autobuses nocturnos y antes de partir, se nos advirtió a todo el pasaje, de que no aceptáramos comidas o bebidas de desconocidos, ni tampoco, que nos acercaran objetos a la cara.

            Pero, como he dicho, nos costó llegar y salir a/de Cartagena de Indias. En el primero de lso casos, debimos aguantar discursos políticos y patrióticos, de algunos de nuestros alojadores, en defensa del entonces presidente, Imanol Uribe. Además, en un autobús nocturno, nuestras mochilas quedaron anegadas en el maletero. Eso sí: conseguimos, que nos devolvieran el importe completo de los billetes, sin demasiado esfuerzo.

Vimos, a decenas de niños, esnifando pegamento, casi en pleno centro de Medellín. Y el bus, que finalmente, nos debía depositar en Cartagena –en el que casi acabamos, criogenizados, debido al aire acondicionado-, llegó con siete horas y media de retraso. Nada más poner pie en tierra y en una plancha callejera, que tenía escrita la palabra cagalera en sus entrañas, me agarré la peor diarrea del viaje.

Para salir, fue aún peor. Anduvimos toda una semana, buscando la forma de poder llegar, a Panamá y caímos, en las largas horas de cibers –para encontrar vuelos asequibles- o en las largas garras de  los profesionales de los veleros de cruceros de cinco o seis días y de bastantes lugareños sin escrúpulos, que nos trataron de engañar (en este asunto y otras cosas). Ellos, los comisionistas de hoteles o excursiones y los cambistas callejeros, que ofrecen tasas muy por encima del mercado, son los principales peligros y enemigos, a evitar. ¡Demasiadas molestias!.

La belleza de Cartagena de Indias, que evoca a pueblos del sur de España, es incuestionable: la plaza de los Coches, con la torre del Reloj; la de la Aduana, la de San Pedro Claver y la de Bolívar, donde se encuentra el parque de la Inquisición, la Catedral, el museo del Oro y la casa de los Condes de Pestagua. Es una pena, que esta plaza tenga tanto arbolado en el medio, que impide que el visitante, se pueda hacer una composición de conjunto.

No se acaba todo, ahí: la plaza de Santo Domingo, con la iglesia del mismo nombre; el baluarte de Santa Catalina y las iglesias de la Merced y de Santo Toribio. Ya fuera de la muralla, las de San Francisco, la Tercera Orden, la Santísima Trinidad, San Roque, el Centro Internacional de Convenciones, el castillo de San Felipe… Y numerosos garitos, con música salsa a tope, donde bailar y divertirse..

La playa de Bocagrande, es como una sucesión de pequeñas playas en forma de concha, con arena bastante oscura. En esta zona los edificios son horriblemente espantosos. Hay bastantes vendedores ambulantes, ofreciendo casi de todo, especialmente mujeres muy negras, que comercializan fruta fresca, a precios estratosféricos, si los comparamos con los del centro. Sinceramente, ¡esperaba algo más, de las playas de Cartagena de Indias, en cuanto a su arena y su entorno, aunque no, en cuanto a su ambiente!.

La playa de Marbella, se ubica hacia el otro lado. Es más solitaria, aunque igual de estrecha y también de arena negra.

Sirva una anécdota, para retratar el carácter del cartagenero. Era lunes y la primera sorpresa fue, que al bajar a la calle, estaba todo cerrado, hasta los edificios oficiales. ¿Será otra vez fiesta?. Le preguntamos a la del hotel y nos dice que sí, que el día del Trabajo, lo han pasado al lunes. Pero , ¡¡si ya se celebró el jueves 1 de mayo, que estaba todo  paralizado!!, le respondemos con sorpresa. Se le iluminan los ojos, sonríe y espeta:

            -Sí. El jueves fue la fiesta del Trabajo y hoy lunes, también es la fiesta del Trabajo. ¿Sabéis? –nos señala en plan confidencial-. Es que aquí en Colombia y especialmente en Cartagena, se trabaja poco.

jueves, 20 de septiembre de 2012

¡Peleando 70.000 pesos!

