Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

domingo, 8 de enero de 2012

Ante el vicio de querer cobrar por todo, la virtud de colarse

             Los alrededores de Katmandú, son realmente espectaculares, pero su visita –si no  se es un poco pillo y tratas de colarte de todas las formas posibles-, sale bastante cara. Si algo te trae de cabeza, en este país, es la ladronería y choriceo, que se ejerce hacia el extranjero, casi de forma generalizada.
                                                                     Pashupatinath
No es de extrañar, que esto ocurra, dado que los primeros en dar ejemplo, son los poderes públicos, sableando al turista –a veces con cantidades astronómicas, como en el caso de Bhaktapur-, por visitar lugares públicos, como una plaza, un ghat –sagrado o no- y hasta una ciudad entera. Afortunadamente, lo ajustado del presupuesto, nos ha hecho tirar de perrería, y de momento, hemos visto más de un 90% de las cosas, sin abonar una sola rupia. ¡Qué se jopan!. Y lo digo,alto y claro.

            Pero, ha sido a base de pasar estrés, que comienza en la parada de buses vieja, donde se cogen los cacharros para todos estos destinos. Allí debes conseguir –y no es fácil y relajado-, que no te cobren lo que les da la nepalí gana, por llevarte a cualquier parte.

            Luego, la propia policía –in person-, se encarga de que el guiri, mientras ve pasar a todo el mundo sin pagar nada, desaloje su cartera en la billetería, que suele tratar de controlar estratégicamente, los atractivos a contemplar, pero que deja agujeros por donde colarse –salvo y solo parcialmente, en Pashupatinath-. Investigando con paciencia, se consiguen buenos resultados. Y no solo es el dinero, que te ahorras, sino las risas que te pegas.
Patan
Poca más presencia policial, hay en el país, salvo para tocar las narices en las carreteras –y no mucho- o para pasarse una hora de reloj, tomando un te, sentados, placidamente, en el banco de un puesto callejero.

            Después de pasarlo mal, es cuando llega la hora del disfrute: Bhaktapur es, sencillamente, uno de los mejores lugares del viaje y Patan –aunque más modestamente-, ofrece atractivos imprescindibles, en cualquier viaje a Nepal. Aunque, algo sobrevalorado, Pashupatinath, sí que merece una mañana y otra, para la estupa de Bodhnath
            Si alguien quiere, que le explique con pormenores, como colarse en cada uno de estos lugares, que lo solicite, en el capitulo de los comentarios.
                                                                                                 Bhaktapur
            En cuanto a la comida y en contra de lo previsto, hay buenas noticias, aunque la realidad tampoco sea para tirar cohetes. Al ya cansino chow mein –que engullimos, casi cada día, desde nuestra estancia en Calcuta-, hemos añadido a nuestra dieta, el momo (especie de raviolis, rellenos de carne –la más barata es la de buff, que no sabemos ni queremos saber de que es, qunque también los hay de pollo o verduras- y diversos vegetales fritos rebozados –con un recubierto más crujiente, que el de la India, sobre todo cuando se enfría-, como coliflor, patatas –en trozos y no en maldito puré especiado, como sus vecinos del sur-, cebollas… Lo que le sobra a esta cocina, es el omnipresente comino, que además aparece, engrandes cantidades..

            Mañana, nos vamos en bus nocturno, a Janakpur –algo no previsto- y en dos días, retornamos de la misma manera, para poner punto final a este fantástico y muy ajetreado periplo de seis meses. ¡Lástima, que nos halla fallado, Bangladesh!.
                                                                                                    Bodnnaht

Katmandú, supero ampliamente, nuestras espectativas

             Como, no somos especialmente apasionados por la montaña y menos, en la estación del año, que estamos -ya casi invernal-, Pokhara nos sirvió más como retiro y descanso, que como cualquier otra cosa. Desde allí, partimos hacia Katmandú, en un microbús nuevo y en un viaje algo más llevadero, que el anterior, aunque recorriendo los mismos paisajes y pueblos y la continuación del maravilloso río y la espectacular garganta, que nos acompañó en buena parte del periplo, que nos trajo desde la frontera con India. Hoy, la niebla afea más el panorama e impide, ver nítidamente los supuestos precipicios de la transitada carretera, que nos conduce a la capital del país, tomando un desvío, a mitad de camino.  Kathmandú

