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jueves, 21 de febrero de 2019

¡Cansado de lo anglo! (este es el post 500 del blog)

                   Todas las fotos de este post son, de Christchurch (Nueva Zelanda)

          Al fin y con la compañía Scoot -a muy buen precio-, hemos adquirido los billetes, para dejar de una vez para siempre, la Oceanía sajona. A la postre y si se cumplen los planes, van a ser 33 días en estos territorios de la Commonwealth, de los que hemos acabado algo hartos (más en Nueva Zelanda, que en Australia)

          Admiramos la ingenuidad de la mayoría de la gente de estos lares y la confianza, que te dan, sin ni siquiera conocerte. Un ejemplo: reservamos en Booking una habitación en una casa privada, en Christchurch. Automáticamente y dado que el daño trabajo "full time", nos entrega el código de entrada de su casa e instrucciones para localizar la habitación. ¡Como si fuera nuestra propia casa o fuéramos familiares o amigos íntimos!

          Llegamos y nos acomodamos a nuestras anchas. Cuando el propietario llega, surge un pequeño problema: no acepta tarjetas de crédito y nosotros solo tenemos y nos indica, con naturalidad, que cuando cambiemos mañana, le metamos el resto de billetes por debajo de la puerta de su habitación. ¡Toma ya!

          Nos encanta también, el aparente saber estar, hasta llegar al ridículo, de estos sajones, (más bien por el qué dirán y el postureo, que por otra cosa). Ejemplo desternillante: en un país, donde la mayoría de los baños son mixtos, donde no lo eran, unas 15 tías aguantan estoicamente en cola, estando vacíos el de los hombres y el de los minusválidos.

          Si, lo siento así: tras un mes, estoy harto del mundo sajón y de que hayan impregnado todas sus conquistas territoriales de la misma manera. Pero no pasa nada: cuando me voy a Marruecos ocho días, también me agobio, así que será cosa mía. Pero, si. Estoy harto del sorry a todas horas y sin venir a cuento. Si te atizo, ya me dices sorry y cuando voy a disculparme de corazón, ya te has pirado y seguido tu camino. Cuando te fastidian ellos, el mismo sorry impersonal, sin una mueca y sin torcer la mirada.

         Odio el individualismo de esta gente, su poca empatía, la comida basura que comen, el que te perdonen la vida a cada paso. Estoy cansado de sus gesticulaciones -probablemente naturales, pero muy exageradas- teatreras al expresarse, del "oh my god" a todas horas y de que hablen, como si tuvieran un estropajo dentro de la boca.

          En su descargo, debo decir, que el mundo sajón es donde mejor te consienten que hables mal inglés y dónde tiene más paciencia a la hora de atenderte.

          Pero, me aburre verlos todo el día con el vasito de café de la mano por la calle, bebiendo por un agujerito del propio envase.

          Y, lo de la sostenibilidad de este continente es una patraña. Aquí parece todo más civilizado, porque son cuatro gatos para un territorio enorme. Pero ciudades, como Christchurch, están hechas para los coches -en los que normalmente, solo va una persona- y más que nada, porque son de casas tan bajas y alargadas, que es imposible llegar andando a cualquier parte. Y las tiendas de alcohol -que tanto usan-, para más inri, están a las afueras.

          En Queenstown, ni siquiera hay pasos de cebra y los semáforos para el peatón, en Australia y Nueva Zelanda, apenas duran un par de segundos.

          La última ocurrencia, en Nueva Zelanda -hasta la siguiente- es, que la propia municipalidad, ha comprado y puesto al servicio de los ciudadanos -generalmente los más jóvenes-, los dichosos patinetes eléctricos, que se están tratando de prohibir -o al menos, de regular- en muchas ciudades de España. Y luego, reivindicaremos, que la gente ingiera menos calorías, que haya más deporte, que no moleste a las demás o que las motos y los tuck tucks deban salir de las aceras del sudeste asiático o de India. ¡Putos hipócritas!

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