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sábado, 27 de septiembre de 2025

Ana, Longi, Ana, Santi e Israel (parte IV)

           A pesar del increíble conflicto y con la ayuda del whisky, caímos rendidos y la noche transcurrió deprisa. Coincidimos en el salón de desayunos con Ana y con Longi y compartimos hambre extrema saciada, aunque no ubicación, porque nos sentamos de extremo a extremo.

          Y así, comenzó la mañana del Sábado Santo, con el barrio cristiano aún más alborotado y sitiado por la policía y el ejército, que el día anterior. Nos llamó la atención ver a guapísimas chicas, con apenas la mayoría de edad, con potentes ametralladoras y armadas hasta los dientes. Y está gente es, que cuando se despliegan, lo hacen de verdad y dan miedito.

          Pero, afortunadamente, ni el motivo era militar, ni perseguían a palestinos y/o musulmanes. Ese día , previo a la resurrección de Jesús se celebraba la multitudinaria y fervorosa conmemoración del Fuego Sagrado o Luz Sagrada -la Pesaá-,  que mantenía con actividad continua la espectacular Vía Dolorosa, el Santo Sepulcro y numerosos alrededores.

          Así, que durante la mañana, más bien, nos dedicamos a explorar los otros tres barrios -judio, con el Muro de las Lamentaciones y su absurdo fervor, aunque nos llamen antisemitas; armenio y musulmán --, aunque no pudimos introducirnos en la severamente vigilada Explanada de las Mezquitas, porque para los extranjeros entonces, solo estaba abierta hasta las once de la mañana.

          El caso histórico de Jerusalén, rodeado por su muralla y sus ocho puertas, de ellas siete abiertas y una sellada, que será abierta el día de la destrucción de la ciudad, es increíble, aunque no excesivamente grande, lo que posibilitó, que nos cruzaramos varias veces con Ana y con Longi. Las dos primeras nos evitamos, incluso la mirada, pero la tercera terminamos hablando durante más de media hora. Ana estaba muy afectada, aunque no por la discusión de la noche anterior, sino porque había tenido un problema con una militar imberbe y estúpida - no recuerdo de qué índole - y para ella su peregrinar israelita era un suma y sigue. No dejaba de repetir: "Desde que entré a este país estoy bloqueada".

          Quedamos para desayunar al día siguiente y despedirnos amistosamente, pero evitamos pasar juntos el resto del día, a pesar de que volvimos a cruzarnos más veces y al menos, nos sonreíamos y saludábamos.

          Por la tarde y tras atiborrarnos a kebab en una cafetería local, recorrimos con más tranquilidad el barrio cristiano y también nos acercamos hasta la zona del Monte de los Olivos y otros lugares y templos sagrados desde donde las vistas de la Cúpula de la Roca y  panorámicas de Jerusalén, resultan espectaculares.

          Y llegó el domingo y desayunamos los cuatro en paz y armonía, compartiendo las experiencias del día anterior. Ana seguía muy noqueada, como si este  estado caprichoso y hostil hacia el no judío - y no al revés, como siempre tratan de hacernos ver-, la hubiera tomado solo con ella.

          Nos despedimos con besos y abrazos, aunque evitamos pasar la mañana juntos (ellos volverían a Amman, después del almuerzo).

          No obstante, los volvimos a ver en la Explanada de las Mezquitas, a la que se accedía después de una severa vigilancia y cacheos y hasta desagradables humillaciones. Un militar les estaba riñendo con firmeza y mala educación, por el simple hecho de ir cogidos de la mano.

          Las cosas con Ana y con Longi un mes después no terminaron muy bien. Les mandamos nuestra web -entonces, no había blog- y no quedaron muy contentos con lo que en el relato ponía de ellos, que era lo único, que al parecer les interesaba.

          Desde entonces, no compartimos nuestros relatos con ningún viajero con el que hayamos tenido contacto en la travesía, sea donde sea, salvo con Martín, con el que solo nos hemos visto una vez, pero al que conocemos hace muchos años.

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