Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

jueves, 21 de agosto de 2025

Desde ahora y hasta fin de año

           Bueno. Pues, tenemos el blog al día, lo cual no es fácil, con todo lo que nos movemos.

          De aquí y hasta final de año, estos son nuestros planes, que se cumplirán o no.

          Este fin de semana descansamos, porque estamos medio muertos y nos ha pillado el toro con las plazas del transporte:

          -. 29-31 de agosto: Cantabria con bono de ALSA.

          -. 5-7 de septiembre: Madrid con AVLO, porque hay un montón de fiestas en diferentes distritos.

          -. 12-14 de septiembre: nuevamente, Cantabria.

          -. 19-21 del mismo mes y con bonos de ALSA, triangulo entre Valladolid, Santander y Oviedo, aprovechando en este último lugar, las fiestas de San Mateo.

          -. Una semana en torno al puente de el Pilar, en Alemania, visitando Núremberg, Bamberg, Rotemburgo y Rastibona,  con Ryanair y Flixbus.

          -. Diciembre: viaje al norte de Argentina, durante unos 25 días.     

          Ya daremos cuenta de todo esto, si llega a ser realidad.

          

Después del final de la luz -y no del tunel-- llega la luz

           La mayoría de la gente se pasa la vida buscando la luz al final del túnel. Nosotros, por suerte y en la mayoría de las ocasiones, encontramos la luz, tras la luz. Nos ha vuelto a ocurrir en materia de transporte.

           Andábamos algo cabizbajos, tras la expiración en junio de los bonos gratuitos de Media Distancia y Cercanías, cuando nos topamos con otro, en este caso de ALSA, con un descuento del 65% en diez viajes a Gijón -ida y vuelta - y el 40% a otros muchos destinos.

          Pues bien: el pasado 19 de agosto y durante tres días, para clientes busplus, la compañía asturiana ha mejorado sus condiciones y ofrece un 60% de rebaja a un sinfín de lugares. No son títulos nominativos, pueden ser compartidos con quien quieras y la validez es de un año desde el primer viaje.

          Nosotros hemos adquirido dos bonos: a Santander y a Madrid, ambos desde Valladolid, que nos deben dar mucha vida en septiembre (seis y siete euros por trayecto, respectivamente).

          Éramos muy felices con el transporte gratuito, pero también entendemos, que no pueda ser para toda la vida y que haya otras prioridades estatales.

          Pero, este es el camino: rebajar el precio de los servicios viajeros y turísticos, para facilitar, que la gente no se tenga, que conformar con viajar cuatro días al año, con muchísimo esfuerzo y encima -imbéciles son-, creyéndose seres afortunados.

          La misma senda de generosos descuentos deberían seguir los otros dos grandes gigantes del sector: el alojamiento y los "sufridos" restaurantes y bares, maestros del lloriqueo más lacrimógeno y que cargan sin escrúpulos contra los que comemos bocadillos o bebemos cerveza de los supermercados, esos lugares tan poco recomendables y delictivos.

          De verdad: o cambiamos esto o terminará reventando todo, porque cada año unos pocos tendrán mucho más, con la consecuencia de que el ciudadano medio o se queda sin vacaciones o debe reducir su duración. Y lo peor es, que la mayoría de la gente ya ha aceptado esto.

          Dicen los periódicos: "Agosto no es, lo que era"; "Ya nadie sale un mes como antes"; " Las tendencias turísticas están cambiando"...

          La única realidad es, que la gente no puede y ni siquiera se da cuenta, de que en su modesta vida, viajar les resulta cada vez mucho más costoso y volátil que hace unos años.

          Conozco a muchas personas, a las que pagar tres euros por una Cocacola en un bar, les parece tan normal e incluso, lo defienden. 

          El otro día una mileurista me dijo: "He pagado 130€ por noche en un apartamento de Cantabria y no me parece caro". Deberíamos volver al colegio todos, a aprender a multiplicar. Esa cantidad diaria, por treinta días, supone unos ingresos mensuales de cuatro mil euros. A poco, que le vaya bien, el propietario, cada año se puede comprar un nuevo apartamento para seguir engrandeciendo su imperio y encima, sin esfuerzo o riesgo alguno. Los pudientes cada vez más ricos y los inconscientes pobres -creen, incluso, que no lo son- cada vez, más empobrecidos y gilipollas.

          Y, me diréis: "Pero si bajan los precios habrá todavía más masificación". No hay plan perfecto y podéis tener razón. Pero prometo exponer aquí mis conclusiones, al respecto, cuando las tenga.

miércoles, 20 de agosto de 2025

Angustiados, porque el norte ya no es verde

          A nosotros, desde hace décadas, nos socorre un ángel: visto lo visto y tal, como andan los fuegos, hemos hecho muy bien en no ir este puente al Lago de Sanabria.
  
          La temperatura ha caído en picado, el fresco aire lo alborota todo, aunque a nosotros nos cuesta perder el calor y seguimos con cierta deshidratación, por lo que nos zampamos un kilo de helado del Lidl para desayunar. A lo largo de la tarde, sin embargo y atrapados por un furibundo nublado, terminaremos poniéndonos el jersey. La playa de San Lorenzo tiene la mitad de gente, que ayer y son pocos los valientes, que se bañan.

          A la una, tenemos cita con otro grupo tributo, en este caso, de música internacional de siempre. Se llaman The Clasic Rock Band. Hablar -o cantar- con un inglés de mínimos, sigue siendo la asignatura aprobada de este nuestro país. ¡Que le vamos a hacer!

      Ponemos el GPS, para que nos lleve a Campa Torres, distante unos 6,5 kilómetros del centro. Ya estuvimos en ese lugar, durante el invierno de hace cuatro años y se encuentra algo deteriorado. Los castros prehistóricos han perdido parte de su techo y lo que era una prospera pradera, ahora es un patatal.

          Durante décadas, llevamos yendo al norte en verano y siempre lo vimos verde y frondoso. Este año está hecho un auténtico asco y tendremos que aguantarlo y adaptarnos, al igual, que a los gilipollas - por no decir palabras mayores -, que niegan el cambio climático.

          Se debe tirar de mucha imaginación para hacerse una idea de cómo fue este enclave en la ya lejana edad del hierro, porque los restos son mínimos.

          Pero, las vistas lo compensan todo y eso, que el mar hoy se encuentra bastante quieto. Por un lado, contemplamos la fantástica playa de Aboño, con escasos bañistas. Pero se ve la de Xivares y al menos, un par de rías discordantes, que se adentran en la escarpada costa. Por otro, el panorama desde Cabo Torres -a pesar de su feo faro-, se torna espectacular, divisando desde lo alto varias enrevesadas cuevas marinas.

          Algunos conciertos de las fiestas han sido en la Plaza Mayor, pero allí ya han desmontado el escenario. Los pocos que quedan se celebran en la Playa de Poniente, un marco extenso y práctico, aunque sin encanto alguno. Para nada, somos nosotros catetos del terruño, pero debemos reconocer, que la Plaza Mayor de Valladolid supone un escenario incomparable y sugestivo para cualquier evento musical (hasta para los que no nos gustan).

          Nos hubiera apetecido otro plan, pero como no lo hay, nos dejamos llevar por el espectáculo del Grupo Radar, que ofrecen sobre su camionaco de diez metros de alto. Digamos, que son una versión mejorada de las verbenas de toda la vida. Saben sectorizar bien los géneros, para atraer a todo el mundo. Desde la música casposa italiana del siglo pasado, hasta éxitos internacionales de toda la vida o del más recalcitrante pop patrio, pasando por lo que sea. La modernidad y espectacularidad de estos escenarios móviles ayudan mucho a entrar en éxtasis, aunque lo que estás viendo, no te apasione.

          No podemos más, así, que el próximo finde y contra lo previsto, descansaremos. Pero, tenemos cuerda para rato y hasta final de septiembre, gracias a los nuevos e irresistibles bonos de ALSA.

martes, 19 de agosto de 2025

Gijoneando, con insoportable calor

           Llega el concierto de  Buscavidas, en el Paseo de Begoña, sin hacer dejado de sudar, lo insudable, durante todo el día. Buen ambiente -aquí, en Asturias, la gente es mucho menos estirada, que en Castilla o en Cantabria -, con un público de edad que ronda entre los 60 y los 70. ¡Aquellos pioneros de los espectáculos de los primeros tiempos de la llamada movida!

          Evidentemente, esto da pistas sobre lo que nos espera: otro más de esos grupos de tributo de los ochenta y los noventa, a los que han sumado, en este caso, versiones de los triunfitos de los primeros compases del milenio. Nos hubiera gustado un mejor plan, pero es, lo que hay.

          Toca ahora, pasarse por el mercado de la comida ecológica y saludable -además de carisisima-, donde también venden  curiosos pendientes y pulseras elaboradas con botellas de sidra recicladas. Nosotros, por supuesto, no vamos a comprar nada, pero gorronearemos todo lo posible, que cada vez es menos: un par de rodajas de chorizo por aquí, un poco de queso de Cabrales por allá, algún dulce...¡La dura vida de la supervivencia!.

          Como todo tiene su fin -sea bueno o malo -, nos abandona el inacabable sol y anochece. Todo sigue el mismo esquema que la noche precedente, pero hoy no nos apetece contemplarlo y ser partícipes, porque estamos agotados. Pero, aún damos varias paseos y llevamos a cabo distintas cosas, antes de aterrizar en el camping.

          Son las once y aunque estamos algo lejos, se escucha perfectamente y con total nitidez el concierto de Rosario Flores, porque solo está el mar por el medio. No dura, ni una hora y ni siquiera canta la canción de "Mi gato hace uy uy uy..."- sí el "No dudaría" de su hermano -, lo que nos confirma, que este Ayuntamiento de Foro Asturias no anda muy sobrado de dinero.

          Nuestra vecina de tienda es gilipollas -como minimo- y no le molesta el ruido del evento o alguien, que en los fregaderos parece estar lavando con alegría todos los cacharros del camping. Le molestamos nosotros, que hablamos bajito y ni siquiera reímos. Dejé de fumar hace dos décadas y no tengo a mano un bidón de gasolina, que si no, se iba a enterar está maleducada frustrada de corta edad (por no decir niñata). ¡Eh, no me toméis en serio, es broma!. ¡O no!.

          Se acaba la música y la rabia y nos queda de fondo el maravilloso, rítmico, abrupto y relajante sonido del mar, una vez se ha nublado y nos han abandonado las antes nítidas estrellas.

