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sábado, 27 de septiembre de 2014

Dhaka: la ciudad más estresante del mundo

Las tres primeras son, de Dhaka (Bangladesh) y las dos últimas, de Chittagong (Bangladesh)
          Después de 122 países visitados, para mi Dakha es la ciudad más estresante del mundo y la razón no es otra, que su elevadísimo número de rickshaws, que vagan por doquier entre el caótico tráfico, como pollos sin cabeza. Si a ello le añadimos, la anchura de sus avenidas y la ausencia de semáforos, cada cruce se convierte en un serpenteante y angustioso abismo. ¡A los propios lugareños les cuesta atreverse!.

          De tal forma, que al llegar al lamentable y caro hotel -son pocos, los que aceptan extranjeros- y pretender reposar, al cerrar los ojos, se me aparecen imágenes de cacharros y cacharros, atropellándonos, cruces eternos -más que las reencarnaciones indias- y personas riéndose de nuestras desdichas. ¡Que horror!.

          Para colmo, nos acaban de confirmar -dato conocido, pero olvidado-, que hoy empieza el Eid al Fitr -festividad de cinco días, que pone punto final al maldito y, para nosotros, recurrente mes de Ramadán-, con lo que ello supone en un país musulmán. Aunque, creedme: el Ramadán en Bangladesh, es la fiesta del paripé. Se pasan el día comiendo, bebiendo y fumando, en puestos tapados por sábanas -aunque todo el mundo sabe lo que se “cuece” en esos garitos- y luego, que si la liturgia de la cena, bien tranquila, porque el estómago está ya lleno. Igualito, que los marroquíes, que devorarían a un caballo, si se lo pusieran delante.

          Volvamos al tema y ¡haya calma!. Dakha -y la mayoría de ciudades de Bangladesh-, esta llena de aceras, bastante bien cuidadas y sin fosos. ¡Mera ilusión!, porque están abarrotadas de puestos callejeros y personas, que circulan a gran velocidad -como si tuvieran prisa-, en ambas direcciones. Sacar los codos es la solución más desesperada, aunque bastante efectiva

          De hecho y supongo, debido a los excedentes, que sobran de los pedidos de de El Corte Inglés, Zara y demás imperios explotadores, Dakha se muestra como el mayor mercado callejero de ropa y ropajes -también zapatos- del mundo. ¡Ni en cincuenta años venderán todo lo que exponen al público!.

          En los interminables mostradores, también destacan numerosos puestos de fruta, de una apariencia impecable y excitante, aunque carísima. Con bastantes dudas, de si abandonar el proyecto y retornar a India, nos vamos a Chittagong, después de un día aciago y una noche diluviando, que han convertido la ciudad en un charco eterno, que supera los tobillos.

          En este nuevo destino, vuelve a destacar su extraordinario mercado -bazares, llamados aquí-, aunque de la misma estrechez y peligros, que el de Dakha.

          En tres días en este país -y exagero sólo un poco-, ha llovido más, que en los otros 80 de viaje. De hecho, esta es la nación del agua por todas las partes: ríos anchísimos, lagos, estanques o similares, campos de arroz, charcos infectos... y también de los ladrillos, a lo largo de todo el país. Lo de las precarias industrias de ropa -paraísos de casi exlavitud-, el turista no lo ve. Por cierto y a estas alturas: cero guiris en Bangladesh.


          Lo que ya hemos constatado con bastante claridad es, que Bangladesh se muestra mucho más limpia, que India. ¡Gana por clara goleada!.  

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