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viernes, 8 de marzo de 2019

Aeropuerto 2.018: la secuela (parte II)

                                          Todas las fotos son de aeropuertos del octavo viaje largo

          Vuelo 5°.- Sydney-Christchurch. El personal de tierra de Jetstar se muestra muy estricto y, a veces, algo agresivo. Control exhaustivo de peso de equipajes y demostración de tener un billete de vuelta, como ya nos hicieron en 2.006, en un Singapur-Filipinas. Menos mal, que en ambas ocasiones, todo está en regla, porque está gente parece muy inflexible.

          Llegamos a Nueva Zelanda y entramos sin inconvenientes. Parece, que también pasamos la aduana de la misma forma, hasta que un perro policía nos mira y se acerca a olisquearnos, a nosotros y a nuestro equipaje. El animal, que es un cachorro, se emociona demasiado y empieza a trepar por nuestros cuerpos, repetidamente. ¡Y nosotros, con una sonrisa de oreja!

          A todo esto, habíamos pasado en el equipaje de mano un champú de 350 mililitros. Será, ¿que en Australia dejan introducir líquidos en los aeropuertos? La respuesta en el vuelo número 7.

           Vuelo 6°.- Christchurch-Sydney: otra vez, a pesar el equipaje y a que, Jetstar, nos pida la ETA, que ni siquiera debes mostrar a las autoridades de inmigración australianas.

          Vuelo 7°.- Sydney-Singapur. Con el personal de Scoot, muy bien, antes de que llegara la tarde del gran cabreo. El personal  de inmigración -en nuestro caso, un negro y un chino-, nos dieron bastante la lata ( y ahora, lo entenderéis).

          Nos intervienen los dos bultos de mano. A mí pareja, el negro y a mi, el chino y todo esto con las bandejas de lo que sacas de los bolsillos, casi incontroladas, dado el estado de nervios. No llevamos líquidos, ni explosivos, ni armas... El problema son unas latas de sardina de unos sesenta gramos cada una y una más grande de unos cuatrocientos, de rica ternera con bacon y vegetales (que se vende en los Aldi australianos).

          El negro empieza riéndose, aunque acaba mosqueado, después de nuestras recriminaciones y nos deja pasar las cuatro latas de sardinas, tras un largo rato. El chino, por el contrario, es un martillo pilón, que no tuerce ni el gesto, ante nuestras quejas. Este tío, superaría sin inmutarse cualquier tortura, en cualquier cárcel del mundo (las de Afganistán incluidas). Resultado: la lata grande y dos de sardinas, confiscadas.

           Vuelo 8°.- Kuala Lumpur-Denpasar (Bali). Sorprendentemente, nada de nada. ¡Con lo que nos costó entrar en Indonesia hace diez años!

           Vuelo 9°.- Denpasar-Kuala Lumpur. Por primera vez en nuestras vidas, una moderna máquina maligna, nos detecta las tarjetas de crédito y el dinero, que llevamos en el bolsillo interior. Hasta ahora, nunca lo habían conseguido. La razón, un humillante dispositivo cilíndrico, donde tienes, que levantar los brazos y se te ve, absolutamente, todo. Y luego, llega el correspondiente toqueteo, que para nada es discreto. ¡No sé cortan un pelo y creo, que hasta disfrutan, sobando y humillando!

           Vuelo 10°.- Kuala Lumpur-Phuket. Lo dicho. Este aeropuerto malasio es el más apacible del mundo.

           Vuelo 11°.- Krabi-Dong Muang. La calma antecede a la tempestad, que nos esperaba está misma noche.

           Vuelo 12°.- Dong Muang-Taipei. Todos los ingredientes juntos, para haberse producido la primera denegación de embarque de nuestras vidas: madrugada -sin supervisores, que dar consejos a sus empleados-, chicas inexpertas en el mostrador de facturación, guardia jurado gilipollas, al lado ...¡Otra vez, las mismas explicaciones. Al final y tras una dura pugna de tiras y afloja, por primera vez en nuestros treinta años viajeros tenemos, que mostrarles las tarjetas de crédito y sacarnos el efectivo del calcetín, para que nos emitan las malditas tarjetas. Y, para que nos pregunten: ¿lleváis en el equipaje armas o explosivos?¡Para morirse de miedo, de risa o de asco!

       
           Vuelo 13°.- Taipei-Shanghai. Al funcionario de turno, que registra uno de los dos equipajes de mano, le molestan un oxidado abrebotellas -arma letal, contra los pilotos, personal de cabina o resto de pasajeros- y las propias llaves de nuestra casa. Y nos revuelve todo, como de costumbre, mientras las bandejas con nuestras cámaras, móviles, carteras...,avanzan por la cinta, perdiendolas de vista. ¡Alucinante!

           Vuelo 14°.- Shanghai-Madrid. A parte de que Iberia nos mato a hambre, nada más que reseñar y la verdad es, que lo agradecimos.

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