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sábado, 20 de septiembre de 2014

La cerveza satánica

                                                        Todas las fotos de este post son, de Delhi (India)
          Venir a India en abril, mayo y junio es una locura, solo digna de dos chiflados, como nosotros. Eramos conscientes, antes de partir, pero desde el cómodo sofá de casa y a 20 grados, es muy fácil tomar decisiones, que luego pueden pesar. Bien es verdad, que nuestra intención inicial era arribar a primeros de febrero y diversos acontecimientos, fueron retrasando el periplo.

          El sur resultó caluroso -aunque soportable- y muy húmedo, dado que bordeamos las dos costas. Ya allí, sudamos por partes de nuestro ccuerpo, por donde no lo habíamos hecho nunca: pecho -en plan Camacho-, brazos o piernas (no sabíamos que por ambas extremidades se sudara). En Mumbai, es posible, que padeciéramos el 100% de humedad, en un ambiente horrible y muy agobiante. Pero, lo de la última semana es indescriptible, atravesando una ola de calor, jamás vista por nosotros y superando con creces los 45 grados, en Gwalior, Fatehpur Sikri, Agra y la capital, Delhi.

          Especialmente, en este último lugar -tan fresco en otras épocas del año-, la situación se acercó a límites de riesgo para nuestra salud. Con los cientos de alojamientos, que hay en Paharganj -la zona de los guiris-, no se nos ocurrió otra cosa, que hospedarnos en una habitación -zulo-, sin ventana al exterior, confiados en la eficacia del cacharro/cooler de agua y aire -antepasado indio del aire acondicionado-, que parece que da fresco cuando ves la habitación, pero luego, simplemente, remueve el aire caliente.

          La noche fue toledana. Ni mojando la cama, ni duchándonos más de diez veces y tirándonos en nuestro lecho, sin secarnos, conseguimos pegar ojo. El día siguiente, rondando los 50 grados, se presentaba amenazador -y lo fue-, dado que no teníamos hotel donde refugiarnos, puesto que por la noche cogeríamos un “sleeper”, a Amritsar. Por no cansaros, no cuento más detalles, que uno: ni siquiera en la sala de reservas de los trenes, dotada con aire acondicionado, era posible escapar de las siniestras altas temperaturas.

          Y ahora, vamos con la anécdota prometida en el post anterior: en la zona de la mezquita y como no encontrábamos un bar, acabamos dando -gracias a la colaboración de los lugareños- con una tienda de cervezas y alcohol. Tratamos de ser discretos y buscamos un sitio donde beberla. Hallamos un callejón estrecho y lleno de basura y escombros. Unos educados jóvenes nos dicen: “dirty place”, a los que contestamos, “as all India”.

          No pasa nadie. Pero, de repente, aparece un chico, que va convocando a otros más y nos convertimos -como tantas otras veces, aquí- en el centro de atención. Ninguno supera los 25 años. Ambiente expectante, hasta que llega el que habla inglés y nos advierte, de que en India es algo incorrecto y que no va con su”life style”, beber cerveza en público, amenazando con llamar a la policía.

          Para comenzar, no había ningún público, cuando empezamos a degustar nuestro salvador hidratante y si ellos se van, vuelve a dejar de haberlo. Y para continuar, le espetamos: ¿Is Indian life style, to kill or violate women, to spit in the streets, garbage ewerywhere, to drive badly, to eat whith the hands..? Le da igual. El único problema es, estar bebiendo una cerveza en un lugar apartado, a más de 48 grados. Matar o violar mujeres, escupir en las calles, conducir sin respetar una sola norma del código de circulación, la basura por todas partes o comer con las manos, son actos, perfectamente tolerados a lo largo del país.

          Pero, a pesar de estas adversidades, estamos contentos. Tras 31 días, hemos llegado al fresco Himalaya. Intactos y sin que nos hayan partido la cara, como en el anterior viaje. Pero antes de eso, estuvimos en Amritsar, que da para un agradable post. Ateos y agnósticos somos, pero de momento, con la religión que mejor nos entenderíamos, sería la sij.     

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