Nuestra primera impresión, nada máss bajar del micro, es la de que se trata de una ciudad-cacharro. La segunda, es la constatación de la anterior, ya que contemplamos toneladas de hormigón desordenado, que jalonan las vías de circulación, mientras nos vamos acercando al centro.                                                                                                  Kathmandú

Otra vez, nos toca hacer un país, sin guía alguna. La única información, que tenemos de la ciudad –obtenida de extranjis en una librería de ejemplares de segunda mano, de Pokhara- es que la zona de los guiris –alojamientos, restaurantes y tiendas- se llama Thamel.

¡Por Dios, que no llueva!, como ha ocurrido todos los días, desde que llegamos a Nepal. Como lo primero es lo primero, buscamos un sitio para comer, donde almorzamos muy correctamente, aunque para variar, nos toca pelear el precio y el numero de piezas de pollo, previamente negociado: “¡Qué recuerdos de Etiopía!”.

Afortunadamente, la zona de Thamel, no está a más de 3 kms, de donde nos hallamos, pero el acceso, a través de una calle infernal –en la que sufro una aparatosa caída-, no nos pone las cosas fáciles.
                                           Kathmandú
Thamel, es una zona destinada para los extranjeros, -aunque, la verdad es, que no hay muchos y tampoco se los espera-, con tiendas de todo tipo, restaurantes, garitos de cambio, agencias de viaje, alojamientos…Todo, supuestamente acondicionado para el turismo, sino fuera por el agresivo y molesto tráfico, por los barros, las baldosas levantadas y por la ocasional basura de algunas zonas. ¡Otra nueva imitación de khaosan!. Aunque, sin las comodidades, servicios ni precios de la añorada y odiada zona, de Bangkok. Al  menos ni hoteles, ni restaurantes, ni tiendas, se descuelgan con las desorbitadas tarifas de Pokhara.

 Fuera de guirilandia, Katmandú, sigue con su caos rutinario. Pero, al menos existen aceras y pasos elevados. Tras varias visitas menores, quedamos maravillados por el complejo de templos, de Durbar Square, ubicados en las propias entrañas de la ciudad. Casi sin quererlo y sin demasiado esfuerzo, nos hemos colado y nos ha salido gratis, ahorrándonos las 400 rupias de la entrada. De todas formas, no me parece nada bien, ni normal, que a los extranjeros, nos cobren por acceder a una plaza pública. ¡Nos iríamos acostumbrando –y colando, otra vez, porque no es muy difícil-, a lo largo de los siguientes días.
                                                                                    Kathmandú
En esta maravillosa ciudad, hemos solventado parcialmente nuestro síndrome de abstinencia de mercados, tanto de los que se encuentran, dispersos por el suelo, como de los de más postín, que rodean los templos. 

Primeras impresiones sobre Nepal, desde Pokhara

            La salida de India –por el puesto fronterizo más cutre, que cruzamos jamás-, fue menos complicada de lo previsto, así como la entrada en Nepal: 25$ por 15 días y 40$ por un mes, sin preguntas ni molestias.
                                                                            Pokhara
Los cincuenta metros, que separan ambos lados, presentan visiones diametralmente opuestos: en el lado indio, lo de siempre y tantas veces contado, mientras que en la parte nepalí, la carretera es mucho más ancha y mejor asfaltada, hay menos caos y la oferta gastronómica  y hostelera son mayores y más aceptables. Sorprende aún más, ver a todo hijo de vecino vendiendo alcohol, en sus puestos de comida, bebida o lo que sea. Aunque, por lo que atisbamos sobre el terreno, beber cerveza, puede salir aquí, incluso más caro, que en la India. ¡Tiempo al tiempo!

