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lunes, 15 de enero de 2024

Frustrado tour de la bahía de Halong. Rumbo a Sapa

           Nunca debí decir el día antes, que el de hoy iba a ser el primero sin demasiados problemas, en Vietnam, dado que los únicos objetivos eran llevar a cabo el tour de cuatro horas, por la bahía de Halong, que ya habíamos contratado y pagado y tomar el autobús nocturno a Sapa.

          De madrugada cayó el diluvio universal y nuestro abrupto despertar fue sorprendido por rachas de viento, casi huracanadas, como nos temíamos, al llegar al puerto, nuestra excursión marítima se había suspendido. Nos emplazaron para mañana pero nosotros ya teníamos los billetes, a Sapa, para esta noche.

          Al menos, nos devolvieron el dinero, sin problemas. La putada, realmente, no era haber perdido el circuito, porque desde la magnífica playa de Bay Chai, se ven las formaciones rocosas de la bahía, sino tener que llenar doce horas hasta la salida del bus, sin plan alguno. Cervezas y paseos sin rumbo por esta ciudad fantasmal, aliviaron el paso lento de las horas, en una urbe, donde si quitas los cuatro puestos de calduverios, apenas hay nada de comer. Lo más accesible -y sorprende -, medianas latas de bonito a 60 céntimos. El problema era el pan y finalmente, como ayer, conseguimos obtenerlo negociando con unas vendedoras de bocadillos de la estación de autobuses. 

          Como anochece antes de las cinco y media, las últimas horas en esta ciudad las pasamos en la terminal, escuchando y celebrando en la SER la gloriosa investidura de Pedro Sánchez.

          El bus llegó algo tarde y para nuestra sorpresa era con literas ( no nos gustan nada). Venía de otra parte y nos tocaron los camastros de arriba, que nos adjudicó impositivamente el alborotado y maleducado ayudante del conductor, que no paró de dar voces durante más de una hora, mientras organizaba las subidas y las bajadas del pasaje. Todo muy colorido, aunque ya lo habíamos visto mil veces antes, Buen wifi, aunque  vehículo sin baño, por lo que las paradas eran un caos al obligarte a viajar sin el calzado puesto. Hasta, que nos dormimos contemplamos toda esa habitual hilera de municipios asentados junto a la carretera, que parecen  muertos de día y que explotan al anochecer. Otros siete guiris nos acompañaron en esta aventura.

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