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domingo, 28 de septiembre de 2025

Ana, Longi, Ana, Santi e Israel (parte VI)

           Había llegado el momento de recapitular, antes de narrar nuestra experiencia en Palestina.

          - Más de tres horas para entrar en Israel, siendo vejados, humillados, observados, tratados como animales de laboratorio...

          - Imposibilidad de transporte público por ser sabath -desde el mediodía del viernes- y aceptación de condiciones abusivas en el transporte privado. Si no estás de acuerdo, no solo te jodes, sino que eres, para ellos, como mínimo, ruin.

          - El sabath, por cierto, es algo más tercermundista, que el propio tercer mundo y sirve de excusa, para que cualquier servicio, que quieras obtener, cueste diez veces más. Es, como aquella Semana Santa de los setenta, en la que el mundo se acababa y si te atrevías a salir a la calle, tú madre te decía incómoda y sonrojada: "habla bajo, que se ha muerto un señor". 

          Por otro lado, es el culmen de la dejadez y la desidia, porque en esta fecha -una vez a la semana, que en Pascua se eterniza-, contemplamos toneladas de basura, con alturas de hasta dos metros en las principales calles del casco histórico de Jerusalén.

          - Evidentemente, nos alojaron en un hotel en medio de la nada y en las peores habitaciones -estaba casi lleno, es verdad- por pura misericordia y sin posibilidad de negociar nada. Con diversas, estúpidas y previsibles tretas consiguieron, que a la hora de la factura, fueran casi diez dólares más, por cada una de las cuatro noches que pernoctamos allí. Justo es decir, que cuando el establecimiento se vació, pasada la Pascua, nos ofrecieron cambiarnos a una habitación mejor, sin coste añadido, en lo que fue la única deferencia en nuestra estancia en el país hebreo.

          - Dinamitación  de nuestra hasta entonces corta pero solida relación idílica viajera, con Ana y Longi. Y lo peor es, que la funcionaria madrileña, lo pasó en todo momento fatal.

          - Quedaban y después de nuestras andanzas por territorios ocupados y ya sin compañía, en el día de la partida, cuatro estafas por sobrellevar, dignas de la usura legendaria de este detestable pueblo. Veámoslas: 

          * Factura del hotel Strand. Queríamos pagar con tarjeta, pero la máquina estaba rota hace tiempo. No era una excusa -que ellos, nunca ponen-, sino la verdad, porque añadieron , que no tenían intención de arreglarla. Entonces, sucedió lo siguiente, como en la canción de León Benavente "Ser brigada": no teníamos dólares y nos permitieron pagar en euros, pero con una tasa abusiva de recargo que superaba el 10%. Nos dieron la vuelta en la moneda estadounidense y no en la europea, añadiendo otra comisión. Y, para finalizar la tropelía y sin disimulo, nos negaron tres dólares de vuelta, porque no los tenían sueltos.

          * Abusivas tasas de salida en el puente de Allemby. Podías abandonar el país, sin problemas, ni miramientos, pero a pasar por caja. Los  25 dólares de tasas se vieron incrementados en casi un 20%, por pagarlos en esta divisa y no en sequels israelíes.

          * El autobús para cruzar este puente del turbio y casi sin agua río Jordán: 5 euros por cabeza para menos de un kilómetro, que no te dejaban hacer andando.

          * Esto ya no ocurrió en Israel, sino en Amann, pero si con su divisa. Los jordanos no querían verla ni en sus peores pesadillas por lo que para cambiarla a dinares nos metieron una comisión del 20%.

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