          Nos arrejuntamos, porque aunque ya no nos pierden las pasiones, empieza a hacer bastante fresco y la humedad extrema nos perfora, impregnando la totalidad de nuestra precaria  tienda de campaña -aunque práctica y ligera y no como las que llevábamos en los noventa-, sostenida por cuatro endebles clavos.

          Mañana nos esperan más conciertos y una bajada  térmica de 15 grados.

¡El flojo programa festivo, el calor severo y la inactividad comercial dominan nuestro día!

           El ambiente festivo en Gijón resulta excepcional y a él contribuyen los numerosos turistas nacionales y los escasos extranjeros (fundamentalmente, franceses). Pero, la verdad es, que el programa de eventos deja bastante que desear. En el ayuntamiento, gobernado por Foro Asturias, no parece, que sobre el dinero, ni la imaginación.

          Pareciera, que estas fiestas hubieran sido diseñadas, más bien, por el director de marketing de Temu, esa plataforma china de venta y de anuncios agresivos en todos los canales de difusión, con jefes con ropa entallada y chicas agraviadas y enfadadas por no recibir su tablet gratuita y haber topado con un imperio que en su propia publicidad habla de ser estafadores -para que ya no les acuse nadie-, que por profesionales del ocio y del disfrute callejero.

          Tratamos de organizar el día y no nos sale muy activo. Descartamos el concierto de Rosario Flores, porque es demasiado tarde para nuestro cansancio y además, no nos gusta demasiado. Visto así y para hoy nos queda, una feria de comida ecológica y saludable -no comentamos nada al respecto, aunque con ganas nos quedamos-, que se celebra en la Plaza Mayor y un concierto de un grupo tributo, que tocarán en el Paseo de Begoña, a la tarde.

          Es en esta zona peatonal, donde se agolpan la mayoría de casetas de los bares, donde comer un bocadillo insulso sale por doce euros o tomar un mojito, cuesta nueve. ¡La hostelería ha perdido la vergüenza hacia sus fieles clientes, después, de que ya hace años la perdiera  con sus camareros!.

          El otro área de raciones, pinchos, cañas y copas, se encuentra en Claudio Alvargonzález, por donde transitamos, mayormente, anoche.

          Al margen de las actividades, dos son nuestras inquietudes inmediatas: el previsto y asfixiante calor y la logística alimentaria y de bebidas del día.

          Ayer, la máxima aquí, se quedó en 22 grados y mañana , se prevé, que ocurra lo mismo. Pero hoy, la ola de calor, que lleva asediando España, durante las dos últimas semanas, va a entrar en forma de agresiva y trepidante lengua en esta región, llegando a los 36 grados con más de un 90% de humedad.

          Nos encanta la inteligencia artificial -no somos responsables, de que la mayoría de entes o personas la puedan utilizar mal- y nos lleva facilitando nuestros viajes muchísimo en los últimos tiempos. Pero, no es perfecta y de todos los supermercados, que nos dice, que están abiertos hoy, solo es verdad en el caso de el Corte Inglés, que encima está, a tomar por el culo 

          Caminamos casi como expatriados y sudamos, como cerdos para lograr solucionar nuestros problemas alimentarios y de deshidratación, en este asqueroso día festivo. ¡Que buena es la vida en Madrid, donde casi todo abre los 365 días del año y con amplio horario!.

          El calor nos derrite el cuerpo y nos aturde la mente. La playa de San Lorenzo -agua a 20 grados, según las autoridades y bandera amarilla -, está abarrotada, como no habíamos visto jamás. Y otra novedad: está plagada de sombrillas, instrumento, que en los arenales norteños del estado no suele ser muy frecuente. Así, ¡os hacéis una idea, de lo que estamos pasando, cuando veníamos buscando el fresco!.

lunes, 18 de agosto de 2025

Atrapados por la noche de Gijon

           Nos sentamos en un fresco banco de piedra del paseo marítimo. Desde el contiguo de la izquierda nos atabacan con humo tóxico y en el de la derecha , una pareja se come a besos  y toqueteos, como si no hubiera un mañana.

          Los borrachos empiezan a ser sustituidos por runners y en mayor medida por viejos ociosos, poniendo en práctica sus rutinas diarias. Pero sobre todo, por gentes hambrientas, camino de su casa, que devoran bocadillos y refrescos diversos, adquiridos a un precio de seis euros el pack, en un exitoso garito de 24 horas, que se encuentra detrás de nosotros.

          Sobre las siete y media amanece, como siempre nublado, aunque nada espectacular, como sí fuera en este mismo lugar, hace tan solo dos semanas.

          La noche y nuestro dilatado transitar ha estado plagada de anécdotas, la mayoría, con serios tintes de tensión. Ángela camina enfadadísima y se enfrenta a todo su grupo de amigos, por algo que le han dicho y no le ha gustado nada.

          Camino de la playa de Poniente, una pareja se mete descaradamente mano y todo lo demás. Ella lo facilita bastante con su minifalda y sin ropa interior. Llega otra chica y les grita: "Ya estáis parando, que se te ve todo - no exagera ni un gramo- y además, viene...(no entendimos el nombre)". De vuelta, a los cinco minutos, esas tres personas, más otra nueva, se encuentran agriamente discutiendo, amenazándose  y a punto de llegar a las mismas manos, en actitud de violencia, que antes rebosaban sexo.

          En la Plaza Mayor nos topamos con el surrealismo: un chico ebrio se tira -o se cae o ambos- al suelo. Un amigo le espeta con fuerza: "Levántate, que esto está lleno de autónomos y te van a ver". A lo que él responde: "¿Que pasa, me van a invitar al casting?".

          Avanzamos por el paseo marítimo hasta el camping Costa Surf, situado a unos cinco kilómetros del centro. Hemos hecho este camino mil veces, pero nos sigue encantando. Son las diez de la mañana y todavía no podemos acceder al recinto.

          En una pradera -seca hoy en día, como casi todo el norte de España - nos tumbamos, tratando de dormir algo. Mientras, unas chicas juegan  a las palas y otras gentes reposan en armonía. La temperatura es buena y conseguimos conciliar el sueño, durante algo más de una hora, antes de que nos devoren las muy agresivas moscas.

          El camping de Gijón se encuentra en un marco incomparable. Es más pequeño y ordenado que el de Candás y no cuenta con bungalows. Todo nos parece correcto -baños nuevos e impolutos-, salvo el precio,que resulta algo caro comparado con otros campamentos costeros de Asturias y Cantabria. No intentamos siquiera reposar un rato, porque en el interior de nuestra hermética tienda, el calor nos machacaría, dado que en este recinto no existe ni una sola sombra .

          Veremos, como organizamos el día, porque es viernes festivo y salvo alcohol -la mayor parte rescatado de las provisiones ajenas de anoche -, no tenemos nada más, que llevarnos a la boca.

¡Gijón nos recibe de fiesta!

           Después de fallar estrepitosamente el plan del Lago de Sanabria, toca volver a Gijón y alrededores, durante el puente de agosto. No sabemos, concretamente, que vamos a hacer, porque hemos estado por allí mil y pico veces. Pero para nuestra alegría y la envidia o el asco de otros, a nosotros, el destino siempre nos guía y nunca nos abandona.

          Lo que si tenemos claro es, que cargaremos con la tienda a cuestas para ir de camping. Todo lo demás resulta imposible e inaceptable. El mismo, correcto, aunque insustancial hotel, por el que hace cuatro años pagamos 23€, está noche nos saldría por 229. ¡Ver para creer y para llorar!.

          La estación de autobuses de Valladolid sigue en la UVI y tiene pinta de cadáver. Después de languidecer, durante décadas, se han empeñado en parchearla, en vez de demolerla y construir una nueva. La de Gijón es otra vergüenza, pero allá se apañen ellos.

          Partimos casi puntuales, aunque perdemos tiempo por el camino y llegamos media hora tarde. Cada conductor de ALSA tiene su propio carácter, sus rutinas, sus manías, su pedrada en la cabeza. Unos son amables y otros toscos, aunque la mayoría fluctúan en terreno intermedio. El otro día, lo importante era amarrarse al incómodo cinturón de seguridad. Hoy y dado, que se prevén controles de la Guardia Civil, debemos colocar los bultos adecuadamente en la parte de arriba de los equipajes y no debajo del asiento, porque nos podrían sancionar con hasta doscientos euros. Un chico sube con un instrumento. Otro, con un casco de moto y ambos deben ir a la bodega del bus, después de ser calificado el segundo, ni más, ni menos, que como un arma de destrucción masiva a bordo. Nadie hace ni caso y la vida sigue.

          Llegamos, a Gijón, sin más novedad. Camino del centro, varias calles están cortadas al tráfico y la noche rebosa de animadas gentes, dispuestas a darlo todo. Han montado barras exteriores con precios imposibles y terrazas, que no estaban hace dos semanas. Si fuéramos detectives diríamos, que existen claros indicios, de que estamos en plenas fiestas patronales .

          Así, nos lo confirma, el siempre resolutivo Google: el 8 de agosto ha comenzado la "semanona" grande de la Virgen de Begoña que durará hasta el domingo 17. No nos cuesta demasiado encontrar por internet el programa. Es la una de la madrugada y resulta una pena, porque hace una hora se ha celebrado desde el monte de Santa Catalina y sobre la playa de San Lorenzo, el gran espectáculo de fuegos artificiales. De haberlo sabido antes, podríamos haber cogido un bus previo. Pero, como casi siempre, tenemos aversión a los planes.

          Por la vía pública pululan gentes de todas las edades, pero poco a poco, la noche va purgando y va quedando la gente más joven. De la tranquilidad inicial, vamos pasando al descontrol y el caos más absoluto, con el paso de las horas. A las cuatro de la madrugada apenas hay transeúntes serenos y los que lo están, andan ocupados en sostener en pie y ayudar a los más perjudicados. Meadas colectivas de ambos sexos al aire libre, rotura bestial de vidrios, basura por todas partes, botellas de alcohol y refrescos enteros  o casi, abandonados...

          Transitar se convierte en algo peligroso, entre charcos de vomitonas y personas, cada vez, más desinhibidas, provocadoras y agresivas. Mientras sube la marea y el agua del mar llega casi hasta el muro, la zona del paseo marítimo está mucho más tranquila. Aún no ha amanecido y la gente se bate en retirada.

miércoles, 13 de agosto de 2025

La pícara de la linea de Barajas.