            El bus hacia Pokhara, es más nuevo y espacioso, que el que nos llevó a Sunauli. Pero, eso sí, se detiene unas mil veces, para que suba y baje gente. A la ausencia de paradas para orinar o para comer, ya estamos acostumbrados. Aunque, como el calor es menor y no se suda, de lo primero, entran ganas antes
                                                 Pokhara
Las impresiones iniciales, son las de encontrarnos en un país más limpio, “cuidado” y con gente más educada. Pero, las segundas percepciones, nos decepcionaron un poco, como vamos a corroborar en días sucesivos. Parecen gente, con muchas más caras, -o, también,  máscaras-, que sus vecinos del sur, que se muestran en estado puro. Sobre todo, nos molesta la escasa seriedad de los comerciantes de todos los sectores, incluidos restaurantes y hoteles, que te engañan sin demasiados escrúpulos  y te tratan de cobrar de más, incluso habiendo pactado férreamente, las condiciones con anterioridad, en cuanto al precio y el número de piezas del plato.

Pokhara, es una ciudad relativamente tranquila, que se divide entre la zona de los lugareños y la de los guiris, junto al lago, donde los precios son estratosféricos, sobre todo los de la comida. El principal atractivo aquí, son los trekkings por los alrededores o experiencias de mayor alcance y calado, como hacer montañismo, en el cercano y maravilloso, Anapuna.
                                                                                             Kathmandú
Hemos vuelto al frío y a la lluvia, tan lejanos ya para nosotros y a las expectativas, de que en este país comeremos fatal: no hay estómago que resista dos meses y medio seguidos, por India y Nepal. Si nosotros escupiéramos –como hacen ellos a todas horas-, lanzaríamos más llamas, que los dragones de las leyendas.  Y eso, que somos dos personas, a las que les encanta el picante.

¡Adiós a India!

            Entre las diferentes variables, que teníamos para llegar a la frontera de India con Nepal –se encuentra en Sunauli- optamos por la peor: el insoportable e inolvidable autobús, que enlaza Varanasi con aquella y que con nocturnidad, incomodidad y sin ningún amortiguador, circula por una carretera insufrible.
Varanasi
Podríamos haber tomado el nocturno a Goradpur, en primera –dado que, en sleeper, estaba todo completo. Otra más confortable opción, habría pasado por hacer noche en Varanasi y tomar el tren de la mañana. Pero no. Optamos, por la vía más rápida, como si nos quisiéramos escapar, corriendo, de India.  

Con el cuerpo destrozado y sin haber pegado ojo, a lo largo de toda la sufrida noche, este horrible transporte, nos depositó en la casilla de salida de India, después de un periplo de casi dos meses (en concreto, 58 días). Empezamos yendo, desde Bangalore, a Chennai en un bus nocturno estupendo y a partir de ahí y paulatinamente, la calidad ha ido descendiendo, hasta haber llegado a estos lamentables niveles
                                                                                                      Sunauli
Aún hubo, que esperar un día más, para decir adiós a India, porque decidimos descansar en esta ciudad de frontera, hasta la mañana siguiente, que acometeríamos el último trámite burocrático, en este país, donde hasta para respirar, hay que rellenar un formulario.

            Todavía es demasiado pronto, para conocer todos los motivos y así decidir porque este país, nos ha enganchado y espeluznado al mismo tiempo. Aunque, poco a poco, vamos dando con las respuestas. ¡Ya os las iremos contando!.

            Sin lugar a dudas, dejamos atrás, el país más fantástico del mundo. Y no me duele, en absoluto, haber tenido que dar mi brazo a torcer. 
                                                                            Bodhgaya

La vibrante Calcuta

                                                                                                       Calcuta
           Calcuta es una inmensa urbe, situada a medio camino, entre la modernidad de Mumbai y el lento –pero continuo- desperezamiento de Delhi. No presenta grandes atractivos monumentales pero se muestra vibrante y acogedora, convirtiéndose en un lugar muy adecuado para reponer fuerzas, durante unos días o dedicarse al paseo. Porque, además, hay aceras por casi toda la zona del centro.

