jueves, 31 de julio de 2025
La hostelería tocada y esperamos...que el actual modelo se hunda.
miércoles, 30 de julio de 2025
¡A viajar a cualquier parte, que no sea , España!
Corría julio de 1988, cuando mi pareja y yo, empezamos la relación, que a día de hoy, aún mantenemos. Pronto, comenzaron los viajes. Primero por España y no tardando mucho, por Europa.
Nuestro primer destino continental en marzo de 1989, no fue demasiado original: París, pero nos sirvió para foguearnos, a lo grande.
Con nuestros pocos más de veinte años, nos trataron de estafar en un alojamiento, consiguiendo impedirlo. Por otra parte y desde el principio, nos dimos cuenta, de que no todo era rancio en España y avanzado por ahí, cuando una tosca señora francesa nos echó la bronca por besarnos expansivamente en la calle. Estuvimos más de una semana, en la que no entendimos nada, de por qué la capital francesa era la ciudad de la luz y el glamour.
Pero, lo que más nos chocó, fue la abismal diferencia de los precios de las cosas en Europa -en Austria, por ejemplo, salimos realmente asustados y casi con hambruna-, que en muchos casos, duplicaban los de nuestro país. No obstante, parecía normal, porque ganaban, bastante más, que nosotros.
Hoy en día -y hace algunos años, también - esas diferencias no solo han desaparecido, sino que España y a lo bestia, se ha convertido en uno de los países más caros -si no, el que más -, del viejo continente. Con un sueldo medio de dos mil cien euros -y un salario mínimo de mil ciento ochenta y cuatro-, estamos bastante por debajo de Francia -alrededor de tres mil quinientos y mil ochocientos, respectivamente - y de Italia, nuestros dos últimos destinos. En el país transalpino no existe un SMI fijado por ley, pero la media de ingresos es de unos tres mil euros al mes.
Por no cansar mucho, resumo: el anterior fin de semana y consultando Booking, era prácticamente imposible encontrar una habitación en Asturias y Cantabria por menos de 100-120€. Nosotros, en Toulouse, Marsella, Reggio Calabria y Lamezia hemos dormido por menos de 50. Las excepciones fueron las turísticas Carcassonne y Tropea, pero aún así, en estos lugares existen ofertas, rondando los 70.
Sobre la hostelería no voy a hablar en este post -aunque si, en el siguiente, para no dejar títere con cabeza-, pero los precios son absolutamente abusivos a lo largo y ancho del continente, por lo que allá cada uno con su vida.
Cierto periódico nacional ha llegado a sugerir, que sale más, a cuenta ir a Bali, que a Mallorca o Menorca .Aunque la comparación nos parece algo exagerada, al ritmo, que van las cosas...
Pero, además de hacer turismo o viajes, hablemos de la cesta de la compra y del día a día. La brutal inflación ha llevado a España -junto a Portugal, Reino Unido o Albania-, que hayamos visto últimamente- a unos precios desproporcionados en la alimentación básica, nada acordes con los sueldos.
Por cierto: si queréis comprar relativamente barato en Francia las opciones son, por este orden, Lidl, Aldi y en ciertos productos, Auchan. Se debe evitar a toda costa el Coop, como en Italia.
La estrella de los precios bajos en Italia es Eurospin, aunque está cadena de supers, solo la hemos visto en el sur del país y en Cerdeña y no en el norte ( lo cual no significa, que no la haya).
¿Cuándo explotará España, como destino turístico de masas?. Creemos y hay síntomas, que lo denotan, que más pronto, que tarde. Lo que aguanten los alemanes y los británico, pero ya ha empezado la desbandada.
martes, 29 de julio de 2025
¡Ave César (parte II)!....y también Alejandro
El viaje va fluyendo y después de los primeros cincuenta kilómetros, comienza el intercambio comunicacional. Primero, sobre temas generales, como las renovables o las placas solares -quien cuenta con un tejado, tiene un tesoro -y después, sobre asuntos más personales.
César y Conchi -él, antiguo trabajador de Telefónica, ella, maestra jubilada -, entretienen su incipiente vejez haciendo de figurantes en series y películas punteras de plataformas y televisiones. Por supuesto, no viven de ello, pero acumulan experiencias y anécdotas, además de viajar por buena parte de España, porque van a casi todos los lugares, donde los llaman.
Precisamente, hoy van a la calle Prim, de Madrid, junto a Recoletos, a participar en varias escenas, aunque no saben de que serie es o de qué va, porque según dicen, en este mundo, hay mucho secretismo.
Y para financiar su tardía afición, transportan a gente, como nosotros, a lo largo del país, según los llaman para los castings.
Son muchas, las preguntas, que les hacemos, durante el entretenido viaje, pero se nos olvida la más importante: ¿dónde lo pasáis mejor y tenéis más anécdotas, en los rodajes o compartiendo el coche con gente divertida?. ¡Quedará para la próxima ocasión!.
Pero, ¡oh sorpresa!. El gran tapado del viaje es, Alejandro, que con algo más de un par de décadas menos que nosotros, ha tenido casi tantas experiencias de nivel como las nuestras. Se trata de un hábil y dicharachero emprendedor, que ha triunfado mil veces y ha fracasado otras tantas o más. Nos cuenta mil historias, pero las resumimos en dos, de distinto calado y consecuencias, aunque ambas muy emotivas.
Con veintipico y con dos socios, montó un barco fiestero en la bahía de Valencia, con capacidad para cuatrocientas personas. El éxito fue inmediato y las borracheras eran tan descomunales, que pronto, se quedaron sin capitanes que quisieran acometer las travesías, por lo que el proyecto acabó en la ruina y él no, pero sus compañeros terminaron endeudados con los derechos de amarre, acabando la embarcación en el desguace.
La segunda historia resulta muy contundente y pone los pelos de punta, al más templado. Tuvo un accidente en 4 por 4 en el desierto del Sáhara y terminó debajo del vehículo.
Sufrió heridas gravísimas y pérdida de parte de órganos vitales, que aún hoy padece y se quedó sin casi sangre en su cuerpo. Como él dice, se vió muerto y fue un milagro salir de aquel hospital desastroso. Pero, sin seguro, no volvió a España en un avión medicalizado, sino en el vuelo de vuelta regular, que tenía, comprado desde el principio del periplo
Llegamos a la calle de Alcalá y nos despedimos de tan agradable y amena compañía. Gran y vibrante experiencia, aunque a estas alturas vitales y por no arriesgar, preferimos la tranquilidad y previsibilidad del tren, que los trepidantes viajes compartidos.
En Méndez Álvaro y sin demasiado calor, cogemos el ALSA para Valladolid y el veraniego viaje languidece y ya no da más de si.
¡Ave César! (parte I)
Reposamos, sobre el cálido, aunque duro suelo de Manises, mientras tratamos de coger el sueño. Barrunto, que pueda ser, como dicen Veintiuno, que lo que llamáis poliamor, son los cuernos de siempre o, tal vez sea, como indica Sidonie, que los que creéis en la monogamia, también pensáis, que la tierra es plana. O, quizás y como aseguran Carolina Durante, Santi -así, me llamo yo- y Cristina -la estoy buscando sin éxito, porque sigo con Ana, mi pareja de toda la vida-, seamos la dupla histórica de la noche, como se refiere en su temazo, "Granja escuela"...