           Hace mes y medio, que se nos acabaron los bonos gratuitos de Cercanías y desde entonces, aunque hemos ido varias veces a Madrid, no hemos utilizado este agitado servicio de transporte.

          Sin lugar a dudas y teniendo en cuenta, que dichos pases nos permitieron durante tres años, recorrer de cabo a rabo la Comunidad de Madrid, uno de nuestros trayectos estrella fue el del aeropuerto, donde fuimos, casi constantemente, tanto para tomar aviones a destinos infinitos, como para dormir a pierna suelta y evitar la devastadora especulación de la implacable y demoledora hostelería capitalina.

          Fue el pasado 17 de mayo, cuando pernoctamos por última vez en las instalaciones de Barajas, en plena crisis provocada por la derechona y la ultra de lo mismo, sobre los mendigos del aeropuerto, que supuestamente, tanto daño nos hacían a todos.

          Ya escribí varias veces sobre este tema y de momento no voy a hacerlo más, pero insistir, en qué los mendis no suponían ningún problema -la mayoría son trabajadores pobres-, más allá de unos cuantos enfermos mentales, abandonados a su suerte por todas las administraciones.

          Desde hace meses, tenía ganas de escribir este post, pero nunca encontraba el momento.

          No os voy a hablar, de una mendigo al uso, sino de una pícara de manual, con un guion muy bien aprendido e interpretado, que pululaba con bastante éxito -tal vez, aún siga-, en la corta -tres estaciones- línea entre Chamartín y Barajas, sin que las distintas autoridades pusieran coto a su molesta, delictiva y compasiva actividad.

          La historia, aunque inconsistente por múltiples detalles, daba penita porque ella sabe sacarle el jugo y tocar esa fibra sensible de los imbéciles. Mujer cuarentona -o más -,supuestamente abandonada, sin trabajo, enganchada a una máquina por problemas respiratorios; madre de un adolescente vilipendiado y olvidado por los servicios sociales, a los que no tenía intención de entregar, aunque solo fuera por beneficio del menor y primando su brutal ego, por encima del bienestar del chaval.

          Por cierto: en las más de veinte veces, que asistimos a este lamentable espectáculo, nunca vimos al adolescente y no descartamos , que sencillamente, la película sea inventada, como todo su perfil y su áurea. La mujer, aunque llena de contradicciones tocaba/toca todas las fibras sensibles, soportando un cúmulo de desgracias injustas e infinitas.

          Tonta no es y la línea ferroviaria en la que pide, no la eligió al azar, porque el tren de Barajas es muy frecuentado por gentes de clase media o alta -muchos de ellos, hispanos del otro lado del charco -, que no dudan en conmoverse y echar mano a la cartera de forma muy generosa.

          Ella no acota los campos y pide desde comida -aunque esté caducada, cosa , que por supuesto, todos llevamos encima -, hasta -pasando por mil propuestas -, pagos por Bizum, sin sonrojarse o titubear.

          Y, aunque su planteamiento es tan precario como inconsistente, le acompaña el éxito. Hay mucha gente de ciertos posibles y llegados a nuestro pais desde allende los mares, que no le supone ningún esfuerzo lavar su conciencia obsequiándola con diez o veinte euros.

          Chapó para esta mujer, porque ganarse la vida pidiendo y convenciendo no resulta fácil.

          Cada día, hay más gente mendigando limosna -o lo que caiga- en los trenes de Cercanías, combinándose tres realidades: los usuarios del servicio los ignoran, las autoridades son permisivas con ellos y sus lamentables vidas no les llevan a otro sitio, que a la frustración y a la perdida de un tiempo, que por otra parte, les sobra. Casi nadie se traga tanta historia truculenta, a diferencia de los logros de esta pícara.

         Ella es diferente y tal vez, algún día también, os conmueva a cualquiera de vosotros.

martes, 12 de agosto de 2025

Deambulando por agosto

           La noche languidece y por otra parte, ya iba siendo hora, porque el panorama y nuestras vidas, en general, ya no dan mucho más de si. La madrugada muere, aunque sin casi energías, caminamos por la cada vez más angosta San Bernardo, rumbo a Bravo Murillo y a nuestro objetivo, Chamartín, hogar de la Tita Clara (Campoamor).

          Por fin, aunque por poco tiempo, un delicioso aunque tenue aire refresca nuestra faz y nos recuerda, que no todo está perdido aún, mientras contemplamos, como una panadería artesana expande poco a poco sus agradables -aunque clásicos - olores; un Uber frena de milagro, instantes antes de atropellarnos o un descarriado -más todavía, que nosotros- nos interroga, sobre un cercano y mítico after hours. Estamos nosotros más bien, para hacer un homenaje a Ramoncin y a sus litros de alcohol venosos, que para facilitar respuestas.

          Con las legañas colgando y con el último aliento suave del amanecer, llegamos a Chamartín, donde aún nos quedan cinco horas para tomar nuestro Alta Velocidad de retorno a casa. Tan larga espera, para luego, viajar tan rápido y fugaz, nos parece tan absurdo, como nuestro devenir de los últimos findes de este verano.

          Después de lidiar -deberíamos habernos enfrentado, pero no tenemos fuerzas- con la borde de turno que lleva por bandera su amargura y que la hicieron princesa, cuando la contrataron para el control de equipajes, estamos sudando -ni un ventilador de soplido tienen, en la Alta Velocidad patria- en la insufrible y siempre provisional sala de espera de Chamartín. RENFE va de low cost guay por la vida, pero debería apuntarse a la lesson one del curso iniciático de Ryanair, sobre como hacer la mayoría de las cosas, para no tratarnos a los viajeros, como mierda mutante.

          Salimos algo tarde, aunque llegamos un par de minutos antes. Siempre, más pendientes del reloj, que de nuestras propias y extenuadas vidas.

          El próximo puente de mediados de mes, no iremos al Lago de Sanabria, como estaba previsto. El plan no cuadra: escaso transporte y camping lejano y caro nos han disuadido.

          Iremos a Gijón, con nuestro bono de ALSA y a saber, como nos moveremos y volveremos, porque todo el transporte en esas fechas está requetepetado.

          Esa saludable incertidumbre, que a mí me alimenta y a mi pareja  no le gusta nada, nos mantendrá vivos en las insufribles temperaturas.

          Ella y yo tenemos un pacto no escrito: la lío, constantemente, pero con el compromiso de resolver, la situación. Más bien, lo del conocido dicho de Juan Palomo .

lunes, 11 de agosto de 2025

San Cayetano y San Lorenzo, en Madrid

           Son las cinco de la tarde del viernes, cuando llegamos a Madrid, aplastándonos  el mazo solar y con 41 grados a la sombra. La caótica y eternamente inacabada estación de Chamartín -menuda gracia le haría, si Clara Campoamor levantará la cabeza -, es el mayor campo de minas, con equipajes vertiginosos y con ruedas, del que resulta todo un éxito conseguir salir.

          Toca ir andando, porque no tenemos prisa y por el camino nos vamos derritiendo como si fuéramos frágiles polos de hielo de marca blanca. Al menos y tras contemplar, que en Madrid, no hay casi guiris, llegamos a la fresquísima limonada de la calle del Oso, ataviada, como cada año, con mantones de manila y pañuelos chulapos, donde la Tuna ofrece un animado y casposo espectáculo.

          Vivimos a tope la tradicional fiesta de San Cayetano, que mañana enlazará en otros cercanos escenarios con la de San Lorenzo y el finde venidero, con las de la Virgen de la Paloma, en Cava Baja, la plaza de la Paja y las Vistillas.

          Que Madrid está casi vacía en agosto -nada comparable, de todas formas, a hace treinta o cuarenta años - lo denota, los baratos precios de los alojamientos para estos días. Conseguimos -tercera estancia en cuatro meses-, una cápsula doble en el hotel de Usera. Muy ventilada, pero sin aíre acondicionado, que termina  casi siendo frustrante, de no ser, porque el poderoso frigorífico de la cocina ha convertido en salvador granizado, nuestro zumo de naranja y mandarina del cercano Lidl.

          Llega el sábado y la ola de calor nos sigue torturando. Hasta la tarde, el día es de perfil muy bajo -porque no hay exposiciones nuevas y otras, estan cerradas-, por lo que estamos  más preocupados por combatir la asfixia, que por hacernos personas de provecho. El aire acondicionado del Palacio de Correos de Cibeles nos acaba devolviendo nuestras constantes vitales, mientras contemplamos algunas interesantes muestras.

          Del asfalto y de las paredes de los edificios sale fuego. Los osados caminantes no podemos transitar sin una botella de la mano a la que recurrir, constantemente.

          La tarde termina siendo algo frustrante, porque la cacareada Fiesta Bresh, acaba convirtiéndose en  una agónica y tediosa sesión DJ de mal gusto, con las invasivas barras de los bares cercanos, a golpe de estafa, con minis de cerveza a 9€ y con patatas bravas -normales, picantes, picantísimas, o que te harán llorar- a uno más. ¡Hoy en día, ya ningún hostelero se corta o enrojece!.

          Tras diversos movimientos insustanciales y perfectamente prescindibles, terminamos ya de madrugada en la plaza de los Cubos, viendo, como otras veces, como la gente devora hamburguesas del MacDonalds. Una oronda, maleducada e ignorante chica de 19 años, alecciona a sus nuevos amigos, sobre las poderosas razones para votar a Vox e ir a manifestarse  a la cercana calle Ferraz. Cuando la acusan de no tener estudios, se vuelve muy violenta y contrariada, espetando: "Claro, que los tengo. He sacado la ESO". Si el mundo, hoy en día, está fatal, ya no os cuento de madrugada.

¡Odio eterno a la Alta Velocidad española!

           Llega el segundo finde de agosto, torturados por la eterna ola de calor, que apenas, nos deja sobrevivir. ¡Odio visceral a este verano, que tiene pinta de no terminar nunca!.

          Tomamos el AVLO de las 15:50 del viernes, rumbo a Madrid. Es el único horario, cada día, que sale a cuenta por precio para ir a la capital. Como ya he dicho más de una vez, no nos gusta la Alta Velocidad y menos, la de RENFE (Ouigo tiene un pase, Iryo todavía no la hemos probado).

          El convoy va abarrotado de gentes modestas agosteras, con enormes bultos colgando de todas partes, que apenas consiguen manejar, acudiendo a prácticas iniciáticas de trileros. 

