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viernes, 1 de marzo de 2019

Los árboles no nos dejan ver el bosque

                                 Toda las fotos de este post son, de Gili Tranwangan (Indonesia)

          La verdad es, que somos como los políticos, los banqueros, los ricos...que no nos enteramos de nada y después de llevar una vida de privilegio, nos pasamos el día quejándonos. Es una pena y te das cuenta, cuando interactúas con el mundo real. Desde que mandamos fotos y vídeos de forma regular a la familia y amigos -desde el viaje largo anterior, hasta que se escacharraron los teléfonos-, nos venimos dando cuenta, que no somos capaces de cuantificar, lo malo y lo bueno, que nos pasa.

          Por ejemplo: llegamos a una hermosa playa, en la que la mayoría de nuestros allegados, no tendrán la oportunidad de estar nunca y ya empezamos con la perorata: "¡buah!, si de estas playas visto decenas y con alojamientos mucho más baratos. Si aquí no hay nada que comer y los vendedores son unos pesados. Ganas tenemos, de habernos metido 13.000 kilómetros para esto..."

          O, después de un par de días de ver templos, aunque sean los más bonitos: "si es, que ya no me entran más por los ojos. Todos son iguales y además, hemos visto ya centenares de ellos. Para esto hemos tenido, que aguantar, el tráfico de esta carretera y el retraso del ferry..."

          Naturalmente, y a pesar de estar en lugares magníficos -con suerte, en muchos casos, de haberlos repetido, varias veces-, otras circunstancias, como el calor, la lluvia, la variación al alza del precio de la coca cola, que la fritanga local este fría o revenida y demás, pueden llegar a desbaratar y arruinar nuestro día.

          Y, las señales de alarma llegan a la alerta máxima de tsunami, si no hay cerveza o alcohol por los alrededores.

          Y mientras tanto tú hermana, tu sobrina o tu amigo de siempre, disfrutan como enanos de tus aventuras y te lo dicen sin tapujos, del último clip de una maravillosa cascada o del baño en una playa solitaria rodeada de palmeras y con un templo en la lejanía, mientras ellos rumian su rutina y huyen de su monotonía gracias a imaginarse, que son los protagonistas del último vídeo y no tu.

          Es una pena, que hayamos caído en la rutina y el desasosiego, pudiendo hacer cada día, lo que nosotros elegimos y en cualquier parte del mundo. Lo único, que me llena de consuelo es, que al menos -porca miseria y vil excusa-, somos conscientes de ello.

          El último berrinche se ha producido, por la mala organización del ferry, de Lombok, a Bali, que siempre se retrasa en ambas direcciones. Algo tan irrelevante, en mi caso, me lo he tomado, casi, como una cuestión personal.

          ¿Llegaremos a casa para la Navidad? Aún no lo sé responder, pero si nos gustaría. Aunque a nosotros, a punto de dejar Indonesia y volar para Kuala Lumpur y Phuket, nos da la sensación de estar a mediados de junio, más que en diciembre.

          Y, ya no os cuento el bajón, que nos ha dado al enterarnos, esta mañana, de los resultados de las elecciones andaluzas.

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