Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

lunes, 25 de noviembre de 2024

Por tercera vez en este año, en Inezgane

           El vuelo de Ryanair, a Agadir, salió y llegó puntual, aunque con poco pasaje, por lo que pudimos sentarnos juntos, aunque caímos rendidos, después de la noche regular en Barajas, donde habíamos pasado algo de frío.

          Al aterrizar, poco después del mediodía, nos sobrecogió la esperada ola de calor: 34 grados, cuando habíamos dejado  Madrid, a 10.

          Se cumplieron de lleno nuestros malos augurios y el bus 37 del aeropuerto -5,5 dirhams- no circula los domingos. La alternativa, el ALSA caro, que cuesta 50 o un taxi. Como otras veces, nos pusimos a andar a ver, que pasaba. Nos separaban 15 kilómetros de Inezgane. La suerte estuvo de nuestra parte y a los diez minutos paró un coche con dos amigos y nos llevaron gratis. ¡Menos mal, porque solo llevábamos medio litro de agua y nada de comida!

          Lo que menos nos gusta de Inezgane es su caótica estación de autobuses y que pululan por la ciudad muchos pedigüeños, algunos  muy agresivos. Lo que más, contar con un hotel barato -aqui y en Agadir son caros -, los platos de pescado y mariscos variados y frescos -a 25 dirhams- y los polos de hielo o leche a un dirham, de una tienda que vende de casi todo.

          Como no teníamos ganas de ir a Agadir -ni en bus ni andando-, le preguntamos a su dueño, donde podíamos comprar cerveza (el alcohol lo traemos de casa y del aeropuerto) y nos indicó el Atacadao, un supermercado, que está camino del Marjan, a unos dos kilómetros.

          El super es grande, aunque parece más un almacén. En él ni rastro de alcohol. Tuvimos que preguntar, para descubrir, que la mercancía etílica se ubica en otro almacén al lado. Lo han disfrazado tanto, para ocultarlo, que más bien parece un búnker militar. Lo que si lo delata todo, son las decenas de marroquíes -todos hombres-, que van corriendo alocadamente para adelantar sus dosis ( no hay guiris).

          Lo peor y como siempre en el sur de Marruecos, el transporte: caro y escaso. Solo un bus directo, a Tafraoute y en un horario malísimo. Otro, a Tiznit, con madrugón  incluido y después taxi compartido de dos horas. También, nos han dicho, que no existe autobús directo entre Tafraoute y Taroudant, proponiéndonos un plan inverosímil, por lo que no sabemos, como nos buscaremos la vida para este tramo. O quizás, lo cambiemos por Sidi Ifni.

          El dinero se nos escapa, porque el dirham está cada vez más fuerte.

Tafraoute (VI)


 

Tafraoute (V)


 

Tafraoute (IV)


 

Tafraoute (III)


 

Tafraoute (II)


 

Tafraoute (I)


 

domingo, 24 de noviembre de 2024

Alemanes, alertas y una ola de calor con violentos vientos

           Aquí estamos: en el tren, en uno de esos viajes recurrentes, entre Valladolid y Madrid, que de forma gratuita, llevamos realizando sin desánimo, durante casi los dos últimos años y medio y que en enero, según ha dicho el ministro de transporte -nuestro anterior alcalde- nos quieren quitar.

          En el trayecto, está habiendo más incidencias de las habituales. Nos cambiamos de asiento, porque no funcionaban los enchufes para cargar los móviles y al pasar Ávila, recibimos la visita de un segurata para desalojarnos de mala manera. Las butacas pertenecían a una pareja de alemanes. Lamentablemente, está gente funciona así, con lo fácil, que habría sido, que nos lo hubieran dicho a nosotros.

          Previamente, el tren había salido con veinticinco minutos de retraso y RENFE nos había freído a alertas al móvil, algunas de ellas, mal redactadas. No lo habían hecho nunca antes. ¿Tendrá algo que ver la catástrofe de Valencia?

          Alertas, concretamente dos, también nos ha remitido la aplicación del tiempo, que hablan de ola de calor y de vientos violentos en nuestros destinos de la próxima semana. ¡Volveremos al verano salvaje y con piedras en los bolsillos!

          Y es, que en esta tarde de sábado, no viajamos a Madrid para recoger -o degustar - muestras gratis de Samplia, para ver interesantes exposiciones o para contemplar el montaje de las luces de Navidad. Nos dirigimos a Barajas para tomar un vuelo mañana temprano e iniciar el decimocuarto viaje a Marruecos y último en mucho tiempo, dado que tenemos el país trillado 

          En esta ocasión toca el triángulo formado por Agadir, Taroudant y Tafraoute. Hemos estado en los tres sitios, pero en los dos últimos hace mucho y durante poco tiempo debido al axfisiante calor de agosto de 2010.