          No sé, porque quizás, siempre optamos por las gangas, nos ha vuelto a tocar la fila 1. Espacio amplio para los pies en la salida de emergencia, pero a cambio, estrecho asiento, que se abre y cierra, como si fuera el de un cercanías o el de un bus urbano. Ya sabemos, que a Madrid son solo 50 minutos, pero este tren llega hasta Alicante y tarda tres horas y estas no son formas de viajar.

          Será casual, pero nos ha vuelto a tocar -una vez más-, acomodarnos , es un decir, en el coche 8, uno de los que llevan la maldita máquina de refrescos y snacks y que suelta una demoledora letanía acústica, cada vez, que se produce una extracción. No se, porque hoy en día, hablan tanto los cacharros y achiperres diversos y tan poco, las personas. Y también, instrucciones eternas por la megafonía, sobre lo que podemos hacer y lo que no.

          ¡Tendré, que ver si en Temu, me puedo comprar un vagón del silencio a 2€!.

          Y nada. Arrancamos tarde, como siempre. Donde habrá quedado aquella publi del AVE, de que si llegabas cinco minutos tarde, te devolvían el dinero. Entonces, eran trenes de ejecutivos y no, como ahora plagados de inmigrantes en chanclas, con cuerpos escombro, de veraneantes en apuros y de gilipollas, como nosotros, que no saben estarse quietos en casa.

          No nos sale a cuenta la Alta Velocidad. No solo por los anodinos paisajes devorados sin casi verlos o por los molestos ruidos en los túneles -en esta línea está el de Guadarrama, que es el más largo de España, con 28,5 kilómetros -, sino por la suma de tiempos del viaje.

          Veamos: con el Media Distancia y a la céntrica Príncipe Pío son unos 165 minutos, el chucu chucu de toda la vida y contemplando bonitos paisajes e interminables y rancios pueblos castellanos. ¡Ya está!.

          Hagamos la suma con el AVE. Presentarse media hora antes, para que en el control de equipajes, la malalechera empleada de turno, te toque los huevos -u ovarios -, porque has cometido el imperdonable delito de llevar un cuchillo, no para asesinar al maquinista, sino para abrir el pan y rellenar el bocadillo.

          Añade la hora de viaje -retraso incluido- y ya llevamos 90 minutos, que se ponen en más de 100, cuando tratas de salir de la caótica Chamartín, practicando eslalon con los interminables y mal conducidos y voluminosos bultos con ruedas, que amenazan con llevarte a La Paz y de paso, dejarte sin más planes y cabreos, durante todo el verano. 

           Ahora y en mitad de la nada, te toca llegar al centro. Eliges entre ir andando, a 40 grados, coger varias conexiones de autobuses o sumergirte en el  truculento y aventurero mundo de Cercanías, donde la adrenalina siempre, la tienes garantizada 

          Suma y sigue y al final, si acaso, dentro de cuatro horas has llegado, donde querías.

jueves, 7 de agosto de 2025

Sobre alojamientos (parte II)

           Y llegó la maldita pandemia, que provocó tres movimientos consecutivos en cascada y de muy diversa índole: primero, una bajada brutal de precios , que supusieron un auténtico chollo en el mercado. Después, una auténtica avalancha de alojamientos particulares -conocidos, como pisos turísticos -, que coparon la red. Y, finalmente y llegando a la actualidad, un deterioro muy importante en las condiciones de estancia o pago para el viajero.

          Desde nuestro punto de vista y habiéndonos alojado en más de veinticinco países, durante los dos últimos años, la situación actual es la siguiente:

          -Calidad. Generalmente, la calidad es bastante buena, sobre todo, la de los apartamentos, que se alquilan enteros. Normalmente, están cuidados hasta en los detalles más superficiales. De nuestros últimos cincuenta alojamientos, apenas podemos tener queja de un par de ellos y tampoco para tirarnos de los pelos.

          -Oferta. No es mala, ni mucho menos, aunque la demanda -da síntomas de agotamiento - ha sido tan brutal, que en cierta medida ha colapsado el mercado y tensionado la relación entre propietarios y usuarios.

          -Monopolio. Lo que no aparece en Booking, sencillamente, no existe, salvo ese soplo de aire fresco de Marsella, donde hallamos decenas de hostales ajenos a esta plataforma. O te vas de camping o por ahí con tu caravana o duermes en la calle o en los aeropuertos o si no, Booking, Booking o Booking, sin posibilidades de buscarse la vida por tu cuenta, como hace veinte o treinta años. Tengo claro, que ningún monopolio es bueno, aunque me temo, que este va a perpetuarse 

          -Precios. No diríamos que están excesivamente hinchados si los comparamos con los del pasado y con la calidad, que ofrecen. Eso sí: en temporada alta, fines de semana y en determinadas ciudades europeas, lo más sensato es ir a dormir debajo de un puente, si no se quiere acabar en la ruina más miserable.

          -Condiciones de estancia, pago y trato. Bien, es aquí, donde debemos poner el trazo gordo y decir, que se ha convertido en un trágala. Es decir: acepta todo lo que te pidan, por la fuerza. 

          1.- Check in, cada vez más tardío. Empieza a ser “normal" a las cinco o las seis de la tarde, cuando siempre fue al mediodía.

          2.- Check out, cada vez más tempranero, obligándote a abandonar el alojamiento a las 9 o 10 de la mañana. Nunca deberíamos aceptar una habitación por menos de 24 horas.

          3.- No hay nadie para recibirte a la llegada. Si tienes suerte, un cómodo auto check in. Si no, larga espera, a qué aparezca alguien, cuando le dé la gana. Y si llegas más tarde del restrictivo horario, 20, 30 o 50€ a mayores y sin rechistar.

          4.- Tarifas no reembolsables. Hoy, en día, son más del 90% y se quedan tan anchos. Antes de la pandemia, la mayoría eran recuperables hasta 24 horas antes de la llegada.

          5.- Caprichos de todo tipo de los propietarios y en esa materia, la creatividad resulta asombrosa.

          6.- Solicitud de fianzas desproporcionadas.

          7.- Tener, que informar , de la hora exacta de llegada, cosa, que nunca se exigió en el pasado, aunque esto ha venido para quedarse.

          8.- Pedir documentación de forma telemática y urgente con la amenaza velada de no darte acceso a las llaves, si no la remites ya.

          9.- Escribirte o llamarte, en cualquier momento de la estancia y para cualquier cosa, que generalmente, a ti no te interesa. Entre ellas, para que pongas en Booking una buena opinión del alojamiento.

          Y alguna cosa más, me dejo por ahí. Con lo que habrá razones para escribir otro post sobre este complicado asunto.

Sobre alojamientos (parte I)

           Con los precios del transporte aéreo controlados desde hace años -salvo volar a Hispanoamericana o a determinados lugares de África - y los del transporte terrestre a la baja - hoy en día, resulta mucho  más barato, que hace diez años, tomar un tren  de alta velocidad o un autobús internacional -, los problemas actuales más acuciantes, que se encuentra el viajero son dos: los precios de las visitas de los lugares turísticos - fruto de la sinvergonzonería de los poderes públicos en sus distintas versiones, que carece de remedio alguno - y el de los alojamientos.

          En este post nos vamos a referir a este último capítulo. Resulta un asunto tan complejo, que daría para largo rato de exposición y debate, aunque vamos a tratar de resumir.

          No se trata tanto de los precios, de la calidad o de la falta de oferta - que también -, sino , fundamentalmente, de la tendencia monopolística y de las condiciones generales, cada vez más leoninas y restrictivas.

          En este blog y no hace mucho, se ha tocado de lleno el asunto de los pisos turísticos y de los problemas y ventajas, que generan a propietarios, viajeros, vecinos y demás. Como ya dijimos, el tema aparece, como bastante complejo, porque cada colectivo tiene sus razones y casi todas son comprensibles. Pero hoy, no vamos por ahí, sino por algo más sencillo: los efectos prácticos y los quebraderos de cabeza, que se sufren en la actualidad, a la hora de gestionar un alojamiento.

          Entremos en harina, tratando de despiezar la cuestión con todo rigor. Nos vamos a referir, eso si, al alojamiento de corta estancia, porque sobre el de larga, apenas tenemos experiencia.

          Hagamos un poco de historia. En los años ochenta/noventa era muy sencillo buscar alojamiento para un trotamundos. Había un amplio mercado de pensiones y establecimientos básicos -incluso algún putiferio -, normalmente bastante céntricos, que cubrían las necesidades más perentorias del viajero, sin lujos o pretensiones, más allá de un colchón y de una manta. Con suerte, ventilador en verano y precaria calefacción en la época de frío.

          Estaban, generalmente, gestionados por señoras mayores, más preocupadas por la moral -si ibas en pareja, llevar un anillo abría puertas -, que por ofrecer comodidades o servicios. No eran lugares especialmente baratos para la época, por muy nostálgicos, que nos podamos poner. Así, que llegamos a la primera conclusión: para nosotros, el principal problema del alojamiento hoy en día no es el precio. Todavía es posible conseguir, si se busca bien y en determinados días, habitaciones o apartamentos en el entorno de los 25 €, muy bien acondicionados, cantidad, que ya pagábamos a finales de los ochenta por auténticos cuchitriles infectos.

          Con la llegada del nuevo siglo vinieron las plataformas, que nos facilitaron las cosas y que hicieron, que los propietarios se pusieran las pilas y se mejorara bastante la calidad. Venere, Hotelius, Booking...

          El problema surgió, cuando, está última se zampó a toda la competencia y acabó operando como un monopolio, igual que ocurre hoy en día.

          No me hagáis hablar de Airbnb, porque me pongo muy tenso. Un altísimo grado,  se debe tener de estupidez para contratar con ellos.

miércoles, 6 de agosto de 2025

Candás, Perlora y lo demás

           Sin dificultad, aunque con el sol en la cabeza y en los ojos, montamos la tienda en el camping de Candás, después de ser atendidos por una afable señora de recepción. Es una maravilla, porque en Asturias, casi todo el mundo es amable.

          Queremos dormir un rato, pero desistimos: la transparencia de nuestra básica tienda y la exposición al sol, además del jaleo generalizado, nos lo impiden. No queda otra, que irse a pasear con las legañas colgando.

