El viaje va fluyendo y después de los primeros cincuenta kilómetros, comienza el intercambio comunicacional. Primero, sobre temas generales, como las renovables o las placas solares -quien cuenta con un tejado, tiene un tesoro -y después, sobre asuntos más personales.
César y Conchi -él, antiguo trabajador de Telefónica, ella, maestra jubilada -, entretienen su incipiente vejez haciendo de figurantes en series y películas punteras de plataformas y televisiones. Por supuesto, no viven de ello, pero acumulan experiencias y anécdotas, además de viajar por buena parte de España, porque van a casi todos los lugares, donde los llaman.
Precisamente, hoy van a la calle Prim, de Madrid, junto a Recoletos, a participar en varias escenas, aunque no saben de que serie es o de qué va, porque según dicen, en este mundo, hay mucho secretismo.
Y para financiar su tardía afición, transportan a gente, como nosotros, a lo largo del país, según los llaman para los castings.
Son muchas, las preguntas, que les hacemos, durante el entretenido viaje, pero se nos olvida la más importante: ¿dónde lo pasáis mejor y tenéis más anécdotas, en los rodajes o compartiendo el coche con gente divertida?. ¡Quedará para la próxima ocasión!.
Pero, ¡oh sorpresa!. El gran tapado del viaje es, Alejandro, que con algo más de un par de décadas menos que nosotros, ha tenido casi tantas experiencias de nivel como las nuestras. Se trata de un hábil y dicharachero emprendedor, que ha triunfado mil veces y ha fracasado otras tantas o más. Nos cuenta mil historias, pero las resumimos en dos, de distinto calado y consecuencias, aunque ambas muy emotivas.
Con veintipico y con dos socios, montó un barco fiestero en la bahía de Valencia, con capacidad para cuatrocientas personas. El éxito fue inmediato y las borracheras eran tan descomunales, que pronto, se quedaron sin capitanes que quisieran acometer las travesías, por lo que el proyecto acabó en la ruina y él no, pero sus compañeros terminaron endeudados con los derechos de amarre, acabando la embarcación en el desguace.
La segunda historia resulta muy contundente y pone los pelos de punta, al más templado. Tuvo un accidente en 4 por 4 en el desierto del Sáhara y terminó debajo del vehículo.
Sufrió heridas gravísimas y pérdida de parte de órganos vitales, que aún hoy padece y se quedó sin casi sangre en su cuerpo. Como él dice, se vió muerto y fue un milagro salir de aquel hospital desastroso. Pero, sin seguro, no volvió a España en un avión medicalizado, sino en el vuelo de vuelta regular, que tenía, comprado desde el principio del periplo
Llegamos a la calle de Alcalá y nos despedimos de tan agradable y amena compañía. Gran y vibrante experiencia, aunque a estas alturas vitales y por no arriesgar, preferimos la tranquilidad y previsibilidad del tren, que los trepidantes viajes compartidos.
En Méndez Álvaro y sin demasiado calor, cogemos el ALSA para Valladolid y el veraniego viaje languidece y ya no da más de si.
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