Amanece en Valencia, aunque no entre montañas, como en Santiago de Chile, que diría Amaral. Son las ocho y levantamos nuestros cuerpos del piso. Encontramos, todavía fresquitas, cuatro cervezas San Miguel especial, por lo que ya tenemos listo el desayuno.
Son las nueve y media, cuando nos colocamos delante de la puerta de salidas del aeropuerto. No pasa, ni un minuto, cuando recibimos la llamada de César, que nos pregunta, como nos puede identificar.
Subimos al cómodo Tesla en la parte de atrás. Cesar es mayor -jubilado ya- y en el asiento del copiloto viaja una mujer coetánea. No nos la presenta, pero pronto, acabamos deduciendo, que se trata de su mujer y no de una pasajera anónima.
Aún, nos queda por completar el pasaje para iniciar el viaje, a Madrid. En una rotonda de las afueras sube Alejandro. ¡Ya estamos todos!
César es un conductor muy experimentado -cuarenta mil kilómetros al año o lo que es lo mismo, una vuelta al mundo por el Ecuador - y lleva el coche equipado con la tecnología más puntera, así, que viajamos en volandas, sin esfuerzo y sin superar nunca los límites de velocidad y teniendo a cada rato noticia sobre los radares fijos del aburrido recorrido, que nos va a llevar cuatro horas, parando media en una gasolinera - restaurante, para recargar la batería del coche, que cuenta con una autonomía de 350 kilómetros. Aunque, no es lo mismo, de Madrid, a Valencia, cuesta abajo, que en la dirección contraria.
César y esposa son buena gente y muy comunicativos, aunque resultan algo frikis, porque la friqueza , no tiene edad. Es muy visible, que ella padece Parkinson.
En la primera parte del viaje recibimos una clase magistral sobre coches eléctricos y carga de baterías, que no parece casual, pero que es de agradecer, porque nosotros no tenemos ni idea del tema. Es claro, que esta fórmula renta y que por treinta y cinco mil euros, quitando diez mil de subvenciones estatales, puedes hacerte con un vehículo de estos, de Elon Musk.
Comparado con los días anteriores, la mañana no es muy calurosa y no debemos tirar del aire acondicionado del coche. Mejor, ¡porque César lleva todo el gasto del viaje calculado!.
lunes, 28 de julio de 2025
Bla Bla Car, al rescate
La primera vez -y única, hasta la fecha-, que nos servimos de Bla Bla Car fue en mayo de 2014, en un recorrido entre Valladolid y Madrid, que daba inicio a nuestro sexto viaje largo.
Entonces, todo era una chapuza. Desde la forma de contratar, a través de la plataforma -en nuestro caso, no se llevaron un euro, al poder contactar fácilmente, con el conductor-,hasta la forma de concertar las citas o el desarrollo del recorrido.
Al final, tuvimos una muy mala experiencia en un coche de siete plazas, que paraba más que andaba, que se perdía en las rotondas y que nos dejó en la capital de España en tres horas y media, que es bastante más, de lo que se tarda en el tren o autobús más lento.
Caímos en desánimo y nunca más hasta hoy, volvimos a requerir los servicios de este gremio organizado de conductores.
Sí supimos -somos curiosos-, que la plataforma mejoró su forma de gestión y empezaron a cobrar una comisión a los usuarios, cambiando más adelante el modelo y cargándosela a los drivers. Al final, pagas lo mismo, pero una manera es más elegante, que la otra.
Once años después y debido a los intolerables precios del tren y del autobús no nos ha quedado otra, que acordarnos de Bla Bla Car y está vez -lo detallamos en el siguiente post-, para bien.
Hoy en día y en Bla Bla Car, la mayoría de los conductores suelen estar bien puntuados, disfrutan de buenos comentarios de los pasajeros, aunque se debe estar atento al precio, porque por el mismo itinerario, te pueden cobrar tres o cuatro veces más, sin ninguna contraprestación, a cambio.
¿Que nos gusta de Bla Bla Car? Sin lugar a dudas, la funcionalidad de la aplicación y la facilidad para comparar, elegir y pagar.
¿ Que no nos gusta de esta aplicación cochera? Fundamentalmente, que los conductores tengan el privilegio de elegir, si te aceptan o no. Tienen tres horas para decidirse, si es de día y doce si contratas de noche. A ver: cuando yo compro un billete de AVE, de ALSA o pido una pizza a domicilio no tengo, que pasar ningún filtro de idoneidad, por lo que este asunto parece muy feo y atraviesa el umbral de la discriminación.
El caso es, que tras concretar pequeños detalles, como el tamaño del equipaje o el lugar exacto de recogida, César nos acepta en menos de media hora. Quedamos a las nueve y media de la mañana del lunes y deberemos estar pendientes de un Tesla azul, con una antigüedad de siete años.
Salvo, que sea por prescripción médica, mejor evitar Lamezia.
Lo malo de los viajes "roller coaster" es, que vivir la noche en blanco sea divertidísima o un horror, termina pasando factura por la mañana, pierdes habilidades básicas y sobre todo, te vuelves muy irascible, con el peligro, que ello tiene. Y además, porque la imperante moda -no hay vuelta atrás- obliga a qué cada vez, se tome más tarde la posesión del alojamiento. Hace décadas y en todos los casos, era a las doce de la mañana y hoy en día, no resulta raro, que sea a las cuatro o las cinco de la tarde.
Y algo parecido ocurre con el check out, que puede ser a las nueve o diez de la mañana y los propietarios del alojamiento se quedan tan anchos. Actualmente, poder disponer de una habitación o apartamento, durante 24 horas -sería lo suyo- es absolutamente imposible.
Expuesto lo dicho, indicar, que nosotros hoy estamos tan a gustito en nuestra confortable habitación de Lamezia, con servicios muy cuidados, un amplio baño y potente aire acondicionado, con la temperatura exterior marcando 40 grados y el sol aplastándolo todo.
Ya no existe más margen y debemos tomar una decisión, sobre como volveremos desde Valencia, a Madrid. No hay sorpresas y lo haremos por 20€ por persona, con un conductor, llamado César, que nos acepta rápido y sin problemas. Para evitar inconvenientes , hemos dejado un margen de doce horas entre el aterrizaje y la partida y nos recogerá en el mismo aeropuerto de Manises, evitando bajar hasta el centro.
Para volver, de Madrid, a Valladolid, cogeremos un ALSA, durante la tarde del lunes, que se oferta con un 30% de descuento, desde Méndez Álvaro.
Dormimos genial y a media mañana y ya sin errores, conseguimos volver en tren desde Lamezia Terme Nicastro a la Estación Central de trenes y sin gastar un euro, porque la máquina automática de billetes no funciona (costumbres y normalidad italiana)
Como ya he dicho, Lamezia es una ciudad lamentable, asquerosa e insufrible. Sus dos únicos atractivos, una torre y la catedral no llegan a la altura del betún.
El aeropuerto se encuentra cerca del centro, pero resulta imposible llegar andando, porque hay, que atravesar y transitar por carreteras asesinas. Así, que tomemos un cómodo y funcional autobús -lo único público, que da la talla en esta urbe- y llegamos a la terminal con varias horas de antelación.
Partimos más de media hora tarde, hacia la capital del Turia, pero eso no afecta en nada a nuestros planes. Dormimos a pierna suelta y tumbados en el suelo en la zona de salidas che, sin ninguna molestia o ingerencia. A las nueve y media de la mañana hemos quedado con César, en la puerta de esta misma terminal.
domingo, 27 de julio de 2025
De la mágica noche de Tropea, a la zozobra de Lamezia
Versa un cartel, frente a la estación de trenes, de Tropea: "Bienvenidos a uno de los pueblos más bonitos de Italia". Sin duda, lo es, aunque nosotros seguimos super enamorados de Cinque Terre y de los enclaves de la costa de Amalfi.
Llega la noche calabresa, pero no desaparecen, ni el calor, ni la humedad (está última, se incrementa). La zona histórica y comercial se hallan muy animadas, aunque sin agobios. Una hora antes de la medianoche, nosotros descendemos hasta la playa, ahora casi despoblada. El ambiente es entre mágico y místico y nos recuerda algo -salvando las distancias, por supuesto-, al que vivimos, hace quince años en la playa de Riazor, de Coruña, contemplando las decenas de efímeras hogueras llenas de deseos en la noche de San Juan.
El promontorio de enfrente -el de la iglesia -, se encuentra maravillosamente iluminado. Sentados en la fresca arena no vemos el mar, aunque sí, a l@s bañistas, que entran y salen del agua y escuchamos el rítmico sonido de las olas.
Hay grupitos de personas haciendo botellón, conversando sin más, parejas besándose o tumbadas y permitiendo, que la gruesa arena, llegue hasta sus partes más íntimas. Todo, muy informal y relajado, mientras abordamos la madrugada con calma y con premeditado botellón.
El sensacional ambiente se trunca, cuando los potentes altavoces del único chiringuito playero -llamado así-, empieza a escupir a toda pastilla, la música urbana del momento, fundamentalmente en español y con las letras llenas de mamitas, culos, coños y demás distopías. Pero el alcohol lo puede todo y hasta acabamos tarareando esos ritmos, nosotros , que somos del indie más radical.
Sobre la arena, el amor es descarado y no furtivo, mientras afrontamos el bellísimo amanecer y nos batimos en retirada. Habíamos pensado en bañarnos, pero nos puede la pereza.
Toca volver al Eurospin, que abre a las ocho del sábado, para hacer las compras del día y no complicarnos.
A las once de la mañana estamos en Lamezia. Junto a Algeciras y Madrás creo, que son las tres ciudades más asquerosas e inhóspitas del mundo (aunque de este trío, salvo a la metrópoli india).
Veníamos preparados, sabiendo, que como buena ciudad del mundo caótico, este lugar se divide en tres núcleos aislados entre si. Cada uno , más feo que el anterior. Aún así, nos entra la caraja total, nos equivocamos de transporte, andamos mucho más de la cuenta y sobrevivimos a la discusión más salvaje y desagradable del viaje.
El resto del día, aunque con resquemor, pasa tranquilo en nuestra magnífica habitación en un apartamento turístico, con baño y reparador aire acondicionado.
Scilla y Tropea
A partir de ahora, encomendamos nuestro periplo calabrés, a Trenitalia, cuyos trenes regionales son frecuentes y de los más baratos del continente.
Nuestro primer destino es Scilla, a unos 25 kilómetros de Reggio Calabria, hacia el norte, en el estrecho de Mesina y frente a Sicilia.
Se trata de un pequeño pueblo, casi sin infraestructuras turísticas -salvo caros restaurantes- y con una amplia playa pedregosa, como la de ayer. Además del baño, para apagar el insoportable calor, el mayor atractivo del lugar es su castillo, ubicado en un bonito promontorio. Hay ascensor de pago para subir, pero nosotros sin esfuerzo alguno ascendemos, caminando. Tras un túnel con bonitas vistas marinas, se encuentra otro micro pueblo y un desaliñado puerto pesquero.
Es la una y cuarto de la tarde del viernes y nos vamos hacia Tropea, adonde arribamos, después de hora y media, en la que se alternan los largos túneles, con los agradables paisajes marinos. La estación de encuentra algo lejos del centro y por los precios, que hemos visto en Booking, somos conscientes, de que de ninguna de las maneras, hoy tendremos hotel y en el mejor de los casos, nos tocará dormir sobre la arena de la playa (aquí, aunque algo gorda, no son piedras).
Tropea, sin lugar a dudas, es la joya de Calabria y se lo tiene bien merecido. No hay ni la mitad de masificación de la prevista y el turismo es mayormente, nacional.
La calle principal, que llega hasta el mar está plagada de caros restaurantes, tiendas y heladerías de postín, con más de sesenta gustos. Son típicos de aquí, la 'nduja de Spilinga -una especie de botillo picante, que se unta en el pan -, las cebollas moradas alargadas y los chiles. ¡Todo muy fuertecito, pero rico!
El pueblo tiene dos espectaculares miradores sobre la bahía. Abundan los palacios -la mayoría de ellos hoy son B&B- y otros edificios históricos, que dan fuste a las estrechas y bonitas calles secundarias.
El casco histórico se ubica en un promontorio y la playa abajo, a una considerable y escalofriante altura, que debe ser salvada a través de una incómoda y larga escalera. Es estrecha, curvilínea y superpoblada de sombrillas. Sus aguas -dependiendo de tramos- son verdosas o azuladas y llaman al baño hasta al más de secano y perezoso. Casi enfrente, otra maravillosa y abrupta roca gigante, en cuya cumbre se erige una iglesia y que junto con el arenal, forman una estampa, casi inigualable.
Fuera del casco histórico, todo es al estilo calabrés. O sea, con aceras estrechísimas, inservibles, destrozadas, llenas de basura o de cosas. Y las debemos recorrer, para llegar al mejor supermercado de Italia, el Eurospin (solo lo hemos visto en el sur del país y en Cerdeña). Nos proveemos de viandas, cervezas y barato y rico Limoncello (ayer, tocó Amareto). Además, casi un kilo de helado de cereza -con guindas enteras- y vainilla, por menos de 2€.
Calor húmedo, insoportable e incertidumbre sobre como pasaremos la noche, antes de que mañana, partamos en tren para Lamezia.
sábado, 26 de julio de 2025
Reggio Calabria
No hay sorpresas. Las afueras de Reggio Calabria son tan lamentables y tercermundistas, como esperábamos, porque ya tenemos bastante experiencia en el maltratado sur de Italia. El centro está casi igual de mal y conviene no pasear por sitios, que no sean la larga y peatonal Vía Garibaldi y el paseo marítimo y este último hoy, está cortado en algunas zonas por varios eventos privados.
