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domingo, 17 de febrero de 2019

Las Blue Mountains y Melbourne

Las dos primeras son, de Blue Mountains y el resto, de Melbourne (Australia)

            Hay una cosa, que me da mucha rabia, pero de la que es imposible aislarse: la puñetera manía de las compañías aéreas, de ser más estrictas, que los propios estados, que te reciben. Pasa una y otra vez. En este viaje y como ya conté, nos ocurrió con Ukrainie, cuando nos trataron de denegar el embarque, por no tener boleto de vuelta, de Bangkok.

          Ayer, la señorita de Jetstar, solicitó una y otra vez el papel de la ETA, de Australia, -dado que retornaremos, por Sydney, tras regresar, de Nueva Zelanda-, cuando en ningún momento, las autoridades de ese país nos lo ha solicitado. Lo más flagrante nos ocurrió, en India, hace cuatro años, cuando un imbécil, se empeñó en el que teníamos, que contarle, que íbamos a hacer después de partir de Delhi y aterrizar, en El Cairo.

          Pero, antes de abandonar las entradas del blog, sobre Australia, me gustaría comentaros un par de destinos, que he pasado por alto.

          Las Blues Mountains son una muy buena excursión, a dos horas de tren, de Sydney. Se trata de un desfiladero circular, que aglutina numerosos senderos, que se entrelazan y que terminan en miradores y cascadas. Lastima, que hay demasiada vegetación, que impide unas vistas más espectaculares.

          También os quiero hablar de Melbourne, ciudad llena de cuestas, aunque a Sydney, tampoco le faltan. Llegar a las seis de la mañana y con frío, además de sus anchas y vacias aceras, hacen que parezca una ciudad sin alma, pero, como siempre, el paso del tiempo va poniendo las cosas en su sitio.

          La plaza principal es fea, aunque muy animada los fines de semana, por la gente, por los espectáculos que en ella se llevan a cabo y también, por coloridos coches de caballos.

          Chinatown despierta al atardecer y las colas en los restaurantes de la calle principal son interminables. Pero, el punto neurálgico son los muelles del río, bien diseñados y  habilitados, donde el ocio y la alegría -entendamos la misma, a la australiana-, campan a sus anchas en las tardes de viernes y de sábado.

No debeis perderos el mercado Victoria, que plantean desde muy temprano, cinco días a la semana. Se trata del más grande del hemisferio sur, a pesar de que ocupa un enorme aparcamiento. Es posible degustar diversas muestran de comida variada y gratuita. A pesar, de que tiene un toque asiático, no resulta demasiado exótico, aunque si, muy colorido.

          También existe una especie de bahía o waterfront, algo alejada y no muy bien encajada con el resto de la ciudad.

          Regresamos a Sydney -como siempre, con paradas eternas en los McDonald's- y rezamos, para que ningún aeroportuario de pro -sea de la secta, que sea-, nos trunque el viaje, a Nueva Zelanda.

          No quiero, dejar de referirme, a tres de nuestros lugares favoritos, en Sydney: la magnífica y brava playa, de Bundj -a ocho kilómetros del centro-; la ajetreada y polivalente bahía, de Darling -muy cerca de la sosa e insulsa, Chinatonw- y el maravilloso mercado de pescados -con deliciosas viandas crudas, aunque, sobre todo, cocinadas-, que se ubica en el algo alejado barrio, de Glebe, junto al parque Wentworth.

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