          Nos apetece mucho este periplo, porque venimos de una situación personal de incertidumbres todavía no resueltas y necesitamos desconectar. ¡Manda narices, buscar Marruecos,como destino relajante!

viernes, 1 de noviembre de 2024

De Taourirt al aeropuerto de Nador

        Tras el temporal y con los pies escupiendo agua y espuma, dos eran los modestos objetivos de la tarde en Taourirt. Aunque lo aparentemente fácil, se fue tornando en casi imposible. Se trataba de buscar un hotel y un wifi imprescindible para poder llevar a cabo la facturación on line del vuelo de vuelta con Ryanair, a Madrid, para la noche siguiente.

          En Booking, solo aparecía un alojamiento, a 40 euros. Y en Google Maps, dos distintos a este. Constatamos, que uno está abandonado. En el otro, no había nadie atendiendo y callejeando, no encontramos ninguno más.

          Finalmente y tras mucho esperar, nos atendió una señora de la limpieza, que solo hablaba árabe. Nos pidió 100 dirhams. Cuando vino el tosco dueño -obsesionado con nuestros pasaportes -, nos exigió 20 más y no le mandamos a la mierda, por no tener alternativa.

          Como otros tantos, en los que nos hemos alojado en Marruecos, este hotel tuvo tiempos mejores y gloriosos. Tiene interminables pasillos y habitaciones y baños grandes (dentro de la propia alcoba). Pero, hace 20 o 30 años, lo dejaron de mantener y todo lo que se ha roto o deteriorado -que es mucho-, lo han dejado de reponer. Por supuesto, tampoco se han gastado un solo dirham en montar una red wifi.

          Nos planteamos -porque la estación de tren de aquí, no dispone de él-, sentarnos a tomar algo en uno de los numerosos cafés, que si lo tienen, pero como siempre tenemos suerte, encontramos una potente red gratuita y libre a la puerta del hotel.

          Taourirt puede llevar a confusión, porque su nombre coincide con el de la bella Kasbah de Ouarzazate. La realidad es, que no tiene nada de interés. Bueno, sí: un supermercado de tamaño medio y sin precios, llamado Mercadona. En la plaza principal montan puestos de comida al atardecer, destacando uno de olorosas y asquerosas cabezas cocidas de oveja.

          A la mañana siguiente y a la hora señalada, tren a Zeluan, mucho más tranquilo, que el de ayer. Una hora de trayecto y otra caminando, desde la estación, al centro. Desde allí y por cuatro dirhams, el bus urbano 22 y 22b, te llevan a Alaaourin, desde donde ir andando al aeropuerto (15 minutos desde la rotonda). El 21 y el 26, te transportan a Nador, por lo que desmentimos, que no haya transporte público entre este lugar y la terminal aérea. 

          El aeropuerto es pequeño y desde sus cristaleras vimos caer otra densa tromba de agua.

El reencuentro con el tren

           Salvo algún tramo corto -entre Tánger y Asilah-,  no tomábamos un tren en Marruecos, desde nuestro primer viaje al país, en 2005. La estación de Taza tiene un potente wifi libre y suele tener colas en las ventanillas, casi durante todas las horas del día.  Agradecimos dejar este lugar, dado que la tarde anterior, habíamos mantenido una fortísima y desagradable discusión con un par de mendigos toca huevos.

          El convoy, con final en Nador, iba abarrotado y no tardamos nada en entrar de lleno en la primera pelea. Los asientos, en compartimentos de ocho, son numerados y los nuestros estaban ocupados. Fue sencillo levantar al niño, que ocupaba el mío. Pero la vieja y gorda, vestida de negro hasta las orejas, cargada de enormes maletas, que ocupaba el de mi pareja se negaba en redondo, a gritos y con aspavientos, a abandonar la estrecha butaca. Tuvimos, que emplearnos a fondo para echarla de allí y verla alejarse con todos sus bultos y echando pestes en árabe.

          El tren salió y llegó puntual. En el colorido compartimento, íbamos siete adultos -seis mujeres y yo- y siete niños. Una madre con su hija adolescente. Otra con dos churumbeles y una tercera -en edad de poder tener más - con cuatro críos y seis maletas, viajando sola. Para que os hagáis una idea de las condiciones de vida de la mujer en el tercer mundo.

          En Taourirt estaba lloviendo a cántaros. Constatamos, que solo hay dos trenes , al día, a Nador. Pero nosotros no queríamos llegar hasta allí, porque el aeropuerto está 30 kilómetros antes y la ciudad ya la conocemos.

          Como el tren, que nos venía menos  mal parte a las 06:41 y no queríamos madrugar, nos empapamos haciendo a pie los cinco kilómetros, que hay hasta la terminal de autobuses y taxis compartidos. Ambas no están en muy buenas condiciones, permaneciendo semi abandonadas y hoy, plagadas de goteras. Las alternativas, que nos ofrecieron no fueron mejores y resultaban más caras.

          Al fin y retornando al centro dejó de llover. La ciudad estaba vacía y absolutamente anegada.