                                                                       Zipaquirá (Colombia)
            En cuanto a los colombianos, nada malo podemos decir. Son, extraordinariamente, amables y ponen en práctica el mejor español de todos los países de habla hispana.
           Bogotá (Colombia)
            Bogotá es s una bonita ciudad, con los impresionantes Andes al fondo. La plaza Bolívar es el corazón de la misma y a mi me recuerda, ligeramente, a la del Obradoiro, en Santiago de Compostela. En ella se encuentran la Catedral, la capilla del Sagrario, la iglesia de San Ignacio, el Capitolio Nacional, la Alcaldía Mayor, la iglesia de Santa Clara, el palacio de Mariño y la Corte Suprema de Justicia. ¡Casi nada!.

            El barrio donde se ubica se llama la Candelaria, que cuenta con otros muchos lugares de interés, como la iglesia de San Francisco, la de Veracruz, la de la Tercera Orden, santa Bárbara, la casa de la Moneda y Donación Botero y la plaza del Chorro de Quevedo.

            Luego, está la zona donde se ubican los edificios gubernamentales. Para acceder a ella, hay que traspasar controles de seguridad, en los que registran los bolsos. Existe bastante vigilancia y suelen pedirte que no te detengas mucho y que circules por el centro de la calle. “A la orden” y “si tiene la bondad”, son dos frases, que están todo el día en la boca de los simpáticos y apacibles colombianos.
                                                                                    Bogotá
            En muchas localidades de Colombia, como es el caso de Bogotá, las calles y las avenidas -carreras- tienen nombre de número. La principal aquí, es la carrera Séptima y –en una decisión que me parece genial- los viernes por la tarde, entre las seis y las doce, la cortan parcialmente al tráfico, con lo que su calzada se llena de puestos de comida y actuaciones improvisadas, además de actividades varias de ocio –encestar en sacos, saltar a la comba…- al calor de la gente, que la ocupamos de forma masiva.

            Bogota por el día y tomando las precauciones habituales, no parece una ciudad peligrosa, pero por la noche, mejor no salir de esta almendra comercial, en torno a la Carrera Séptima y los aledaños de la calle Jiménez. Nada de quedarse por el vació casco histórico y mucho menos, ir a la zona que da acceso al bonito cerro Montserrat (importante centro de peregrinación, que visitaremos el domingo, dado que es el día en que sube más gente agrupada y no se producen asaltos). También, hay que tener cuidado en los cajeros automáticos.

                                                                                         Bogotá
            Dos excursiones de media jornada desde la capital, son casi obligatorias: Zipaquirá y Villa de Leiva.
                           Bogotá
            En la primera, se visita la Catedral de Sal, que en la actualidad, tiene solo 12 años, porque la original, construida en 1.952, se hundió, 40 años después. La visita es obligatoriamente guiada y se va deprisa, pero una vez termina, te puedes quedar en el interior, todo el tiempo que quieras, haciendo fotos o simplemente, paseando. Nuestra guía se llama Greis y resulta bastante agradable y competente.
                                                                                                         Zipaquirá
            La mina está muy bien acondicionada, así que el tour no entraña peligro alguno. Primero, se entra por un túnel algo oscuro, reforzado en su techo y laterales, con troncos de eucalipto y luego se circula por un ancho corredor, a cuyos lados se sitúan las 14 estaciones del calvario de Jesús. A unas hay que bajar, mientras otras, se encuentran al mismo nivel. Aquí, llegan miles de peregrinos, sobre todo en Semana Santa e incluso puedes celebrar tu boda, aunque el precio que se debe abonar, está bastante lejos de lo que nos podemos permitir la mayoría de los mortales (12.000€) Hasta la fecha, solo se han celebrado 5 bodas. Finalmente, se llega a la catedral en sí, que es espectacular.

Junto con la de Wieliczca, en Polonia, son las dos únicas del mundo que están en una mina de sal y nosotros, desde este momento, ya conocemos ambas. Dispone de una gran nave central y dos laterales. En 2007, mediante un concurso para elegir las 7 Maravillas de Colombia; obtuvo la mayor votación. Cabe destacar también, su rica colección artística, especialmente de esculturas de sal y mármol.

