Dakhla es una pequeña península, que en forma de dedo, sobresale sobre el océano Atlántico, a unos 1200 kilómetros de Agadir. Allí, ya habíamos estado un día, en febrero de 2012, camino de Mauritania, aunque solo la exploramos superficialmente, debido a las prisas
A Dakhla vuela Ryanair, desde Madrid, los miércoles y los sábados, a precio muy competitivo, por lo que no es mala idea llevar a cabo una visita al destino, yendo en un vuelo y volviendo en el siguiente, con una duración de cuatro días. Podéis emplear alguno más, si visitáis la Duna Blanca, la isla del Dragón o el desierto de Imlili, que se encuentran en los alrededores.
Pero, la ciudad en si y dándole duro al zapato, merece bastante la pena, entendiendo que se trata de un destino emergente y en algunos casos, hostil. A cambio, los precios de casi todo resultan muy razonables y el clima magnífico, a pesar de los vientos, que trasladan virulentamente la abundante arena y el polvo hasta lo más profundo de tu cara y tú pelo.
Si no fuera, porque resultaría bastante frívola la comparación y más, habiendo perdido la vida más de 46000 personas en la reciente y destructiva guerra, podríamos decir, que Dakhla es lo más parecido a la destruida franja de Gaza. Resulta imposible encontrar dos metros seguidos de acera sin destrozos. Las obras se extienden por toda la ciudad, dividiéndose en dos: la pública y con mucho caos e inconvenientes de movilidad, avanza a buen ritmo, llenando casi todas las calles de surcos de martillos hidráulicos y gruesos tubos negros, que parecieran de un gaseoducto ( no hemos podido confirmar nada por internet, al respecto).
En cuanto a la obra privada es todavía peor: edificios abandonados a medio construir, cuyo levantamiento no empezó ayer ni terminará mañana. Puede que comenzará hace diez años y no finalice nunca. A todo ello, hay que añadir, la escasez de actividad comercial -casi nula por el día- y la ausencia de gente transitando, que le da a esta ciudad un aspecto fantasmal y tétrico sería también, si no fuera porque el lugar da seguridad palpable.
Los obstáculos en forma de baldosas pendientes de colocar, socavones, montoneras de arena o de pedruscos hacen , que el paseo de viajeros y lugareños sea un complejo eslalon, del que no te libras ni con bastones.
Para colmo, la ciudad se halla militarizada y llena de control policial. Enumeramos los cuerpos siguientes: policía normal, de las aguas, de servicios auxiliares, militares normales, de la guardia real, de la marina real, de la gendarmería, de la aviación... La ciudad está invadida por acuartelamientos, rodeados de elevados muros coronados con concertinas y cristales rotos. ¡Que miedo tienen los jodios!. Podría haber y de hecho , existe a cachos , un eterno paseo marítimo, pero se halla dividido en pedacitos, debido a que estos asentamientos se ubican en todo el medio y junto al mar.
Hasta aquí y con los ojos cegados por el sol, el viento, la arena, el polvo y con la nariz distorsionada por el olor a las congeladoras y conservadoras de pescado y la basura, hemos descrito lo negativo de Dakhla, con generosidad.
En la próxima entrada, sin embargo, se contará , que hacer y como pasarlo bien en este lugar, sin gastar casi nada
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