En cuanto a lo primero, es de los sitios donde más variedad culinaria se puede encontrar en el norte, incluyendo la carne, diversas variedades de comida tibetana, como el chow mein, los momos o los pollos especiados y con vegetales, que envueltos en un caliente Chapati, calmaron nuestra ansiedad, después de lo mal, que habíamos comido en Khajuraho y Varanasi.
                                                                                               Calcuta
Otro aliciente es, el barato precio de la cerveza –a niveles de Goa- o de cualquier otra bebida alcohólica. Y para rematar, la amena Calcuta –junto a Amhedabad- es la ciudad con más mercados-mercadillos, de toda la India visitada, algo, que hemos echado de menos en la mayoría del país, que no esperábamos y que nos decepcionó bastante. ¡Lo que son los prejuicios!

            Como estaba previsto, después de pasar el fin de semana, el lunes nos dirigimos  a la embajada de Bangladesh. Las ventanillas exteriores de información, donde informan sobre visados, estaban cerradas, a cal y canto y la sede diplomática funcionaba a medio gas. La despistada persona, que nos atendió, no hablaba apenas inglés y por ello, no logramos entender lo que estaba ocurriendo.

Resultó –lo descubrimos al ver gran parte del comercio cerrado- que era un día medio festivo o algo así. Entre fiestas religiosas y civiles –sean medio día o entero-, en India no pegan palo al agua, a lo largo del año. No quisimos esperar un día más y abandonamos la idea de viajar, a Bangladesh, optando por dirigirnos a Nepal, directamente.

                                                                                                       Calcuta
            Nuestro tren a Varanasi –volvemos para dirigirnos a la frontera con Nepal-, acumuló 7 horas de retraso, lo que nos obligó a bajarnos en Gaya, una caótica e insufrible ciudad. Al menos, la escala nos sirvió, para contemplar el magnifico templo y monasterios de Bodhgaya.

De retorno, a Benarés y compartiendo el caos de las calles, que van desde las estaciones a los gaths, nos encontramos con Iván, un agradable y extraño personaje, que ha venido al país por tan sólo una semana, sacando el billete 3 días antes de partir y la visa, con tan sólo 24 horas de antelación (no sabemos lo que le habría costado), porque algo en su interior, le decía que tenía que estar aquí, el once del once del dos mil once. ¡Dios la cría y ellos en India, se juntan!.    

Varanasi: aromas a incienso, chamusquina y sándalo

                                                                                                      Varanasi
             Definitivamente, estamos dando nuestro brazo a torcer, con la misma naturalidad, sosiego y contundencia, con los que se retuercen las escasas carnes, que se queman en las hogueras, que no piras, de Varanasi. Por un lado y como ya se comentó en algún post anterior, hemos abandonado nuestros esquemas iniciales, que trataban de concluir, que India es una nación más, con los mismos avatares y contratiempos, que el resto del tercer mundo. Partimos de que este, no era un país duro para el viajero y tras 50 días de viaje a través de él, estamos convencidos de que no es duro, sino durísimo.
                                                                                               Varanasi
            Por otro lado, nada mágico o místico hemos encontrado en India. Quizás nuestro temperamento terrenal y muy práctico, nos amarre demasiado a lo que vemos, sin explorar más allá. Nuestra riqueza espiritual -sea mucha o sea poca-, escapa bastante de las religiones y de toda la parafernalia, que los rodea. Aunque, realmente, si debemos reconocer, que si alguien viene buscando magia o misticismo, este es el lugar del mundo -que conocemos-, donde más fácilmente lo acabará encontrando.