Nos toca andar -tipico en el país transalpino - más de cuatro kilómetros para encontrar un supermercado y encima es el Coop, que resulta carísimo. Las aceras son abruptas y estrechísimas, cuándo las hay y están llenas de cosas de todo tipo, menos de peatones. ¡Nos hacemos un India y a caminar por la agresiva calzada!.
El bonito castillo -fue mucho más grande, pero buena parte de él se lo llevó un terremoto en el siglo pasado-, la iglesia otomana y la discreta plaza del Duomo, con su catedral, y las estatuas de bronce de dos guerreros griegos de Riace, que se encuentran en el Museo de la Magna Grecia, constituyen los mayores atractivos de esta ciudad, que tiene, como ventaja, la proximidad del aeropuerto y su céntrica estación de tren, que nos servirá mañana para llegar a Scilla y Tropea, pueblos costeros no muy distantes de aquí. Nos sorprende un bello -aunque muy caluroso y húmedo atardecer-, que contemplamos desde un animadísimo lungomare.
Tenemos buenas noticias en cuanto al alojamiento, porque por 43€ y en Booking, hemos conseguido un céntrico apartamento completo para nuestro disfrute. Disponemos de cocina americana bien equipada -incluso con cafetera-, una salita de estar y dos aparatos de aire acondicionado. La habitación y el baño se encuentran en la planta de abajo, debiendo descender por una endiablada escalera de caracol. Sin duda, un lugar muy reconfortante para dejar atrás el caos y las penurias, que hemos padecido esta tarde en esta caótica ciudad y que previsiblemente, continuarán durante los próximos calurosos días.
El domingo a última hora y desde Lamezia, regresaremos a Valencia, completando un atractivo viaje triangular.
En cuanto al retorno desde la capital del Turia, a Madrid, las cosas se complican, cada día más. El tren -da igual, los tres operadores- ronda los cien euros, al igual, que el autobús. No nos va a quedar otra, que tirar de Bla Bla Car, donde hay opciones por menos de veinte. Aunque en el pasado no tuvimos mucha suerte con esta plataforma de conductores.
viernes, 25 de julio de 2025
Aix en Provence y adiós al sur de Francia
Se acabaron las bondades de Flixbus en este viaje. El resto del transporte en Francia se paga a golpe de atraco, a mano armada.
Dudamos de si ir, a Aix en Provence, pero a pesar del abusivo esfuerzo económico, no nos queda otra, porque lo demás sería malgastar el tiempo, que no nos sobra, ni estamos dispuestos a dilapidar o regalarlo.
Pero pongamos los datos sobre la mesa: hacer unos 450 kilómetros entre Toulouse y Marsella y con Flixbus nos ha costado menos de 25€ por persona. Ahora, por los poco más de 20 kilómetros a Aix en Provence y por la misma distancia al aeropuerto marsellés, nos piden, respectivamente, siete y diez euros. ¡Porca miseria¡, ahora, que estamos a punto de largarnos, a Italia.
Aix en Provence es un lugar interesante, aunque nada espectacular y se ve rápido, porque su atractivo casco histórico se pasea en un plis plas, tras visitar la agradable plaza del Ayuntamiento, el Palacio Episcopal y la algo decepcionante catedral.
En Marsella, son muy típicas las tiendas de lavanda y de jabón del lugar. En Aix, hay que añadir las de magdalenas con forma de platillo volante, rellenas de casi todo lo imaginable, aunque a precios exhorbitados para una mente económicamente sana.
En fin. Nos encontramos en el día siete del viaje, agotándolo y quedan cinco. La noche la7u6u7 pasamos en el aeropuerto de Marsella de forma muy cómoda y confortable, dado, que no existen controles de ningún tipo y puedes dormir en el suelo, cuantas horas quieras ( los asientos resultan una tortura).
Con todos los objetivos cumplidos, decimos adiós a este trepidante periplo por el sur de Francia y nos disponemos a afrontar el reto de unos pocos días por Calabria, unica región italiana, que todavía, no conocemos.
Cada día, se nos va complicando la vuelta a casa, desde Valencia, porque los trenes y los autobuses no paran de disparar sus precios. ¡Eso nos pasa por perezosos! Estamos valorando, servirnos de Bla Bla Car, aunque la única experiencia en el pasado con esta plataforma fue realmente muy negativa.
El vuelo de Ryanair, hacia Reggio Calabria sale con media hora de retraso, aunque eso no nos desestabiliza ningún plan. Llegamos a la punta de la bota del país transalpino y para nada, hace más calor -que ya es mucho-, que en el país galo
Estamos en un pequeño aeropuerto y el bus al centro de la ciudad es frecuente y barato. ¡Pero no todo va a ser tan fácil en la desgobernada y caótica Calabria!
Nos esperan días intensos y estamos dispuestos a asumir el reto, porque logros mayores en nuestras vidas, ya hemos conseguido muchos.
La inefable Marsella
Tras la apoteósica madrugada en la rotonda -estación de Montpellier -, llega el temido e inevitable bajón. A las siete de la mañana, tomamos nuestro último Flixbus -a partir de ahora, el transporte nos saldría bastante más caro-, con destino a Marsella. No nos preguntéis, sobre el paisaje, que hay de camino, porque las dos horas y media, nos las roncamos enteras.
Llegamos a la potente estación de autobuses, que comparte extenso territorio con la de trenes. Ahora, toca bajar la eterna e incómoda escalera, que nos deposita en el meollo de esta ciudad, emblemática en la literatura y el cine, no precisamente, por cosas buenas.
Nuestra primera sensación es el caos. A pesar de las advertencias, no esperábamos encontrar aquí, una mezcla de ciudad de India, con el estilo de vida y experiencias del Nápoles de hace unas tres décadas.
Desde el minuto uno, vemos que, la ciudad está llena de grafitis por todas partes, en una mezcla de lo artístico, lo bohemio, lo reivindicativo, lo elegante y a la vez, lo cutre.
Hay que andarse con cuidado, porque los cruces de tráfico y las aceras no tienen ley conocida. En ellas, circulan patinetes y bicis a toda hostia, aparca quien quiere, montan extensiones de los negocios -incluidos maniquíes -, terrazas y los que les sobran y no lo esconden son los amedrentados peatones .
Con Marsella, no ha podido ni Booking, dado que hay decenas de alojamientos de los que no hay ni rastro en la plataforma holandesa y que se asemejan a pensiones madrileñas mal mantenidas de finales de los años ochenta del siglo pasado. Eso si: es de agradecer, que todos estos establecimientos muestren claramente sus precios en recepción, por lo que te ahorras preguntas y molestias.
En un antro de estos acabamos, pagando cincuenta euros en metálico -ni bizum, ni tarjeta -, con baño compartido, en lo que va a ser a todas luces la peor y más vintage habitación del viaje.
Marsella es, como es y sobrevive a su turbio pasado de gánsteres y droga, como puede, aunque con bastante esfuerzo y optimismo colectivo.
El puerto es menos decadente de lo esperado y su transitar por él, se nos hace largo, debido al insoportable calor y a la convulsa y decepcionante zona.
Marsella no tiene grandes atractivos indiscutibles y apuesta sus bazas al antiguo y oscuro barrio de Le Panier. Debemos reconocer, que se lo han currado, para hacer tan atractivo, lo que fue un núcleo truculento, temible y detestable.
