La primera noche en Lanzarote, sí o sí, debíamos dormir en el aeropuerto, por llegar casi a medianoche y la última, también, por regresar a Madrid, a las ocho de la mañana. Traspasamos con celeridad y normalidad la zona de control de pasaportes.
Como sabíamos de antemano, el aeródromo insular cierra todas las noches de 1 a 4:30 de la madrugada, por lo que buscamos un lugar recogido para dormir en el exterior. Encontramos bancos de madera y de piedra, optando por los primeros, al ser más cálidos. La primera buena noticia fue, que no hacía aire.
Dieciséis grados al acostarnos y catorce previsto, como mínima, en la madrugada. Nos pusimos el gorro y el abrigo y a roncar. A las cinco, nos metimos para adentro. Las numerosas sillas -raro- son corridas y puedes tumbarte en ellas sin ser molestado a ninguna hora del día, así, que a seguir.
Nos levantamos a las siete, dado que había que recopilar comida y llegar hasta el mercado dominical de Teguise, que cuenta con más de cuatrocientos puestos y que se celebra de 9 a 14:00 horas.
En poco rato recopilamos varios sandwiches, un paquete de queso Gouda, un pan redondo, pechuga de pavo, paté, atún, mantequilla, mermelada, plátanos, tomates y yogures, además de dulces.
A las 7:50 abandonamos el aeropuerto, camino de Arrecife. Los primeros cuarenta minutos transitan al lado de la carretera, con muchas curvas, por un carril peatonal y de bicicletas, hasta llegar a Playa Honda.
Desde ahí, se toma una ancha avenida, que nunca abandona el mar a la derecha y casas bajas a la izquierda, dejando atrás playas de arena negra u ocre. Mucha gente correteando a estas horas.
Tras dos serpenteantes horas más, llegamos a la terminal de buses de Arrecife, después de un malentendido al haber querido cogerlo en un intercambiador anterior y tras habernos librado de un conductor y un segurata muy bordes. ¡Que raro, con lo amables que son, en Canarias!
A Teguise te llevan el 7, el 8, el 9 y el 14, cuesta 1,40€ y se tarda veinte minutos. A la ida, salimos inmediatamente, pero al volver, tuvimos muchos problemas, dado que el vehículo vino con hora y media de retraso.
La experiencia del mercado resultó ser bastante negativa y desde luego, no volveríamos, a repetir, ni locos. ¡Qué diferencia con el mercado tradicional de Teror, en Gran Canaria, que visitamos en 2012!
El lugar está hipermegamasificado. Cada minuto llegan y parten autobuses repletos de hordas británicas, que hacen imposible la circulación y el disfrute. Los puestos son bastante cutres, como los de cualquier mercadillo de poca monta. Se vende de casi todo -servible o no-, menos comida, por lo que escasean las muestras gratuitas, salvo las de una fábrica de quesos y algún tenderete de fruta y verdura.
Los precios de las cosas son elevadísimos, solo aptos para guiris agilipollados y también los de los bares y puestos ambulantes de comida. Por ejemplo: una ración de papas arrugás, a 10€. También, los de los pequeños supermercados, donde una lata de cerveza de 33 centilitros, cuesta el triple, que en el Dino o el Mercadona, de Arrecife.
El pueblo de Teguise es muy bonito, aunque mejor llegar hasta allí un calmado día de diario. Cuenta con dos iglesias, una de ellas en la acogedora plaza principal y la mayoría de las casas son blancas y de tradicional estilo canario o colonial.
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