Varanasi, es un lugar extraño. El caos reinante y las destartaladas calles principales, no dejan imaginar, las emociones que te esperan en los maravillosos gaths o en las zonas colindantes. También es raro, en el sentido de que es más fácil acceder al hachis, opio o marihuana, que a una simple y pecaminosa cerveza.
                                                                                   Varanasi
Desconcertante es también, porque aunque, lo que aquí ocurre, te lo han contado  o lo has leído mil veces, no eres dueño de tus emociones, cuando aterrizas en este lugar de callejuelas estrechas, escalonadas y de inolvidable olor, mezcla de incienso, chamusquina, sándalo… y yo que sé.
Varanasi
Nuestro primer impacto ante los ritos funerarios, fue un horror contenido, que sin embargo, no nos impedía seguir mirando, cada vez más enganchados y más de cerca. Caímos en la consideración, de que eran acordes con el bestialismo y la falta de consideración, hacia el sufrimiento, que ya de por sí, caracteriza a los ciudadanos de este país. No pudimos entender, ni de lejos, como una ceremonia que debería ser intima y privada -en el momento más dramático de la vida-, transcurriera a la vista de todo el mundo, extranjeros morbosos incluidos. Pero nuestro pensamiento fue cambiando. Empezamos a verlo, como algo cotidiano, pero maquillado por una sensación constante, de estar contemplando un teatro y no hechos reales. Y de que los participes de la función serían meros actores.

El momento más increíble de todos los viajes, lo vivimos ayer. Cuando el crepúsculo casi dejaba paso a la noche y a metro y medio de una hoguera funeraria, contemplamos a varios muertos ardiendo, frente a los majestuosos templos, en un ambiente distendido, donde las vacas y los perros, a parte de formar una bella composición, también participaban del festín. A la par, otros tres muertos son remojados en el río Ganjes, mientras esperan su turno para la incineración. En las tiendas de la muerte cercanas, se pesa la leña para el próximo quemado o se negocia el precio del aceite de sándalo.
                                                                                                               Varanasi
            En las misteriosas escaleras, camino de nuestro hotel, junto al gath de Mani Karnica, una vaca agoniza durante más de 24 horas, sin que nadie tengamos a bien, evitarle el sufrimiento. La vida y la muerte en los gaths, son tan increíbles para nosotros, como cotidianas para ellos. 
                                                                                               Varanasi


                                                                                             Varanasi


                                                                                     Varanasi

Sagradas, pero muertas de hambre

                                                                                                   Orchha
             La zona monumental de Orchha, está plagada de vacas, que embisten sin pensárselo, como las de Pushkar y de otros lugares más. Un animal habitualmente pacífico, se convierte en muchas zonas de India –en cada vez menos, porque estos (supuestamente) herbívoros, están siendo sacados de las grandes ciudades-, en un peligroso enemigo, como hemos comprobado hoy, tras un despiste, cuando hemos tenido que pelear a fondo con uno de estos rumiantes, para recuperar nuestra papaya y unos plátanos, antes de que cayeran en su estómago. Cada pieza, se la zampan de un solo bocado, como hemos comprobado, con una cáscara de banana.

De poco sirve ser sagrado, como ellas, si estas muerto de hambre y juegas todos los días al gato y al ratón, con los propietarios de los puestos de dulces, para chuparlos o zampártelos, cuando tienen un despiste. En esta ocasión, sólo ocurrió lo primero. Pero lo peor, es que el comerciante, tras el profundo salivazo, golpeó al animal, pero no retiró el género de la venta.

            Por lo demás, nosotros estamos agotados, a pesar de dormir bien –y en cualquier parte- y de no hallarnos enfermos. Nos está pasando factura, la trepidante primera mitad del viaje.
Khajuraho
            Aunque, Orchha nos ha reconfortado, con su acogedora zona peatonal –con maravillosos templos-, el magnífico fuerte, la ribera del río y los gaths, además de los inquietantes y espectaculares chatris, monumentos funerarios de bastante magnitud. Hemos tenido ganas de bañarnos, incluso, pero por nuestro bien resistimos la tentación, en un día muy caluroso. ¿Tiene guasa, que a esta época la llamen, la estación fresca y aquí estemos, a casi 35 grados!.