                                                                     Zipaquirá
            Villa de Leyva es un bonito lugar, de calles empedradas y lindas plazas, casas e iglesias, pero no se tarda mucho en visitar. Llegar hasta aquí merece la pena, pero es una auténtica paliza, porque son más de cuatro horas en total y para colmo, no podemos ir desde Villa de Layva directamente a Medellín y por la tarde, tendremos que desandar el camino, hasta Bogotá.
                         Zipaquirá
            Lo más destacable de Villa de Leyva, es su amplia plaza Mayor, donde se encuentra la alcaldía. No hay ni un solo turista, así que pasear por aquí, es una auténtica delicia, gracias eso sí, a que hemos dejado las mochilas en una tienda, porque si no, tendríamos machacados los pies, con este sinuoso empedrado. 

            Al día siguiente, llegamos a Medellín y al recoger nuestro equipaje, constatamos que está empapado. Parece, que debido a las intensísimas lluvias, ha entrado agua en el maletero del bus. Nos enfurecemos con el conductor, que elude toda responsabilidad y nos manda a la oficina de la compañía, donde nos atiende una chica. Según las condiciones del boleto, lo máximo que podríamos pelear, es una indemnización de 20.000 pesos cada uno. ¡Y a cobrar Dios sabe cuando!.
                                                                                 Villa de Leyva (Colombia)
Escribimos una reclamación y solicitamos que nos devuelvan el importe del billete. La joven nos dice, que eso no puede ser, porque nosotros ya hemos viajado, pero ante nuestra insistencia, llama a un superior y en dos minutos, tenemos de vuelta en nuestro bolsillo, los 70.000 pesos de los boletos. ¡Chapó. Esta empresa no solo tiene unos autobuses muy nuevos y confortables, sino que mima a su clientela!. Los 70.000 pesos, que aparentemente han perdido, los van a recuperar con creces, solo con la muy buena publicidad, que nosotros vamos a dar aquí y a otros viajeros, en etapas posteriores de nuestro periplo.
Villa de Leyva 
Medellín es más interesante de lo que cabría pensar o de lo que se lee en la guía. Como Cali, resulta muy animada, sobre todo en sus plazas, entre las que destaca por encima de todas, la que acoge a las gigantescas y corpulentas estatuas de Botero, llamada con el nombre de este escultor. También, dispone de algunas bonitas iglesias como la Catedral Metropolitana –que se encuentra en el Parque Bolívar-, la Catedral Vieja, la iglesia de la Veracruz, la de San José y la de San Ignacio        Medellín (Colombia)
            
             Pero como siempre, son los puestos callejeros, que aquí son fundamentalmente de riquísima fruta y los viandantes, los que dan una alegría especial a esta vibrante ciudad. Abundan los vendedores de tinto, que no es un vino, sino un rico café negro.

            Como nos sobra tiempo, queremos retornar a la estación andando, pero nos damos la vuelta, tras recorrer cuatro cuadras, por una calle llena de garitos infectos, niños drogándose en plena calle -a base de pegamento y otras substancias- y tiendas protegidas por gruesos barrotes, que solo atienden a través de estos. ¡¡Qué miedo!!. Y todo esto, a escasos 200 metros de la plaza Botero. Y es, que en Sudamérica hay, que estar siempre alerta, porque se puede pasar de una zona segura a una insegura en un plis plas y sin advertencias aparentes
                                                                              Medellín

martes, 18 de septiembre de 2012

"Tened mucho cuidado, porque en esta ciudad hay personas tan groseras, que se dedican a atracar a la gente".

            Una vez, hemos ingresado en Colombia, tomamos otro microbús, ahora hasta la localidad de Ipiales. Como aceptan dólares, no cambiamos a los cambistas de la frontera, que dan una tasa nada favorable.
                                              Ipiales (Colombia)
            La empresa Transipiales, que nos lleva hasta Popayán, resulta ser un desastre. El autobús no es tal, sino un incómodo, viejo y sucio minibús y nos pasamos las ocho horas y media del viaje –porque llegamos con una y media de retraso-, escuchando cumbias a todo volumen. A pesar de todo ello y como ya es tradición, me duermo.
                Popayan (Colombia)
            Al tenernos parados un rato, al llegar a El Pasto y en otras escalas sucesivas, empiezo a familiarizarme con las equivalencias de los tiempos en Colombia, bastante similares a las que en su día, encontramos en Sicilia. Si te dicen “un momento”, prepárate para esperar cuarto de hora. Cinco minutos equivalen a media y veinte, a una hora.

