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domingo, 19 de octubre de 2025

Casablanca, Azemmour y El Jadida

           A las nueve de la mañana ya estamos en la cola de las taquillas de la estación de Rabat Ville. Aunque deberemos de hacer una hora de escala en Casablanca, podemos comprar un billete combinado y único, hasta Azemmour. Cambiamos dinero en los alrededores a una interesante tasa.

          El tren parte puntual, es confortable para distancias cortas y tiene un potente y agradecido aire acondicionado. Sin embargo, paramos demasiado por el camino y llegamos con veinte minutos de retraso.

          Paseamos por los alrededores de Casa Port, formados por edificios altos, funcionales y modernos. El suelo se encuentra bien pavimentado con amplias explanadas. Al fondo se ubica el caótico puerto de mercancías y no demasiado lejos, la memorable Mezquita de Hassan II. Parece ser, según la Lonely, que han construido recientemente una bonita corniche, que conduce desde ella, al faro.

          Tomamos a continuación la linea secundaria - las dos principales son norte - sur y oeste -nordeste-, que conduce hasta El Jadida y que tiene parada en Azemmour, que va a ser nuestro siguiente destino. El tren es más viejo, que el anterior y se detiene en todas partes.

          La estación de halla a las afueras, a unos dos kilómetros de la colosal medina amurallada. De por medio y a mitad de camino se encuentra la de autobuses. Observamos más puestos callejeros -fruta y pescado, sobre todo - y más pobreza en el vestir de los lugareños, notándose, que nos adentramos en el sur del país.

          Atravesamos la gruesa muralla y nos encontramos en una agradable medina casi vacía -nos cruzamos solo con un guiri-, pero irregular, porque mezcla edificios recién restaurados con otros abandonados o ruinosos, estando el resto en diferentes estados intermedios de conservación.

          Anexo se encuentra el bonito polvorín portugues, que está cerrado, suponemos, por el deterioro de su interior. De él solo queda en pie su torre.

          Tras la visita, nos dirigimos a la estación de autobuses (los trenes a El Jadida son menos frecuentes).  A estas horas ya no parte ninguno, por lo que no nos queda otra que subir a un taxi compartido, que sale de inmediato y que en veinte minutos nos deja en nuestro destino.

          La estación de El Jadida está a unos dos kilómetros del centro y de la fortaleza portuguesa, principal atractivo de la ciudad.

          El Jadida no tiene medina, como tal, porque carece de murallas, aunque la zona más antigua de entrelazadas calles permanece muy vibrante y vital. Predominan los puestos de todo tipo, especialmente, los de comida elaborada -pescados y carnes con guarnición - y frutas y verduras.

          Nos cuesta encontrar alojamiento, porque hay pocos y son caros. Finalmente y por casualidad, recalamos en el hotel Niza, donde ya estuvimos en 2010. Lo han reformado y ahora está compuesto por varios apartamentos con habitaciones, baño y cocina -sin equipar-, en el que va a ser el mejor alojamiento calidad - precio del viaje (150 dirhams).

          La fortaleza portuguesa se encuentra, como Azemmour, en distintos estados de conservación. Tiene una calle principal con tiendas turísticas, la Cisterna portuguesa -de pago, pero actualmente cerrada -, numerosos bellos edificios y una espectacular -aunque rara- mezquita. El resto es callejear con calma y subir y caminar por las murallas con vistas al reposado mar.

          Para cenar, el bocadillo más completo del viaje: sardinas con patatas fritas y rebozadas, berenjenas, pimientos, cebolla y salsa rosa.

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