          En la playa de Candás no hay casi nadie sobre la arena. Muchos menos, sobre las abruptas olas de esas turbias aguas, que no superan los 21 grados de temperatura. En el centro del pueblo, sin embargo el ambiente está muy animado, debido al vibrante mercadillo y a las Fiestas Patronales, de San Félix. Almerienses, cordobeses o castellanos, pero sin un solo guiri.

          Habíamos estado en el pasado varias veces en Candás y en la curiosa Perlora, así, que tampoco tenemos expectativas de visitar lugares nuevos o apasionantes y menos, cuando el mayor atractivo de esta zona, que es la ruta verde de Xivares -que ya hicimos en el 2020-, se halla temporalmente cerrada por mantenimiento. ¡Una putada, porque es chulísima!. 

          Tratamos de retozar de nuestro cansancio en la espesa y seca hierba de un céntrico parque. Imposible, porque unos cuantos niños -niña incluida-, a gritos y a salvajadas nos lo impiden, mientras en animada tertulia y sin argumentos sólidos, tratan de dilucidar la nacionalidad de Napoleón. Sería tarea sencilla, si ya manejasen Google.

          Nos resignamos , a qué si queremos dormir, deberá ser a la noche.

          Los parques de Candás están absolutamente dejados a su suerte. No deben regar y lo fian todo a la lluvia, que debe hacer tiempo, que no hace acto de presencia. Aún siguen en pie las esculturas, que ya vimos hace cinco años y las vistas de la costa y las espléndidas playas son magníficas, mientras se asciende al elevado y famoso cementerio.

          El día se nos hace un poco largo, porque estamos cansados. El sol picajoso deja paso a las nubes, al viento, a gotitas de lluvia dispersas y caprichosas y al jersey sobre las mangas, especialmente, cuando te acercas a las playas, que lindan con la experimental y fallida Perlora, emblema del franquismo de la segunda mitad del siglo XX. Leed sobre este sitio -incluida la entrada en este blog de hace un lustro- y os haréis una idea, de lo que era la maquinaria propagandística del dictador gallego.

          La noche la pasamos inesperadamente bien, porque a poco más de las once se apagó el insistente jaleo, como si alguien lo hubiera desconectado con un interruptor. Aunque la verbena de música urbana del puerto, no termina hasta más de las tres de la madrugada.

          Es domingo y día de volver a casa para casi todos y en el camping hay estampida generalizada. Después de soportar el ruido de las machaconas charangas del centro, volvemos a Gijón. La ola de calor invade y purga el país, pero nosotros aquí, estamos a 21 grados, con potente viento fresco y húmedo y buscando, donde narices hemos puesto el jersey.

Buscando el norte. ¿O no?.

           Hace años, veranear -que verbo más rancio- en el norte de España era casi un castigo. Había, hasta que dar explicaciones, si no querías perder tu reputación: "No, es que no me gusta el calor". "No,es, que no soporto las multitudes" (cuando no las había). "No, es, que aquello es más tranquilo ". "A mí, es, que me encanta la lluvia ". Poco más, que había, que pedir perdón. Eso sí: encontrabas más hospedaje, casi, al precio, que quisieras y sin dificultad alguna. Y poco faltaba, para que te pusieran a todo lujo un comité de recepción con fanfarrias.

          Y a la vuelta, todo eran quejas y disgustos: "Que si nos ha llovido todos los días menos uno". "Que siempre con el jersey". "Que si el agua estaba helada y había bandera roja". "Que si menudas carreteras hay por allí ". En definitiva, unas norteñas, agónicas y masoquistas vacaciones de tortura.

          Hasta mi familia, algo innovadora y rebelde, caía en los  brazos del Mediterráneo y si acaso, una pequeña porción de cada tres veranos, acabábamos a regañadientes en Llanes, Orio o Suances.

          Y eso, que para mí los gallegos, asturianos y vascos -quito a los cántabros, porque me da la gana- son las gentes más agradables y hospitalarias de España, de largo.

          Hace unos cinco años, en plena pandemia y en verano, era bastante factible dormir en Bilbao y Oviedo, por apenas 20€ , en alojamientos estupendos.

          Pero el chapapote turístico lo ensució todo y se llevó las esencias por el medio.

          Hoy, determinados puntos del norte de España -no los conocemos todos-, son una versión chusca del Mediterráneo o las islas. Lamentablemente, hasta allí llegan, los que no tienen capacidad económica para ir a otro sitio y eso, que el norte y en todos los niveles, de barato ya no tiene nada.

          El norte siempre dió cobijo a castellanos, que no tenían otra playa  más cerca y pocos días de vacaciones. Hoy, sin embargo, está plagado de andaluces -sobre todo- o valencianos, que huyen de las hordas turísticas de sus tierras, agobiados por la indecencia especulativa constante y por el asfixiante e implacable calor. También, salen por patas, de ese arrase, que se lo lleva todo por en medio, de alemanes e ingleses de todas las edades, venidos en aerolíneas de bajo coste, de alto consumo de alcohol y de lo que se tercie.

          En las costas tradicionales españolas está ocurriendo, como antiguamente en San Fermín: los nativos abandonaban a toda prisa Pamplona, para evitar males mayores.

          De momento, al norte, aún no han llegado prácticamente los guiris, ni los fenómenos invasivos típicos y asumidos de la España mediterránea, pero todo se andará y más pronto, que tarde.

          Todavía hay tiempo, para recalar sin desfallecer en las orillas del Cantábrico. Aunque, advierto: "Última llamada para los viajeros, que quieran hacerlo".

martes, 5 de agosto de 2025

De camping, otra vez.

           Yo iba de camping con mis padres y hermanas desde la más tierna infancia, por lo que me resulta una forma agradable de sortear las noches y los viajes en destinos, donde el alojamiento sale caro.

          De jóvenes y en nuestros múltiples e incansables viajes por la Europa occidental y la inquietante  por entonces del este, mi pareja y yo utilizamos, constantemente, este estilo de vida  y de tránsito, con la casa a cuestas.

          A partir de los cuarenta años y aún estando en perfecta forma física y mental, restringimos bastante esta práctica y nos acomodamos relativamente, porque dormir en aeropuertos, la calle o estaciones no es una opción fantástica, aunque tiramos de ella sin titubeos, cuando no queda otra alternativa, que ser objeto de desplume.

          Pero bueno, en los últimos años, nos hemos prodigado lo justo: varios findes en Santander -donde alojarte en esta ciudad de estirados de otra manera es arruinarse-, un festival cervecero artesano en un pueblo vallisoletano y un caluroso puente de agosto en la agradable Aguilar de Campoó.

          Lo bueno, que tienen los campings es, que han sido menos víctimas de la especulación, no tanto en cuanto a los precios, porque baratos ni eran, ni lo son, sino en cuanto a las condiciones de estancia. Todavía, en la mayoría de ellos es posible, entrar a las doce o antes y salir a la misma hora del día siguiente o incluso después. Esto resulta imposible en las habitaciones o apartamentos, donde las normas son cada vez más leoninas.

          El camping de Candás es regular, siendo generosos, aunque con el paso de las horas, el nublado y la agradable temperatura, le vamos cogiendo cariño 

          Está abarrotado de gente alborotada y no muy educada, en la zona de roulottes y artilugios similares, aunque en la de acampada -la nuestra y donde predominan los jóvenes -, no hay casi nadie.

          En la mayoría de casos, se trata de familias, que antes disfrutaban otro estilo de vida, pero que se han tenido que hacer campistas por necesidad. Y eso se nota, porque aún no dominan -o no quieren hacerlo -, las normas básicas de convivencia de estos lugares. Pero, al menos por la noche, respetan el descanso.

          De todas formas, los dos principales problemas del camping de Candás son, que no existe una sola sombra y que los baños resultan absolutamente insuficientes -aunque muy limpios- para tanto personal.

          En los campings -doy fe-, siempre se ha ligado mucho. Son algo frikis y pijas, devotas del maquillaje, pero si tuviera treinta años menos y careciera de pareja, seguro, que habria plan posible, con alguna de nuestras tres vecinas de tienda.

          Por cierto; parecía un suelo imposible y al final podemos clavar bien los cuatro ganchos de nuestra básica tienda iglú.

Siempre Asturias

           Teníamos idea de adquirir un bono de diez viajes, desde Valladolid, a Santander con ALSA -valido para 365 días -, para usar este mes de agosto y con un 40% de descuento, pero como todos los buses del viernes y los de vuelta del domingo van completos, cambiamos de opción y compramos uno para Gijón, rebajado en un 65% (a 9€, cada trayecto).

          El norte de España y tras infinitos y trepidantes viajes, lo conocemos, como la palma de la mano, pero desde hace tiempo ya estamos convencidos, de que disfrutamos más, de lo que nos pueda pasar, que de lo que podemos ver.

          El bus llega a Valladolid media hora tarde. Según comenta una señora mayor, han sufrido un pequeño accidente, sin especificar más, a la salida de Madrid. Hace mucho calor y es agradable ir perdiendo grados, a medida, que avanza el recorrido. Llegamos a la una de la madrugada, con tres cuartos de hora de retraso.

          Hace algo de aire y la noche está animadísima, así, que no da pereza unirse a ella y disfrutar a lo grande, como si aún fuéramos jóvenes y tuviéramos esa urgente necesidad de reventarlo todo.

          Ver amanecer, sentados en la fresca arena de la playa de San Lorenzo y con jersey, se convierte en un soberano privilegio, que ahuyenta cualquier intento de bostezo del cansancio. Me encanta ver amanecer  -aunque no en Castilla, donde es aburridísimo -, pero afortunadamente, no estoy disponible para ese momento, la casi totalidad de los días, porque aún, me gusta más trasnochar.

          El cielo está amenazante, ennegrecido, pero justo en la linea del mar, se mezclan los colores rojizos, amarillentos, naranjas y azulados, formando llamaradas. Resulta todo un espectáculo contemplar la evolución del fenómeno, mientras llegan a la playa los primeros veteranos bañistas y los esforzados deportistas, que no perdonan ni un solo día su carrera matinal.

          Caminamos hacia la estación de autobuses y sobre un banco, bien envuelto, hallamos un enorme bocadillo de pan reciente, de lomo y queso, que alguien ha abandonado y que nos sirve de desayuno. ¡Un día de estos, nos vamos a envenenar, aprovechándolo todo!.