            En Orchha, hay unos cuantos guiris. Bastantes, son de edad madura y que se conforman, en algunos casos, con tocar la guitarra en el alojamiento, caminar descalzos por las calles o ponerse collares de flores de las ofrendas, al cuello. Al contrario, de otros lugares sagrados del norte, no es costumbre generalizada, fumarse unos chirs, buscarse a umo mismos, ni encontrarse a Sidarta, esperando su llegada, en posición de flor de loto.

            Nuestro anterior destino fue Agra, donde vimos el Taj Mahal –desde las terrazas-, pero no lo visitamos, porque nos negamos en redondo, a pagar la abusiva cifra de 750 rupias, por contemplar una mezquita, algo sobrevalorada, Es el equivalente, a dos noches de hotel o casi seis comidas fuertes, del mediodía.

            La zona, que comunica el Taj Mahal con el fuerte, es agradable para el paseo y la fortificación, presenta edificios interesantes.

                                                                                                     Agra
            Los alrededores de una de las siete maravillas del mundo, sin embargo, se presentan destartalados y caóticos, casi como el Kosovo de otros tiempos o incluso, peor. Menos mal, que aquí se encuentran varios restaurantes, que ofrecen ricos thalis, a 25 rupias –dentro de lo apetitoso, que puede ser ese plato, que es poco- y completísimos desayunos, al mismo precio.

            Entre el delirio del Diwali –fiesta de miles de luces, petardos y fuegos artificiales, que dura cinco días-, desde nuestra calle y por la ventana del hotel, vimos pasar a un muerto, amortajado con una sábana y llevado a hombros, tal vez, camino del río. Los cánticos mortuorios, nos impresionaron. 

viernes, 6 de enero de 2012

Cosas, que nunca nos habían ocurrido antes y que vivimos, por primera vez, en India

Inexplicablemente, un día me vi escribiendo todas las cosas, que no nos habían ocurrido nunca antes y que vivimos, por primera vez –después de más de cuarenta años de existencia-, en India (sobre todo en el sur). La mayoría son –o yo las considero- negativas, pero desde luego, convierten al país en distinto, a la casi totalidad de los anteriormente conocidos. Vamos allá:
                                                             Jaipur
-Recibir una paliza en toda regla, como padecimos. No quiero ser injusta. Este hecho podría haber ocurrido en cualquier otra parte del mundo. Pero, lo cierto y verdad, es que sucedió aquí, después de haber transitado por el mundo, más de cuarenta años de vida y de conocer, 108 países. Los sucesos tuvieron lugar, en el bus nocturno, que conecta Jalgaon, con Surat

-Sufrir racismo, no disimulado y desconsideración evidente. Sobretodo, en los establecimientos hoteleros del sur y en algunos bares de la misma zona, donde se prohíbe entrar a los extranjeros, mientras los lugareños se maman a un precio más bajo, que el de los otros bares normales.

-Ser objeto de decidida embestida, por varias vacas. Unas, por puro placer y otras, para tratar de arrebatarnos la comida (sobretodo, si es vegetal, pero no necesariamente). Mayormente, lo padecimos en algunos lugares del norte.
Khajuraho
-Esperar más de media hora, para hacer el check-in (registro e ingreso) en un hotel, para que su propietario pudiera completar la liturgia religiosa y sus rezos, con genuflexiones y arrastramiento por el suelo, incluidos. Y contentos estuvimos, porque al principio, no nos quería alojar, como los otros más de 10 alojamientos de Amhedabad, donde habíamos pedido habitación, previamente. Prometo, que no la queríamos  obtener gratis y que pagamos religiosamente, la tarifa que nos solicitan en estos establecimientos.

