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lunes, 11 de febrero de 2019

20.000 kilómetros volando y la decisión la toma un perro

                   Las tres primeras son, de Surfers Paradise y el resto, de Brisbane (Australia)

          Pues si. Después de más de 20.000 kilómetros recorridos, 21 horas efectivas de vuelo en asientos incómodos - más las largas esperas en los aeropuertos- es un perro desganado y vestido con un trajecito rojo, el que te huele a ti y a tu equipaje. Es el último control de ingreso en el aeropuerto, de Gold Coast, y es quien tiene la última palabra para decir si eres apto o no  para entrar, en Australia.

          El ingreso al país, ha sido más tranquilo de lo esperado,  aunque nos hemos visto sobresaltados, de nuevo, por las tarjetas - que como en viajes anteriores- han formado parte de nuestro martirio.

          Primero, las de crédito, que se negaban a pasar por la máquina de lectura del autobús del aeropuerto y después, las de los dos teléfonos de Simyo, que siguen sin dar señales de vida y no aceptan el roaming de voz - el de datos está  restringido- y que amenazan con reeditar la pesadilla del año pasado, en cuanto tratemos de reservar un vuelo, con confirmación por SMS.

          Por lo demás y con algo de incertidumbre, tratamos de sacar nuestras primeras conclusiones y tomar nota de las curiosidades de este nuevo país.

          Por cierto, hemos visto, encontrado y charlado con más españoles hoy, que en los 20 dias que estuvimos en Tailandia. Y, nos ha sorprendido.

          Nos da la sensación, de que esta gente australiana es muy anglosajona. Brisbane huele más a Londres o a Nueva York, que a una isla en medio del Pacífico. Menos mal, que los restaurantes internacionales  -sobre todo, asiáticos -, alivian un poco el tema gastronómico.

          Nos ha llamado la atencion, desde nuestra llegada, a Surferos Paradise, que algunos de los pasos de cebra son muy raros y los semáforos duran solo unos pocos segundos para los peatones, por lo que tenemos que cruzar a toda prisa, saltando, como los canguros. Son los lugareños, muy educados -aunque frios-, a pesar de que nadie respete un semáforo en rojo.

          Aunque Surfers Paradise es muy turístico y parece que hay muchos asiáticos tratando de ganarse un jornal, el alojamiento es carísimo, aunque creemos, que en cuanto salgamos para otras zonas con más oferta mochilera, nuestro presupuesto irá bajando. De todas formas, nos ha coincidido el fin de semana y tienen la insana costumbre de subir los precios de los hoteles en este periodo.

          Cuando entras la primera vez al super, te asustas, pero sino eres caprichoso, hay ofertas buenísimas al 50%, durante todo el día. Y otros precios muy accesibles: alubias con albóndigas, unos 65 céntimos; lo mismo, que una cerveza de 33 centilitros - comprándolas de 30 en 30- ; 1,20 euros, dos litros de zumo de naranja; 80 céntimos por una bandeja de shusi de ocho piezas; 40 céntimos por una lata de sardinas en aceite vegetal o poco más de dos euros por una botella de vino tinto.

         Mira, que siempre había oído, que los vinos eran algo, que teníamos, que evitar, a lo largo de nuestra estancia, debido a su elevado precio. ¡Nada más lejos de la realidad! El alcohol es otra cosa, que no se permiten ni ellos.

          La lastima es, que hemos encontrado la maravillosa playa, de Surfers Paradise, a 19 grados y con un viento con fuerza de tifón. Cuando ayer en Kuala Lumpur, a 33 grados, babeabamos por pegarnos un reconfortante e idílico baño.

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