Hay mucha gente, a la que le agobian las grandes multitudes y los aeropuertos enormes. A nosotros, más bien, nos ocurre todo lo contrario y lo vais a entender, perfectamente, cuando os hablemos del aeródromo de Dakhla. Cuanto más pequeña y despoblada es una terminal, se multiplican por mil las posibilidades, de que el aburrido y bostezón personal, te acabé tocando las narices y haciéndote la vida imposible.
El minúsculo aeropuerto de Dakhla está rodeado de instalaciones militares y no demasiado lejos se encuentra una comisaría de policía, por lo que es casi seguro, que si llegas con algo de antelación y paseas por la zona -como fue nuestro caso- seas discretamente espiado. De todas formas, en Sáhara Occidental, lo estás a casi todas las horas del día y por cualquiera: desde el gerente del hotel, hasta el que te vende el pan o la fruta.
Como ya se dijo, la entrada a Dakhla fue tediosa y lentísima, debido al pasotismo del personal del sellado de pasaportes, pero la salida resultó aún peor.
Como ocurre en todos los vuelos de Ryanair, que parten desde Marruecos -sea territorio ocupado, o no-, requieren pasar por el mostrador, porque la aplicación no te entrega directamente, la tarjeta de embarque, sino un justificante de facturación, con tus plazas asignadas.
El mostrador no abrió hasta dos horas antes del vuelo, cuando la normativa de la compañía habla de tres.
Al final y estando solos frente a él sin cola ninguna, llega un trajeado joven, que nos pide muestras de toda la documentación del vuelo, aunque ya la tiene en el ordenador. En más de veinte años volando con Ryanair, nunca nos han hecho meter las mochilas en el cacharro de equipajes, porque son tan pequeñas y poco pesadas, que el ojo más ciego, detecta, que incluso entrarían en el mismo las dos juntas
Pues bien, este tipo recto, insensible y que tal vez, sonrió alguna vez, nos las hizo colocar dos veces. Primero tal como estaban y después, haciéndonos meter todo, lo que llevábamos en tres pequeñas bolsas, que íbamos a guardar antes del embarque.
Llega el control de pasaportes, más rápido, que a la venida y nos sellan donde pedimos (nos van quedando pocas hojas vacías)
Toca ya el control de equipajes y el de mi pareja es interceptado. El problema, los botecitos del alcohol vacíos, que ya hemos bebido, días atrás y no los llenos, que aún quedan. ¡Absurdo!
Y mientras tanto y para que no me aburra, un policía empieza a hablar conmigo en perfecto español. No se muy bien, si por amabilidad o para sacarme información.
- ¿Español?
- Sí
- ¿Real Madrid o Barcelona?
- Real, por supuesto
- Yo Barça, aunque me gusta Cristiano
- Ya, pero ya está viejo, ahora nos toca disfrutar de Mbappé
- No, Mbappé no es bueno
- Tú serás más de Lamin Yamal (trato de agradarle)
- Sí, sí, sus padres son marroquíes (se emociona)
- ¡Muy buen jugador!
- ¿Primera vez en Dakhla?
- No, no, ya estuvimos en 2012, camino de Mauritania
- ¿Te ha gustado?
Y entonces, empiezo a darle mil explicaciones sobre la zona de forma detallada y él termina perdiendo interés en la conversación.
Partimos en hora y por primera vez en casi nuestros 300 vuelos, nos toca una mujer piloto (Susi). Tan solo 16 pasajeros -incluidos nosotros - en el trayecto a Lanzarote. Mucho dinero debe estar metiendo Marruecos a esta ruta, porque de lo contrario, sería ruinosa.
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