          Tomamos un ALSA para Candás, donde nos recibe un animadísimo y atractivo mercadillo, aunque poco tentador, porque los precios resultan demasiado caros. Como nos ocurre, casi siempre, hemos pillado las fiestas patronales -en este caso, de San Félix - y la jornada va a ser vibrante, participativa, espontánea y alocada, a pesar de que el programa festivo consiste en poco más, que un camión nocturno verbenero y la sugerente y variada -y cara- oferta gastronómica y de bebida de los bares. Mañana, nos aturdirán  con un concurso internacional -ahí, es nada- de charangas.

          Y nosotros, de momento, al camping de la cercana Perlora, siguiendo la línea de la costa. Nos encaminamos a los sesenta años de edad, aunque aun falta, pero todavía no nos da pereza cargar con la tienda -y montarla- y el saco.

lunes, 4 de agosto de 2025

viernes, 1 de agosto de 2025

Llega agosto y no vamos a parar

           Dijimos en el anterior post, que hoy hablaríamos de alojamientos, pero lo vamos a dejar para la semana, que viene. Hoy comienza agosto y tenemos planes para todos los fines de semana de este mes.

          Ha sido una gozada está última semana en casa, a ratos con el jersey -aunque con todo abierto- y por la noche con el edredón. Aunque me temo, que lo que viene a partir del domingo va a ser bien distinto. 

          La nueva y nada atractiva oferta del Ministerio de Transportes para Media Distancia no nos ha gustado nada, así que hemos dejado de coger estos trenes. Pero si nos ha convencido la de ALSA -también subvencionada por el gobierno- con descuentos de entre el 40 % y el 65%.

          Así, que nos hemos comprado un bono de diez viajes a Gijón. No es nominativo y pueden usarse por varios pasajeros a la vez. Con él, cada trayecto pasa de los 25, a los 9€. ¡Buen descuento!

          Esta tarde nos vamos para allá, hasta el domingo. Conocemos muchísimo la zona y no sabemos, que haremos. Dormiremos en el camping de Perlora, por 20€, porque nos negamos, a hacer rico a nadie.

          El finde, que viene, a , Madrid, en AVLO, a las fiestas de San Cayetano y San Lorenzo, durmiendo en el cápsula de Usera de siempre. Nos ha llamado la atención, que hay una fiesta Bresh, palabro para nosotros desconocido. Preguntamos a la inteligencia artificial y resulta, que es un término argentino, que define algo así, como un concierto organizado por una secta.

          El fin de semana del puente queremos volver al Lago de Sanabria, donde estuvimos hace años.

          Y el siguiente, a Asturias, de nuevo.

          El último de agosto, aún está por decidir.

          En cuanto al post de la hostelería, se nos olvidó comentar, ese victimismo extremo, de qué son los únicos, que cumplen en el sistema.

          Me explico: pagas por una triste gilda de lata sin elaboración, ni trabajo alguno, tres euros, cuando sabes, que no cuesta ni cincuenta céntimos. Te quejas del abuso y te sueltan lo de los sueldos, los gastos de la Seguridad Social, los suministros...¡Ni que los carniceros, fruteros o demás autónomos no los pagarán y saben, que sino ponen precios competitivos se van a la mierda!.

          Y una anécdota, sobre Tropea, que se nos olvidó comentar. En la calle principal -y en alguna otra- han colocado hasta cinco papeleras juntas de colores distintos para reciclar residuos. Pues bien: cuando recogen la basura las vuelcan todas en el mismo sitio. ¡Así es el sugerente y genuino sur de Italia¡.

jueves, 31 de julio de 2025

La hostelería tocada y esperamos...que el actual modelo se hunda.

          Si nosotros tenemos una cantidad de ahorros muy importantes -no daremos la cifra, mientras no nos invite Broncano a La Revuelta, aunque haced cálculos de que  resulta bastante elevada-, es sobre todo, debido a inversiones muy acertadas a lo largo de la vida - nuestros trabajos han sido, felizmente intermitentes- y además porque hace más de treinta años, no pisamos un bar,un restaurante o una terraza en el primer mundo y así, no hemos sido víctimas del latrocinio descarado, que a diario se comete en estos establecimientos.

          Y eso que de jóvenes, quemábamos la noche, la tarde o lo que se pusiera por el medio, hasta gastar la última peseta de entonces. ¡Pero eran otros tiempos!. Menos tóxicos.
 
          En un reciente y largo reportaje del diario.es , que cayó en nuestras manos hace poco, los hosteleros de la emblemática Sóller, en Mallorca, se quejaban amargamente, porque tienen las terrazas medio vacías este verano y casi nadie paga ya 4€ por un café o 25 por un discreto menú del día. Ya era hora de que se les empezara a terminar el descomunal chollo, entendiendo eso sí, que vivimos en un mercado libre y cada uno pone los precios, que le da la gana.

          El hosteler@ es por lo general, una persona gris, arisca, egoísta y poco empática. Y digo hostelero y no camareros, cocineros, etc, que son otra cosa. Desde hace años, se creen las víctimas de España, apoyados por esa señora, cuyo novio es presuntamente defraudador -aunque confeso-, haya pandemia o no.

          Se pasan el día, la tarde y también la noche, lloriqueando por las esquinas, para quien los quiera escuchar, que desgraciadamente, no son pocos. Se quejan de los ciudadanos, de las instituciones o de quien se ponga por el medio. Pagan unos salarios de mierda, pero la culpa no es de eso, sino de que la gente no quiere trabajar y prefiere la paguita. ¡Ojalá tuvieran, que vivir ellos con menos de 500€ al mes!.

          De forma agresiva, invaden las calles con sus cientos o miles de mesas y sillas desordenadas y no te quejes por la difícil movilidad, porque como mínimo, te llevas una mala contestación, sino dos hostias.

          En ese reportaje anteriormente citado y por supuesto, la culpa de todo es de los demás, no asumen una sola responsabilidad. Primero, que a ellos les vaya mal, es culpa de las aerolíneas, que han subido los precios de los billetes. Pero yo sigo volando por Europa y el norte de África por 15€ -y menos- como hace cinco años.

          Después, es imprudencia de los apartamentos turísticos, que no solo han elevado sus tarifas, sino que invitan a la gente -a mano armada- a comprar en los supermercados y a cocinar. ¡Ni que no se hubiera hecho, desde hace cincuenta años, cuando los primeros curritos iban quince días a Benidorm!.

          Y también, cargan contra la gente. Según ellos, ahora viaja cualquier persona con pocos recursos -o que no se los quieren gastar en sus desgarradores negocios-, que compran el bocadillo y la lata de cerveza en las tiendas de 24 horas de los chinos o de los indios o que les ocupan una mesa de la terraza seis personas y solo piden un zumo para todos (eso aseguran ellos, aunque nosotros no hemos visto nada parecido). Por cierto, por el susodicho jugo te soplan 6,5€.

          Autocrítica cero y se ofenden hasta el infinito, si les sugieres que sería necesario, que ajustarán los precios. Radicalmente, te dirán que no. 

          Y además amenazan: "Lo que vamos a hacer es bajar la calidad". Ya es lo que faltaba por oír, teniendo en cuenta, que más del 90% de la hostelería de masas y especialmente en comida, siempre ha servido género poco fiable -o altamente procesado- y en muchas, muchas ocasiones, alcohol de garrafón. Aún recuerdo aquella fabada, que no pude comer, hace años en el Lago de Sanabria, porque además de ser de bote, no se habían molestado en descongelarla correctamente. Puse una reseña en mi entonces web y poco más, que me amenazaron de muerte 

          Y lo que nos quedará por escuchar de estos sátrapas!.

          Por no hablar de la nueva moda venida del norte y el centro de Europa, por la que los restaurantes obligan a gastar un alto importe mínimo por persona, lo quieras, te lo comas, lo bebas o no.

          ¡Basta ya de invadir las calles y plazas de nuestras ciudades y de tomar el pelo y de saquear, impunemente, a gente honrada y poco formada!. 

          El turismo en España supone casi el 13% del PIB; la hostelería, el 6,7%, aunque los datos incluyen también los alojamientos -de los que ya hablaremos en el próximo post- y no hemos encontrado el desglose. Defendamos la economía patria y no dejemos, que un amplio grupo de especuladores y sinvergüenzas maten la gallina de los huevos de oro.

miércoles, 30 de julio de 2025

¡A viajar a cualquier parte, que no sea , España!

           Corría julio de 1988, cuando mi pareja y yo, empezamos la relación, que a día de hoy, aún mantenemos. Pronto, comenzaron los viajes. Primero por España y no tardando mucho, por Europa.

          Nuestro primer destino continental en marzo de 1989, no fue demasiado original: París, pero nos sirvió para foguearnos, a lo grande.

          Con nuestros pocos más de veinte años, nos trataron de estafar en un alojamiento, consiguiendo impedirlo. Por otra parte y desde el principio, nos dimos cuenta, de que no todo era rancio en España y avanzado por ahí, cuando una tosca señora francesa nos echó la bronca por besarnos expansivamente en la calle. Estuvimos más de una semana, en la que no entendimos nada, de por qué la capital francesa era la ciudad de la luz y el glamour.

          Pero, lo que más nos chocó, fue la abismal diferencia de los precios de las cosas en Europa -en Austria, por ejemplo, salimos realmente asustados y casi con hambruna-, que en muchos casos, duplicaban  los de nuestro país. No obstante, parecía normal, porque ganaban, bastante más, que nosotros.

          Hoy en día -y hace algunos años, también - esas diferencias no solo han desaparecido, sino que España y a lo bestia, se ha convertido en uno de los países más caros -si no, el que más -, del viejo continente. Con un sueldo medio de dos mil cien euros -y un salario mínimo de mil ciento ochenta y cuatro-, estamos bastante por debajo de Francia -alrededor de tres mil quinientos y mil ochocientos, respectivamente - y de Italia, nuestros dos últimos destinos. En el país transalpino no existe  un SMI fijado por ley, pero la media de ingresos es de unos tres mil euros al mes.

          Por no cansar mucho, resumo: el anterior fin de semana y consultando Booking, era prácticamente imposible encontrar una habitación en Asturias y Cantabria por menos de 100-120€. Nosotros, en Toulouse, Marsella, Reggio Calabria y Lamezia hemos dormido por menos de 50. Las excepciones fueron las turísticas Carcassonne y Tropea, pero aún así, en estos lugares existen ofertas, rondando los 70.      

          Sobre la hostelería no voy a hablar en este post -aunque si, en el siguiente, para no dejar títere con cabeza-, pero los precios son absolutamente abusivos a lo largo y ancho del continente, por lo que allá cada uno con su vida.

