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miércoles, 17 de enero de 2024

Un día extra para Sapa, lleno de descubrimientos y planeando el futuro

           Llevábamos un par de semanas dándole vueltas, a como seguir el viaje, una vez, que abandonaríamos Vietnam, a finales de Noviembre. Había varias candidaturas. Primero, cayó India, con Gujarat y los estados del nordeste, porque haremos un viaje exclusivo a esas dos zonas,a principios del año, que viene.

          Después, descartamos, Myanmar, por tener, que volver a Bangkok, a gestionar la vida y tampoco quedan allí muchas cosas por visitar. 

          Solo restaban Japón e Indonesia, con vuelos de precio razonable, desde Hanoi a Osaka o a Bali.

          Japón, tiene un par de dificultades, casi insalvables: es duro invierno y no vamos preparados en materia de ropa para ello y en algunas ciudades -a diferencia de hace seis años, en la anterior visita - los precio de los alojamientos están disparados. El cambio con el yen, sin embargo, sale muy favorable. 

          Así, que por descarte, vuelta a Bali, para desde allí, visitar algunas islas, como la de Flores, Sumbawa y tal vez, Timor. Descartado Sulawesi, por el alto precio de los vuelos. Hicimos cálculos de los días restantes en Vietnam y llegamos a la conclusion, de que mejor una jornada más en Sapa, que en Hanói.

          La casualidad y acometer inexplorados caminos, nos sirvió, para contemplar más terrazas de arroz y una nueva aldea nada turística, por un sendero caótico, que lleva a las afueras. 

          Además. callejeando, encontramos una agencia, donde los billetes de autobús , a Hanoi, cuestan casi la mitad y también son literas. Sospechamos de fraude, porque pagamos y no nos dieron billete físico o electrónico.

        Como el viaje era por la noche , descubrimos, que la vida, en la plaza principal era igual, que de día, con las vendedoras y su artesanía. ¿Cuando duermen?. 

          Las niñas pequeñas, sin embargo, habían dejado los llaveros y  bailaban con gracia ritmos achinados, junto a un bote, para recaudar dinero. 

          A estas horas, el mercado central ya había cerrado, pero a cambio, se había montado una enorme feria gastronomíca nocturna, con muchos puestos de los dulces rellenos locales, gominolas varias y los típicos tenderetes de salchichas, pollo, bolas de carne, pulpo o gambas. En esta ciudad, a diferencia de las anteriores, comer es un placer.

          El bus a la capital partió en punto y no me enteré del viaje de seis horas.

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