Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.
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lunes, 21 de marzo de 2016

Lo que hemos hecho por la cerveza (parte II, de IV)

          7º.- Seguimos en el mismo viaje largo, pero ahora, en México. Decidimos, visitar las ruinas de Monte Albán, cercanas a Oaxaca y antes de acudir, compramos unos botellines de cerveza, de la marca Sol (estupenda). Estábamos casi solos y cuando abrimos un par de ellos, un empleado corrió hacia nosotros, con cara de loco y enojadísimo, acusándonos, poco menos, de borrachos patológicos.
            Palenque, en México
          Nos obligó a abandonar el recinto arqueológico, espetándonos: “Cuando se os pase la mona, dentro de un par de horas, podréis volver”. Así lo hicimos y aprovechamos el tiempo para tomar el resto de las cervezas y comer. Pero, no le salió gratis. Pusimos una reclamación en el recinto y otra en la oficina de turismo de Oaxaca. Al no tener respuesta en varios meses, contactamos por correo electrónico. Nos indicaron, con asombrosa rapidez, que ese empleado ya no trabajaba allí.
Bangkok, en Tailandia
          8º.- A pesar de sus numerosos golpes de estado, Tailandia es un país bastante tolerante con la mayoría de las cosas, si se actúa con sensatez, claro. No ocurre así con las bebidas alcohólicas -incluidos vino y cerveza-, que tienen unos horarios limitados de venta, entre las once de la amñana y las dos de la tarde y las cinco y las doce de la noche. Los supermercados y las omnipresentes tiendas de 24 horas son inflexibles con esta norma, pero las tiendas pequeñas hacen la vista gorda y te venden lo que desees, en un rincón discreto del local, envolviendo la mercancía en hojas de periódico y colocándolo en opacas y sucias bolsas negras.
                                                 Surabaya, en Indonesia 
          De esta manera, salvamos muchos contratiempos en los diferentes viajes realizados a este país. También, conseguimos librarnos del Buddha's Bitrhday, que nos pilló por sorpresa, en Nakon Rattchasima, el 14 de mayo, de 2.014. En esta jornada está prohibida la venta de alcohol, pero no resulta difícil obtenerlo.

          9º.- Corría el final del mes de agosto, de 2.008, durante nuestro segundo viaje largo, cuando viajábamos por Surabaya, en Indonesia. Como otras tantas veces, tuvimos la mala suerte de pillar el Ramadan, en un país musulmán (Bali es hinduista).
Lesotho
          En el enorme Carrefour de esta ciudad, seguían vendiendo cervezas y derivados alcohólicos, pero de forma discreta, en estanterías alejadas de los productos básicos y cubiertas con cortinas o lonas. Cogimos nuestra mercancía y al llegar a la caja, la cajera nos miró con cara de pánico, como si hubiera visto a Satanás, negándose a tocar las latas y a cobrarlas. Pasaron cinco minutos, hasta que llegó la encargada, que le obligó a vendérnoslas. Lo hizo de muy mala gana y pasándolas por el escáner muy deprisa y casi sólo rozándolas, como si mordieran o fueran venenosas.
                                                                                   Kariba, en Zimbabwe

        10º.- En nuestro periplo por África austral y del este, tuvimos decenas de anécdotas relacionadas con la cerveza. Llegamos exhaustos, a Maseru -capital de Lesotho-, después de un día caluroso y agotador, en el que habíamos tenido que andar un trecho largo, desde la frontera, hasta tomar un autobús y habíamos lidiado con unas simpáticas adolescentes, que al final resultaron tóxicas.

          En la guía sólo venía un alojamiento, muy alejado y a las afueras, gestionado por unos religiosos, que fue el único, que encontramos. Eran las ocho y media de la tarde y había toque de queda, a las diez. El bar más cercano se hallaba a media hora, caminando. No lo pensamos e hicimos el camino corriendo, para engullirnos en minutos dos botellas de 75 centilitros, cada uno. La vuelta, más reposada, resultó ser de mucho miedo, cruzando parques eternos y solitarios.
Lusaka, en Zambia
          11º.- Kariba es algo disperso -se pueden ver animales salvajes, sin coste alguno-, pero es un lugar encantador en el norte, de Zimbabwe. Llegamos allí, a las diez de la noche, completamente desorientados, dada la deslocalización de los diferentes núcleos, que forman la ciudad. No tuvimos más remedio, que fiarnos de un buscavidas, para encontrar alojamiento.

          Tuvimos suerte, dado que no nos la jugó y nos llevó a un hotelitto, donde supongo, obtuvo su justa comisión. Le dijimos al dueño, si había algún problema, en que fuéramos al centro, a tomar un par de cervezas y nos indicó, que el cerraba a las 12. Regresamos, a menos diez y el establecimiento estaba clausurado. Gritamos y aporreamos la vieja verja metálica exterior, sin resultados. Tuvimos, que saltarla, enredándonos en ella, destrozándonos la ropa y causándonos arañazos. Entramos por una ventana abierta, observando al vigilante acurrucado, plácidamente dormido.

          12º.- Lusaka -capital, de Zambia- es uno de los lugares más inhóspitos del continente: la gente es, realmente, hostil. Cometí el error de vestirme con unos pantalones de bolsillos amplios. La cerveza tuvo la culpa de que nos robaran la cámara de fotos, dado que paseábamos distraídamente, engulléndola y con las manos ocupadas con ella y la guía. Pero, también fue la responsable de recuperarla. Corrimos tras ellos y los acorralamos en un callejón, elevando la mano con el vidrio y amenazándoles con partírselo en la cabeza.  ¡Mano de Santo y aplauso de los vendedores de la zona!. Algún día, nos pasará algo chungo, a consta de la maldita, pero imprescindible cerveza.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Cosas, que pensamos que nunca haríamos -o soportaríamos- y que nos resultan tan naturales, ahora

            Viajar por África subsahariana, te cambia la mentalidad. Debes aferrarte en cada momento, a las condiciones existentes, sin tener demasiada elección. Por eso o te adaptas o sufres más de la cuenta.



            Aquí va una relación de cosas, que ahora nos parecen de lo más normales y que antes del viaje, nos habrían resultado bastante incómodas:

                                         Ciudad del Cabo (Sudáfrica)

            -Darnos la vuelta, al llegar a dos fronteras y retornar cabreados, al país de origen (hemos constatado con otros viajeros, que no hemos sido los únicos).



            -Lavarnos la cabeza con pastillas de jabón o espuma de afeitar, por no poder conseguir champú o por el elevado precio de este producto (especialmente, en Malawi, donde no había ninguno, por menos de cuatro euros).
 Navidad, en Ciudad del Cabo



            -Llegar de noche, a una gran e insegura ciudad y tener que decidir en dos segundos, si una persona a la que acabas de conocer,  te parece de confianza, para que te gestione lo más básico (que suele ser el alojamiento). En cualquier otro continente, puedes elegir de quien te fías o simplemente, rechazar ayuda externa. En África, tarde o temprano, tendrás que acabar acudiendo a ella y tener instinto, a la hora de arrimarse a alguien, te resuelve tantos problemas, como te evita.



                                                                            Kariba (Zimbabwe)
            -Llegar casi a pegarnos con los ladrones, que nos robaron la cámara –y, que posteriormente, recuperamos- o con los cambistas más agresivos de las fronteras.



            -Montarno en el coche, furgoneta o camión, del primero que pasa y te lo ofrece.



            -Dejarnos pagar el alojamiento y la manutención, por el primero que te lo ofrece, tendiendo nosotros dinero suficiente. O irte a casa, del primero que te invita, a dormir gratis.



            -Pernoctar en la antesala de una tienda de fotografía, el día de Nochevieja o esperar en plena calle y en zonas no seguras, la partida de autobuses, con horarios intempestivos.



            -Cortarnos el pelo el uno al otro, con unas tijeras de costurero (y encima, no quedar demasiado mal).



            -Estar dispuestos a dormir en plena calle y sin pestañear, en lugares no seguros.



            -Vivir tan tranquilamente sin reloj (casualmente, se nos estropearon a los dos, entre el día 50 y 60 de viaje) y con el móvil descargado, no teniendo por tanto, conocimiento de la hora.



            -Explorar países sin planos, guías y mapas y con la única ayuda de internet, cuando era posible acceder.


