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lunes, 15 de septiembre de 2025

Un fin de semana compartido entre Valladolid y Madrid

          Nos preparamos para un fin de semana completísimo, dividido entre los últimos días de las fiestas de la virgen de San Lorenzo de Valladolid y diferentes eventos en Madrid.

          Hoy, en concreto, asistiremos a varios conciertos organizados por las peñas y mañana sábado, a una paella popular y varios recitales en las fiestas patronales del distrito de Barajas. Dejaremos para el domingo otro arrocito gratis, en Ciudad Lineal y la prometedora manifestación de boicot a Israel en el cierre de la Vuelta a España.

          Me voy a buscar a mi pareja al trabajo, nos comemos unos helados y sin pasar por casa nos vamos a los conciertos organizados por FEVAPEÑAS, en la plaza del Moral. Después de una horrible batucada inacabable, llega el turno de Wateke, una banda de versiones de los últimos cuarenta años del siglo pasado. El vocalista tiene mucho sentido del humor y gran agilidad mental. Tocan temas más variados, que el común de grupos tributo a esa época y disponen de bloques de temas recortados y pegados de diferentes bandas o solistas. Pero su género estrella es, lo que llaman "engendros" en los que mezclan canciones, aparentemente, de géneros in combinables. Es el caso, por ejemplo, de Iron Maiden y Marisol o ACDC con Rocío Jurado. ¡Quedan bastantes chulos e imaginativos! 

          Después, llega el turno de Triquel, grupo local de música celta, que ya habíamos visto un par de veces en el pasado.

          Nos quedaría la actuación de Lostway, pero solo disfrutamos de su primera canción, porque debemos tomar el ALSA de las dos de la madrugada, que nos depositará, directamente, en la T4 del aeropuerto de Barajas. La terminal de Valladolid se encuentra en profundas obras de restauración -deberian haberla tirado entera y levantar una nueva 
- y de noche es todavía más lúgubre.

          Partimos algo tarde y viajamos por separado, aunque no muy lejos, porque el vehículo va lleno. Con esto de los bonos de descuento la compañía asturiana lo está petando. Nos dormimos, profundamente, hasta nuestro destino.

          La estación de autobuses de la T4, también está de reformas, por lo que nos dejan lejísimos, en un lugar, donde no hemos estado nunca antes.

          Son las cinco menos cinco de la madrugada y tratamos de acceder a la terminal para seguir durmiendo, pero para ello, debemos presentar una tarjeta de embarque que no tenemos.

          Decidimos, coger el bus  gratuito a la T1, donde existe más espacio para quedarse fuera. Por la  megafonía del vehículo lanzan intimidatorios mensajes, donde explican los documentos que presentar para acceder al interior de todas las instalaciones públicas del aeropuerto.

          Pero, sorprendentemente y al llegar, no hay vigilancia alguna y podemos ingresar sin obstáculos y sin justificar nada.

          Toca dormir hasta las diez de la mañana. Primero en las instalaciones de una cafetería cerrada y cuando la abren, en las escasas sillas de la T1 -no más de una docena en total, porque han quitado el resto-, que resultan muy incómodas. A cambio, han colocado soportes verticales, para que apoyes la espalda de pie, como si fueras un elefante apoyado en un árbol. ¡Lamentablemente, inhumano, en la linea general de la insensibilidad mundial actual!. Ganas de vomitar en las oficinas de AENA no nos faltan, pero ias bilis ni nos salen.

          Y siguen dando vueltas de tuerca a la situación. Para que nadie obtenga nada de las papeleras, las están sustituyendo por una especie de buzones, donde no te cabe la mano. Desde el 17 de mayo no veníamos a este aeropuerto, dado que en verano volamos desde y a Valencia.

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