Las calles y los edificios no son gran cosa, pero se han esmerado en llenarlas de grafitis, plantas o adornos, que les hacen ganar mucho fuste y que resultan muy agradables para el paseo, al ser también y en muchos casos, vías escalonadas. Se nota, fehacientemente, el esforzado deseo de los marselleses de romper con su sospechoso pasado.
Tras una mañana trepidante y apasionante, el cansancio nos vence y agotamos la tarde a duras penas sobre la descuidada cama del hotel, apenas asistidos por un maltrecho ventilador.
jueves, 24 de julio de 2025
Montpellier
Llega el lunes y por tanto, nuestro quinto día de viaje. Nuestro hotel está a dos minutos de la Avenida de Varsovia, donde debemos tomar el Flixbus, que nos lleve a Montpellier. Hoy, con sol y claridad, esta calle parece otra cosa, aunque no puede disimular su aspecto tercermundista.
El bus parte y llega puntual, después de circular a través de un paisaje insulso. Al menos, el aire acondicionado nos protege del sofocante calor exterior.
Nos dejan en una rotonda con varios andenes, a más de cuatro kilómetros del centro. Hay tranvía hasta allí, pero como siempre, nos decantamos por andar, a través de barrios sórdidos de infumables aceras. Al menos, nos topamos con un supermercado Auchan, con precios interesantes y con numerosas posibilidades de apagar nuestra insaciable sed.
Montpellier nos sorprende, agradablemente, por su amabilidad hacia el viajero, antagónica, a la hostil Carcassonne. Abundan las calles peatonales, la música callejera, el tránsito tranquilo, las terrazas bien ubicadas -que raro -, ...
El punto de partida es la enorme, variopinta y animadísima plaza de la Comedia. Todos los lugares de interés están muy bien indicados en carteles, donde además pone los minutos, que se tarda en llegar.
Y el patrimonio es más de lo previsto: dos arcos de triunfo, una impresionante y original catedral, varias iglesias, un acueducto antiguo, una torre puntiaguda, museos para aburrir...
Es 14 de julio, fiesta nacional y es, que a nosotros, por suerte y/o por desgracia, siempre nos tocan todos los eventos, vayamos donde vayamos. Pero, no hay problema, porque casi todo está abierto y debido a la amplia movilidad, hasta los supermercados han ampliado sus horarios, hasta casi la madrugada.
Eso si y debido a la misma causa, los hoteles están a precios inalcanzables por lo que toca otra noche en la calle sin más alternativa viable. Además, no nos merece la pena el desembolso, porque el bus para Marsella sale a las siete de la mañana.
Entre cervezas y más cervezas volvemos al punto de partida, donde nos dejaron hace horas. Como dije, no hay estación, sino una rotonda y varios andenes, donde cogen y dejan viajeros las compañías de buses de bajo coste, como Flixbus, Bla Bla Car o marcas blancas francesas o portuguesas.
No sabemos, si este es un modelo premeditado de transporte o no, pero nos encanta porque al evitar los costes de la construcción de una terminal, se eliminan los cargos a las compañías y por ende, a los usuarios, beneficiando a todos.
Asi, que nosotros, tan satisfechos y enamorados de esta práctica rotonda atípica en un país europeo, por la que fluyen gentes de todo tipo, en un barrio agradable y no tan cutre como otros, que hemos visto y donde por goleada, ganan los habitantes árabes, salpicados por unos pocos subsaharianos. Tiendas y restaurantes de todo tipo, hasta romper la imaginación, abiertos hasta la madrugada, aprovechando el continuo flujo de tránsito humano.
Estamos cansados, medio borrachos, pero encantados por haber vivido esta fantástica madrugada de impagable crisol
Carcassonne
Pues si. Llegamos a Carcassonne con el cielo ennegrecido y cayendo una tromba de agua impresionante. No hay estación. Nos dejan tirados en la truculenta y anegada Avenida de Varsovia, que parece el escenario idóneo de una serie de mucho miedo.
Tras casi una hora, esperando, a que escampe, debajo de una frágil parada de autobús urbano, nos encaminamos al centro, que no está demasiado lejos. Transitamos por un barrio feo, aunque encontramos un par de iglesias de postín, encajonadas en calles inverosímiles e intransitables, porque sus aceras no miden ni medio metro y hay que parar y refugiarse, cada vez, que viene un vehículo. En medio de tanto incomprensible desastre tercermundista, hallamos varios hoteles a más de cien euros la noche. Llegamos a la plaza Carnot. Se ve, que estamos en fiestas patronales, porque en las calles adyacentes cuelgan un sin fin de banderolas. La lluvia ya ha cesado y un grupo musical ensaya sobre un escenario. Con un poco de suerte, está noche asistiremos a un concierto, que nos alivie la vida, porque ya hemos desestimado definitivamente, encontrar alojamiento.
Vuelve a pintear a ratos, pero seguimos nuestro camino hacia la increíble ciudad fortificada. Primero atravesamos un barrio deprimente, hasta llegar al largo y difuso puente viejo. Después, llega una calle peatonal plagada de restaurantes y pequeñas terrazas, que funcionan a medio gas. Y tras esto, una larga cuesta y la mitad de la nada que nos acaba llevando hasta una de las murallas más increíbles, que hayamos visto en el mundo.
Desconocemos la causa, pero se construyó un recinto amurallado doble y con remates muy imaginativos, irregulares y preciosos. Dentro, un patrimonio histórico increíble, compuesto por un castillo espectacular, varias iglesias, la catedral, palacios, calles con encanto y los negocios turísticos de siempre con precios y formas de obrar, que rayan con lo insultante.
Como ya dije, este lugar es una joya imprescindible, aunque no da para más de un par de horas y eso, si te recreas o entretienes mucho. Pero, bueno. Como es tarde y a punto de anochecer, casi no hay nadie y es de agradecer. Y aún más satisfactorio, cuando regresamos al amanecer.
Y por medio, pasa la noche. Efectivamente, asistimos a un concierto discreto, no muy de nuestro gusto y a casi un atropello fatal en nuestras carnes, fruto de la imprudencia de un conductor en esas calles imposibles, diabólicas y casi sin aceras.
Lentamente, entre paseos y sentadas, entre vodka y cervezas, entre conversaciones cruzadas de gente, que vienen y van, llega la madrugada y el amanecer, ya sin nubes y con pletórico sol.
Hoy, si tendremos hotel y tocará descansar la mayor parte del día al abrigo del potente aire acondicionado. Pero, ¡nuestros 72€ nos cuesta!
miércoles, 23 de julio de 2025
Toulouse
Estamos cansados, aunque finalmente, llegamos a la Plaza del Capitolio, el corazón de Toulouse, tras recorrer la calle que va desde el puente de San Pedro y que no es peatonal, a pesar de su empedrado y de sus tiendas y restaurantes.