Lamu (Kenia)

            -Coser mosquiteras a la luz de velas o de linternas.



            -Orinar en botellas o bolsas, por las malas condiciones del baño o la inseguridad del alojamiento en cuestión.



            -En los autobuses y para el sexo masculino, se hace bastante fácil, realizar la mencionada necesidad, en una botella de litro y medio de agua. Basta con un poco de práctica y con saber dejar salir el aire, mientras entra el líquido (puras cuestiones de física). Y es que a veces te tienen durante más de ocho o diez horas, sin parar para orinar.



            -Viajar en un tren, completamente a oscuras. Pensar, que es lo más normal, la segunda vez, que lo hicimos. Y dormir a pierna suelta, en ambas ocasiones



            -Dejar las pertenencias –no, ni mucho menos, los objetos de valor-, en una habitación, que solo tenía pestillo por dentro y que cuando te vas a la calle, queda abierta.


            -Acercarnos demasiado y sin las mínimas prevenciones, a animales salvajes, para tomar fotografías.



            -Considerar normal y no molesto, estar sin agua, sin luz, sin asearte, sin poder lavar la ropa, después de jornadas sudorosas, a más de 35 grados de temperatura y con humedad…

                                          Delta del Okavango (Botswana)

            -Afortunadamente y aunque, trasgredimos unas cuantas líneas rojas, tuvimos suerte y las muchas incidencias que padecimos, se quedaron en simples sustos y terminaron bien. Tampoco, acabamos devorados por ninguna tribu africana o en el fondo de una olla de cocina, como seriamente temían, algunos de nuestros familiares y amigos, en España. ¡Tenemos la carne demasiado dura, hasta para las perfectas y ansiosas dentaduras de los negritos!.

martes, 22 de marzo de 2011

Vendiendo mangos, sentada en el suelo


Maseru (Leshoto)
Acabo de enterrar a mi madre y hace menos de un mes, hice lo propio con mi padre. Ahora, soy yo la responsable de lo que queda de mi familia: mi abuela, una prima de mi madre y mis cuatro hermanos.

Ya de pequeña, mi mamá me enseñó a cultivar el huerto, para después llevar los productos a la puerta del mercado y montar allí un tenderete, con todos ellos. Mi padre era zapatero remendón. Debajo del árbol de los deseos, tenía su negocio.Todos los vecinos de la aldea le querían mucho, pues era capaz de arreglar, hasta las zapatillas más viejas y estropeadas que te puedas imaginar.
                         
Reserva de Mlilware (Suazilandia)

            Yo soñaba con ser algún día como él, pero el consejo de hermanos jamás habría permitido que una mujer, realizara ese trabajo. Nos creen incapaces, pero en los últimos días de la vida de mi progenitor, él ya no estaba en buenas condiciones fisicas y era yo, quien se encargaba de cuidar que los pies de todos los habitantes, fueran bien cubiertos con un calzado casi nuevo y reluciente.

            Ahora, me dedicaré a vender mangos, papayas y plátanos. Todos mis conciudadanos, pasan varias veces al día por delante de mi: Los niños, camino de la escuela, se paran a saludar. Las comadres siempre tienen algún chisme que contar. Disponen de unas lenguas muy ligeras y afiladas, pero la cartera va bien atada, dentro de la capulana. Los hombres del pueblo observan desde lejos.
            Pietermaritburg (Sudáfrica)
            Cuando se detiene en la carretera un autobus, se forma un gran alboroto. Todas corremos a vender a los viajeros, que llegan cansados y hambrientos, o eso suponemos, porque la verdad es, que no compran mucho.

            Otro acontecimiento importante y del que se hablará, durante las veladas de varios meses, es la llegada casual de algún turista. Estos, algunas veces compran algo de fruta, pero primero pasan y miran, después pasan y preguntan el precio y por último, antes de llevarse un mango, tocan todos los del montón pensando, que debajo del todo, van a encontrar el más grande y el más apetitoso.

            Cuando empieza a oscurecer, todos encendemos velas -mi papá decía, que eran los espiritus de los muertos-, pues todavía no han acabado de montar el tendido eléctrico, que prometieron hace un par de años. Aunque, a estas horas ya no se vende nada, se está más a gusto aquí, que en casa, donde lo único que me voy a encontrar son caras largas y recriminaciones, por no haber vendido todo con lo que salí esta mañana, bien temprano.

            Quizás, en otra vida pueda cumplir mi sueño y montar un gran negocio, que supere al de mi padre.

                                                                                                 Chipata (Zambia) 

lunes, 20 de diciembre de 2010

Lesotho es el Africa, que veniamos buscando

       En Sudafrica, entre las seis y las siete de la tarde, la ciudades desaparecen, mientras va anocheciendo. Toda la infraestructura callejera, se desmonta en minutos y se van formando eternas colas en las paradas de los microbuses, que llevan a los suburbios.

      En casi todos los hoteles te advieten, de que a partir de esa hora, evites la calle. Lo que alienta nuestra paranoia es, que los que insisten, son los que presentan puertas de las habitaciones de papel y cerrojos muy vulnerables.
                                                                   Maseru 
      Lo mejor, que se puede hacer al anochecer es, relajarse tomando cerveza, en el garito mas cercano al hotel. Son sitios autenticos, bien decorados, con billares, musica etnica demasiado alta -que los lugarenos eligen pagando, en las maquinas de discos-, siempre futbol en la tele, espontaneos y espontaneas bailando con arte y definitivamente, buen rollo (hasta las 8 de la tarde, donde ya quedamos, lo peor de cada casa).
 
      Lo mejor del viaje hasta ahora, ha sido nuestro paso de dos dias por Lesotho. Este es el Africa, que venimos buscando y no el de Sudafrica. Mercados vibrantes -algunos puestos, son simplemente, cuatro palos cruzados, que sustentan bolsas de basura-, gente que se desvive por agradarte o para ensenarte a chocar los cinco, en Lesotenho (mucho mas complicado y artistico, que en espanol). Cada vez que haces una foto es un alboroto, lleno de comentarios y risas y de sorpresa agradecida, al verse reflejados en la pantalla de la camara.
 
                                                                                                  Maseru
      El pais es montanoso y cuenta con bellos paisajes, aunque eso es lo de menos, comparado con la calidad humana. Cruzamos la frontera andando. A mitad de camino, de los diez kilometros que nos separan de Butha Buthe, se nos unen dos jovencitas, que nos acompanan durante el resto del camino, entre charlas y cachondeo. Comimos en un puesto superhumilde, lleno de sonrisas y de gente, que nos observaba, con mucha curiosidad. Por diez rands (un euro), degustamos rica carne guisada, con vegetales, salsa de curry y toneladas de Mealie pap -una insipida pasta de harina de maiz, que por si sola, es bastante sosa-.
  Maseru (Lesotho)
      El viajero en Lesotho, es el autentico centro de atencion y de carino. Pasearse por Maeru, es sentirte una estrella de rock o del futbol.
Maseru
      Curiosa ciudad esta: Una rotonda central, separa la calle principal (con algunos bancos, tiendas de ropa y un peculiar centro comercial) de la zona de los puestos destartalados, repartidos por gremios (peluqueros, comidas, ropa y calzado...). es epoca de lluvias y esta ciudad y el pais, tratan de sacar la cabeza de los barrizales y los interminables y profundos charcos. Quien fuera pato, aqui!!!.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Rayos y centellas frustran, el primer intento de entrada en Lesotho

                                                                                        Maseru
Estamos empapados hasta los huesos y nuestras mochilas han resultado, casi anegadas. Es verano austral, pero en estas condiciones, estamos temblando de frio. Dos chicos de Bangladesh, empleados de una gasolinera, a doce kilometros de la frontera con Lesotho, nos socorren y nos dan conversacion, despues de haber recibido en nuestras carnes, la primera cornada contundente, del Africa subsahariana.
                   Camino de Bhuta Bhute
            Se nota, que son inmigrantes. No es el sudafricano medio -como ya hemos comprobado varias veces-, una persona que socorra a los extranjeros, que muestre inquietud o curiosidad por ellos o que trate simplemente, de ser simpatico. Tampoco, se muestran hostiles, sino solo indiferentes.
     