            Nos enfadamos con el conductor, porque no nos quiere dar ninguna explicación sobre la larga referida parada, pero ni si inmuta. Otro pasajero extranjero, que sabe español, nos replica, que esto es lo que ocurre en los países del tercer mundo y yo, creo que acertadamente, le contesto, que la pobreza no tiene porque estar reñida con la buena educación.                        

                                                              Popayán 
           Al rato de haber salido de esta localidad, tenemos el primer control militar, de nuestra estancia en Colombia. A las mujeres nos dejan arriba y a los hombres los bajan del autobús. Es rápido y no ocasionan molestias. El que revisa mi pasaporte, mira y remira los sellos de Siria y Jordania. ¿Tendrán los sirios, algo que ver con la guerrilla o es porque esos sellos son chulos?.
                                                                                                   Popayán
            Paramos a almorzar y la del restaurante nos intenta –como constatamos luego-, cobrar casi el doble, que a los nacionales. Así, que no comemos nada. Por otra parte y como los ecuatorianos, los almuerzos dejan mucho, que desear.

            El paisaje es ameno y la carretera un desastre. Al contrario, que en el sur de Ecuador, no son los derrumbes los que abundan, sino los profundos socavones, en los que vamos cayendo una y otra vez. En distintas paradas, suben al vehículo vendedoras de piña, papaya, sandía y mango y gracias a eso, podemos tener el hambre bajo un ligero control.
                           Popayán
            Nada más bajar, nos abalanzamos sobre un puesto callejero de pinchos de carne, que está cerca de la terminal. Son baratos y de vaca, bastante más ricos, que los huesos de pollo de los almuerzos. Buscamos alojamiento y nos asestaos en la residencia Capri.

            La dueña, que es muy habladora, se sienta a charlar con nosotros. Tiene curiosidad por saber, ahora que el turismo no llega al país por su fama de inseguro, por qué hemos elegido este destino. Y aprovecha para lanzarnos un discurso propagandístico y para informarnos, de lo bien que está Colombia y del gran papel que está haciendo el presidente, Uribe, que ha sacado a la guerrilla de las ciudades.

            También, nos informa de que esta ciudad fue destruida por un terremoto, el 31 de marzo de 1.983. En poco tiempo, se reconstruyeron todos los edificios, milímetro a milímetro, con las medidas y los planos originales. Por separado, son casi todos bonitos, pero lo que entusiasma y enamora sobremanera, es el conjunto urbano.

                                                                    Popayán
            Salimos a dar una vuelta y constatamos, que esto ya no es Ecuador: El tráfico vuelve a ser caótico, las calles están llenas de vendedores de todo y vuelven las “llamadas, llamadas, llamadas…”. Pero la ciudad es, increíblemente preciosa y está perfectamente cuidada. Si antes de venir a América, hubiera cerrado los ojos e imaginado una ciudad colonial, esta habría sido la escogida.
                                                                                     Popayán
            En la bonita plaza principal, vemos una furgoneta, llena de papeles y publicidades pegadas. Es de un grupo de argentinos, que viaja desde su país, hasta México. Como no tienen recursos, piden ayuda en forma de dinero, comida y gasolina. A cambio, publicitan a los establecimientos o particulares, que se los den. ¿Y cómo van a pasar estos el tapón del Darien con la furgoneta?.

            Subimos al morro donde se encuentra la estatua de Benalcazar y paseamos por el bonito área, donde se ubican los puentes Humilladero y Chiquito. Cerca hay un mercado sin asfaltar, que es algo cutre. Se venden muchas cosas usadas, entre ellas, montoneras de calzado.
                     Popayán
            Queremos, subir a la iglesia de la Virgen de Belén, que está en una especie de Cerro. Nos cuesta encontrar el camino, lo que nos sirve para ver otros lugares interesantes, que no vienen en el plano. Cuando damos con él y le pedimos confirmación a un señor, que pasa por la calle, nos dice: “¿Vais a llegar hasta el Belén?... Tened mucho cuidado, porque en esta ciudad hay personas tan groseras, que se dedican a atracar a la gente. Guardad cautela y si decidís ir, hacedlo con mil ojos y no os separéis el uno del otro”. Por supuesto, la excursión queda cancelada.

            Al día siguiente, tomamos el bus para Cali y ya, nos toca discutir con el chófer, por una muy fea costumbre que tienen en este país. Y es que muchas veces, a pesar de tener horarios fijos, los autobuses demoran indefinidamente su salida, a la espera de que suban más pasajeros. Como ya expliqué, en Bolivia algunos, también lo hacen.
                                                           Popayán
            Me duermo y me despierta otro control de los militares. Esta vez, tenemos que bajar todos y aunque sin querer, me llevo un culatazo de metralleta en la cabeza, de un militar que tengo delante y que no se ha percatado de mi presencia. Resulta rápido.
                                                                                 Cali (Colombia)
            Nuestros planes son, pasar el día en Cali y mañana por la mañana, tirar hasta la Zona Cafetera: bien hacia Armenia, bien hacia Manizales. Lamentablemente y después de recorrer casi todas las compañías de autobuses, tenemos que hacer un brusco viraje de timón, dado que ir a ambos lugares sale muy caro.

            Nos iremos esta tarde a Bogotá, después de pasar el día aquí y para ahorrarnos unos pesos, empezamos la dura negociación del precio de los boletos.
                    Cali
            Cali dispone de bellos monumentos. Pero en realidad, por lo que merece la pena es, porque es una ciudad vibrante, con gentes de carácter muy abierto y fiestero. Los lugareños son igual de amables que en Popayán, pero aquí son mucho más alegres, lo que hace de sus mercados, unos lugares cálidos y animosos, por los que resulta encantador, pasear y perderse. Nos llama la atención, que haya personas, que debajo de sombrillas y con una máquina de escribir antigua sobre una mesa, redactan y escriben documentos a otras, que se supone, no saben leer ni escribir.

            Como llueve y nos guarecemos, entablemos conversación con un chico, que vende cinturones y que ha sentido curiosidad por nosotros. También esta convencido, de que Uribe ha cambiado el país para bien: “Antes de que llegara, no es que por el país no pudierais viajar los extranjeros, es que no podíamos ni nosotros”, señala y apostilla: “Entre la guerrilla y los carteristas, tenían acongojados a los habitantes de Cali. Hoy ni una ni los otros, tienen cabida aquí”. Sin embargo, sigue echando de menos la falta de oportunidades en Colombia. El mismo, que es músico profesional, tiene que estar vendiendo en la calle: “Menos mal que aquí en Cali, todo lo que saques a la vía pública, lo vendes”, asegura

                                                                         Cali
            Por seguir teniendo datos comparativos con el resto de países, le preguntamos el sueldo medio en Colombia y nos responde que 250 dólares. Igualmentee, charlamos sobre otros países del continente, que hemos visitado o vamos a recorrer: “Sí, es verdad, que los argentinos son muy buena gente –dice-, pero eso es ahora. Antes de la crisis que tuvieron, se creían los ricos de América, como si su Madre Patria fuera Italia y no España. Se iban de vacaciones a Disneyworld, toda la familia entera, pero ahora cambiaron. Y los panameños, esos no te dan ni la hora…”.

martes, 4 de septiembre de 2012

Con la totora, como único suelo

                                                                    Puno (Perú)
Puno es una ciudad de no demasiados encantos, en el sur de Perú. El principal atractivo reside, en ser punto de partida para algunas interesantes excursiones .En la oficina de turismo nos han indicado, que mejor, las hagamos por agencia, porque si no, nos van a engañar. Como no nos han recomendado ninguna, en concreto, damos la información, como buena
                                                                             Islas Uros (Perú) 
Miramos en más de diez. Todas ofrecen el mismo programa, que realizan empresas ajenas y especializadas y que en un día te lleva, a las islas Flotantes (bajas en una y ves otra) y Tequile. Existe otro circuito más extenso, que alarga camino, hasta la isla de Amantani, lugar en el que se pasa la noche. Pero, a nosotros nos basta con la excursión de un día.

