Este es el blog de algunos de nuestros últimos viajes (principalmente, de los largos). Es la versión de bolsillo de los extensos relatos, que se encuentran en la web, que se enlaza a la derecha. Cualquier consulta o denuncia de contenidos inadecuados, ofensivos o ilegales, que encontréis en los comentarios publicados en los posts, se ruega sean enviadas, a losviajesdeeva@gmail.com.

martes, 26 de febrero de 2019

El aventuroso viaje, a Lombok (la isla guindilla)

                                          Fotos del trayecto, entre Ubud y Lombok (Indonesia)

          Hartos de la lluvia y sobre todo, de las maldita motos, todos lis días sueño -dormido y despierto- con hacer un efecto dominó en cualquier acera y derribarlas o levantarme de madrugada y arrasar la ciudad. Nada ha cambiado en este aspecto motoristico, durante los últimos diez años, aunque si, en el de los bemos, que son escasos y ya solo recogen a viejas acarreando enormes y numerosos bultos. Ayer y por curiosidad, preguntamos en la calle principal, de Ubud y un policía nos dijo, que para Kuta o Denpasar, solo circulan por las mañanas y con muy poca frecuencia. ¡Esto ya no es lo que era! Hicimos bien, por tanto, en coger el shuttle para venir hasta aquí.

          Para los guiris, en realidad, mejor, porque en los autobuses directos, ni te engañan, ni te dan la brasa, algo harto complicado de evitar hace unos años en estas islas y con el cansino transporte tradicional.

          Aburridos -es una pena, acabar así- de maravillosos templos en las inmediaciones, de Ubud, decidimos dejar para otra vez, la excursión organizada y típica por los alrededores -Besakih y Kehen, fundamentalmente- y adelantar un día nuestra partida, hacia Lombok.

          Como ya dije, no nos apetecía madrugar, ni perdernos el buen desayuno de nuestro hotel. De nuevo, ocho opciones gastronomicas a elegir, con unas cláusulas, que parecen destinadas, a ser resueltas por el tribunal Supremo, de Indonesia. Es escaso y el truco consiste, en que repitas y elijas otro y abones 20.000 rupias más. Me parece justo, que en Bali muchos hoteles -los más despiertos- hagan de Ryanair o Air Asia, cobrando por tramos.

          Para organizar una travesia, minimizando riesgos, deberíamos levantarnos pronto y coger el bus de las siete o de las ocho de la mañana (todos cuestan lo mismo). Pero, la pereza nos invade y decidimos, jugarnosla y asumir algo más de aventura.

          Como estaba previsto, el autobús parte a las once de la mañana y llegamos casi de noche, a Lembar, en Lombok -traducido, significa guindilla- sin saber muy bien, que nos vamos a encontrar. La primera parte del camino parece fácil y lo es: shuttle, a Padangbai, donde llegamos en una hora y treinta y cinco minutos.

          La carretera cuenta con muchas curvas y mal asfalto. Atravesamos una selva intercalada de claros y compartimos trayecto con guiris sonrientes y supuestamente ricos, que van con todo organizado, para las islas Gili y pelmas del transporte -no sé a dónde, si estamos al lado del muelle-, que nos reciben en esta localidad costera, cubierta por un día gris, de otros tantos, desde que retornamos al sudeste asiático, que ya casi son, absolutamente normales por la fuerza de la costumbre.

          No nos engañemos: el ferry público (46.000 rupias) es una oferta VIP para ahorradores y tacaños -o supervivientes-, aunque el trayecto resulta aburrido y sin emociones fuertes, a pesar de la mala fama, que tienen estas embarcaciones, en Indonesia. ¡Mejor! Tantas sorpresas, ya nos van agotando en este país.

          Comemos algo mejor, que los días anteriores, a base de una pirámide de arroz con tortilla francesa, pescados secos y salsa y fritanga variada.

          El barco tarda algo más de lo que dicen -cinco y diez y no cuatro horas- y en nuestro caso, dan preferencia a otro ferry, que viene después y mis dejan varados a la entrada del puerto. Mientras, anochece y nos entran los nervios, más por estar agobiados en la parte baja llena de camiones, coches y motos, que por el difuso futuro, que nos espera hoy, teniendo en cuenta, que en toda la amplia bahía, no se divisa población alguna, ni siquiera una sola casa o luces. Pues nada, a dormir a la terminal, como si estuviéramos en la estación de trenes, de Sydney. No sé muy bien, si la hay, aunque a oscuras, solo aparecen oficinas de agencias  marítimas, ya cerradas.

          Somos los únicos extranjeros del barco a la vista y por eso mismo, carne de asedio de los de las motos, los taxistas, los pelmas en general y hasta de las señoras de los puestos de comida -de buena y barata oferta-, que también se crecen ante nuestro desconcierto. Ni siquiera sabemos por dónde caminamos, entre reflejos difusos de las luces de los camiones y suelo mal asfaltado. Los del transporte se van cansando y nos dejan en paz. En ese momento, llega un chico, que nos ha debido seguir en silencio y a distancia y nos pide 100.000 rupias, por ir a Mataran, que al menos sabemos, que está a treinta kilómetros de aquí. No se nos ocurre regatear está oferta y con determinación, nos subimos a su flamante vehículo.

          Luego, nos trata de vender otros trayectos, mientras, cual kamikaze, adelanta a todo lo que se mueve. Le pedimos, que nos deje en el centro, aunque no sabemos dónde puede estar. El, mientras intenta, de forma simpática, llevarnos, a Senggigi, y a un hotel predeterminado, para cobrarnos unos miles de rupias más, que nos podría arreglar la vida, más que sentirnos estafados. Pero si vamos allí y queremos volver a la capital, todo sería un sudoku indonesio, que preferimos evitar.

          La suerte nos termina de acompañar una vez más: un buen supermercado con cerveza fresca, a pocos metros de donde nos ha dejado y tras preguntarnos a unos lugareños de un puesto callejero -aqui hay más, que en Bali, sobre todo, por las tardes-, damos con un homestay, donde nos tratan bien. La habitación dispone de baño, algo tan echado de menos en nuestra junglesca y escarpada vida ubudeña. Mañana, el desayuno consistirá en arroz frito. ¿Merecerán ser tenidas en cuenta las altas expectativas, aunque solo sea con verduras?

          A todo esto y en treinta kilómetros de locura, más de cincuenta mezquitas cantarinas, nos han recordado, que hemos vuelto, a la maldita Musulmania. Menos mal, que traemos alcohol para dos días, hasta poder investigar nuevas fuentes de abastecimiento.

          Lombok no va a ser Komodo -vaya chiste más malo-, pero nuestro objetivo y de cualquier manera es, poder regresar, a Kuala Lumpur, desde Denpasar, dentro de una semana.

No hay comentarios: