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jueves, 23 de enero de 2025

Molestias en los aeropuertos y primeros personajes de nuestro viaje a Dakhla (parte I)

           Tenemos una relación de amor-odio con los aeropuertos, cosa, que parece normal, después de haber llevado a cabo 51 vuelos el año pasado y 3, en lo que va de este. Por un lado, nos han salvado decenas de noches, cuando no teníamos donde dormir. Además, son lugares donde encontrar comida y bebida abandonadas -incluidas cerveza y botellas de alcohol - en perfecto estado es casi frecuentemente recurrente. Incluso, otros objetos olvidados de más valor.

          De lo que no nos gusta, además de que en algunos se pasa bastante frío en invierno es, el descuido y la mala praxis, que tiene la mayoría de la gente a la hora de manejar sus equipajes, de tal forma, que pasamos más miedo por tener un accidente arrollados por estos, que en cualquier calle de una gran ciudad (patinetes aparte). Es muy común, que te atropellen sin piedad y ni siquiera se den la vuelta para ver, que ha pasado o pedirte la más mínima disculpa (cosa, que si suelen hacer los ingleses). 

          Nosotros, en pos de una convivencia más agradable en los aeropuertos, prohibiríamos terminantemente y con elevadas multas, todos los bultos con ruedas, que las personas arrastran por detrás de su cuerpo y que de ninguna manera puedan ser controladas por sus ojos. Y el problema es, que estos son la mayoría de los que te cruzas o te adelantan a toda prisa. Bienvenidos, los que van por delante, a la espalda o en paralelo (estos últimos y afortunadamente, cada vez son más).

          En este viaje de ida a Dakhla, al margen de atropellos menores, que sufrí sobre mis piernas, tres fueron las situaciones en conflicto, en las que ya no me quedó más remedio, que levantar la voz y quejarme abiertamente. Y lo curioso es, que en dos de ellas, la respuesta del culpable fue la misma y soberbiamente inconsistente: "te he arrollado, porque te has movido". Lo que viene a defender la absurda teoría, de que cada vez, que pase delante de mi, por detrás o lateralmente un bulto con ruedas, me tengo, que parar. De esa forma, debería emplear unas diez horas, en recorrer apenas cien metros.

          La tercera y ya en los accesos del tren de cercanías, que conecta con Barajas, resultó mucho más peligrosa, pero, al menos, tuvo un final divertido y con sonrisas. Chica, que va con dos pesados bultos con ruedas, uno de cada mano y que trata de abordar las escaleras mecánicas. Yo detrás. Con dificultades, lo consigue, aunque estoy a punto de caer al suelo en su frenada. Al llegar al final de las mismas, se queda atascada en el último peldaño y debo hacer virguerías, porque no puedo avanzar ni  retroceder y el mecanismo me arrastra. 

         Sale, finalmente de ellas, pero se queda parada medio metro después y nuevamente y para salvar la situación, debo hacer más bicicletas, que Mbappé eñ el área. Perdida toda la paciencia, le comento a mi pareja, en voz bastante alta: "creo, que la mayoría de la gente debería recibir un curso para saber manejar el equipaje ". Ella se da la vuelta tranquila, me sonríe y espeta: " no se porqué, pero creo, que te estás refiriendo a mí". De buen rollo, casi todo se perdona.

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