            Sin embargo, estos dos nuevos amigos, nos buscan alojamiento, nos invitan a cambiarnos en la gasolinera -inutil, porque todo esta mojado-, nos pretenden convidar a cenar, una vez que estemos instalados y sobre todo, muestran gran curiosidad por nosotros, por Espana, por nuestra comida, los precios, la forma de gobierno y la ruta de nuestro viaje.

            Hace un par de horas, un microbus nos dejo en un cruce, senalandonos la direccion hacia la frontera de Lesotho y asegurandonos su conductor, que era facilmente accesible a pie. Empezamos a andar, reconfirmando la informacion, con un grupo de chicas, que habia en la poco transitada carretera. El cielo, ya nublado desde por la manana, empieza a ennegrecerse de forma envolvente, como nunca habiamos visto antes. Comemos sin deternernos un instante y con las mochilas a cuestas, para alcanzar el destino cuanto antes.
                                                                                                                 Maseru
            Llevamos hechos cuatro kilometros, por tierra de nadie, sin saber si estamos mas cerca del paso fronterizo o de Fouriesburg, el nucleo poblado, mas cercano de Sudafrica. Se levanta una ventolera infernal, que nos arremolina contra la cuneta o que nos lanza, contra el centro de la carretera.

            Caen los primeros rayos y truenos, con un estruendo asustante. Es seguro, que el pararrayos mas cercano,  se halle a varios kilometros de distancia. Un golpe de mala suerte y nos vamos para el otro barrio. Cuando esto esta ocurriendo, hace ya diez minutos, que hemos dado marcha atras.

            El cielo ya no puede oscurecerse mas, cuando enormes bolas de granizo impactan, agresivamente, sobre todas las partes de nuestros cuerpos. Tratamos de parar un vehiculo, en cualquiera de las dos direcciones, pero nadie siquiera, aminora la marcha. Si esto sigue asi -y lo hizo durante cuatro horas-, no solo perderemos nuestras pertenencias, efectivo, moviles y camaras de fotos incluidas, que ya damos por anegados, sino tal vez, algo mas.
                                     Maseru
            Los segundos son minutos y los minutos... Finalmente y al borde del cataclismo, una destartalada furgoneta se detiene. Corremos hacia ella. Aun tenemos, que rebuscar en el equipaje un cuchillo, para cortar la correosa, vieja y sucia cuerda, que ata la puerta de atras.

            Dentro, aun nos seguimos empapando, pero tras recorrer seis kilometros, al fin y exhaustos, recalamos en un lugar seguro. Estos hechos demuestran, que lejos de estar cerca de licenciarnos en Africa, aun asistimos a clases de parvulitos.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Menos de 100 horas para el inicio de esta aventura

                                                                                               Victoria Falls (Zimbabwe)
           Restan, poco más de tres días para nuestra partida. Se respira inquietud. Somos viajeros expertos y conocemos 90 países, pero aún no estamos bautizados, en el África subsahariana. Y eso, que empezamos por la zona VIP del continente, por países como Sudáfrica, Namibia y Botswana (o tal vez no, porque el siguiente destino, después de Pretoria, aún nos es desconocido). Todavía quedan de atar algunos flecos, pero la mayor parte de los preparativos, ya han culminado.



            El martes, 7 de diciembre, sobre las cuatro y media de la madrugada, aterrizaremos en Johannesburgo. En un principio, no pretendemos pisar siquiera esta ciudad. No tiene nada interesante y sí, bastante inseguridad. Así, que partiremos hacia la cercana Pretoria (60 kilómetros).             Johannesburgo (Sudáfrica)



            A partir de aquí, todo son elucubraciones, aunque también hay tomada, alguna decisión. No visitaremos el PN Kruger. Ya habrá sitios, a lo largo del continente, para observar animales (sean los cinco grandes o los siete magníficos). Nos da mala espina, un sitio tan turístico y encima en una época, tan exuberante de vegetación, en la que resulta más difícil, ver a las fieras. También hemos leído unas cuantas opiniones, de gente decepcionada, que se ha ido de esta reserva, viendo muy poca cosa. Las razones de esto deben de ser, la vasta extensión del parque y que los animales, no siempre tienen las mismas costumbres y van a los mismos sitios, a cazar, comer o descansar (como si creo, que ocurre en otros lugares de África, como Tanzania).



