Las tres primeras son, de Dhaka (Bangladesh) y las dos últimas, de Chittagong (Bangladesh)
Después de 122 países visitados, para
mi Dakha es la ciudad más estresante del mundo y la razón no es
otra, que su elevadísimo número de rickshaws, que vagan por
doquier entre el caótico tráfico, como pollos sin cabeza. Si a ello
le añadimos, la anchura de sus avenidas y la ausencia de semáforos,
cada cruce se convierte en un serpenteante y angustioso abismo. ¡A
los propios lugareños les cuesta atreverse!.
De tal forma, que al llegar al
lamentable y caro hotel -son pocos, los que aceptan extranjeros- y
pretender reposar, al cerrar los ojos, se me aparecen imágenes de
cacharros y cacharros, atropellándonos, cruces eternos -más que las
reencarnaciones indias- y personas riéndose de nuestras desdichas.
¡Que horror!.
Para colmo, nos acaban de confirmar
-dato conocido, pero olvidado-, que hoy empieza el Eid al Fitr
-festividad de cinco días, que pone punto final al maldito y, para
nosotros, recurrente mes de Ramadán-, con lo que ello supone en un
país musulmán. Aunque, creedme: el Ramadán en Bangladesh, es la
fiesta del paripé. Se pasan el día comiendo, bebiendo y fumando, en
puestos tapados por sábanas -aunque todo el mundo sabe lo que se
“cuece” en esos garitos- y luego, que si la liturgia de la cena,
bien tranquila, porque el estómago está ya lleno. Igualito, que los
marroquíes, que devorarían a un caballo, si se lo pusieran delante.
Volvamos al tema y ¡haya calma!.
Dakha -y la mayoría de ciudades de Bangladesh-, esta llena de
aceras, bastante bien cuidadas y sin fosos. ¡Mera ilusión!, porque
están abarrotadas de puestos callejeros y personas, que circulan a
gran velocidad -como si tuvieran prisa-, en ambas direcciones. Sacar
los codos es la solución más desesperada, aunque bastante efectiva
De hecho y supongo, debido a los
excedentes, que sobran de los pedidos de de El Corte Inglés, Zara y
demás imperios explotadores, Dakha se muestra como el mayor mercado
callejero de ropa y ropajes -también zapatos- del mundo. ¡Ni en
cincuenta años venderán todo lo que exponen al público!.
En los interminables mostradores,
también destacan numerosos puestos de fruta, de una apariencia
impecable y excitante, aunque carísima. Con bastantes dudas, de si
abandonar el proyecto y retornar a India, nos vamos a Chittagong,
después de un día aciago y una noche diluviando, que han convertido
la ciudad en un charco eterno, que supera los tobillos.
En este nuevo destino, vuelve a
destacar su extraordinario mercado -bazares, llamados aquí-, aunque
de la misma estrechez y peligros, que el de Dakha.
En tres días en este país -y exagero
sólo un poco-, ha llovido más, que en los otros 80 de viaje. De
hecho, esta es la nación del agua por todas las partes: ríos
anchísimos, lagos, estanques o similares, campos de arroz, charcos
infectos... y también de los ladrillos, a lo largo de todo el país.
Lo de las precarias industrias de ropa -paraísos de casi exlavitud-,
el turista no lo ve. Por cierto y a estas alturas: cero guiris en
Bangladesh.
Lo que ya hemos constatado con
bastante claridad es, que Bangladesh se muestra mucho más limpia,
que India. ¡Gana por clara goleada!.
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