          Cierto periódico nacional ha llegado a sugerir, que sale más, a cuenta ir a Bali, que a Mallorca o Menorca .Aunque la comparación nos parece algo exagerada, al ritmo, que van las cosas...

          Pero, además de hacer turismo o viajes, hablemos de la cesta de la compra y del día a día. La brutal inflación ha llevado a España -junto a Portugal, Reino Unido o Albania-, que hayamos visto  últimamente- a unos precios desproporcionados en la alimentación básica, nada acordes con los sueldos.

          Por cierto: si queréis comprar relativamente barato en Francia las opciones son, por este orden, Lidl, Aldi y en ciertos productos, Auchan. Se debe evitar a toda costa el Coop, como en Italia.

          La estrella de los precios bajos en Italia es Eurospin, aunque está cadena de supers, solo la hemos visto en el sur del país y en Cerdeña y no en el norte ( lo cual no significa, que no la haya).

          ¿Cuándo explotará España, como destino turístico de masas?. Creemos y hay síntomas, que lo denotan, que más pronto, que tarde. Lo que aguanten los alemanes y los británico, pero ya ha empezado la desbandada.

martes, 29 de julio de 2025

¡Ave César (parte II)!....y también Alejandro

           El viaje va fluyendo y después de los primeros cincuenta kilómetros, comienza el intercambio comunicacional. Primero, sobre temas generales, como las renovables o las placas solares -quien cuenta con un tejado, tiene un tesoro -y después, sobre asuntos más personales.

          César y Conchi -él, antiguo trabajador de Telefónica, ella, maestra jubilada -, entretienen su incipiente vejez haciendo de figurantes en series y películas punteras de plataformas y televisiones. Por supuesto, no viven de ello, pero acumulan experiencias y anécdotas, además de viajar por buena parte de España, porque van a casi todos los lugares, donde los llaman.

          Precisamente, hoy van a la calle Prim, de Madrid, junto a Recoletos, a participar en varias escenas, aunque no saben de que serie es o de qué va, porque según dicen, en este mundo, hay mucho secretismo.

          Y para financiar su tardía afición, transportan a gente, como nosotros, a lo largo del país, según los llaman para los castings.

          Son muchas, las preguntas, que les hacemos, durante el entretenido viaje, pero se nos olvida la más importante: ¿dónde lo pasáis mejor y tenéis más anécdotas, en los rodajes o compartiendo el coche con gente divertida?. ¡Quedará para la próxima ocasión!.

          Pero, ¡oh sorpresa!. El gran tapado del viaje es, Alejandro, que con algo  más de un par de décadas menos que nosotros, ha tenido casi tantas experiencias de nivel como las nuestras. Se trata de un hábil y dicharachero emprendedor, que ha triunfado mil veces y ha fracasado otras tantas o más. Nos cuenta mil historias, pero las resumimos en dos, de distinto calado y consecuencias, aunque ambas muy emotivas.

          Con veintipico y con dos socios, montó un barco fiestero en la bahía de Valencia, con capacidad para cuatrocientas personas. El éxito fue inmediato y las borracheras eran tan descomunales, que pronto, se quedaron sin capitanes que quisieran acometer las travesías, por lo que el proyecto acabó en la ruina y él no, pero sus compañeros terminaron endeudados con los derechos de amarre, acabando la embarcación en el desguace.

          La segunda historia resulta muy contundente y pone los pelos de punta, al más templado. Tuvo un accidente en 4 por 4 en el desierto del Sáhara y terminó debajo del vehículo.

          Sufrió heridas gravísimas y pérdida de parte de órganos vitales, que aún hoy padece y se quedó sin casi sangre en su cuerpo. Como él dice, se vió muerto y fue un milagro salir de aquel hospital desastroso. Pero, sin seguro, no volvió a España en un avión medicalizado, sino en el vuelo de vuelta regular, que tenía, comprado desde el principio del periplo 

          Llegamos a la calle de Alcalá y nos despedimos de tan agradable y amena compañía. Gran y vibrante experiencia, aunque a estas alturas vitales y por no arriesgar, preferimos la tranquilidad y previsibilidad del tren, que los trepidantes viajes compartidos.

          En Méndez Álvaro y sin demasiado calor, cogemos el ALSA para Valladolid y el veraniego viaje languidece y ya no da más de si.

¡Ave César! (parte I)

           Reposamos, sobre el cálido, aunque duro suelo de Manises, mientras tratamos de coger el sueño. Barrunto, que pueda ser, como dicen Veintiuno, que lo que llamáis poliamor, son los cuernos de siempre o, tal vez sea, como indica Sidonie, que los que creéis en la monogamia, también pensáis, que la tierra es plana. O, quizás y como aseguran Carolina Durante, Santi -así, me llamo yo- y Cristina -la estoy buscando sin éxito, porque sigo con Ana, mi pareja de toda la vida-, seamos la dupla histórica de la noche, como se refiere en su temazo, "Granja escuela"...

          Amanece en Valencia, aunque no entre montañas, como en Santiago de Chile, que diría Amaral. Son las ocho y levantamos nuestros cuerpos del piso. Encontramos, todavía fresquitas, cuatro cervezas San Miguel especial, por lo que ya tenemos listo el desayuno.

          Son las nueve y media, cuando nos colocamos delante de la puerta de salidas del aeropuerto. No pasa, ni un minuto, cuando recibimos la llamada de César, que nos pregunta, como nos puede identificar.

          Subimos al cómodo Tesla en la parte de atrás. Cesar es mayor -jubilado ya- y en el asiento del copiloto viaja una mujer coetánea. No nos la presenta, pero pronto, acabamos deduciendo, que se trata de su mujer y no de una pasajera anónima.

          Aún, nos queda por completar el pasaje para iniciar el viaje, a Madrid. En una rotonda de las afueras sube Alejandro. ¡Ya estamos todos!

          César es un conductor muy experimentado -cuarenta mil kilómetros al año o lo que es lo mismo, una vuelta al mundo por el Ecuador - y lleva el coche equipado con la tecnología más puntera, así, que viajamos en volandas, sin esfuerzo y sin superar nunca los límites de velocidad y teniendo a cada rato noticia sobre los radares fijos del aburrido recorrido, que nos va a llevar cuatro horas, parando media en una gasolinera - restaurante, para recargar la batería del coche, que cuenta con una autonomía de 350 kilómetros. Aunque, no es lo mismo, de Madrid, a Valencia, cuesta abajo, que en la dirección contraria.

          César y esposa son buena gente y muy comunicativos, aunque resultan algo frikis, porque la friqueza , no tiene edad. Es muy visible, que ella padece Parkinson.

          En la primera parte del viaje recibimos una clase magistral sobre coches eléctricos y carga de baterías, que no parece casual, pero que es de agradecer, porque nosotros no tenemos ni idea del tema. Es claro, que esta fórmula renta y que por treinta y cinco mil euros, quitando diez mil de subvenciones estatales, puedes hacerte con un vehículo de estos, de Elon Musk.

          Comparado con los días anteriores, la mañana no es muy calurosa y no debemos tirar del aire acondicionado del coche. Mejor, ¡porque César lleva todo el gasto del viaje calculado!.

lunes, 28 de julio de 2025

Bla Bla Car, al rescate

           La primera vez -y única, hasta la fecha-, que nos servimos de Bla Bla Car fue en mayo de 2014, en un recorrido entre Valladolid y Madrid, que daba inicio a nuestro sexto viaje largo.

          Entonces, todo era una chapuza. Desde la forma de contratar, a través de la plataforma -en nuestro caso, no se llevaron un euro, al poder contactar fácilmente, con el conductor-,hasta la forma de concertar las citas o el desarrollo del recorrido.

          Al final, tuvimos una muy mala experiencia en un coche de siete plazas, que paraba más que andaba, que se perdía en las rotondas y que nos dejó en la capital de España en tres horas y media, que es bastante más, de lo que se tarda en el tren o autobús más lento.

          Caímos en desánimo y nunca más hasta hoy, volvimos a requerir los servicios de este gremio organizado de conductores.

          Sí supimos -somos curiosos-, que la plataforma mejoró su forma de gestión y empezaron a cobrar una comisión a los usuarios, cambiando más adelante el modelo y cargándosela a los drivers. Al final, pagas lo mismo, pero una manera es más elegante, que la otra.

          Once años después y debido a los intolerables precios del tren y del autobús no nos ha quedado otra, que acordarnos de Bla Bla Car y está vez -lo detallamos en el siguiente post-, para bien.

          Hoy en día y en Bla Bla Car, la mayoría de los conductores suelen estar bien puntuados, disfrutan de buenos comentarios de los pasajeros, aunque se debe estar atento al precio, porque por el mismo itinerario, te pueden cobrar tres o cuatro veces más, sin ninguna contraprestación, a cambio.

          ¿Que nos gusta de Bla Bla Car? Sin lugar a dudas, la funcionalidad de la aplicación y la facilidad para comparar, elegir y pagar.

          ¿ Que no nos gusta de esta aplicación cochera? Fundamentalmente, que los conductores tengan el privilegio de elegir, si te aceptan o no. Tienen tres horas para decidirse, si es de día y doce si contratas de noche. A ver: cuando yo compro un billete de AVE, de ALSA o pido una pizza a domicilio no tengo, que pasar ningún filtro de idoneidad, por lo que este asunto parece muy feo y atraviesa el umbral de la discriminación.

          El caso es, que tras concretar pequeños detalles, como el tamaño del equipaje o el lugar exacto de recogida, César nos acepta en menos de media hora. Quedamos a las nueve y media de la mañana del lunes y deberemos estar pendientes de un Tesla azul, con una antigüedad de siete años.

Salvo, que sea por prescripción médica, mejor evitar Lamezia.

           Lo malo de los viajes "roller coaster" es, que vivir la noche en blanco sea divertidísima o un horror, termina pasando factura por la mañana, pierdes habilidades básicas y sobre todo, te vuelves muy irascible, con el peligro, que ello tiene. Y además, porque la imperante moda -no hay vuelta atrás- obliga a qué cada vez, se tome más tarde la posesión del alojamiento. Hace décadas y en todos los casos, era a las doce de la mañana y hoy en día, no resulta raro, que sea a las cuatro o las cinco de la tarde.

          Y algo parecido ocurre con el check out, que puede ser a las nueve o diez de la mañana y los propietarios del alojamiento se quedan tan anchos. Actualmente, poder disponer de una habitación o apartamento, durante 24 horas -sería lo suyo- es absolutamente imposible.