            Otra cuestión es, si visitaremos Soweto. Nos encantaría, pero los tours que vimos desde Johannesburgo, no son nada baratos. Me temo, que desde Pretoria, aún lo serán menos. Tal vez, probemos en algún otro township, más adelante, en Ciudad del Cabo (por supuesto, siempre con guía).



            Desde Pretoria, probablemente, partamos hacia Swazilandia (Mbababne), a 349 kilómetros. No sabemos, que es lo que veremos en este país. Posiblemente y por la costa, luego tiremos hasta Durban, a 541 kilómetros (donde perdimos con Suiza, pero ganamos a Alemania, en las semis, de la querida Copa del Mundo). Haremos alguna parada intermedia, por la costa. La ciudad  merece la pena, aunque no es tampoco muy segura (pero, sin paranoias).

                                                                                                                            Reserva de Mlilbane (Suazilandia)



            De ahí, a Pietermaritzburg (78 kilómetros), Ladysmith (160 kilómetros), Bethlehem (174 kilómetros), Clarens (39 kilómetros) y Maseru, en Lesotho (163 kilómetros). Precisamente, en Ladysmith, Dundee y Newcastle decidiremos si hacemos organizada, la Ruta de las Batallas.



            Posteriormente, retornaremos a Sudáfrica, bien hacia Ciudad del Cabo –probablemente, sin pasar por Bloemfontein- (1.091 kilómetros) o Port Elizabeth (674 kilómetros). Es más probable, la segunda hipótesis, para poder acometer las denominadas, montañas Drakensberg y la denominada Ruta Verde: Plettemberg (229 kilómetros, desde Port Elizabeth), Knysna (31 kilómetros), Hout Bay (504 kilómetros) -descartando, Oudtshoom, a 123 kilómetros, al norte de Knysna-, Ciudad del Cabo (20 kilómetros)



            Otra opción, desde Lesotho, es no pasar por Porth Elizabeth e ir directamente, hasta Plettemberg (829 kilómetros). Perdonad tantos datos y cifras, pero a nosotros nos vienen muy bien, para tenerlo almacenado aquí, poder consultar durante el viaje y tomar decisiones.



            Naturalmente, este es el recorrido –sin rastros de reservas animales- más ambicioso y agotador, que probablemente, no cumpliremos nunca, porque las distancias en Sudáfrica, son enormes. ¿Y volar?. Lo que vemos desde aquí, no sale muy barato. Habrá que estar atentos, a que precio tienen los vuelos internos, in situ. Pero, desde luego, hacer en avión un trayecto largo, sería muy agradecido. Y más, cuando después de Ciudad del Cabo, tenemos otra vez que tirar hacia el norte, para conectar con Namibia.

                Ciudad del Cabo (Sudáfrica)

            En cuanto al alojamiento, vamos sin ni siquiera la primera noche reservada. No hemos encontrado buenos precios en internet. Y en relación con la guía, nos llevaremos la completa de África, de Lonely Planet. Queríamos, haber comprado la de la parte oriental, pero le faltan bastantes países, de los que pretendemos visitar.



            Proyección de itinerario en Namibia (no hay nada decidido, ni siquiera visitar el país, pero permitidme almacenar aquí, un pequeño proyecto): Empezaríamos por Noordoewer (685 kilómetros, al norte de Ciudad del Cabo). Desde Springbox, hay 124 kilómetros, a la frontera con Namibia. (Vioolsdrif, lado sudafricano, a 7,5 kilómetros, de la ciudad de Namibia). Luego, Fish River Canyon –espectacular-, Sesriem Canyon, Sossusvlei –que buena pinta tiene-, Windhoek –la capital-, Swakopmund y PN Etosha.



            De ahí, al corredor del Caprivi, al delta del Okawango en Botswana –donde exploraremos el norte, cataratas Victoria y río Zamweze...

                                                         Cuchamano (Mozambique)

            En cuanto a la profilaxis de la malaria, la tomaremos al principio del viaje, hasta llegar a Durban (dado que hay varias zonas de riesgo, en Kwazulu Natal y Swazilandia) y la suspenderemos, hasta alcanzar la capital de Namibia, para volver a retomarla, allí.
                                                             Harare (Zimbabwe)