-Al hilo de lo anterior, tenerte que largar de una ciudad a la siguiente, porque ninguno de los establecimientos hoteleros, te quiere alojar. Este increíble suceso, nos ocurrió en Vadodara. Menos mal, que fue uno de los lugares, donde mejor comimos, a lo largo del viaje

-Poner la huella dactilar en tinta –a modo, de lo que se hacía antiguamente, para obtener el D.N.I.-, en el libro de registro de entrada de un establecimiento hotelero. También, sucedió en Amhedabad

-Tener que colocar un candado en los bultos, a la hora de querer introducirlos en la consigna, aunque no cierres nada -porque hay varias cremalleras- y tener que hacerte el tonto con la policía, para que no se quede con una botella de güisqui, como chantaje para no poder dejarlos. ¡Patético, pero tan real, como que ocurrió en la estación de Numbai!. Según dicen, no se puede introducir alcohol en los trenes –de ninguna de las manera, ni tampoco, facturándolo-, ni siquiera en las consignas
-Rellenar formularios para casi todo –aún se puede orinar en los baños públicos, aunque cuesta, por el vomitivo olor-, ya sea tomar el tren o una hora de navegación por internet, en un cíber Este hecho es más frecuente en el sur, pero puede ocurrir a lo largo de todo el país. ¡Sencillamente, absurdo!. Aunque, te terminas acostumbrando.
                                                           Orchha
-No poder tomarme una triste cerveza, por la aplicación de una ley seca o de días secos. La ley de abstinencia obligada, es un hecho, en el estado de Gajurat. Los días secos, se aplican en casi todos los restantes –excepto en Goa-, sin previo aviso –al menos para el guiri- y supongo, que por motivos religiosos. En Colombo –precisamente, el 11 de septiembre-, nos topamos con un día festivo, en el que nos fue imposible encontrar una simple –y maléfica- cerveza. Todo estaba cerrado. Incluidos las tiendas de alcohol, los bares, los pubs y hasta las  discotecas.

-Beber güisqui –o algo parecido- en tetra brik. Aunque, sea un asunto menor, nos chocó bastante. Sucedió, en Bangalore

            -Adquirir, bajo la denominación de gominolas, fortísimas pastillas –aunque de sabor agradable-, compuestas por una mezcla bastante numerosa de especias. Me asentaron el estómago, aunque no parecen los quioscos con productos infantiles, los más adecuados para venderlas. Ocurrió, en Amhedabad.

            ¡Para que seguir….!. 0, ¿por qué no?. Ya iremos recordando más cosas.

Analía y Andrés: un soplo de aire fresco, en Delhi

             En Delhi y por casualidad –mientras jugábamos al juego de las sillas, en la oficina de reservas de los billetes del tren-, conocimos a Analía y Andrés, uruguaya y argentinos animosos, con los que compartimos este día y el siguiente (luego, ellos iban a Jaipur y nosotros a Agra).
                                                                              Delhi
            Ha supuesto un soplo de aire fresco –insuflado con fuerza, en nuestros castigados pulmones-, que nos ha servico para charlar, durante horas y visitar los atractivos de la ciudad, que no son muchos. Aunque, al menos, ya han asfaltado la calle de los guiris y han sacado a las vacas, por lo que habrá mucha menos gente, que se deprima, cuando el taxista le deje en la calle de los hoteles. Hace tres años, la primera vez, que vino Andrés, aún no habían hecho nada

            No tuvimos tiempo de aburrirnos, contando y sobre todo, escuchando historias, de la vida de Andrés en España, cuatro años de ilegal y con el consentimiento de los policías, que después de pedirle la documentación, varias veces, le deseaban buena suerte.

