Al lado de la estación de autobuses de El Aaiun hay un buen alojamiento. La chica nos ha pedido 150 dirhams por la habitación, lo que nos parece razonable, aunque preferiríamos dormir en el centro y hacia allí nos dirigimos. En el camino, nos zampamos un suculento bocadillo de sardinas y otros complementos vegetales. En este país lo pican todo hasta lo minúsculo, porque la mayoría de la gente tiene la dentadura muy mal. Nosotros tampoco les vamos a la zaga y deberíamos ir más a menudo al dentista.
En el centro existen tres hoteles juntos, de fachada fea y antigua, aunque con habitaciones razonables. La más barata cuesta 200 dirhams, por lo que decidimos deshacer el camino -aburridos estamos del paisaje, del incesante calor y de la brutal falta de actividad - y regresamos a la zona de la estación de autobuses. Al final, acometemos la misma calle de enormes camiones aparcados, que nos saca al centro de la calzada y que a duras penas, ya habíamos recorrido esta mañana.
Ahora resulta, que había habido un malentendido y que los 150 dirhams, eran por una habitación individual y no doble, cuyo precio casi se duplica. ¡Pues, vaya día, que llevamos!
Toca retornar al centro y llevar a cabo el sufrido camino por enésima vez. Ni unos dulces, ni el tercer refresco grande de la calurosa mañana nos alivian.
Ahora sí y ya sin titubear, tomamos la alcoba de 200 con baño compartido, en el Hotel Jodesa y nos pegamos una buena siesta hasta las seis de la tarde, cuando aún faltan dos horas para anochecer.
En el centro hay muy pocas posibilidades culinarias y son caras, por lo que nos va a tocar cenar a base de snacks y de galletas de poca monta. Aprovechamos para acercarnos a la Plaza Oum Saad. Se trata de una inmensa explanada -parcialmente, en obras-, que cuenta con mucho espacio para el esparcimiento, abundante vegetación y varias fuentes y estanques espectaculares. Un buen lugar para pasar un par de horas sin hacer nada.
Nuestros planes pasaban por ir mañana a Smara, a unos 200 kilómetros de aquí. Pero hemos constatado, que solo existe un autobús al día, tiene mal horario y no tenemos garantizado el bus de vuelta. Nunca hemos cambiado tanto nuestra opinión sobre destinos, como en este viaje y las veces, que aún nos quedan de hacer lo mismo.
Por tercera noche consecutiva dormimos regular y abandonamos la habitación pronto, a pesar de que a estas horas ya golpea con fuerza el calor, que ha ido un crescendo a lo largo de los días, hasta límites insoportables (llegamos a 34 grados,mientras en Madrid no pasan de los 10).
Hemos decidido, que nos iremos hasta Marsa, a unos 25 kilómetros, donde se encuentran la playa y el Puerto de El Aaiun. Ayer y en una mensajería nos han hablado, de que existe un bus urbano, que parte de otra estación de autobuses,que lleva hasta allí. Pero nadie -incluida la chica del hotel-, nos sabe dar indicaciones de donde cogerlo.
Volvemos con calma y con abatimiento a la terminal de ayer y cogemos un caro vehículo de Supratours. Deberíamos tardar tres cuartos de hora, pero como de camino para treinta minutos para cargar y descargar mercancías en uno de sus almacenes, pues nos vamos a más de una hora. Menos mal, que el aire acondicionado es bastante potente.
El conductor no se entera de nada y tenemos, que gritarle, para que pare, porque intuimos, que nos hemos pasado de nuestro destino. Efectivamente, nos toca retornar andando -por una acera, eso si-, casi tres cuartos de hora soportando un intenso, constante y desagradable olor a pescado salado y seco.
Nos damos cuenta, de que de nuestra primera visita a El aaiun en 2012, no recordábamos apenas nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario