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miércoles, 10 de septiembre de 2025

Victoria, Lucia, Joana...

          La noche transcurre en las animadísimas fiestas de la Melonera, en la zona de Madrid Río, perteneciente al barrio de Arganzuela. Nos encontramos relajados y haciendo botellón en una de las zonas de más tránsito, viendo pasar la nocturna vida.
   
          A escaso medio metro, a nuestra izquierda, se encuentra Victoria, junto a una fiel amiga, de la que desconocemos el nombre. Victoria ha bebido bastante y está obsesionada, con que la otra chica se vaya con su novio y la deje sola. No han discutido. Es un inexplicable e inseguro capricho. La amiga, no solo no le hace caso, si no que le da mil explicaciones sobre por qué no lo va a hacer. El debate se prolonga, durante más de cuarto de hora y el último argumento de Victoria nos deja perplejos: "Mira, entiéndeme, que yo ya no tengo trece o quince años. Tengo diecisiete, puedo tomar mis propias decisiones". Afortunadamente, a la protagonista se le va pasando el pedo y la historia termina bien.

          Más tarde y en el mismo lugar, se encuentran Joana y Lucía, guapísimas las dos. Como en el caso anterior, la primera va serena y la segunda muy mal. Se dedica a entrar muy agresivamente a todos los tíos, que pasan.

          Al primero, le pide descaradamente sexo y este le responde: "Ya he tenido bastantes Lucias en mi vida y además tengo novia". Ella contesta: Ya, pero a mí, también me han puesto los cuernos y por eso no pasa nada ". Para su suerte, el chico sigue su camino.

          A pesar de la desesperada, constante y esforzada lucha de Joana por controlar a Lucía, está sigue a lo suyo, a tirar los tejos. Pasan tres chicos y le ha echado el ojo a uno, de nombre Brian. El chaval, al principio, se muestra tímido. Posteriormente, se va animando y un par de minutos después, se acaba poniendo de lo más verraco y baboso. En la incertidumbre, son sus dos amigos, los que tiran de él y se lo llevan a rastras. 

          Pasan otros dos jóvenes, que se percatan del estado de Lucía. Tratan de ganarse la confianza de las chicas y les dicen, que van a mandar un WhatsApp a sus padres, para que vengan a recogerlas. Minutos después les dicen, que estos les van a mandar un Uber a las cuatro de la madrugada. Dos cosas no cuadran: se niegan a enseñarles el mensaje y la respuesta. Y, ¿Por qué esperar a esa hora para mandar un transporte, cuando todavía son las tres menos cuarto?. Continúan dando explicaciones incoherentes, pero al final, se van los cuatro juntos. Desconocemos el final de la historia, pero nos tenemos, que pueda ser no muy agradable para ellas.

          No hay manera de aburrirse. Ahora pasan tres jovencitas y dos le dicen a la otra: "Tirate en plancha". Ni corta ni perezosa, va y lo hace. El problema es, que no se trata de una piscina, sino de una masa de matorrales con abruptas ramas. Seguro, que mañana, no recuerda de que le vienen los dolores. 

          Son las tres y abandonamos el lugar, caminando hacia Príncipe Pío -casi cuatro kilómetros -, bordeando el río Manzanares. De camino está la Sala La Riviera y el chunda chunda se oye desde un par de centenares de metros. Hay mucha gente en el exterior, fumando como corachas -no es un animal, como pensábamos, sino los sacos donde se guardaba el tabaco- o dándose al botellón. Una mayoría se hallan bastante perjudicados. Una joven nos pide por favor, si tenemos pañuelos de papel. Su novio -o buen amigo - vomita con fuerza y desea limpiarle la cara. ¡No sabes, que joya tienes al lado, chaval!.

          Los alrededores del local son una mezcla de campo de batalla y estercolero. Suciedad diversa, , orines y heces, restos de comida, refrescos y botellas de alcohol (algunas enteras o casi y todas de marcas caras). ¡Recolectamos!

          La noche siguiente fue mucho más tranquila, aunque con tintes generales similares. Nos dió bastante asco ver a un nutrido grupo de jóvenes cantando el Cara al Sol. Y lo peor es, que no estaban borrachos.

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