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jueves, 18 de septiembre de 2014

India, India, India...

                                       Todas las fotos son de las cuevas de Ellora,, menos la última, que es de Bhopal
          India, India, India, debéis ir a India, me decían mis amigos, cuando yo conocía medio mundo y ellos, apenas, sólo la India. India, India, India, me decía yo misma, cuando conocía 106 países y no había ido a la India. India, India India, me pregunto: ¿por qué coño volvimos esta vez a la India?.

          Aún no tengo la respuesta, pero creo, que el contenido repetitivo y negativo de este post es fruto del rayamiento, que nos trasmiten cada día sus ciudadanos, los más guarros y maleducados del mundo conocido.


          Llegamos hace tres semanas. Al aterrizar y salir del aeropuerto, de Chennai, ya sentí donde estábamos, de forma inconfundible. El constante pi, pi, pi, pi, de los coches agudizó mis oídos, en cuanto me topé con la calurosa y húmeda bruma callejera, que todo lo invade. Eso y el gorjeo -o sea, el twitter de la India-, de los motores de las malditas motocicletas y los tuck-tuck, nos dieron fe absoluta, de donde nos encontrábamos.


          En la estación de trenes de Chennai -antigua Madrs-, donde llegamos sin ningún problema y después de que en un folclórico barrio nos negaran más de diez veces el alojamiento, compartimos noche con ratas ansiosas -del tamaño de un conejo- y con centenares de personas apelotonadas en el suelo del hall, teniendo mucho más espacio disponible. Si los primeros momentos fueron así, los últimos tampoco han resultado alentadores (más bien, muy sufridos).

          Ellora, genial. Hay más variedad de cuevas, que en Ajanta -budistas, hinduistas y jainitas-, pero a mi, personalmente, me gustan más este segundo lugar, por su maravilloso entorno paisajístico. El campo base para acceder a Ellora es, la cercana Aurangabad, accesible, directamente, desde Bombay.


        Pero, cuando un tren nocturno te falla, comienza tu pesadilla particular. En esta época, con su correspondiente ola de calor y hartos de los buses estatales en el anterior viaje, cogemos uno privado -con aire acondicionado- y caro, que se convierte en el peor cacharro que hayamos sufrido jamás en India (incluido el bus Varanasi-Sunauli, cuando fuimos camino de Nepal). Sleeping es, sí, pero amortiguadores cero y además, vamos encima de la rueda, botando como una pelota loca, mientras transitas por una carretera lamentable, en dirección a Indore. No hicieron ninguna parada, ni para comer, ni para beber, ni tan siquiera para ir al baño.

          Acabado el anterior episodio y sin haber pegado ojo en toda la puñetera noche, el desastre continua: conseguimos unos tempraneros billetes para Bhopal (Indore carece de interés y solo nos sirve de punto de conexión). Pero nos toca ir de pie, en el descansillo entre vagones, durante más de cuatro horas. Tras unos primeros y desesperados intentos de encontrar alojamiento en la ciudad -todos están “full” o “no rooms”, lo conseguimos en el sexto hotel, pero por ahora no hay luz y el calor que desprende la habitación y los muebles, es bestial. Mal comemos y medio dormimos, entre sudores, una pequeña siestta.

          A pesar de el caos y del irregular y pésimo asfaltado, nos sorprende esta ciudad, muy positivamente, con su bazar musulmán, espléndido, aunque bastante desordenado y las dos mezquitas principales (hay otra más, muy bella, pero se encuentra a las afueras).

          Pero, el día no acabaría bien del todo. Después de recorrerla y pasear por sus calles, nos sumergimos en una tienda de cerveza y alcohol, recomendada por la Lonely Planet (alias, Biblia). El personal, que está poniéndose morado, primero nos mira, de forma reiterada y descarada. para a continuación, acercarse a curiosear y como no les hacemos ni caso, se empiezan a poner violentos. Así, hasta más de diez acosos diferentes, durante la media hora, que permanecimos allí. Al final, empezó una discusión entre varios de ellos, con amenazas de botellazos, por razones desconocidas. Cuando, viendo el panorama, ya nos íbamos, nos dijeron, que nos largáramos. Eso entendimos por gestos, dado que la frase literal fue de las que hacen historia: “whe went gone up”.

          Qué patético país es este, donde ni siquiera puedes tomar una cerveza tranquilo (no es, ni mucho menos, la primera vez, que nos sucede algo parecido).  

3 comentarios:

Sara dijo...

Yo estuve casi dos meses en India y te entiendo perfectamente!!. Hay veces, que si escribes y lo lees luego, no te reconoces.

Saludos

Anónimo dijo...

Enhorabuena por sus fotos espectaculares. Que lindo país. A ver si algún día puedo abordarlo.

Muchas gracias.

Eva dijo...

Gracias a los dos, por vuestros comentarios.

Eva