En el habitual recorrido, que hace por los hoteles, el microbús de la agencia nos recoge temprano. En él ya está sentado un argentino, que tiene 58 años y viene de Machu Pichu, donde ha subido el Guaina Pichu. Esta casado con una colombiana, así que aprovechamos para preguntarle por algo, que nos tiene obsesionados: la seguridad en la frontera de Ecuador con Colombia, que esperamos cruzar, más o menos, dentro de un mes. Según él, no hay problemas. ¡Tranquilizador!.
                           Islas Uros
            Llegamos al embarcadero y subimos al barco, saltando a través de otros tres, por lo que no acabamos en el fondo del lago Titicaca, de casualidad. Allí, ya hay gente de otras agencias, entre ellos Pau, un barcelonés que trabaja en La Caixa. Es simpático, sociable, muy abierto de mente y extraordinariamente viajado. Ha vivido, incluso, nueve años en Estados Unidos. El será nuestro compañero inseparable, durante casi toda la jornada.

            Los tres trabamos también, muy buena amistad con Rocío, una joven, guapa y agradable quechua, que nos va a hacer de guía. Tanto a la ida, como a la vuelta, en el largo periplo que hay entre las islas Uros y Tequile, hablamos de viajes, de política, de la propia actualidad y aprovechamos para interrogar a Rocío, sobre aspectos de la cultura peruana. Sobre todo, aquellos relacionados con la quechua y la aymara. Así, nos enteramos de que:
                                                                      Islas Uros
           -Las cholas aymaras tienen la cara más redonda, que las quechuas y los dientes de oro.
                                                                                               Islas Uros
            -Para una mujer de esas culturas, no es obligatorio vestirse de chola y en las ciudades de hecho, ya casi nadie lo hace. En muchos casos, más que por convicción, porque en la práctica, sufren discriminación.

            -En los colegios de Perú, la única lengua que se aprende es el español, aunque los niños de los pueblos, también suelen desenvolverse en quechua y/o aymara, si sus familias lo hablan. Es en la educación universitaria, cundo hay que elegir y estudiar uno de estos dos idiomas y si vas a ser maestro de pueblo, es obligatorio aprender y hablar, correctamente, ambas.
 Islas Uros
            -Los habitantes de las islas Uros, tuvieron que irse a vivir a sus edificaciones flotantes, porque siempre fueron un pueblo dominado y expulsado de todos los sitios donde habitaron. Primero, por los incas. Después, por los españoles. Y así, sucesivamente. Pero, la gente joven de ahora, ya no quiere vivir en las islas Flotantes y prefieren las comodidades de la gran ciudad.

            -Estas ínsulas son bastante turísticas y es del turismo, de donde ahora obtienen sus ingresos. Aunque, las hay, que se niegan a aceptarlo y viven de forma precaria, de la pesca de la trucha y del pejerrey.
                                                               Camino de Tequile
            -Los aymaras se extienden por Perú, Bolivia y Chile y son un pueblo sin patria, ni Estado.
                                                                        Tequile (Perú)
Nuestra primera parada es en una de las Uros, donde nos esperan sus folclóricos habitantes, que de inicio, nos explican la fabricación de las islas, a base de unos juncos llamados totora, que se van atando y superponiendo en capas cruzadas. Luego, vemos las casas y las cocinas y paseamos por la pequeña superficie de la isla, para terminar contemplándola desde un mirador bastante inestable, establecido al lado del lago. También, asistimos a una actuación “typical guirilandia” Las ínsulas no son móviles. Se hallan clavadas al fondo del lago
 Tequile
            Los lugareños tienen a la venta artesanía diversa y también ofrecen un caro paseo, en una embarcación igualmente elaborada, a base de la omnipresente totora. Lógicamente, en estas islas hay, que tener bastante cuidado con el fuego

Ya en Tequile –tras largo rato navegando, decidimos prescindir de la visita guiada y hacer el recorrido de la isla por nuestra cuenta. Rocío nos advierte, de que el barco no sale del puerto donde hemos llegado, sino desde otro punto de la isla y nos indica, como podemos llegar hasta allí.

            El lugar resulta muy atractivo, aunque menos exótico que las islas Uros. Un niño me pone carita y tengo que acabar compartiendo con él, la mitad del plátano, que me estoy comiendo. Nos metemos por un camino equivocado y de milagro y sobre el toque de la bocina, encontramos el barco.