Reposamos, sobre el cálido, aunque duro suelo de Manises, mientras tratamos de coger el sueño. Barrunto, que pueda ser, como dicen Veintiuno, que lo que llamáis poliamor, son los cuernos de siempre o, tal vez sea, como indica Sidonie, que los que creéis en la monogamia, también pensáis, que la tierra es plana. O, quizás y como aseguran Carolina Durante, Santi -así, me llamo yo- y Cristina -la estoy buscando sin éxito, porque sigo con Ana, mi pareja de toda la vida-, seamos la dupla histórica de la noche, como se refiere en su temazo, "Granja escuela"...
Amanece en Valencia, aunque no entre montañas, como en Santiago de Chile, que diría Amaral. Son las ocho y levantamos nuestros cuerpos del piso. Encontramos, todavía fresquitas, cuatro cervezas San Miguel especial, por lo que ya tenemos listo el desayuno.
Son las nueve y media, cuando nos colocamos delante de la puerta de salidas del aeropuerto. No pasa, ni un minuto, cuando recibimos la llamada de César, que nos pregunta, como nos puede identificar.
Subimos al cómodo Tesla en la parte de atrás. Cesar es mayor -jubilado ya- y en el asiento del copiloto viaja una mujer coetánea. No nos la presenta, pero pronto, acabamos deduciendo, que se trata de su mujer y no de una pasajera anónima.
Aún, nos queda por completar el pasaje para iniciar el viaje, a Madrid. En una rotonda de las afueras sube Alejandro. ¡Ya estamos todos!
César es un conductor muy experimentado -cuarenta mil kilómetros al año o lo que es lo mismo, una vuelta al mundo por el Ecuador - y lleva el coche equipado con la tecnología más puntera, así, que viajamos en volandas, sin esfuerzo y sin superar nunca los límites de velocidad y teniendo a cada rato noticia sobre los radares fijos del aburrido recorrido, que nos va a llevar cuatro horas, parando media en una gasolinera - restaurante, para recargar la batería del coche, que cuenta con una autonomía de 350 kilómetros. Aunque, no es lo mismo, de Madrid, a Valencia, cuesta abajo, que en la dirección contraria.
César y esposa son buena gente y muy comunicativos, aunque resultan algo frikis, porque la friqueza , no tiene edad. Es muy visible, que ella padece Parkinson.
En la primera parte del viaje recibimos una clase magistral sobre coches eléctricos y carga de baterías, que no parece casual, pero que es de agradecer, porque nosotros no tenemos ni idea del tema. Es claro, que esta fórmula renta y que por treinta y cinco mil euros, quitando diez mil de subvenciones estatales, puedes hacerte con un vehículo de estos, de Elon Musk.
Comparado con los días anteriores, la mañana no es muy calurosa y no debemos tirar del aire acondicionado del coche. Mejor, ¡porque César lleva todo el gasto del viaje calculado!.
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