          Expuesto lo dicho, indicar, que nosotros hoy estamos tan a gustito en nuestra confortable habitación de Lamezia, con servicios muy cuidados, un amplio baño y potente aire acondicionado, con la temperatura exterior marcando 40 grados y el sol aplastándolo todo.

          Ya no existe más margen y debemos tomar una decisión, sobre como volveremos desde Valencia, a Madrid. No hay sorpresas y lo haremos por 20€ por persona, con un conductor, llamado César, que nos acepta rápido y sin problemas. Para evitar inconvenientes , hemos dejado un margen de doce horas entre el aterrizaje y la partida y nos recogerá en el mismo aeropuerto de Manises, evitando bajar hasta el centro.

          Para volver, de Madrid, a Valladolid, cogeremos un ALSA, durante la tarde del lunes, que se oferta con un 30% de descuento, desde Méndez Álvaro.

          Dormimos genial y a media mañana y ya sin errores, conseguimos volver en tren desde Lamezia Terme Nicastro a la Estación Central de trenes y sin gastar un euro, porque la máquina automática de billetes no funciona (costumbres y normalidad italiana)

          Como ya he dicho, Lamezia es   una ciudad lamentable, asquerosa e insufrible. Sus dos únicos atractivos, una torre y la catedral no llegan a la altura del betún.

          El aeropuerto se encuentra cerca del centro, pero resulta imposible llegar andando, porque hay, que atravesar y transitar por carreteras asesinas. Así, que tomemos un cómodo y funcional autobús -lo único público, que da la talla en esta urbe- y llegamos a la terminal con varias horas de antelación.

          Partimos más de media hora tarde, hacia la capital del Turia, pero eso no afecta en nada a nuestros planes. Dormimos a pierna suelta y tumbados en el suelo en la zona de salidas che, sin ninguna molestia o ingerencia. A las nueve y media de la mañana hemos quedado con César, en la puerta de esta misma terminal.

domingo, 27 de julio de 2025

De la mágica noche de Tropea, a la zozobra de Lamezia

           Versa un cartel, frente a la estación de trenes, de Tropea: "Bienvenidos a uno de los pueblos más bonitos de Italia". Sin duda, lo es, aunque nosotros seguimos super enamorados  de Cinque Terre y de los enclaves de la costa de Amalfi.

          Llega la noche calabresa, pero no desaparecen, ni el calor, ni la humedad (está última, se incrementa). La zona histórica y comercial se hallan muy animadas, aunque sin agobios. Una hora antes de la medianoche, nosotros descendemos hasta la playa, ahora casi despoblada. El ambiente es entre mágico y místico y nos recuerda algo -salvando las distancias, por supuesto-, al que vivimos, hace quince años en la playa de Riazor, de Coruña, contemplando las decenas de efímeras hogueras llenas de deseos en la noche de San Juan.

          El promontorio de enfrente -el de la iglesia -, se encuentra maravillosamente iluminado. Sentados en la fresca arena no vemos el mar, aunque sí, a l@s bañistas, que entran y salen del agua y escuchamos el rítmico sonido de las olas.

          Hay grupitos de personas haciendo botellón, conversando sin más, parejas besándose o tumbadas y permitiendo, que la gruesa arena, llegue hasta sus partes más íntimas. Todo, muy informal y relajado, mientras abordamos la madrugada con calma y con premeditado botellón.

          El sensacional ambiente se trunca, cuando los potentes altavoces del único chiringuito playero -llamado así-, empieza a escupir a toda pastilla, la música urbana del momento, fundamentalmente en español y con las letras llenas de mamitas, culos, coños y demás distopías. Pero el alcohol lo puede todo y hasta acabamos tarareando esos ritmos, nosotros , que somos del indie más radical.

          Sobre la arena, el amor es descarado y no furtivo, mientras afrontamos el bellísimo amanecer y nos batimos en retirada. Habíamos pensado en bañarnos, pero nos puede la pereza.

          Toca volver al Eurospin, que abre a las ocho del sábado, para hacer las compras del día y no complicarnos.

          A las once de la mañana estamos en Lamezia. Junto a Algeciras y Madrás creo, que son las tres ciudades más asquerosas e inhóspitas del mundo (aunque de este trío, salvo a la metrópoli india).

          Veníamos preparados, sabiendo, que como buena ciudad del mundo caótico, este lugar se divide en tres núcleos aislados entre si. Cada uno , más feo que el anterior. Aún así, nos entra la caraja total, nos equivocamos de transporte, andamos mucho más de la cuenta y sobrevivimos a la discusión más salvaje y desagradable del viaje.

          El resto del día, aunque con resquemor, pasa tranquilo en nuestra magnífica habitación en un apartamento turístico, con baño y reparador aire acondicionado.

Scilla y Tropea

           A partir de ahora, encomendamos nuestro periplo calabrés, a Trenitalia, cuyos trenes regionales son frecuentes y de los más baratos del continente.

          Nuestro primer destino es Scilla, a unos 25 kilómetros de Reggio Calabria, hacia el norte, en el estrecho de Mesina y frente a Sicilia.

          Se trata de un pequeño pueblo, casi sin infraestructuras turísticas -salvo caros restaurantes- y con una amplia playa pedregosa, como la de ayer. Además del baño, para apagar el insoportable calor, el mayor atractivo del lugar es su castillo, ubicado en un bonito promontorio. Hay ascensor de pago para subir, pero nosotros sin esfuerzo alguno ascendemos, caminando. Tras un túnel con bonitas vistas marinas, se encuentra otro micro pueblo y un desaliñado puerto pesquero.

          Es la una y cuarto de la tarde del viernes y nos vamos hacia Tropea, adonde arribamos, después de hora y media, en la que se alternan los largos túneles, con los agradables paisajes marinos. La estación de encuentra algo lejos del centro y por los precios, que hemos visto en Booking, somos conscientes, de que de ninguna de las maneras, hoy tendremos hotel y en el mejor de los casos, nos tocará dormir sobre la arena de la playa (aquí, aunque algo gorda, no son piedras).

          Tropea, sin lugar a dudas, es la joya de Calabria y se lo tiene bien merecido. No hay ni la mitad de masificación de la prevista y el turismo es mayormente, nacional.

          La calle principal, que llega hasta el mar está plagada de caros restaurantes, tiendas y heladerías de postín, con más de sesenta gustos. Son típicos de aquí, la 'nduja de Spilinga -una especie de botillo picante, que se unta en el pan -, las cebollas moradas alargadas y los chiles. ¡Todo muy fuertecito, pero rico!

          El pueblo tiene dos espectaculares miradores sobre la bahía. Abundan  los palacios -la mayoría de ellos hoy son B&B- y otros edificios históricos, que dan fuste a las estrechas y bonitas calles secundarias.

          El casco histórico se ubica en un promontorio y la playa abajo, a una considerable y escalofriante altura, que debe ser salvada a través de una incómoda y larga escalera. Es estrecha, curvilínea y superpoblada de sombrillas. Sus aguas -dependiendo de tramos- son verdosas o azuladas y llaman al baño hasta al más de secano y perezoso. Casi enfrente, otra maravillosa y abrupta roca gigante, en cuya cumbre se erige una iglesia y que junto con el arenal, forman una estampa, casi inigualable.

          Fuera del casco histórico, todo es al estilo calabrés. O sea, con aceras estrechísimas, inservibles, destrozadas, llenas de basura o de cosas. Y las debemos recorrer, para llegar al mejor supermercado de Italia, el Eurospin (solo lo hemos visto en el sur del país y en Cerdeña). Nos proveemos de viandas, cervezas y barato y rico Limoncello (ayer, tocó Amareto). Además, casi un kilo de helado de cereza -con guindas enteras- y vainilla, por menos de 2€.

          Calor húmedo, insoportable e incertidumbre sobre como pasaremos la noche, antes de que mañana, partamos en tren para Lamezia.

sábado, 26 de julio de 2025

Reggio Calabria

           No hay sorpresas. Las afueras de Reggio Calabria son tan lamentables y tercermundistas, como esperábamos, porque ya tenemos bastante experiencia en el maltratado sur de Italia. El centro está casi igual de mal y conviene no pasear por sitios, que no sean la larga y peatonal Vía Garibaldi y el paseo marítimo y este último hoy, está cortado en algunas zonas por varios eventos privados.

          Nos toca andar -tipico en el país transalpino - más de cuatro kilómetros para encontrar un supermercado y encima es el Coop, que resulta carísimo. Las aceras son abruptas y estrechísimas, cuándo las hay y están llenas de cosas de todo tipo, menos de peatones. ¡Nos hacemos un India y a caminar por la agresiva calzada!.

          El bonito castillo -fue mucho más grande, pero buena parte de él se lo llevó un terremoto en el siglo pasado-, la iglesia otomana y la discreta plaza del Duomo, con su catedral,  y las estatuas de bronce de dos guerreros griegos de Riace, que se encuentran en el Museo de la Magna Grecia, constituyen los mayores atractivos de esta ciudad,  que tiene, como ventaja, la proximidad del aeropuerto y su céntrica estación de tren, que nos servirá mañana para llegar a Scilla y Tropea, pueblos costeros no muy distantes de aquí. Nos sorprende un bello -aunque muy caluroso y húmedo atardecer-,  que contemplamos desde un animadísimo lungomare.

          Tenemos buenas noticias en cuanto al alojamiento, porque por 43€ y en Booking, hemos conseguido un céntrico apartamento completo para nuestro disfrute. Disponemos de cocina americana bien equipada -incluso con cafetera-, una salita de estar y dos aparatos de aire acondicionado. La habitación y el baño se encuentran en la planta de abajo, debiendo descender por una endiablada escalera de caracol. Sin duda, un lugar muy reconfortante para dejar atrás el caos y las penurias, que hemos padecido esta tarde en esta caótica ciudad y que previsiblemente, continuarán durante los próximos calurosos días. 

          El domingo a última hora y desde Lamezia, regresaremos a Valencia, completando un atractivo viaje triangular.

          En cuanto al retorno desde la capital del Turia, a Madrid, las cosas se complican, cada día más. El tren -da igual, los tres operadores- ronda los cien euros, al igual, que el autobús. No nos va a quedar otra, que tirar de Bla Bla Car, donde hay opciones por menos de veinte. Aunque en el pasado no tuvimos mucha suerte con esta plataforma de conductores.