            Compartimos muchas risas, situaciones y personajes peculiares, que pululan por este país: desde los que con las piernas en flor de loto –después de haberse fumado 30 chirus y comer un único plato de arroz- se buscan a sí mismos o a Buda, hasta los josteleros-hippies, que te miran por encima del hombro y que, dan colorido al paisaje.
Delhi
            Sin embargo, y tras contrastar muchas cosas, acabamos con muchas sospechas, de que Andrés esté metido en un lío de drogas, que su novia, bastante más joven, que él, no conoce: tanto oírle decir; “a mi lo que me superaría, es cometer un delito en India”.O tras comprobar, que vagan por India, sin ton ni son, haciendo recorridos rarísimos. Y que después de un mes en el país, la uruguaya Analía, asegure no haber visto todavía, un solo templo hindú o una mequita  O que no hagan fotos a ningún monumento, llevando una impresionante cámara reflex

Y, que decir, de que hayan pasado más de una semana en Manali, lugar famoso por el tráfico de marihuana. Es posible, que estén tratando –aprovechando, que el padre de ella, tiene una empresa de cargueros- de recolocarla en containers, en un envío, entre otras compras, que piensan hacer en Delhi y Jaipur. Sino, no se entiende, como pretenden llevarse a Argentina, un cargamento de té, con masala.
                                                                                                        Delhi
            Esperamos, que anden en lo que anden, tengan suerte, porque para nosotros han sido dos fantásticos compañeros de viaje. Atrás queda Delhi, con sus estratosféricos precios y su virulenta polución. ¡Eso sí: casi, sin vacas!

Días de bajón

            En India, hasta los viajeros más bregados, terminamos pasándolo mal. Unos antes, otros después, llega un momento a lo largo del dilatado periplo, en que te sientes sin fuerzas, por muchas horas que duermas o por muy bien que comas (cosa, en Rajasthan, bastante improbable).
Hampi
Te levantas y debes esquivar, repeler o tratar de alejar a  los centenares de pelmas, que al maldito grito de “aló” –tengo el cerebro perforado por la machacona palabra-, y por ganar 5 o 10 rupias, no dudan en molestarte hasta la saciedad o faltarte al respeto.

            Después de cinco semanas callejeando por el país, cada día es mayor mi torpeza, para esquivar los tuk-tuk, motos, coches, carros tirados por personas y ahora y como novedad –en algunas ciudades de este estado-, los desagradables y pesadísimos rickshaws ciclísticos, que al no haberlos visto por el resto del país, dábamos por desaparecidos.
                                                                              Bangalore
En India, puedes contemplar autenticas maravillas, pero resulta casi imposible vivir a gusto, con el entorno y las personas, que te rodean. Ya sé, que cosas similares, ocurren en casi todos los países del tercer mundo. Pero, en ninguno, con tanta fuerza como aquí. Sirva de ejemplo –y nos ha pasado muchas veces-, los conductores que cuando hay atasco y cruzas, se acercan hasta casi chocar con el de delante, para cerrarte el paso, dejándote en mitad de la calzada a expensas del tráfico inferna. Y además, se ríen. ¡Eso no lo hace un ser humano, con otro!. Ni siquiera, aunque no seas hindú.

            Si, no hay contratiempos, completaremos el viaje, en unos 50 o 55 días, sino sucumbimos antes… Pero, queremos que el tiempo que resta, pase deprisa, cosa que no nos había ocurrido antes, en ningún país. Veníamos con la idea, de que en nuestra vida sólo haríamos un viaje de larga duración a India. Ese pensamiento no sólo no ha cambiado, sino que se ha reforzado. En condiciones normales y entre 15 y 20 días, diremos adiós a India, para siempre.

Desde donde esto escribo, es una de las ciudades más decepcionantes del viaje, Jaipur. Esperemos, que los dos otros vértices  del triángulo de oro, nos ofrezcan más emociones. La rosada zona antigua, dispone de monumentos deslavazados, aunque bellos. Pero, el hecho de que esté cortado por cuatro carriles circulatorios, plagados de cacharros, que no dejan de pitar, le hacen perder todo encanto.
Jaipur
El resto de la ciudad es fea e insufrible. Sin lugar a dudas, es la urbe que menos nos ha aportado –de momento-, en Rajasthan. Y nuestros argumentos quedan corroborados, por la escasez de turismo independiente.  

            Nuestra actual salud, aún con ligeras fiebres vespertinas y cansancio cíclico, no ayuda tampoco, a dibujar un panorama más optimista.