Tras el intento fraudulento de una reserva de habitación con Airbnb -primera -y última en nuestras vidas-, la deleznable, pero segura Booking viene en nuestro rescate. Por 44€ logramos una alcoba en un piso turístico compartido, que se encuentra a cinco kilómetros del centro. Llegar hasta allí resulta bastante atropellado y molesto. El lugar es regulera, pero agradecemos esa nueva moda imperante de dotar a las habitaciones con cafetera (a veces de cápsulas).
La enladrillada Toulouse nos recuerda en cierta medida a la rojiza Bolonia, aunque no en todo. Esperábamos algo más de este lugar, que se vertebra en torno a la nada espectacular plaza del Capitolio y en las agradables riberas del río Garona. El antiguo hospicio, diferentes iglesias y sus entretenidas calles históricas y comerciales, se convierten en el mayor atractivo para el curioso visitante.
La zona del alojamiento resulta muy residencial, pero a escasos diez minutos andando se encuentra un Aldi, rodeado de numerosos negocios típicos -kebabs, peluquerías hipster y demás -, regentados por árabes. Todo muy animado.
Como cuando estuvimos en Burdeos hace poco más de un año, nos damos cuenta, de que los precios de muchas cosas, son más baratos, que en España (no así, el vino y la cerveza). Por ejemplo: el tabulé patrio del Lidl de 400 gramos, que cuesta 2,45€, aquí es de medio kilo y sale por 1,39.
Afortunadamente, el sábado y tercer día de viaje amanece nublado y con cierto frescor. Rematamos la visita a la ciudad con más ánimo y a media tarde, junto a la estación de trenes y al famoso canal navegable Midi, tomamos un baratísimo bus , a Carcassonne.
Sin Ryanair -como siempre - y sin Flixbus, este viaje -como tantos otros-, no hubiera sido posible. Coger autobuses regulares en Francia o trenes, es el atraco del siglo. Baste decir, que en Marsella, para cubrir poco más de veinte kilómetros hasta el aeropuerto te soplan 10€.
Finalmente, el bus, que es subcontratado con otra compañía, resulta cómodo, aunque no funciona, ni el wifi, ni el baño. Tras hora y media, llegamos al destino, mientras somos testigos del diluvio universal. Debemos protegernos bajo una parada de autobús urbano, casi una hora, antes de llegar a la plaza principal -se celebra el Carcafest y a mi pareja le digo con sorna, que ya era hora, de que encontrara su festival - y de acceder a la bellísima, pero efímera -es una joya, pero la visita no dura más de dos horas, alargandola- ciudad antigua y fortificada.
Hoy, con ligero fresco y sin haber traído jersey, toca pasar la noche al raso y sin alojamiento, cuyo precio es de los más elevados en el país galo. ¡Ya veremos, como nos pinta, aunque todo termina pasando y normalmente, con menos padecimiento del esperado!.
No nos gusta la Alta Velocidad: camino de Toulouse
Nos encanta surcar los cielos de todo el mundo -aunque sea con inesperadas y abruptas turbulencias- y ya llevamos 295 vuelos sobre nuestras espaldas. Pero no nos ocurre lo mismo con la Alta Velocidad ferroviaria, la cual detestamos. Asientos incómodos -se supone, que son para poco tiempo -; paisajes, que pasan demasiado deprisa -cuando los hay, que es casi nunca, porque no dejas de ver alambradas, muros, pasos elevados y poco más -; ruidos constantes y molestos -sobre todo, al cruzar los interminables túneles - y constantes mensajes por megafonía, pidiendo el mismo silencio y compostura, que ellos no respetan.
Nuestro viaje a Madrid, debería haber durado cincuenta y cinco minutos, pero por problemas operativos -nunca los detallan-, se va a una hora y veintetres, lo que supone un retraso del 50%. Luego y con asfixiante e insoportable calor, llegamos a Chamartín, que está a tomar por el culo de todo. Para que queremos High Speed, si nos toca hacer una pausa de cuatro horas, hasta tomar el tren veloz a Valencia, que llega con cuarto de hora de retraso.
De verdad, nosotros somos más del "chucu chucu" de toda la vida, de esos convoyes con olor a tortilla y pimientos, de los descamisados e inmigrantes -y no de los ejecutivos- y de llegar a Príncipe Pío, que está en el centro. No nos gusta , ni estar media hora antes en el andén, ni que nos controlen o fisguen el equipaje, como en los aeropuertos.
En fin. Que vamos , a lo que vamos. Llegamos a Valencia a las once y media de la noche con una humedad, que nos revienta y aturde. El metro al aeropuerto tiene un precio abusivo, pero da igual, porque a estas horas está echando el cierre (no parece normal)
Pues nada: ponemos el GPS, nos aprovisionamos de cervezas y ponemos rumbo, a Manises, que se ubica a unos doce kilómetros, por un camino anodino, plagado de barrios residenciales, aunque sin demasiadas dificultades de tránsito, salvo un tramo de carretera sin aceras.
Sobre las tres de la madrugada llegamos al aeropuerto. En una de las entradas nos controlan la tarjeta de embarque. Nos damos al vodka, para dormir mejor y así lo hacemos sobre el suelo durante tres horas, sin ser molestados, levantándonos aturdidos y desconcertados.
El embarque es sencillo y rápido, aunque tenemos, que sacar los botes con los líquidos y enseñarlos, porque carecen de la tecnología de Barajas. Ryanair nos ha sentado casi juntos, en un vuelo repleto, pero tranquilo, que nos deposita en Toulouse, sobre las diez y media de la mañana.
Estamos a unos diez kilómetros del centro y en teoría, existe un tranvía, que te lleva hasta allí por 1,50€. Pero, en turismo nos informan, de que no, que se encuentra en obras, aunque diríamos y tras la exploración sobre el terreno, parece abandonado. La alternativa es un autobús, que sale por 9€. Calor infernal, sol delirante y otra vez, que toca andar. Trayecto tan sencillo, como anodino, aunque con bastante sombra.
martes, 22 de julio de 2025
Un viaje con algunas novedades
Antes de entrar en detalles y en desarrollo cronológico de este periplo de doce días por el sur de Francia y Calabria -única región de Italia, que nos quedaba por conocer-, quisiéramos destacar que este viaje y por necesidades del guión, ha traído unas cuantas novedades, que han afectado a nuestras consolidadas rutinas
Vamos con algunas de ellas:
-Caducados los bonos gratuitos de Media Distancia, nos tocó rascarnos el bolsillo para ir, a Madrid, aunque no salió muy caro (7€, en AVLO). No fue novedad tomar el primer vuelo desde Valencia, porque estamos acostumbrados a partir desde la periferia debido a los altos precios desde Barajas.
-Primera -y última- experiencia con Airbnb. Nos habíamos resistido con firmeza a usar esta plataforma y los hechos nos han dado la razón. En Toulouse, los precios eran mucho más bajos, que en Booking, así, que probamos, con unos resultados absolutamente negativos, porque el proceso de reserva es larguísimo y como si fueras a abrir una cuenta bancaria por internet, para hacer una simple reserva, te piden fotos de tus documentos, selfies y videos. ¡Increíble!
Segundo, porque no te lo confirman en el momento, dando un plazo de 24 horas al propietario de la habitación para decidir. Mala cosa, porque nuestra petición era para dentro de 3. Finalmente y en breve, nos rechazaron sin ninguna explicación, pero no nos devolvían el dinero hasta una semana después. Afortunadamente, nuestro banco había bloqueado el pago por sospechoso. ¡Una y no más!
-Vuelta a Bla Bla Car, después de once años. Nos despistámos y no compramos a tiempo los billetes de vuelta desde Valencia en tren y subieron, como la espuma, a precios desproporcionados. Habíamos usado esta plataforma cochera una sola vez en 2014, con resultados muy lamentables y caímos en el desánimo. Pero, a la fuerza ahorcan y no nos quedo otra, porque el trayecto Valencia - Madrid, nos salía cuatro veces más barato. Afortunadamente, está vez, la aventura ha resultado buenísima y hemos compartido un montón de experiencias de muchos quilates.
-Vuelta al ALSA, después de tres años para el recorrido entre Madrid y Valladolid. Y más vale, que nos acostumbremos, porque es, lo que hay para el futuro, si el gobierno no lo remedia. Nos hemos sentido extraños, incómodos y tristes, pero seguro, que ya se nos pasará.
De las demás novedades -ya menores- y de nuestras andanzas del día a día os hablamos en la siguiente serie de artículos.
De la invención del"interair", al viaje ✈️ roller coaster
Hace un par de años y motivados por los altos costes de viajar por Europa, fuimos los creadores del modelo "interair", de los que hemos realizado tres, desde entonces. Se trata, en resumen, de recorrer de forma -mas o menos fugaz-, diversos países y ciudades del continente, durmiendo en aeropuertos por la noche y haciendo las visitas por el día. De vez en cuando, eso sí, un hotelito reparador.
Ahora y tras varios experimentos previos, hemos desarrollado el patrón "viaje montaña rusa" (roller coaster, que dicho en inglés, suena más elegante). No es la panacea de la felicidad, ni algo pensado para gente cómoda, pero se ahorra muchísimo dinero y sobre todo, se tiene la sensación, de que no te están explotando turísticamente, cosa hoy en día muy difícil de evitar.
La fórmula no tiene muchos secretos y si, bastante esfuerzo. Se trata, de ir alternando noches de hotel o apartamento con otras sin ellos. El día con alojamiento es el momento álgido y se aprovecha para llevar a cabo todas las actividades y planes. Para la noche por ahí -si no hay aeropuerto- se debe ser creativo y encontrar entretenimiento. La mañana siguiente es horrible, aunque se pueden seguir haciendo cosas a medio gas. Y, a mediodía -o algo más tarde-, llega el nuevo check in y la hora de regalar el resto del día en la calle a quien lo quiera. Y, de nuevo a empezar. Hay, que decir, que gracias a este método, hemos tenido experiencias nocturnas tan reconfortantes como divertidas.
Y lo más importante: hemos logrado, que en Francia e Italia, la media del gasto por noche no supere los 25€ y un viaje de 12 días por estos territorios, nos haya salido por menos de 600 pavos. A nuestra manera, seguiremos luchando contra la sangrante especulación turística, que se lleva todo por delante.
Al margen de estas consideraciones decir, que este viaje ha contado con algunas novedades importantes, aunque esas os las contamos en el próximo post. De momento, señalar, que hemos cumplido todos los objetivos trazados y que los nueve destinos previstos han sido visitados con rotunda facilidad y sin más inconvenientes, que los que presenta el día a día.
Detallamos nuestro itinerario y los medios con los que lo hemos llevado a cabo:
-DIA 1: Valladolid - Madrid - Valencia (AVLO)
-DIA 2: Valencia - Toulouse, con Ryanair, visitando esta alegre y vistosa capital.
-DIA 3: Toulouse - Carcassonne (Flixbus).
-DIA 4: Carcassonne.
-DIA 5: Carcassonne - Montpellier (Flixbus) con disfrute de esta vibrante ciudad.
-DIA 6: Montpellier - Marsella (Flixbus) y a pesar del calor, locura por la antigua capital de los gánsteres.
-DIA 7: Aix en Provence y noche en el aeropuerto.
-DIA 8: Marsella - Reggio Calabria -con Ryanair - y visita de esta caótica ciudad.
-DIA 9: Reggio Calabria - Scilla - Tropea (Trenitalia). Dos magníficos pueblos costeros
-DIA 10: Tropea - Lamezia, con Trenitalia, para conocer el destino más tercermundista de Italia.
-DIA 11: Lamezia - Valencia, con Ryanair.
-DIA 12: Valencia - Madrid, con César, de Bla Bla Car y finalmente, a Valladolid, con ALSA, después de mucho tiempo de divorcio con esta compañía.
sábado, 19 de julio de 2025
viernes, 18 de julio de 2025
jueves, 17 de julio de 2025
miércoles, 16 de julio de 2025
martes, 15 de julio de 2025
domingo, 13 de julio de 2025
viernes, 11 de julio de 2025
domingo, 6 de julio de 2025
Resaca, mono, guayabo, cruda, goma, chuchaqui y ch'aqui. ¡Todo, a ia vez!
Aquí andamos, tratando de superar la resaca, el mono, el guayabo -Colombia-, la cruda -México y Estados Unidos-, la goma -Centroamérica- el chuchaqui -Ecuador- o el ch'aqui -en Bolivia-, con mucho sufrimiento y resignación.
Tal es así, que el pasado viernes nos dio un achuchón, al comprobar los programas festivos de Villaverde y Tetuán -con actuación estelar de Elefantes en este último distrito- y nos pusimos inmediatamente, a buscar billetes de AVE o ALSA, para el fin de semana a Madrid (con otras dos paellas incluidas). Lamentablemente y con nuestra ansiosa premura, no encontramos nada a buen precio y debimos desistir y conformarnos con ir de compras al Carrefour local y con ver gratis en Dazn, el extraño partido del Madrid.
Pero, afortunadamente, la vida sigue y el próximo jueves 10, comenzamos un periodo de vacaciones de 12 días, que nos lleva en esa misma fecha a Madrid y Valencia (AVLO, en ambos casos).
El 11 y con Ryanair, volamos a Toulouse. Al día siguiente y por la tarde -Flixbus, como en todos los otros trayectos por Francia-, recalaremos en la turística Carcassonne. El 14, a Montpellier y el 15 a Marsella, quedando Aix en Provence, para el 16.
El 17, volaremos a Reggio Calabria y durante 3 jornadas, nos aventuraremos en esta localidad, en Tropea, Scilla y Lamezia, desde donde volveremos, a Valencia (hay otros destinos muy interesantes en Calabria, pero nos pillan fuera de onda).
Los alojamientos solo los tenemos preparados a medias y alguna playa, aeropuerto o estación tocarán, como improvisada alcoba. Sólo y en todo el recorrido, hemos encontrado precios razonables , en Toulouse y Marsella.
Pues nada, que como ya se ha dicho, seguimos recuperándonos de los no viajes recurrentes y de que Madrid no nos mate o nos ase cada fin de semana. Y siempre, siguiendo el mismo círculo vicioso: los lunes, agotamiento general. Los miércoles, billetes gratis para el fin de semana. Los viernes y sábados, eclosión total madrileña y los domingos, bajonazo y promesas de descansar el finde siguiente, que por supuesto, nunca cumplimos. ¡Adiós a ese ciclo vital, básico, pero adictivo ,que volverá más pronto, que tarde!.
martes, 1 de julio de 2025
¡Adiós!
Adiós, a los bonos recurrentes -estoy seguro, que volverán en enero-, a nuestra relación amor/odio con Madrid, al insoportable calor/frío de la estación de Príncipe Pío, a los repetitivos y cansinos olores del centro comercial adyacente, además de a sus estúpidos seguratas.
Adiós, a las deficientes máquinas de convalidación de billetes de cercanías y a los constantes problemas operativos de RENFE, que nunca sabes, donde te terminarán dejando tirado.
Adiós, a las noches de vino y rosas en el aeropuerto de Barajas, compartiendo techo y comida con los mendigos, durante todas las estaciones del año y en la cuatro terminales
Adiós, a perder el tiempo en parques, plazas y otros asentamientos de Madrid, esperando tomar un tren de vuelta a casa. Adiós a los conciertos de los barrios, a las paellas gratuitas y al botellón infinito.
Adiós, a contemplar, como Madrid te mata y te revive, a cada instante, mientras las hordas turísticas, lo arrasan todo.
Adiós, a un fantástico crisol, gobernado por políticos fascistas, torpes e intolerantes.
Adiós, a todos los negocios, que vimos nacer, crecer o morir en la capital, en estos tres increíbles años. Adiós, igualmente a las eternas e insoportables obras de Madrid.
Good bye, Caixa Forum, Serrería Belga, Reina Sofía, Museo Arqueológico, Fundación Canal, Casa Encendida..., que tanto nos habéis dado. Y a los cadáveres de otros lugares, machacados por la derecha, en los últimos tiempos, como el edificio de Tabacalera, por ejemplo, o la antigua UNED, que llegó a ser casa social de los vecinos del barrio.
Adiós, al ascensor de Plaza España, roto un día si y otro también. Adiós, a los impagables precios de casi todo -ya lo dicen muchas canciones indies-, a las tiendas de los indios/chinos y a los supermercados 24/7.
Adiós, a Samplia, que tanto tiempo nos ocupó en busca de recompensas gratuitas, unas veces gratificantes y otras, decepcionantes. Adiós, a las decenas de tabletas de turrones variados, que nos hemos comido by the face en la calle Mayor y la del Arenal.
Adiós, a los carísimos alojamientos de Madrid, aunque lamentablemente, no podamos despedirnos para siempre del monopolio de Booking.
Adiós, a esos pueblos madrileños -la mayoría ciudades -, que nos hicieron felices. Adiós, a los problemas con la catenaria.
Adiós y mil veces adios, a tres fantásticos años de nuestras vidas.
¡Vale ya! Podíamos seguir despidiéndonos, eternamente y aún así, dejaríamos emociones por contar.
El transporte gratuito debe volver, más pronto que tarde, porque beneficia a muchísima gente y al caudal de sus vidas.
No entenderemos nunca, con un gobierno progresista retira estas ayudas, mientras el PP las implementa en Castilla y León en el transporte regional y local.
Como dijo Mago de Oz el otro día: " Peter, nos has salvado del 5% de la OTAN". Pues, yo añado: " déjanos seguir siendo esclavos de RENFE" (que en nuestro beneficio, llevamos también, nuestra tortura)
¡Falta un día menos, para que vuelvan los bonos gratuitos del transporte!
Llega el final de la cuenta atrás: fiestas de Usera y Marconi (parte III)
Y en la Vaguada, nuestro objetivo vuelve a ser Samplia. Primero, en mido degustación de vermú blanco y rojo -mejor este último -, de la marca Petroni y después en la máquina de latas de té con ginseng, tipo bebida energética, que a mí, no me hacen demasiada gracia.
Volvemos a Usera y el contador de mi reloj marca 38,2 kilómetros andados y nos seguimos muriendo de sed, a pesar, de que hemos ingerido a lo largo del día nueve líquidos diferentes.
Malas noticias: los malditos maderos han taponado con un coche patrulla y con su pasiva presencia, la grieta, por la que nos colamos ayer al concierto. Describamos la situación: diez polis municipales, obstruyendo el acceso y amedrentando a la gente en los dos accesos principales. Dos, por donde accedimos el viernes . En total, doce salarios pagados por los ciudadanos, para que PP, PSOE, Más Madrid y VOX, recauden, lo que les da la gana con sus altos precios de comida y bebida, sin que tú -culpable, por supuesto-, puedas acceder con tus bolsas y tus compras.
Pero, la vida nos sigue sonriendo. A diferencia de ayer, somos muy poca gente y sobre las diez de la noche, media hora, antes del inicio de Pol 3,14, desactivan todo el tinglado y entramos sin problemas.
Y la cena nos sale gratis: una colombiana insistente, nos regala un enorme vaso de salchipapas -más salchi, que papas, a diferencia de los mercadillos de Sudamérica-, porque se las ha comprado,no se las comerá y ahora no quiere tirarlas. ¡Para la buchaca!.Estamos tan escuálidos, que sin hacer nada, la gente se compadece de nosotros y nos da de comer en sus distintas versiones. ¡Nos lleva pasando, durante décadas!. Eso si, la jodida lleva un mini entero de cubata, pero se lo reserva para ella sola.
Empieza el concierto, con retraso y con algunos problemas técnicos, que Pol resuelve, tirando de labia algo cansina. No somos demasiados, predominan las entusiastas chicas jóvenes, pero -y a pesar de la asfixia-, lo pasamos en grande, con una banda completamente entregada, durante la hora y cuarto, que dura el show. Hay unos cuantos indios, que venden latas de cerveza y varias simpáticas chinas, que tientan a la suerte con boletos de la Cruz Roja.
Mientras apuramos nuestras variadas bebidas y unos gusanitos del Mercadona, empieza el espectáculo más deprimente por un DJ -ya sabéis, pinchadiscos, de toda la vida-, que hayamos visto en los últimos tiempos (y eso, que a pesar de la edad, somos muy fiesteros).
Ahora, a hacer tiempo, a esperar, que abran Cercanías y a dormir un rato en el tren. Nuestro plan era, volver a las seis y media de la tarde y concurrir a mediodía a la paella de Pradolongo. ¡Pero estamos reventados!
Cambiamos los billetes y nos largamos a las nueve de la mañana en lo que va a ser nuestro último viaje recurrente, de los más de 250, que hemos llevado a cabo, durante los últimos tres años. En la mayoría de los trenes, no viaja el interventor y te dan el viaje por completado, aunque no comparezcas. En el resto, suelen ser personas de ambos sexos bastante jóvenes y amables
Pero, para acabar, hoy nos ha tocado el revisor estrella, como otras tantas veces: su espectáculo consiste en verificar todos y cada uno de los abonos recurrentes y afearte o multarte, si algo no es correcto. Aún así, no nos cae mal, porque a nosotros nunca nos ha recriminado nada. Y además, hoy el agotador sueño no nos permite pelear, ni con el enemigo más débil.